Hola! Este es un fic que he hecho con un poco de inspiración que vi de una situación real, jeje, no pude resistirme, sólo lo modifiqué un montón, jejeje. Es un Puzzleshipping, puppyshipping y otras parejas que irán descubriendo con el tiempo, espero que les guste, es el primer yaoi que hago de Yu-gi-oh!
Disclaimer: Ni Yu-Gi-Oh! ni sus personajes me pertenecen, escribo esto sin fines de lucro y por entretenimiento.
Advertencia: Este fic es del género Yaoi, relación chicoxchico, así que si este género no es de tu agrado , te pido que no leas y te evites la molestia de pasar un mal rato, prefiero no tener que ver comentarios negativos en cuanto a esto, gracias.
Apuesta
Capítulo 1: Peregrino
Era una bellísima mansión. Una propiedad enorme, con la extensión suficiente como para tener un jardín dentro del mismo jardín. En tanto terreno existía un edificio donde habitaban, un enorme gimnasio con todo lo necesario para entrenar cualquier tipo de deporte, piscinas, una pequeña pista de carreras, etc.
El jardín era un lugar para el descanso, con espacios inmensos, con diversos tipos de flora exótica atendidos celosamente por jardineros orgullosos de su trabajo, un estanque en una especie de claro había sido construido como repuesta a la petición del joven amo del hogar, también había una fuente con grabados extraños, de la cual manaba agua con parsimonia; simplemente hipnotizaba.
Entre los arbustos y árboles más alejados, en un lugar donde nadie podía ver si algo o alguien se ocultaran ahí, se encontraba el joven amo de esa propiedad tan excéntrica y hermosa, con un libro descansando en sus piernas.
En el enorme jardín también existían caminos hechos con pequeñas piedras de río, que daban la sensación de un lugar alejado de la realidad. Todo esto aunado a que la gran mansión se encontraba en el barrio más rico de la ciudad.
La mansión era un edificio de tres plantas, y que abarcaba lo ancho de la medida del jardín, con quince habitaciones para huéspedes y la recámara principal; cada habitación tenía una sala de estar propia, y todo lo necesario para una estancia cómoda, además de un baño completo y un baño común de vapor.
La cocina estaba equipada con la última tecnología, completamente nueva, pues nunca la usaban. Un salón de baile, para fiestas y eventos sociales; un lugar vacío y silencioso, como si se tratara de un espacio fantasma.
Al igual que el comedor, con una mesa tan larga y ancha, que parecía una broma a las pobres visitas que se recibían. El dueño tenía un gusto exquisito para el diseño, y todo combinaba perfectamente rastros de generaciones antiguas, que databan desde las civilizaciones primeras, con el estilo minimalista moderno, con los tonos claroscuros y toques brillantes. Esto hacía de la propiedad una de las más envidiadas entre los vecinos.
El joven del libro se levantó de su refugio con pereza, tomando su mochila del instituto y libros de las asignaturas correspondientes, junto con su computadora portátil bajo el brazo salió con calma al Sol, que tanto le fascinaba, pero que evitaba a toda costa, para no broncear aún más su piel morena clara. Varios empleados le saludaron al verlo pasar, y él sólo correspondió con asentimiento de cabeza y una leve mirada.
Al entrar a su hogar se fue directamente a su habitación, la más grande y mejor amueblada de todo el recinto. Se sentó frente a su escritorio y sacó de nuevo sus materiales para continuar con los deberes. No soportó mucho antes de cerrar todo y alejarse de ello. Tomó el teléfono y marcó el número más conocido para él: la pizzería más cercana. Les dio su orden con autoridad.
Así era casi todos los días, sin compañía, con pereza, el aburrimiento, el cansancio de administrar desde su ordenador, una empresa que sería suya algún día de estos, el instituto al que asistía por compromiso y odiaba con todo su ser, sus profesores tan inútiles y fastidiosos que lo odiaban, etcétera. No tomó mucho tiempo para saber que se había quedado dormido en el sofá de su cuarto desordenado.
Tuvo un sueño extraño, con sus compañeros de escuela, y alguna tontería que ni él mismo entendía ni quería darle importancia, pues seguramente de nuevo reprobaría el examen próximo. Al despertar le restó importancia a sus ensoñaciones y se dio una ducha que necesitaba para despertarse rápidamente.
