Los personajes que aparecen en esta historia, no son de mi pertenencia.

Título: Corazón de oro, sentimientos de plomo.

Capítulo 1: Un encuentro... ¿desagradable?

Ella caminaba lentamente, con pesadez y cansancio, llevaba bastante tiempo sin comer.

Era una chica joven y hermosa, de cabello anaranjado y ojos chocolate, cuyo destino había preparado para ella un vida de servicio continuado a una clase social superior como lo eran los nobles. Algo fácil de decir, pero que había consumido su vida, hasta tal punto de odiarles a muerte a todos y cada uno de ellos y sus malditos niños mimados que todo lo habían tenido siempre sin luchar por ello.

Ella mientras tanto tenía que luchar cada migaja de pan que se echaba a la boca, y como había conseguido que el noble anterior la liberara, no tenía derecho al sueldo del mes que le pertenecía, por ello todo su trabajo y esfuerzo no había servido para nada, pero antes muerta de hambre y de sed que volver a trabajar con el.

El señor Deville era un carca que pensaba que las mujeres eran no más que utensilios para cocinar, limpiar, dar placer y proporcionar descendencia. Sin duda era asqueroso y un idiota que la había maltratado más de una vez. En su espalda aún quedaban las secuelas de dolorosos latigazos, que el mismo le había propinado.

-Maldito... -dijo al recordar su rostro.

Le había echo mucho daño la había tocado muchas veces, cuando no pudo aguantarlo más, lo amenazó de muerte, para firmar el documento que la liberaría. Tenía que llegar a esos extremos para poder cambiar de amo o morir a golpes o mucho peor, terminar viéndose forzada a contraer matrimonio con alguno de ellos. Era algo muy poco probable ya que decían que su sangre era impura por no pertenecer a una alta clase social, aunque muchos ignoraban este echo y ya que una sirvienta tenía que obedecer hasta la muerte, sería una acompañante perfecta. Sin embargo era más noble y valiente que muchos de ellos.

No le agradaban y si tenía que matar a uno lo haría sin dudar, eran tan despreciables, bordes, malnacidos... los odiaba a todos y cada uno de ellos.

Además nunca fue una persona que gozara de tener muchos bienes materiales. Siempre, desde pequeña había sido muy pobre, pero había sido feliz hasta el día de la tragedia.

Portaba una pequeña bolsita de tela con algo de ropa interior, higiene básica, algunos recuerdos de su infancia y un pequeño pijama que utilizaba cuando estaba en casas de nobles. Lo único que tenía para vestirse era un vestido de botones que ella misma había echo, con tela que robó de una tienda para coser en la que trabajaba, a consecuencia de esto había sido despedida. También llevaba una manta que utilizaba en los días de invierno y unos zapatos robados. Los uniformes de trabajo iban a cuenta del noble de eso no tenía que preocuparse.

Estaba andado y caía la noche, el camino era estrecho, de tierra y piedras. A su izquierda un espeso bosque que daba sombra y a su derecha campos y campos de cultivo tras bajar un pequeña colina. Era bonito, al fondo se podía ver una carroza de jóvenes nobles, eran mujeres y debían de tener su edad. Parecían pasárselo bien, no paraban de reírse juntas. La carroza fue yendo mas despacio, por una orden seguramente, la habían visto y el próximo blanco de las risas sería ella.

-Genial... -dijo entre dientes.

Cuando la carroza pasó por su lado ella sintió un escalofrío, sabía que algo iba a pasar, pero el no saber qué era algo atormentador. Se giró hacia la puerta de la carroza cuando estaba abierta.

Había 4 chicas, y ella no sabía sus identidades, pero eran Honey Queen, Boa Hancock, Alvida y Califa. Las mises de la gran academia de la cual ella desconocía el nombre.

En seguida empezaron a reírse de su aspecto desnutrido y pelo despeinado, en toda su maldita cara sin que ella pudiera hacer nada. Pero no se olvidaron ni de sus ropas, ni que llevaba tiempo sin poder darse un baño, ni de que su equipaje era una miseria, ni de que tenía manchas en la cara, incluso de que marchaba a pie.

