DISCLAIMER: Detective Conan petenece única y exclusivamente a Gosho Aoyama. Yo soy sólo una fan que escribe por diversión.
Tirada boca abajo sobre la cama, Sherry levanta la mirada. Gin está sentado a su lado, con la espalda apoyada en la pared. Como ella, se encuentra completamente desnudo. Sostiene un cigarrillo en la mano izquierda y tiene los ojos cerrados; parece estar pensando en algo profundo. Su respiración es lenta, y de sus labios salen pequeñas columnas de humo a cada momento.
Bajando un poco la vista, Shiho se centra el torso del chico. Una fina capa de vello lo cubre; es tan claro que apenas lo distingue. Y bajo esa capa hay algo que sí se ve a la perfección.
Cicatrices.
Decenas de ellas se dibujan en la piel del muchacho. Grandes, pequeñas, anchas, estrechas… Las antiguas son apenas un tono más oscuro que la piel de su dueño; las más recientes, en cambio, son de un rojo brillante. Fijándose mejor, Shiho distingue dos cicatrices, cada una en un hombro, de un rojo excepcionalmente intenso: no deben de tener más de uno o dos días. Paseando la vista por las demás, la chica enumera mentalmente su fecha y origen: varias cicatrices pequeñas bajo la clavícula, quince de febrero de hace dos años, un francotirador de una banda criminal americana en respuesta a las amenazas de la Organización; cicatriz redonda en la cintura, día dos de diciembre del invierno pasado, un empresario al que extorsionaban y que coleccionaba armas; cicatriz estrecha en la cadera, día veinte de julio de hace tres años, el puñal del guardaespaldas de un famoso que sabía demasiado sobre la Organización; reguero de cicatrices pequeñas de un hombro a otro, día treinta del pasado octubre, tras enfrentarse él solo a seis mafiosos armados con metralletas… Podría tardar horas en contarlas todas, y aún le quedarían las que cubren los brazos, las piernas y la espalda del chico. En la cara, por suerte, no tiene ninguna.
Lentamente, él abre los ojos y la mira. Esboza una sonrisa y comenta:
-Pareces concentrada.
-Estaba mirando… -susurra Shiho y roza apenas con sus dedos las cicatrices del muchacho.
La sonrisa del chico se borra al instante. Con una mezcla de tristeza y rabia, desvía la mirada.
-Oye, Gin, -lo llama ella, irguiéndose en la cama hasta sentarse a su lado- he visto que tienes dos nuevas. ¿Cómo te las has hecho?
-Odio mis cicatrices.
Al oírle decir eso, Shiho se acerca y lo rodea con los brazos. Él, dócil, apoya la cabeza sobre su pecho.
-Las odio –insiste el muchacho. Su voz está llena de resentimiento-. Sólo me recuerdan lo que soy: un simple asesino.
Con suavidad, la chica lo besa en la frente.
-Pues a mí me gustan –repone en voz baja-. Me recuerdan lo valiente que eres y cómo nunca te dejas vencer. Aunque también me hacen pensar en el triste destino que nos ha tocado a los dos.
Hundiendo más el rostro en el pecho de su novia, Gin cierra los ojos.
-Te quiero –susurra.
-No eres un asesino.
Shiho cierra los ojos y apoya su rostro en la cabeza del muchacho. Suspira. La habitación huele a humo de tabaco y sudor.
¡Hola! Hello! Konnichiwa! Salut! Hallo! Aquí llega Sherry Furude una vez más, ¡lista para el ataque!
Este fic lo escribí en septiembre, concretamente el día 4. Unos días antes había visto en Internet una imagen de Gin con cicatrices en el torso, y desde entonces la idea rondaba por mi cabeza. Al fin y al cabo, es lógico, ¿no? Gin es un asesino, así que muchas veces debe de verse envuelto en situaciones peligrosas, y en algunas incluso resultar herido. Por tanto, debe de tener algunas cicatrices, ¿no os parece?
Espero que os haya gustado. Si es así podéis decírmelo en un bonito review. Y si no... ¡también! Estoy abierta a recibir críticas constructivas que me ayuden a mejorar.
Sin más, me despido. Un beso de vuestra
Sherry Furude
