CAPÍTULO 1
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Cansado. Así se sentía. ¿Qué iba a hacer ahora? Sus ahorros ya escaseaban desde hace unas semanas y aun necesitaba comprarle algunas cosas a su razón de vida.
Al fin pudo distinguir el edificio donde estaba su departamento. Suerte que era el dueño, porque como se encontraba ahora le hubiera sido imposible pagar un arriendo, llevaba ya un par de meses sin empleo.
"A ver como sobrevives"
Le había dicho su ex-suegro hace meses, el hombre le había puesto problemas desde que su única hija había comenzado a salir con él. Y él se había defendido diciendo que jamás la dejaría.
Que ironía… ella lo había dejado a él y sin importarle lo que dejaba atrás.
Aferró aun más las bolsas de las compras que acababa de hacer y entró al edificio, se subió al ascensor y pulsó el botón de su piso. El ascensor se empezó a mover, pero también lo hizo el pequeño bulto que llevaba en brazos.
-Shhh… ya cariño, ya vamos a llegar, solo un poco más ¿si?-. Intentaba en vano contener al incomodó bebé que agitaba sus bracitos y arrugaba su cara.
Si… su novia, la que creía lo amaba, lo había abandonado con su pequeño bebé recién nacido, y el pequeño solo lo tenía a él.
Meneando su cuerpo de un lado al otro rebotando al pequeño, salió el ascensor acercándose a la puerta de su departamento cuando el bebé estalló en llantos. Escuchó una puerta cerrarse mientras él intentaba callar los gritos y una voz femenina sonó a sus espaldas.
-¿Necesitas ayuda?
Volteó para decirle que no era necesario, cuando quedó sin habla y sin respiración. Una hermosa morena, ojos marrones y labios rojo sangre, estaba parada ahí como una bella ilusión ¿Quién era? No la había visto antes. Estaba tan embobado con ella que no escuchó lo que dijo hasta que se le acercó más.
-Yo tomo el bulto más bonito-. Dijo la morena tomando al pequeño bebé y acunándolo en su pecho. El pequeño dejó de llorar inmediatamente y solo soltaba pequeños sollozos –Hola…-. Le dijo al bebé con una sonrisa y luego volvió a mirarlo a él -¿Cómo se llama?
-David-. Dijo aun en una nube.
-¿Y usted?-. Fue en ese momento que se dio cuenta que le había preguntado primero el nombre del bebé.
-Lo siento…-. Dijo con una pequeña risa nerviosa –Yo soy David, el es Jason.
-Así que te llamas Jason-. Le habló al pequeño haciéndolo sonreír –¿No iba a abrir la puerta?-. Le sonrió a David y sacándolo de su aturdimiento. El rubio sacó rápidamente sus llaves de su bolsillo y abrió la puerta dejándola entrar con el pequeño Jason en sus brazos.
-No quiero sonar maleducado pero… ¿Quién eres?- Preguntó dejando la bolsa sobre la isla de la cocina, mientras la morena se sentaba en uno de los taburetes frente a él con el pequeño Jason bien acurrucado.
-Me llamo Regina, acabo de mudarme al departamento de enfrente-. Sonrió agradablemente –¡Somos vecinos!
-Eso es muy agradable. Eres la primera vecina que me ayuda con él-. Cogiendo el hervidor para calentar agua.
-¿Puedo preguntar donde está la mamá de Jason? O acaso ¿otro papá?-. ¿Enserio había preguntado eso? El tipo no parecía ser gay, entonces ¿Por qué se le vino eso a la mente?
-No, no hay otro padre, tampoco madre. Solo somos Jason y yo-. Dijo el rubio apoyando sus antebrazos en la isla de la cocina e inclinándose para mirar al pequeño. Tomó aire para decir lo siguiente. –Su madre nos abandonó en cuanto nació-. El rostro de Regina se mostró impasible, pero sus ojo hablaron por si solos, una infinita carrera de emociones a través de esos chocolate intenso. Al final la expresión en su cara cambio a un ceño fruncido.
-¿Porqué se fue?-. Para ser franco, ni el lo sabía. Supo por una de las enfermeras que ella se había vestido y se había largado sin querer escuchar ni darle razones a ninguna de ellas.