La chica sabía defenderse bien, pero había que tener en cuenta, lo que pasaba si una plebeya como ella golpeaba hiriendo a una noble. Si le pedían dinero no podría ganarlo con su mísero sueldo y acabaría en la cárcel, o la enviaban a la cárcel directamente, o podría acabar trabajando como mujer de compañía con un noble. Acabaría cargándoselo. En una cárcel, una chica joven de su edad no aguantaría nada sin tener un hijo con un guardia o preso descuidado.

Por todo ello, tenía que aguantar todo lo que los nobles le hicieran hasta cierto punto. Había tenido que amenazar de muerte a los nobles para los que había trabajado con el fin de cambiar de amo porque ya no aguantaba más.

Salió de sus cavilaciones.

Se dio cuenta de que tras la carroza, había una grupo de hombres a caballo, encabezados por un chico rubio en caballo blanco que adulaba a las damas de la carroza, con grandes corazones en los ojos. Le parecía ridículo, había otro moreno que parecía confundido, y uno de pelo verde que parecía enfadado. Los cocheros eran un chico de larga nariz, un esqueleto que cantaba, un chico de pelo azul y una mujer... ¿sentada en el techo de la carroza? Era una estampa bastante rara.

Las chicas al pasar, le tiraron bebidas pegajosas en cima y las sobras de su almuerzo, los cocheros aceleraron y encima se le quedó pegado mucho polvo, por no mencionar que tubo que tirarse al suelo para esquivar el carro que salió disparado, mientras la chica del techo hizo algo raro para mantenerse sujeta. No puedo verlo bien ¿mas brazos?

Notó una piedra golpeando su estómago y empezó a toser ante la gran cantidad de polvo que se había levantado.

-¿Os ayudo joven damisela? -preguntó una voz a su lado.

Era una voz tranquilizante, como los dardos para los animales del zoo, pero no tanto. Le ofrecía una mano ayudante, blanca como la nieve y suave a la vista. Cuando abrió los ojos con dificultades por el polvo se dio cuenta de que el que lideraba la compañía de chicos tras la carroza estaba frente a ella con un traje impoluto.

-No -dijo ella con apuro levantándose-. Yo puedo.

-Lamento los problemas que os hayan podido causar -dijo él pensando en las chicas de la carroza.

-No ha sido vuestro el fallo, no debéis disculparos.

Él se quedó algo cortado. La chica era una plebeya que parecía algo arisca, pero tenía buenos modales y sobre todo, le atrajo su belleza sin igual. Parecía muy humilde y sobre todo muy descuidada. Él recogió con amabilidad su bolsa de tela del suelo y se la tendió para que ella pudiera cogerla sin agacharse.

-Os lo agradezco -dijo ella.

Él entonces se dio cuenta, lo miraba con hostilidad, quizá por ser noble pero parecía que estuviera enfadada desde hace tiempo con él con alguna razón. Quería agradarla de alguna manera así que le preguntó:

-¿Hacia dónde os dirigís? Podría llevaros -dijo él señalando su blanco corcel.

Ella desconfió, como siempre con los nobles. Nadie hace nada por ti, sin pedir algo a cambio. Esa frase, grabada da fuego en su cabeza, le permitía desconfiar de todo el mundo.

Era un chico joven que tendría un año mas que ella, que se comportaba como un caballero y que parecía tener gran devoción hacia las mujeres, lo cual no le agradaba nada. Los nobles así eran las que mas daño le habían causado. El miedo o la inseguridad le decían que se alejara de él y que pasara, pero había una pequeña vocecilla que le decía que tenía que ir con él que era seguro. Ella como tenía que dar una respuesta se decidió por decir la verdad sin aceptar el ofrecimiento.

-No tengo rumbo fijo -y para cambiar de tema- ¿Y vos? ¿Acaso sois un caballero?

-¡Exacto! Pero digáis lo que digáis me veo forzado a ayudaros después de los problemas causados.

Él puso su mano en el hombro de la chica para tranquilizarla, pero causó el efecto contrario. Ella se apartó rápidamente llevándose la mano hacia el hombro.

-Perdonad -dijo él apurado -. Yo no quería...

-¡No importa! Quiero decir... estoy bien, debo marcharme, anochecerá pronto.