Así era la vida monótona del joven Atem Muran, heredero de Empresas Muran, hijo único. Un chico popular entre todos, ingenioso, sarcástico y sumamente orgulloso. Noble y caballeroso gracias a la educación desde temprana edad. No tenía inconvenientes en hacer nada, pero sólo hacía algo siempre y cuando fuera interesante. Odiaba la injusticia del mundo, pero de vez en cuando reía cuando alguno de sus compañeros era intimidado por otro más fuerte, era todo un misterio.
En algún momento vio una caja de pizza olvidada en su escritorio, pero al saber que durmió de más ni siquiera se molestó en abrirla. Durmió hasta el día siguiente por lo que ahora se le hacía tarde para llegar al colegio.
Se metió a la ducha con una rapidez extrema y salió con todo el vapor del cuarto de baño.
Atem se vistió como pudo con su uniforme y un par de zapatos negros de diseñador. Su uniforme estilo militar estaba seriamente modificado, pues no se sentía cómodo usando el regular. No llevaba una camisa blanca como los demás, no usaba el saco cerrado, no llevaba su remera dentro del pantalón, y todo esto lo hacía con un simple objetivo: estar más cómodo con lo que usaba.
Sus ojos tenían un tono de café con reflejos rojizos, que junto con su cabello tan extraño (un peinado sin precedentes, ¡Qué era natural! Totalmente indescriptible, y de tres tonos, que cambiaban poco a poco del violeta muy oscuro al negro azabache; tenía los mechones cerca del rostro, junto con otros tantos más arriba y cerca de su gran peinado, que eran rubios artificiales, con total intención, pues aún si quisiera, nunca se podría peinar), hacía que varias chicas se le acercaran con dobles intenciones. Además el tono bronceado-pálido de su piel añadía varios puntos más.
Salió de su habitación sin desayunar, y una señorita del servicio llevaba una bandeja con el pobre alimento del día: un par de tostadas, jugo de naranja, un té blanco y un café.
-"Lo siento, pero hoy no desayunaré, voy tarde y me toca el servicio"- le sonrió y se fue sin esperar una respuesta de la muchacha.
Bajó las escaleras con la mochila en mano y al llegar a la gran puerta hecha de madera sólida con refuerzos de acero, dos hombres vestidos con traje negro la abrieron con una reverencia hacia su joven empleador y enseguida se subieron a un auto azul como piloto y copiloto, y Atem detrás sin prestarles atención.
El viaje a la escuela generalmente era rápido y sin contratiempos, normalmente llegaba en veinte minutos o menos, pero en aquella ocasión un congestionamiento provocó un retraso al instituto; al pasar junto a la causa de su atraso vio varios autos y a sus dueños en una tremenda discusión sobre la responsabilidad y el dinero. Atem sólo atinó a sentirse con pena ajena, y se alejaron rápido de todo ese lío.
El instituto: un lugar que guardaba a los mejores estudiantes de todo el país (eso decía la propaganda), con instalaciones de primera calidad (más bien promedio), y todo el ambiente que un chico o chica pudiera desear (nunca crean esto). Pero a pesar de la falsedad de esas frases Atem Muran había insistido en asistir en un lugar así, promedio, pero medianamente un lugar de prestigio.
Se sentía algo menos diferente si estudiaba junto a personas de clase social media, y por supuesto se intentaba ocultar entre ellos, claro que siempre encontraban algo extraño en su modo de vestir y hablar y por ello no se podía ocultar mucho. También tenía un compañero con el mismo estatus social; no era que se llevaran de maravilla, por entenderse y tener tanto en común, sino que tenían una relación de rivales-amigos que a ambos les ponía de vez en cuando de mal humor.
Llevaba en esa escuela por, relativamente, poco tiempo: un año, ahora se encontraba en segundo grado de preparatoria, al final se aplicaba a los exámenes finales, y aunque no se llevaba perfectamente con sus compañeros, había encajado entre ellos, y pertenecía a ese grupo de personas extrañas. Pidió bajar del auto dos cuadras antes, como siempre, para que no lo vieran llegar con chofer.