-No lo se. Jamás mostró ningún tipo de rechazo al bebé, ni siquiera en el momento del parto. Más bien fue todo lo contrario. Ni yo lo entiendo-. Soltó un suspiro y se dispuso a prepararle un biberón al bebé, había ido a la tienda a comprar pañales y leche. Era increíble, pero el pequeño niño había acabado con todos los pañales que a lo largo del embarazo le había estado comprando y algunos otros que le habían quedado demasiado pequeños. Era como una pequeña maquina de cagar.
-¿Puedo alimentarlo?-. Preguntó la morena sorprendiendo a David que el niño estuviera tan a gusto con él. Asintió entregándole el biberón y la vio acomodarlo, comprobar la temperatura de la leche y luego dársela el bebé. Parecía experta en la materia, y pronto se preguntó si ella estaría casada. Preguntar si tenía hijos o estaba casada sería ser demasiado directo.
-Eres muy buena en esto.
Regina lo miró sonriendo y a el su corazón se le saltó un latido.
-Aprendí siendo voluntaria en un orfanato-. Dijo muy orgullosa, su madre siempre había odiado que se fuera a meter allí, pero a ella le encantaba.
-O sea que sabes mucho de niños.
-Si-. Respondió y de pronto su celular comenzó a sonar –Diablos me tengo que ir, quede de verme con una amiga-. Dijo poniéndose de pie, aun con el pequeño aferrado al biberón y con cuidado se lo entregó a David –Hasta luego pequeño Jason-. Susurró besando su frente y luego miró al rubio –Hasta luego David, un gusto conocerlos, cualquier cosa ya sabes donde vivo-. Con eso salió del departamento, dejando tanto a David como al pequeño Jason extrañado su presencia.
Pasaron los días y siempre se encontraban en el pasillo, o Regina siempre iba a golpearle la puerta para "jugar" con el pequeño Jason. Francamente el pequeño y ella se llevaban muy bien. Ese día David tenía una entrevista de trabajo y Regina se ofreció inmediatamente a cuidar del bebé, el rubio no pudo decir que no cuando ella le puso esos ojitos de cachorro. La morena lograba ser muy adorable.
En la entrevista le fue pésimo, Leopold se había encargado de cumplir lo que había prometido.
"Haré que nadie te contrate nunca".
Sentía que le había fallado a su madre, que con todo el esfuerzo del mundo le había ayudado a ahorrar para tener una buena carrera ¿Y que había hecho él? se había enredado con la hija del jefe y le había plantado cara cuando intentó separarlos ¿Para que? para ser desechado sin mas por la propia autora de su desgracia, lo único bueno que obtuvo de esa relación con Mary Margaret era su pequeño Jason.
Angustiado y sin saber que más hacer, vagó por un tiempo en Central Park. EL maldito de Leopold le había amenazado con dejarlo en la calle si no le entregaba por las buenas a su nieto. Pero eso era algo que ni muerto haría, así tuviera que trabajar vendiendo su cuerpo o incluso de barrendero. Cualquier cosa antes de entregar a su hijo.
Apesadumbrado y con el mundo cayendo sobre sus hombros se dirigió a casa, necesitaba tener a su bebé en brazos y sentirse útil. Y también ver a Regina. Sonrió pensando en ella. La joven era como una pequeña luz que iluminaba sus días de energía. Como la estrellita del juego de Mario Bros. Así se había autonombrado ella.
-¿Qué tal te fue?-. El entusiasmo de Regina rápidamente fue decayendo al ver el semblante triste del rubio –No fue bien ¿verdad?-. Se hizo a un lado de la puerta para dejarlo pasar.
-Fue pésimo, todo iba bien, hasta que revisaron los expedientes y notaron que mi antiguo jefe me ponía como una pésima persona y un pésimo abogado.
-Es un idiota-. Contestó sirviendo unos vasos con sidra. Y entregándole uno al rubio.
-Y lo peor es que solo lo hizo para que sucediera esto, que me viera en un callejón sin salida para entregarle a Jason.
-¿Qué tiene que ver Jason?
-Él es su abuelo, Leopold Blanchard es su nombre-. Notó que Regina arrugaba el seño con disgusto y daba un largo trago a su vaso.
-Para mi mala fortuna le conozco-. Dijo captando toda la atención del rubio –Un tipo calvo y gordo de manos largas-. Su cuerpo dio un pequeño escalofrío –Así que Mary Margaret es la madre de Jason.