Ella ando un par de pasos mas adelante y se giró con una sonrisa.

-Aunque agradezco el interés en mi estado que habéis demostrado.

Alzó la mano y la agitó en señal de despedida y él algo confundido hizo lo mismo mientras la extraña plebeya marchaba con rapidez por el camino hacia un hermoso atardecer. Estaba muy sorprendido de haberse encontrado con una sirvienta tan joven que estuviera libre de un noble. Era bastante raro, parecía ser inteligente y humilde, además de ser muy bella. ¿Cual sería la razón de su soledad?

-¿Piensas quedarte ahí todo el día? -dijo el chico del pelo verdoso con desagrado.

-¡PODRÍAS TENER ALGO DE EDUCACIÓN!

-¡¿ACASO TU LE HABLAS CON EDUCACIÓN A LOS BICHOS?!

-¡¿COMO?!

La pelea transcurrió con normalidad entre ellos, sólo se dieron algunos golpes pero el otro con un gran deseo de comer los apaciguó.

Entre los nobles jóvenes no había ningún tipo de respeto, pero sí hacia otras personas. Era algo que se pasaba cuando maduraban o tal vez no pasaba nunca, porque con las personas cercanas siempre hay un grado alto de confianza. Entre ellos, siempre estaba igual.

Pero esta vez fue diferente porque uno de los dos luchadores estaba ausente, pensaba en cualquier cosa menos en la pelea. Por ello recibió golpes hasta caerse del caballo sin darse cuenta. Los de la carroza no se percataron, ya estaban muy adelante, pero los otros dos chicos, pensaban que algo grave estaba pasando.

-¿Que te a pasado idiota? -dijo el chico del pelo verde.

-¡Callate! -le respondió el otro-. Sólo me e distraído.

-¿En que piensas? -le preguntó el único chico que no estaba metido para nada en la pelea.

-En cierta pelirroja de antes -respondió el otro a modo de burla.

-¿Y a ti que te importa?

-A Honey no le va a gustar... -dijo el moreno.

-Tu no digas nada idiota, que me vas a meter en un lío de los gordos.

-Vaya tonto -dijo el otro.

Pasó mucho rato y se hizo de noche, con la misión de guardar la carroza no tenían derecho al sueño pero el peli-verde ya se había dormido. El otro chico dio la vuelta a su caballo incapaz de soportarlo ni un minuto mas, pues la noche ya había caído y a saber dónde estaría aquella mujer tan pobre y sola.

-¿A dónde vas? -preguntó el moreno.

-¿Recuerdas la chica de antes? Pues la voy a buscar.

-¿Por qué?

-No tenía nada de comida, nada de dinero, estará durmiendo sola, al raso y cerca del bosque, a saber lo que le puede pasar. Una señorita como ella debería tener cuidado por las noches.

-¿Vas a tardar mucho?

-En cuanto la ponga a salvo seguiré de nuevo el rumbo marcado.

-¿Entonces llegarás a hacer la comida no?

-¡Que cocinan los de la cocina y punto! ¡Como la familia de Honey se entere de que sé cocinar y cocino para otros a veces no me aceptarán nunca! ¿Entiendes?

-Jo...

En esto, se despertó el espadachín quien estaba profundamente enfadado por tener que renunciar a su sueño, pero cuando se hubo espabilado, lo único que alcanzó a ver fue como su amigo se metía entre las sombras de la noche.

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Llegaron mas tarde de lo esperado a su destino, la gran fortaleza de uno de los parientes de Honey. Su familia estaba llena de ricos y poderosos, pero no solían tener el mayor grado de compasión o amabilidad. Trataban a las demás familias con despecho ya que la sangre que no pertenecía a la familia, era impura. Esto por algunas personas era alabado, pero por otros, era bastante detestado.

Nadie se atrevía a oponerse a su poder y creían tener amigos, pero todo era miedo y sumisión. Esto aún pasa en la realidad con muchas personas que viven encerradas, en una falsa felicidad.