Pasó rápidamente a dejar sus zapatos y colocarse los que se usaban en el instituto, blanco y para nada bonitos, corrió hasta el salón donde tomaba las clases, esperando no ver a nadie en él. Cuál fuera su sorpresa al ver el lugar limpio, el pizarrón con la fecha del día, flores frescas en el jarrón, y todos los pupitres relucientes, buscó con la mirada al responsable de eso, pues según sus cálculos ese día sólo él hacía la limpieza –por ser un grupo non, le correspondía hacer los días de servicio solo-.
No encontró a nadie, por lo que se sentó en su lugar, al fondo de la clase, justo junto a las ventanas, y esperando que Seto Kaiba, que se sentaba a su lado derecho llegara. Revisó el reloj, que estaba arriba de la pizarra, con fastidio. Esperó a que el aula se fuera llenando poco a poco, lo extraño era que todos lo veían raro, pues esa etapa ya la había vivido cuando recién había entrado. Lo saludaban quedamente, pero en cuanto se alejaban lo suficiente, se ponían a cuchichear sobre él y algo más que no alcanzó a escuchar.
Vio a Seto Kaiba ingresar con su séquito de admiradores y admiradoras. Como siempre llevaba el uniforme impecable, cerrado al estilo militar, el saco y el pantalón de un azul muy oscuro, perfectamente planchados, y una camisa blanca de diseño exclusivo. Se alcanzaba a ver que no tenía intenciones de saludar a las chicas, ni a nadie que lo molestara en ese momento, así que Atem empezó el saludo cordial.
-"Buenos días Kaiba"-.
-"Buenos días Muran"-.
Sólo eso, casi no hablaban, de vez en cuando quedaban en verse en la mansión de uno u otro, con la intención de hacer una alianza empresarial, con mercadotecnia de por medio. Se llevaban como semejantes, sólo eso.
-"¿Después de clases veremos sobre el proyecto pendiente?"- el castaño enarcó una ceja.
-"Si, pero esta vez en tu casa, no puedo soportar tus pláticas con Mokuba"-.
En ese momento llegó el profesor de Historia, el profesor encargado del grupo, con una carpeta con las listas de los alumnos. El jefe del grupo se levantó antes que todos, pidiendo saludar al maestro. Al terminar el saludo, el hombre mayor habló con su tranquilidad acostumbrada.
-"Buenos días jóvenes. Bien, les tengo una noticia interesante, un nuevo compañero se les unirá desde el día de hoy"- se dirigió esta vez a la puerta deslizante con la voz un poco más alta –"Pasa por favor"-.
La puerta se corrió sin alterar su velocidad, y pasó un muchacho al instante. Casi todo el grupo lo miró pasmado, y surgió una exhalación generalizada. Todos, excepto Kaiba y Muran, miraban al nuevo, que tuvieron que voltear por compromiso y porque el profesor los miró de mala manera.
Era un joven más bajo que el resto de los hombres del grupo, pero llegaba a la altura de las mujeres. Llevaba el uniforme como todo chico ejemplar, con el saco abierto y su camisa blanca ceñida al cuerpo y ni una sola mancha en ella, zapatos sencillos, no llevaba ningún adorno de ningún tipo, pero aún así destacaba en sobremanera: sus ojos tenían un color que se podía ver una vez en la vida; eran violetas, no azul oscuro, no café, simplemente violetas, además de eso, su rostro pálido era enmarcado por un cabello con un peinado extraño, muy similar al cabello de Atem Muran –tenía los mismos tonos, sin embargo, el cambio entre ellos era menos evidente que el de su contraparte, es decir, los tonos eran más oscuros, casi azulados por el reflejo que daba la luz-.
Sonreía.
Tenía una inocencia en la cara, como la de un niño que nunca ha sido travieso. Sin embargo, a pesar de verse en pocas palabras como un chico bueno, en un instituto era lógico que fuera blanco de muchas bromas pesadas, que ganaría varios enemigos al instante, sólo por ser tan bueno. Enemigos como Atem Muran, que no soportaba ver a alguien que se le pareciera tanto, pues era engreído y muy orgulloso de ser único.
-"Su nombre es Muto Yugi, será su compañero a partir del día de hoy"- escribió el nombre con lentitud en la pizarra, sin fijarse en el nuevo o sus alumnos en general. Al terminar se fijó en Muto, sonriéndole para infundirle valor para hablar.