-¿También la conoces?
-Fuimos al mismo colegio-. Regina se encogió de hombros al decir eso y se colocó de pie para ir a buscar la botella –Yo nunca fui… adecuada para su grupo de amigas.
-¿Qué significa eso?
-Que no entraba en el rango de "popular". Mientras ella era la líder cabeza hueca de las porristas, yo era la presidenta del centro de alumnos.
-¿Porque eso no te hacia popular? En donde estudié todo el mundo quería ser del centro de alumnos.
-No se, en el mío el estatus era más importante que la inteligencia. Pero no importa, muchos de esos "populares" ahora trabajan para mí-. Dijo de una forma malvada, con una sonrisa que contagió a David. De pronto la cara de Regina cambió, como si hubiera tenido una revelación -¿Porqué no trabajas para mi? Es decir conmigo, en la empresa.
-¿Qué?-. Se extrañó, hasta ahora no tenía idea en qué trabajaba Regina, y es que casi siempre la veía en su casa.
-Sí, digo… siempre estamos necesitando gente nueva. En realidad los estoy cambiando a casi todos. La mayoría porque eran ineficientes contratados por mi ex. Definitivamente mi amiga Miriam necesita a alguien que la ayude el área legal de la empresa.
-¿Te das cuenta en lo que te estás metiendo? Leopold lo que quiere es destruirme y no le importará pasar sobre ti para lograrlo.
-Sé de lo que es capaz ese hombre-. Cruzó los brazos sobre su pecho –Pero él también sabe de lo que soy capaz y créeme, no querrá meterse conmigo ¿Qué dices?-. David aun estaba dudoso, no quería meterla en el caos que era su vida –La otra opción es que te cases conmigo-. David la miró atentó ¿acaso escuchó mal? –Si quiere quitarte a Jason, lo más seguro es que intente luego hacerlo legalmente, y no tienes estabilidad ni sustento económico…
-Y eso es lo primero que ven los juzgados de familia-. Susurró David pensando, sopesó sus opciones. Regina tenía razón, sin trabajo y sin dinero, sería más fácil para el maldito de Leopold quitarle al niño mediante un juez. Pero casarse con ella era demasiado, sería condenarla a su vida miserable, ademas de que apenas y se conocian. –Acepto el empleo-. Dijo y el rostro de Regina se iluminó y dio un par de aplausos mientras daba saltitos.
-¡Al fin voy a poder inaugurar la guardería!-. Sirvió nuevamente sidra en los vasos –No entiendo porqué la gente hoy en día no quiere tener hijos, ni adoptarlos, eso es peor-. Volvió a sentarse a un lado de David –Brindemos por… un brillante futuro para Jason y para ti.
Ambos chocaron sus vasos con una gran sonrisa en sus rostros.
El lunes siguiente a ese, David ya estaba listo y preparado para comenzar a trabajar en la empresa de Regina. Y Jason estaba también preparado para su primer día en la guardería.
Terminaba de alistar el bolso del pequeño cuando golpearon a su puerta. Esa debía ser Regina, habían quedado de ir juntos. Ni bien abrió la puerta, la morena entro directo hasta el pequeño que estaba justo en medio del sillón rodeado de almohadas.
-Buenos días a ti también Regina.
-Hola Dave-. Le dijo sin mirarlo y comenzó a sacar al pequeño –Buenos días hermoso príncipe ¿Qué tal dormiste?
-Bastante bien la verdad, gracias por preguntar-. Dijo el rubio, provocando de Regina girara los ojos y se volteara a verlo.
-Le decía a Jason-. Lo miró mas concentrada -¿Qué haces vestido así?-. El rubio se miró a si mismo sin encontrar nada malo.
-¿Qué tiene? Es mi traje.
-Exacto, estás demasiado formal.
-¿y eso que tiene de malo? Soy un abogado, uso traje.
-No en mi empresa-. Dijo negando con la cabeza -¿Qué tipo de ropa tienes? además de ese traje y las camisas de franela.
-¿Ahora quieres ver mi closet?
-Mira… esa es una muy buena idea-. Dijo y aun con el bebé en brazos se encaminó a la habitación del rubio, David corrió detrás de ella, el lugar era un desastre pero si a Regina le molestó no lo dijo. –Veamos… esto no sirve… esto tampoco-. Se oía la voz de la morena mientras él intentaba levantar la ropa que estaba toda desperdigada por el suelo –¿Porque lo único que tienes son trajes elegantes y franelas?-. Dijo saliendo del closet, sin nada.