Honey encabezaba al grupo orgullosa de enseñar la gran y lujosa fortaleza de su pariente, poder mostrar su riqueza mientras el resto de las chicas soltaban pensamientos aislados, menos la de los ojos azules, que se moría de ganas por ver la inmensa biblioteca que seguramente tendría la fortaleza.

Estaba tan absorta en lucirse que Honey no se dio cuenta de lo que pasaba hasta la hora de la cena, dónde se dio cuenta que el rubio vigía que se había comprometido con gran ilusión a cuidar de ella, no estaba. Pilló un gran berrinche y los puso a todos en fila mirando hacia ella para comprobar quien sabía a dónde se había ido el chico.

Luffy ya la había contado a su amigo todo lo ocurrido y este confiaba en no dejarse dominar por los gritos y pataleos de Honey que los miraba con una rabia especial.

-¿Dónde está chicos? -preguntó a punto de explotar.

Uno de ellos dijo simplemente que no sabía nada pero el moreno cerró la boca y no dijo nada, su amigo le había echo que podía callarse, que si pasaba algo con Honey, Hancock la haría callar en seguida.

-Tu no sabes mentir -dijo Honey al chico-. ¿DÓNDE ESTÁ?

El otro negó con la cabeza, echándose para atrás pero enseguida, como el peli-verde había predicho la otra mujer se metió por medio a defenderlo. Sin duda estaban montando en un gran escándalo y toda alma viviente que estaba en la fortaleza se dio cuenta de la gran pelea que se llevaba a cabo.

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Cabalgó buscando durante largas horas, calculó mentalmente el sitio dónde habría podido parar ella, al anochecer y tras buscar por los campos y el camino, llegó a la conclusión de que se había internado en el bosque.

-Debe de ser una dama muy valiente -dijo con una sonrisa.

Encaminó a su cansado caballo hacia el bosque y le dio algo de comida, prometiéndole en voz baja que descansarían pronto. El chico estuvo mucho rato buscando por el bosque y ni rastro de la joven hasta que un objeto le calló en la cabeza. Dejó escapar un pequeño quejido de dolor, y bajó del caballo.

Carecía de un farol o de algún instrumento de dónde pudiera obtener una gran proporción de luz, así que tenía que conformarse con su mechero. Se agachó tanteando el suelo, y al fin tras un par de pinchazos y roces con ramas y otros objetos que no supo identificar, lo encontró. Era una bolsa de tela con cosas dentro, era la bolsa de la dama misteriosa. Sorprendido y alegre, miró hacia arriba.

Ella estaba dormida con una manta tapándola encima de la rama de un árbol, a salvo de bestias depredadoras del bosque y de todo aquel que quisiera hacerle daño. Sintió un cosquilleo en su interior y una pequeña sonrisa afloró. Era una mujer lista.

Él tenía toda la noche y por lo menos quería saber que era lo que había dentro de la bolsa. La abrió con mucho cuidado con miedo de poder romper lo que hubiera dentro. Aunque tampoco esperaba un tesoro. Sólo cosas simples que a él le encantaban. Encontró un pijama blanco y fino, también un peine una pastilla de jabón y un cepillo de dientes mal echo, sin olvidar algunos paños usados y sin usar para la higiene femenina. No encontró ni comida ni dinero y tras el pijama, encontró algunos juguetes de niña y una foto. En ella salían una mujer de pelo rosado y dos pequeñas una de pelo morado y otra parecía ser ella de niña.

-Era una niña preciosa y lo sigue siendo -dijo con una tímida sonrisa-. Parecen una familia feliz, seguramente ya sólo quede ella, pobrecilla.

Eso le entristeció un poco, era buena persona a su parecer y sólo tenía miedo de juntarse con la gente. Recordó el momento en que no había dejado que pusiera su mano sobre su hombro. El chico miró su mano derecha. Suspiró.

Al ver lo que había junto a los objetos infantiles de la joven, reiteró sus pensamientos anteriores, aquello si que era un tesoro. Su sonrisa se amplió del todo y la pena de saber que la joven estaba sola, se borró. Empezó a sonrojarse y a sentir cientos de escalofríos a la vez.

Su ropa interior, lo que más alegría podía darle.

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Ella escuchó como abajo se partía una rama, en el suelo. Al principio se movió asustada con sigilo veía una figura montada a caballo y en un mal movimiento en la rama, su bolsa calló al vacío.