-"Mucho gusto, Yugi Muto, espero que nos llevemos bien"- hizo la reverencia correspondiente y esperó para que le asignaran su puesto.
-"Delante de Muran hay un lugar, ese será tuyo a partir de hoy"-.
Atem levantó el brazo de mala gana para indicarle a su compañero, muy parecido a él, a quién se refería el profesor y su lugar. Yugi avanzó hasta su puesto, viendo que su compañero lo miraba hostil y fríamente, por lo que desvió la mirada y borró su sonrisa para evitar conflictos posteriores, en lugar de eso se fijó en su otro compañero, un rubio que se veía serio y fatigado, que estaba a la derecha de su pupitre.
Se sentó sin decir palabra, esperando que la clase diera comienzo cuanto antes. Algunos miraban al nuevo con curiosidad, otros al popular Atem, como queriendo ver algún tipo de parentesco, o simplemente se divertían viendo dos chicos prácticamente iguales, salvo por la estatura, el color de ojos y la impresión que daban a simple vista.
Las clases volaban, sin oportunidad de descanso, hasta que llegó el receso tan esperado, y donde casi todos salieron al patio para estirar las piernas un poco. Sólo se quedaron pocos, como Seto Kaiba y Atem Muran que abrían sus portátiles para continuar con su trabajo, unos chicos que conversaban en el fondo sin prestar atención a otra cosa y al final el joven Muto, sacando un obento con calma, pues no tenía intención de molestar a sus compañeros.
Empezó a comer con calma y, cuando terminó, guardó con movimientos lentos su pequeña caja, para voltear a ver la pizarra sin expresión en el rostro, como aburrido y cansado.
-"No creo que ese código tenga que ver con la programación de la seguridad Muran, concéntrate"-.
-"… Sí, pero si logro poner en arranque el beta de esto con ese código, terminaremos pronto la programación esta vez, te recuerdo que la última vez fue tu culpa el perder la información que teníamos, tardamos más de un mes para recuperar todo, y eso que yo no sé tanto de la programación"- aún miraba de mala manera a su doble inocente que tenía enfrente, pero mantenía serena la plática, con un dejo de burla.
-"No fui yo, fue el idiota de Wheeler que rompió mi disco duro cuando jugaba"- a pesar de todo se llevaban como buenos rivales amigos –"¿Qué te sucede con aquel tipo? ¿Tanto te fastidia su presencia?"- susurró con sorna.
-"Creo que es de imbéciles intentar lucir como los ídolos que ven en televisión, sé que soy famoso, pero eso no es razón para imitarme, hay que ver la tontería humana"- se volteó con toda intención para seguir hablando con Kaiba, al mismo tiempo que subía el tono de voz para que el pobre Yugi, que había escuchado perfectamente, respondiera a sus insultos.
Este no se inmutó, a sabiendas de que pronto se le acercarían para agredirlo físicamente, sacó una pequeña caja de madera, pintada de dorado, dentro tenía piezas de oro, con grabados extraños, parecían jeroglíficos, tan antiguos que nadie conocería su significado. Empezó a intentar armar las piezas en una especie de rompecabezas tridimensional. Se le veía tan entretenido que no escuchaba ya lo que los otros decían de él.
-"Da igual"- se giró definitivamente para seguir con su trabajo, pero se topó con que Seto Kaiba había cerrado ambas computadoras y observaba divertido la escena que estaba por suscitar –"¿Qué sucede? Creí que querías terminar esto cuanto antes Kaiba"-.
-"Sin embargo, creo que lo podríamos terminar en tu casa, no estoy de humor"-.
Dejaron de hablar y en vez de eso esperaron con el silencio a que el descanso terminara y las clases continuaran tan aburridas como siempre. Pero llegó un chico con la noticia de que no tendrían las siguientes dos clases, por lo que tendrían que esperar más de lo previsto sin hacer nada productivo.
-"Disculpen"- el nuevo les habló amistosamente, pero con cierta resistencia, al notar por primera vez que seguramente eran de familias acomodadas. Estaba algo alejado de su pupitre, que aún tenía las piezas de su juego en la caja, se había levantado hacia ellos.
