I

Era poco más de medio día, me encontraba en la sala de estar con mi madre, la cual se encontraba tejiendo una bufanda de lana.

-"Es para tu abuela". Me había dicho ella una vez le pregunté para quien sería.

Mi madre y yo vivimos junto con mi padre en una cabaña situada en un pequeño pueblo cercano a París, en donde trabaja mi padre.

-"mamá, ¿Cuándo volverá papá?". Pregunté.

"En unas dos semanas, cielo, tenemos el tiempo suficiente para ir visitar a tu abuela y regresar".

Sonreí con entusiasmo, la verdad es que me encanta ir a visitar a mi abuela, ella vive sola, en una pequeña casa que se encuentra en el bosque cruzando el arroyo.

Minutos más tarde, ya me encontraba lista salir, tenía puesto un gorro de lana y un abrigo color rojo, junto con un vestido azul y mis zapatillas con medias blancas.

-"ya estoy lista, mamá." Dije entrando a la cocina, en donde ella se encontraba terminando de hornear lo que parecía ser una tarta de fresas.

-"Querida, me temo que tendrás que salir antes que yo, no he terminado la bufanda y debo ver que no se queme la tarta.

Mi madre confiaba plenamente en que sabría el camino, pues no es la primera vez que voy sola donde la abuela, por lo cual, solo me dio la bendición y me pidió que me cuidara.

-"Por cierto, casi se me olvida, recuerda pasar sobre las rocas, no se te ocurra pisar el hielo. ¿Está bien?".

-"Si, mamá. Dije sonriéndole. Estamos en invierno, por lo cual es normal que el pequeño arroyo que rodea el pueblo a veces se convierta en hielo sólido, por el cual tengo absolutamente prohibido caminar.

Salí del pueblo mientras saludaba a las personas a mí alrededor, pues aquí todos me conocen.

-"¡Oh! ¡Pequeña Marinette!". Dijo una voz que conocía muy bien.

-"Buenos días, Claude." Sonreí, Claude es un buen amigo de mi familia desde hace mucho tiempo, lo conozco desde que tengo memoria. -"Aunque no soy tan pequeña, cumpliré 18 dentro de poco". Dije con orgullo.

Claude sonrió de lado y se acercó un poco a mí, intimidándome un poco, pues no pude evitar notar como su mirada me evaluaba de arriba hacia abajo completamente.

-"Puedo notar, pequeña Marinette, que te estás convirtiendo en una joven muy bella. Dijo cerca de mi oído, lo cual, logro incomodarme un poco.

-"Gracias, Claude, me quedaría a charlar un poco más, pero iré a visitar a mi abuela".

-"¿Te acompaño?".

-"¡Oh, no! No es necesario, además, creo que tienes un poco de trabajo. Miré de reojo un par de sacos que había dejado en el suelo cuando se acercó a saludarme. –"Estaré bien". Sonreí.

-"Esta bien, cuídate, pequeña Marinette, no vayas a terminar como La caperucita roja". Dijo con una sonrisa.

Fruncí levemente el ceño, La caperucita roja, conozco esa historia, es decir, ¿Quién no?

No es secreto para nadie en este pueblo que una vez una niña fue devorada por un lobo, todo por un afán de desobedecer a su madre e ir por camino peligroso del bosque. Yo no estoy desobedeciendo a mi madre, ni voy por el camino peligroso del bosque. Definitivamente, me choca el cuento de esa caperucita roja.