-¡No! -pensó.

Escuchó como la bolsa caía en la cabeza del chico y en seguida se tumbó en la rama para hacerse la dormida, mientras entrecerraba los ojos, para verle bien. El sujeto la miró y pareció sonreír. Después cogió un mechero para alumbrarse mientras tanteaba el suelo, sólo en ese momento pudo verle la cara. Era el chico que le había ofrecido su ayuda en el camino.

-¡Ese noble viene a por mi! -pensó la chica escandalizada-. ¡Sabía que no tenía que fiarme de su falsa amabilidad!

Vio muy enfadada como curioseaba entre sus cosas y bajó rápidamente del árbol, no sin antes coger el hacha que siempre llevaba para cortar leña y preparar fogatas en el bosque o para defenderse. Vio como el chico sacaba la foto de su madre y su hermana y se enfureció aún mas.

-Era una niña preciosa y lo sigue siendo. Parecen una familia feliz. Seguramente ya sólo queda ella, pobrecilla -ella se detuvo al oír estas palabras.

Lo observó meditando que debía hacer mientras el seguía curioseando tras dar un suspiro de tristeza. Aquel chico era raro o bueno, ella no sabía que hacer, hasta que lo vio sacando su ropa interior ponerse loco de contento. Poco tiempo necesito para alzar el hacha de nuevo.

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Él no se enteraba de nada, mientras alzaba las prendas ante sus ojos, eran pocas, pero significativas para alguien como él. Empezó a perder los nervios y a darse cuenta de que era mas guapa de lo que había imaginado, pensó en mirar sus tallas, o tocar su ropa pero en su lugar, la dejó de dónde la había cogido.

-Esto no está bien -dijo él.

La chica bajó el arma y lo miró atentamente. El chico sonrió.

-Bale, solo tengo que devolverle sus cosas, cuidarla por la noche y encontrarle un noble bueno para que pueda estar a gusto y también pueda tener comida y una buena cama dónde dormir. Todo esto antes de que Honey se dé cuenta de que falto en el grupo. Aunque... -dijo él meditando-. No creo que se de cuenta hasta que necesite dinero o que la lleve a alguna parte.

Bajó la cabeza triste, hacía tanto por ella, pero es que no es que no le agradeciera nada es que simplemente lo cogía con desprecio y se marchaba. Ni palabra, no sabía ni como...

Se giró encontrándose algo inesperado, a una joven muy hermosa y un hacha en el suelo que antes no estaba, era ella. Después de tanto buscar la había encontrado.

-¿Estás bien? -preguntó él-. Oh perdón, ¿Estáis bien señorita?

-Nada de formalidades, mi caballero.

Ambos sonrieron tontamente, él le dio la bolsa algo tímido.

-¿Desde cuando me estas viendo?

-Desde que sin querer he dejado caer mi bolsa de pertenencias sobre tu cabeza, perdona -dijo ella cogiendo la bolsa.

-No pasa nada, supongo que, me lo tengo merecido.

-No digas eso -dijo ella-. ¿Querías protegerme?

-Bueno... se hizo de noche y me preocupé. He traído comida y puedo darte mucho dinero si quieres.

Ella se quedó de piedra. Sería una mala broma, le iba a dar dinero y comida, estaban en un bosque a solas y no iba a hacerle nada de nada. ¿Que clase de noble era aquel hombre?

-Muchas gracias -dijo ella con lágrimas en los ojos.

-Ey vamos no pongas esa cara -dijo él con una sonrisa.

Ella se giró bruscamente, jamás quiso dar una cara tan triste o frágil de si misma. Era algo bastante vergonzoso para ella. Simplemente miró el suelo del bosque y poco alcanzaba a ver ya que la luz de la luna aquella noche no era muy fuerte, que pudiera apreciarse. Apenas se veían el uno al otro y el mechero había dejado de funcionar.

-En verdad -dijo ella recobrando su fuerza y sus modales- ¿sois un noble? ¿no me mentís?

-¡Claro que no! ¿En serio te cuesta tanto creerlo?

-Si, ¿y vuestra formalidad?