Ellos voltearon a verlo con indiferencia, para ver que Yugi les extendía una mano.
-"¿Qué quieres fracasado?"- Seto Kaiba no estaba acostumbrado a ver la confianza que se tomaban los chicos de su edad.
-"¿Perdón?"- de acuerdo, una cosa era que tal vez a la vista no se llevarían nada bien, y otra cosa era que de la nada se atrevieran a insultarlo, por eso odiaba profundamente a los ricos. Siempre era lo mismo.
-"¿No escuchaste? ¿O no entendiste? Lárgate por favor"- Atem le miraba de arriba abajo con desdén.
-"Como sea"- abrió la palma de la mano, enseñándoles una sencilla memoria USB, que contenía el trabajo completo de esos dos genios; trabajo sin el cual no podrían seguir con su alianza por meses o años.
Muran y Kaiba extendieron las manos al mismo tiempo, pero antes de que alguno pudiera tomar la memoria, el joven nuevo la soltó, dejándola en el piso sin siquiera mirarlos –"Es una pena que sean tan malos conmigo simplemente porque soy nuevo, o tal vez porque no tengo los mismos recursos que ustedes. Con su permiso compañeros"- se regresó a su lugar, recogió sus cosas y se fue del lugar.
Atem Muran levantó la memoria tan valiosa y sin esperar a que alguien lo siguiera, dejó sus cosas en su lugar para alcanzar a Yugi cerca de la entrada a la biblioteca, un lugar que generalmente se estaba vacío, con excepción de la bibliotecaria que amaba los libros.
-"¡Hey, tú! ¡Chico nuevo, voltea!"- no esperó a que acatara la orden, sino que lo tomó de los hombros y lo hizo girar con brusquedad, para quedar frente a frente. Tuvo que bajar su mirada debido a la altura de su contraparte, pero de ningún modo se inclinó para quedar a par.
Agarró con fuerza la camisa y parte del saco con una sola mano, levantándolo sólo unos pocos centímetros del suelo y azotarlo en la pared más cercana. El joven Yugi no salía de su sorpresa, sin duda esos tipos eran de cuidado… y él acababa de hacerlos enojar.
-"Quiero una disculpa, no tienes el derecho de soltar mis cosas así como así"- la furia tonta lo cegaba. Ni recordaba exactamente porque estaba ahí.
-"T-te recuerdo que… l-les hablé para entregarles esa cosa que tanto usaban, yo no la tiré ni fui descuidado con ella… I-intentaba hacerles un favor"- su defensa era por demás justa –"Sus respuestas no tuvieron razón, tirarles esa cosa fue lo menos que podía hacer"-.
Antes de que continuara, Atem ya había alzado su puño contra el rostro del menor, que había recibido el golpe solamente con una exhalación de dolor, ni un grito en el aire, lo que provocó que el chico rico intentara un nuevo golpe… Hasta que una mano lo detuvo justo a centímetros de Yugi.
-"Métete con alguien de tu calaña Muran"- un rubio y un castaño se encontraban salvando al de ojos violetas, y el rubio habló con molestia mal disimulada.
-"Y… según tú… ¿cómo quien?"- lo miró de arriba a abajo, con superioridad pintada en los rasgos.
-"Como por ejemplo… no lo sé, Kaiba tal vez"-.
Atem soltó a Yugi viéndolo apoyado por dos chicos, dejándolo en el piso junto a la pared con un movimiento lánguido –"No merece ni mi tiempo"- al momento en que se giraba para irse, la voz infantil de Muto lo alcanzó.
-"Muran-san, siento mucho lo que hice, pero… de algún modo se lo merecían, tú y tú compañero"- increíblemente le sonreía un poco.
Se alejó molesto, muy frustrado.
El silencio del pasillo se interrumpió por las voces entusiasmadas de los dos muchachos que habían salvado al chico amatista de una segura golpiza.
-"Tú eres Yugi Muto, ¿no es así? Yo soy Tristán Taylor mucho gusto, soy del grupo cinco"- el castaño le extendía amistosamente la mano para ayudarle a levantarse del piso.
-Y yo soy Joey Wheeler"- le pasó un brazo por los hombros en señal del inicio de una buena amistad totalmente sincera –"Parece que hiciste algo que lo molestó un poco"-.