-Porque es lo que uso-. Respondió el rubio encogiéndose de hombros.
-Veamos… ¿Dónde tienes la cuna de Jason?-. Dijo mirando alrededor.
-Ah mmm… no tiene cuna-. Respondió avergonzado. Ni siquiera tenia dinero para comprarle una.
Regina sintió como su corazón se apretaba. El maldito de Leopold lo tenia viviendo prácticamente en la miseria.
-Veamos que… -. Dejó al pequeño en mitad de la cama, colocando almohadas a su alrededor. Luego se giró a mirarlo -Si quitamos esto, creo que sería suficiente-. Colocó sus delicadas y pequeñas manos en su cuello, quitándole la corbata lentamente. El rubio tragó pesado al tenerla tan cerca, Regina era muy pequeña a comparación suya, aun con tacones. Por lo que inevitablemente tuvo que mirar hacia abajo. Encontrándose con un suculento y pecaminoso escote. Sintió que algo debajo de su cinturón se endurecía al sentir las delicadas manos abrir los primeros dos botones de la camisa, rozando la piel allí. Observó el rostro de la morena. Al parecer ni cuenta se daba de lo que le producía. -Ahí si. Elegante pero casual-. Dijo levantando su vista a su rostro y apoyando sus palmas en su torso, debajo de la camisa podía notar que tenía unos pectorales fuertes. Lo soltó y lo arrastró hasta un espejo colgado en la pared de su habitación.
-¿Está bien que vaya así? Se supone que soy un abogado.-. Dijo David mirándola por el reflejo.
-¡Claro que está bien! ¿Ya viste como voy yo?-. Le preguntó poniéndose en medio de la habitación separando los brazos de su cuerpo y dando un giro. David estaba hipnotizado con ella.
Regina llevaba un vestido floreado de tirantes pegado al cuerpo. Dejaba ver sus delgados y definidos brazos. Apretaba y levantaba su busto, dejando un exquisito escote. Al girar pudo apreciar que también dejaba insinuar unas perfectas y redondas nalgas que lo invitaban a pecar. Bajando más la mirada llegó a sus delgadas y largas piernas. La fala del vestido llegaba hasta las rodillas. Pero dejaba marcados unos perfectos muslos que lo llevaron a imaginar tener esas piernas envueltas alrededor de su cintura. Negó levemente con la cabeza aclarando su garganta, antes de volver a subir su mirada a su rostro, dándose cuenta que se había quedado mucho tiempo solo mirándola.
-Perfecta-. Soltó, provocando una sonrisa en la morena.
-Me refería a que no me visto demasiado elegante. Pero gracias por el "perfecta"-. Bromeó elevando repetidamente sus cejas provocando un intenso sonrojo en el rostro de David. -Relájate-. Le dijo brindándole una cálida sonrisa y girándose para tomar en brazos al pequeño Jason. -Ahora si podemos irnos-. Se encaminó a la puerta -¿Puedes coger mi bolso?-. Le pidió al rubio quien lo tomó sin chistar justo con su maletín y se encaminó a la puerta cuando casi choca con la espalda de Regina que se había quedado parada.
-¿Qué ocurre?-. Preguntó él inclinándose para ver el rostro de Regina. La veía indecisa de hablar -¿Regina?
-Ah… yo, es decir. ¿Tienes una silla para auto?-. Preguntarle este tipo de cosas la estaba poniendo incomoda, No quería hacerlo sentir mal. Pero era inevitable. No quiso mirarlo a la cara.
-No-. Susurró apesadumbrado.
-Iremos en taxi entonces-. Digo la morena girándose y dándole una sonrisa. Se le acababa de ocurrir una fantástica idea. –Vamos, vamos.
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HOLAAAAA
¿QUE TAL?
¿QUE TALBESTE PRIMER CAPÍTULO?
SE ME OCURRIO ESTA IDEA CUANDO ESTABA MÁS OCUPADA. COSAS QUE PASAN CON MI CEREBRO. CUANDO TENGO TIEMPO ESTOY EN BLANCO.
DEJAME SABER QUE PIENSAS.