-Ya te he dicho que no tienes que ser una auténtica dama perfecta aquí.

-Sois muy raro -dijo ella mirándole por primera vez desde que había agachado la cabeza-. ¿Que queréis de mi?

-Nada -dijo él con naturalidad.

-¿Quién crees que aceptaría un echo así?

-¿Crees? ¿Ya has echo caso a lo que te he dicho?

-Sigo siendo una señorita y vos sois un mentiroso.

-No es cierto, no te he echo nada malo ¿Por qué me tratas de esa manera?

-Porque ningún noble es puro de mente, sólo intentáis ganaros mi confianza y ahora debo encontrar un nuevo escondite.

Ella comenzó a caminar pensando en dónde podría ocultarse para que él no la volviera a encontrar. Debía ser un lugar apartado, desde dónde pudiera volver a la carretera lo antes posible para poder continuar su viaje. Tenía que encontrar comida en el bosque y también agua, a continuación tenía que buscar un trabajo honrado en el que no la explotaran, ni su jefe se acercara demasiado. ¿Acaso era tan difícil? Pues, en tanto tiempo de andar por el mundo, jamás había encontrado a alguien que la tratara con respeto, bueno si, pero eso fue antes de verse obligada a partir.

Tan centrada en sus pensamientos estaba, que no se dio cuenta de que él se acercaba lentamente, para cogerla en brazos como si fuera una princesa. Al darse esta reacción se dio tal susto que no pudo evitar lanzar un gran grito al aire.

-¿¡QUE HACEÍS!? !SOLTADME!
Aporreaba contra él todo lo que podía, pero era algo inútil, ni sus puños ni patadas le hacían desistir de su empeño.

-¿Por qué estáis tan alterada? -preguntó el con naturalidad.

-¡NO ES DE VUESTRA INCUMBENCIA!

-Muy bien.

Se la llevó sin rechistar ante sus golpes ni sus gritos, que comenzaban a traspasar las barreras del bosque. Revolviéndose en sus brazos estaba terriblemente enfadada mientras a él no parecía importarle lo más mínimo.

Tras un rato de intentar liberarse sin resultado, decidió rendirse y ya bastante harta, sólo quería recuperar sus cosas, las cuales habían sido cogidas por el chico antes de avanzar por el bosque. Él la ignoraba teniendo claros sus propósitos. Llamó con un silbido a su caballo que acudió veloz a su encuentro, se sentó en el caballo con la chica aún en brazos. El noble corcel siguió las órdenes de su amo mientras ella, había dejado de intentar gritar o liberarse, para empezar a estar muy sorprendida.

-¿Cómo te llamas? Preguntó el chico.

-Nami

-¿Y tu?

- Sanji.

No podía evitar tiritar ya que la noche era especialmente fría y ella no tenía ropa de abrigo que ponerse, él no tardó mucho en darse cuenta y cómo su moral le obligaba, le puso su propia chaqueta. Ella, a pesar de estar adormecida pareció aceptar gustosamente el cálido regalo.

-Estas muy... calentito.

-Gracias -dijo el con una sonrisa.

-¿A dónde me llevas?

Él la miró descubriendo que le preguntaba cuestionando si sería su nuevo amo. Se planteaba de verdad llevarla a su casa, darle calor y cobijo. Un fuego frente al que calentarse, un plato de comida, una cama cómoda y un señor que supiera tratarla como la buena persona que era, respetándola y queriéndola.

Él mismo tenía todo eso y podía dárselo, así que tomó una decisión que cambiaría su vida.

-Pienso llevarte a conocer, un mundo mejor.

Continuará...

¿La vida de la joven cambiará a partir de este momento?

¿Hará nuevos amigos o por el contrario se llevará fatal con los nobles?

¿Vivirá singulares aventuras gracias a su nueva vida o todo se torcerá?

Bueno la primera parte que os prometí. Nunca se me han dado bien las primeras partes, así que espero que os guste el primer capítulo de mi fic. Espero que marque la diferencia, que es lo que busco ^^

En fin, por todos esos amantes de los caballeros de la edad media, de sus castillos y cultura llega:

¡Corazón de oro sentimientos de plomo!

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