-"Si… pero ustedes estaban ahí, lo vieron todo"- los otros dos se miraron como viéndose descubiertos, le sonrieron.
-"Pensamos que, si tienes las agallas de no pasarles nada por alto a ese par de ricachones desadaptados, eres una buena persona"- Joey le hablaba con una curiosa confianza, que hizo que Yugi se sintiera acompañado por primera vez en el día –"Me agradas, ¿te puedo llamar Yugi?"-.
-"Yo también, yo también"- Tristán se señalaba a sí mismo.
Yugi dudó un momento, por no estar seguro de si estaba bien hacerlo, pero entonces recordó que ellos le habían ayudado de buena fe, además de que le inspiraban la suficiente confianza, asintió con la cabeza, para después notar que el dolor de la mejilla seguía ahí y no se iría tan fácilmente.
-"Vamos a que te curen eso"- dijo Joey y se lo llevó hasta la enfermería, junto con Tristán.
-"Yo creo que me voy, tengo clase de matemáticas y no quiero llegar tarde, nos vemos Yugi"- le regaló una mirada de gracia y se fue corriendo.
Ya estaban en la enfermería y la doctora le curaba la mejilla con una pequeña venda.
-"Debes tener más cuidado jovencito, caer de las escaleras puede provocar serios problemas físicos"- le sonreía maternalmente, dejando que se levantara de la cama.
-"Si, lo sé, tendré más cuidado la próxima"-.
Ambos chicos se despidieron de la amable mujer y salieron del lugar con apuro, avanzaron hasta el aula donde estaban sus cosas, custodiadas por un par de chicas, que se fueron rápidamente al verlos entrar.
Yugi y Joey se sentaron en sus respectivos puestos.
-"¿Por qué no le dijiste que eso fue culpa de Muran?"- le señaló la mejilla.
-"Prefiero no tener tantos problemas, en nada afectaría a Muran-san el que la enfermera lo sepa o no. Es mejor así"-.
-"… Supongo. Oye, oye, ¿sabes Yugi? Tu parecido físico a Muran fue cosa de muchos rumores, creían que o eras el mismo idiota o tal vez pariente del idiota"- rió al recordar como todos lo veían extrañamente –"Pero quién se imaginaría que eres totalmente lo opuesto de ese tipo"-.
-"Ya me imaginaba algo así… todos fueron fríos cuando llegué"- suspiró con tristeza, pues a causa de varios cambios que había pasado nunca lograba entablar una amistad, y ahora que era definitivo que se quedaría en la ciudad, todos se alejaban de él.
-"No tienen la culpa, Atem Muran y Seto Kaiba"- hizo una mueca de disgusto al pronunciar el segundo nombre –"Son unos tipos ricachones, que no han tenido nunca intenciones de buscarse más compañía que la de sus portátiles o ellos mismos. También, por eso mismo, son populares y no les niegan nada. Son pesados y personalmente me encantaría dejarlos en su sitio"- se frotó la nariz con un dedo, en signo de buena voluntad.
-"¿Qué te lo impide?"- notaba que su nuevo amigo estaba reprimido por sus impulsos.
-"Tristán y yo somos algo… impulsivos, siempre nos defendíamos a golpes, pero ya no tenemos permitido hacer ningún tipo de alboroto, si es que no queremos que nos expulsen definitivamente"-.
-"… Entonces se arriesgaron al ayudarme"- ahora se sentía culpable por casi hacer que se fueran de la escuela.
-"No te fijes, pero si puedes dales su merecido de mi parte…"-.
-"Lo siento, odio las luchas físicas, prefiero resolver todo con palabras, como seres racionales, ¿no crees Joey?"- se sintió tan raro tener la confianza de decirle así a alguien, pero extrañamente lo sintió natural.
-"Eres extraño, pero creo que tienes razón"- le restó importancia y se volteó a ver la mochila ahora abierta de su amigo –"¿Cuántos años tienes Yugi?"- estaba seguro que debía ser menor.
-"Tengo catorce"- sacó un mazo de cartas, la baraja inglesa completamente cuidada.
-"¿Y por qué estás aquí?"- le dejó intrigado saber que su propia conjetura había sido cierta.
-"… Yo… mi familia viaja mucho, así que debía, bueno yo… los acompañaba"- el rubio no entendía –"… Estudié fuera, en distintos lugares, pero mi abuelo enfermó y lo único que le podía ayudar era un descanso, así que decidimos que sería mejor dejar de viajar"- aún no entendía, guardó la baraja sonriente –"… Estudié con mi abuelo en sus expediciones y ahora vivimos aquí. Hice un examen para ingresar, es la primera escuela a la que ingreso en forma…"-.
-"Déjame ver si entendí: tienes catorce, viajabas mucho, aprendías lo que te enseñaba tu abuelo y con esos conocimientos pasaste el examen de ingreso"-.
-"No tengo mucho dinero, así que para pagar la colegiatura tengo que mantener una beca que me dan, debía ingresar aquí para no provocarle más problemas a mi familia"- no entendió realmente lo que el mayor le quiso decir.
-"Increíble, eres mi ídolo"-.
Ambos comenzaron a reír, y pasaron el resto del día conversando entre clases o en las mismas, casi siempre porque Joey necesitaba entender algún tema en particular y Yugi le explicaba con detalle y paciencia, ninguno parecía sentirse con un desconocido, sus pláticas eran ligeras y cordiales, sin dejar de lado el sentido del humor. Joey era de ese tipo de personas que hacía amigos con exagerada facilidad, así que para Yugi era como estar con la persona que le apoyaba y guiaba.
El día pasó rápido y seguían conversando de cualquier cosa, hasta que Joey se levantó de su lugar con una expresión indescifrable, estaba cansado y tenía sueño, se despidió de Yugi con una disculpa y se fue corriendo para no llegar tarde a su hogar.
Yugi no tardó en reunir sus cosas para irse, se giró sobre su eje y miró a sus compañeros ricos que esperaban quién sabe qué cosa para irse del instituto. Yugi pasó a su lado, dándose el lujo de detenerse al lado de Atem Muran.
-"Siento de verdad lo que sucedió, no debía haber actuado así"- hizo una reverencia, les sonrió y se fue a paso veloz.
Ambos ricos se quedaron callados, aunque por diferentes situaciones: al castaño simplemente no le importaba la disculpa o el pleito; y el chico de ojos rojizos estaba extrañado. Primero se notaba ofendido por la situación de la memoria, después dejaba que lo defendiesen sin él intentar detenerlo, y ahora se disculpaba por algo de lo que ya no estaba tan seguro si tenía en realidad la culpa. Había que ver los cambios radicales en la gente, no podía creer que ese chiquillo se tragara así de fácil sus palabras.
-"Parece que le gustas"- el comentario del CEO de la Corporación Kaiba lo tomó por sorpresa, no era normal que Seto le hiciera algún comentario sobre lo que notaba alrededor que no tuviera que ver con él mismo o alguna burla hacía Atem.
-"¿Qué?"- no se le ocurrió otra cosa que decir.
-"Siempre tan elocuente"- sonrió para hacer notar el sarcasmo –"A ti también te gusta, me imagino"-.
-"¿De qué hablas?"- rió un poco para demostrar que no creía ni una de las palabras que decía –"Ese niño fue una molestia desde un inicio"-.
-"He de admitir que ese chico no hizo nada en ningún momento"- se puso a pensar de manera objetiva y con un poco de gracia, pues las cosas no siempre son lo que parecen.
-"Por supuesto que sí, desde que entró por esa puerta"- señaló la puerta.
-"Y… entonces, me podrías decir… ¿qué fue exactamente lo que te hizo? Porque yo no vi ningún tipo de agresión Muran"- reía para sus adentros, esto de poner a prueba a su único compañero medianamente agradable le ponía de buen humor.
-"¡Claro! Se quiso parecer a mí"-.
-"Ese comentario fue estúpido y lo sabes"-.
-"¿Con esa boquita te diriges a tu hermano?"-.
-"Sin ofender, pero no es que fueras el Faraón de Egipto o algo parecido Muran"- como si en algún momento lo llegara a ser –"No intento defender al nuevo, sin embargo tengo la certeza de que nunca te había visto en toda su vida"- empezó a carcajearse de manera que se encontraba disfrutando el poder que poseía en cuanto a ser un poco más observador que el resto de la gente normal.
-"¿Cómo explicas su cabello?"- se estaba enfureciendo cada vez más al escuchar que desafortunadamente Kaiba tenía razón.
-"Supongo que es natural, o una moda demasiado popular, claro que no lo entiendo muy bien, pareciera que ahora todos quieren parecer idiotas ambulantes"-.
-"Al igual que tú Kaiba. Vámonos ya, que no tengo tiempo para quedarme en la escuela y perderlo"- ambos se levantaron, sin hacer mención de su plática, como si nunca hubieran hablado de tales cosas.
Atem se encontraba aún pensando en las palabras tan seguras de su amigo, tendría que empezar a prestar mayor atención. Bajaron juntos por las escaleras, hasta llegar a la entrada del instituto. Unos árboles enmarcaban el camino del edificio escolar hasta la entrada, en ese momento y por la época, se encontraban sin hojas. El trayecto a pie duró muy poco, un auto negro se estacionó justo enfrente de la entrada, propiedad de Seto Kaiba. Varios estudiantes que salían solos o en grupo, miraban maravillados aquel auto del año.
Los chicos de negocios subieron sin hacer caso a las miradas poco disimuladas y los comentarios de adulación. Los vidrios polarizados impedían el paso de los pocos rayos del Sol, que aún se alcanzaban a ver al o lejos.
-"A la mansión de Muran, Roland"- ordenó con paciencia, sacando su celular y apagándolo para no tener que contestar absolutamente ningún tipo de negocio aburrido.
Todo el camino pasó a gran velocidad, con el silencio del momento, salvo por alguna frase ocasional de alguno de los presentes. Atem bajó primero, para llegar a la puerta de su casa, los mismos hombres que habían abierto la puerta en la mañana le saludaron con una reverencia pronunciada, para después darle el paso al otro joven.
No hicieron caso a ninguna persona de la servidumbre, francamente no tenían tiempo para pasarlo con ese tipo de gente, así que dejaron encargados el maletín y la mochila de Kaiba y su compañero y subieron a la habitación principal para continuar con su trabajo.
Se sentaron frente a un escritorio muy largo en el que fácilmente cabrían tres o cuatro personas trabajando y ocupando suficiente espacio. El escritorio era de cristal enmarcado con acero, los diseños que se encontraban en el vidrio eran de jeroglíficos de distintas civilizaciones que resaltaban en apariencia con el estilo minimalista del lugar, tan extraño que Seto ni le prestaba atención, acercaron dos sillas algo más cómodas.
Seto sacó su portátil, sin fijarse en el otro, empezó a escribir un correo para su hermano, al terminar abrió el programa en el que estaban trabajando. Ingresó los códigos que le correspondían, esperando que Atem le siguiera en acción.
El dueño de la mansión sacó de su bolsillo una memoria, la mantuvo en su mano, recordando el suceso tan vergonzoso que había protagonizado. Ahora se sentía realmente tonto. Él tuvo la culpa y de todos modos el chico nuevo se había disculpado para evitar más conflictos.
-"Bah, da igual, mientras no tenga que disculparme no tengo porque sentirme mal por ese tipo…"- giró el objeto que tenía en la mano entre sus dedos –"Pobre, me pasé un poco"- No quitaba la mirada de la memoria, como queriendo disculparse a través de ella, el CEO Kaiba se dio cuenta de todos estos hechos.
-"Te ves tan patético Muran"- Atem despertó de la ensoñación de un sobresalto –"Si tanto te preocupa mañana te disculpas y se acabó el problema. Ahora dame eso, que tú no tienes cabeza y vas a arruinar mi esfuerzo"- le quitó la memoria y se dispuso a seguir con el trabajo, que es por lo que había ido.
Atem asintió con la cabeza y se fue del otro lado del escritorio, donde podría pensar en su parte del compromiso secreto que los hacía socios desde esos momentos. El diseño del proyecto, las especificaciones, la publicidad, el manejo que le darían los compradores, etc.
Y este es el primer capítulo, espero que les guste, háganmelo saber por un comentario, todos son bienvenidos. Cualquier crítica, comentario o sugerencia será contestada a la brevedad...
Hay! Creo que soné demasiado formal, jeje, lo siento, ya saben, espero que sigan leyendo, bye.
