Disclaimer: Axis Powers Hetalia © Hidekaz Himaruya. La portada me pertenece, of course.
Advertencias: Universo alterno medio 'disney', nombres humanos, y otras cosas raras. Parejas heteros y homo.
Pareja Principal: PrusiaxHungría/GilbertxElizabeta. Austria + Hungría/Roderich + Elizabeta.
P. Secundarias: UKxUS/ArthurxAlfred; AlemaniaxItalia/LudwigxFeliciano; FranciaxCanadá/FrancisxMatthew; EspañaxRomano/AntonioxLovino.

Datos: Luxemburgo=Larz (fue lo único que se me ocurrió xD)


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Con un Beso de Amor Verdadero

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1

Había una vez, una princesa…

Es el día más feliz de su vida, todo se ha ido completando para ser feliz y estar al lado de la persona que ama. Fue la cena y la celebración del acuerdo de los dos reinos para la fecha del matrimonio de ellos dos, gracias a sus padres. Es su día ideal, siempre le gustó el señor Roderich, bueno a partir de la adolescencia, cuando era más pequeña lo consideraba un amigo, aunque sigue siendo una adolescente. Tiene bastante suerte de no casarse forzada sin estar enamorada, ambos saben los sentimientos del otro y no hay inconvenientes.

Se siente en las nubes, pero debe bajar un poco.

Se sienta al lado de su prometido, en el taburete del piano. Roderich la invitó a que oyera su melodía, celebrar la previa de la boda que será en dos meses más. Elizabeta surca una sonrisa, sus mejillas se sonrojan, observando los dedos maestros tocando las teclas blancas y ciertas negras. Entremedio de la música suave, escucha la voz de Roderich.

―Eli.

― ¿Sí?

―Sálvame. ―dice y Elizabeta se desconcierta y se desconcierta más cuando todo es borroso y se torna tiniebla.

Su manera de quitar las tinieblas es despertando sin sobresaltar, sabe que fue un sueño, de maravilloso a angustiante. Roderich le habló a través del sueño, tiene que salvarlo pero el viaje es demasiado largo, con suerte se ha alejado lo suficiente de su reino, donde el rey no le dio la autorización de rescatar al señor Roderich, tan sólo escapó gracias a la ayuda de su amiga Emma. Su reina, su madre tampoco quería que ella partiera a un peligroso viaje, ¿pero qué más podía hacer? No quería quedarse sentada de brazos cruzados, esperando que los soldados de su padre el rey, fueran a rescatar a su prometido. Además, nadie le aseguraba que el señor Roderich saldría ileso, o si la bruja reina malvada mataría a todos. La bruja exigió ante todos en la sala, que ella, la princesa Elizabeta del reino Hungriranto debía ir a rescatar al príncipe Roderich del reino Austrialank. Sólo ella ni nadie más.

Y fue sólo hace dos días…

Era el día del acuerdo de la boda, soñaba con el diseño de su vestido de novia, soñaba ser la esposa del señor Roderich, sin prestar atención material a unir ambos reinos. Era el día más feliz hasta que en la sala del piano, humo apareció y se formó una figura humana. El hechizo era para Elizabeta, no para Roderich; el sueño eterno. En realidad, no tan eterno, tiene un límite de tiempo, dos meses. Si en dos meses no logra despertarlo, morirá. En ese momento de desesperación y angustia, los reyes, invitados y los guardias aparecieron, desconcertados al ver la escena: Una malvada reina bruja, el príncipe Roderich durmiendo en los brazos de la princesa Elizabeta, la princesa Elizabeta resistiendo a llorar, enojada exigiendo que lo despierte, sin entender por qué le hacía esto.

Simplemente porque era la más hermosa de todos los reinos, entre princesas y reinas, y la reina malvada no permitiría alguien más hermosa que ella. No obstante, le bastaba con ver a Elizabeta sufrir, fue súper mejor de lo que imaginó. Y antes de marcharse, se llevaría a Roderich. Elizabeta lo afirmó con todas sus fuerzas, no fue impedimento ante la magia, se esfumó, nada había en sus brazos. Era el plan de la reina malvada, así Elizabeta buscaría la manera de salvarlo antes de dos meses. Estaría en el castillo, muy lejos. Muy lejos.

Elizabeta no sabe dónde queda ese castillo, donde está su prometido. Y no tiene la solución para despertarlo… Únicamente seguir, caminar, encontrar el castillo. Recuerda las palabras de ese ser malvado, existe una pócima, tiene que encontrarla…

Se levanta de su pequeño campamento, pudo escapar de su castillo llevando lo necesario, olvidando atrás los vestidos, ya que no le hacen faltan para una aventura. Ella va a rescatar a su prometido, un vestido no es heroico ni guerrero, tuvo que pedirle a Emma prendas de su hermanos Govert y Larz, y dinero…y comida. Ya no le queda dinero, tampoco fue mucho y la comida era para una semana. Dios… Necesita conseguir sea como sea, monedas y comida. ¿En dónde? ¿Asaltando?

Oye un carruaje. Esconde todo lo que puede y se oculta detrás de los árboles. Oh, sí, es un carruaje de gente de grandezas, robarles no los dejará en la quiebra…si tan sólo supiera robar sin ser atrapada. Muy bien, hay que hacer el intento, tendrá que correr si sale mal.

Viste su capucha oscura, cubriéndose toda la cabeza y el rostro, alistando lo más importante para el asalto, como armas. Y camina sigilosa detrás del carruaje que pasa por el camino. Tiene que tener distancia, escondiéndose entre los arbustos y árboles, avanzando rápido hasta pasar lo más posible al carruaje. Uhm, queda pensativa, debe planear, tirarse así como así es ir al calabozo. Un momento, se ha detenido. Extraño… ¡es su oportunidad!

Retrocede despacio llegando detrás del carruaje, parece que los dos guardias vieron algo frente a ellos. Elizabeta inspecciona asomándose desde atrás, ve un bulto. Como sea, ella tiene suerte.

Al momento de abrir la puerta del carruaje, un chico joven la ve y grita del susto. Elizabeta le dice que no grite, cubriéndole al instante la boca con la mano.

―No te haré nada, sólo quiero lo que tienes, ¿bien? ―dice ella, viendo al individuo asustadizo― Oye, enserio, te soltaré pero no grites, ¿de acuerdo? ―el chico acierta con la cabeza y Elizabeta baja la mano, liberándole la boca.

―Ve~…, por favor, tengo familia y una pizza recién preparada, no me hagas nada ve~. ―a pesar de todo, el chico continúa llorando.

―No te haré nada ―se quita la capucha dejando ver su rostro y su sonrisa sincera para que le crea. Luego esconde su rostro de nuevo y el muchacho de cabello castaño le pregunta qué es lo que quiere―. Pues…algo como…

―Esto. ―alguien más abre la puerta contraria y agarra el saco que yacía cerca, y escapa.

― ¡Ve~, mis joyas, mi dinero, mi pizza! ―con ese grito, los guardias van directo a perseguir al desconocido, mientras Elizabeta duda qué hacer, ¿recuperar el saco de dinero o quedarse con el saco de dinero? Su instinto de chica buena y el semblante del muchacho miedoso, le hacen recapacitar: Va tras ese bandido.

Sigue a los guardias, mas sabe que no lo encontraran tan fácil, ella tiene que pensar como un ladrón. Piensa como uno y corre entre la hierba, encontrando al bandido, parado de espalda. No lo piensa dos veces y se lanza sobre él sin botarlo al suelo. El sujeto forcejea para no ser lanzado al suelo y poder respirar, ¡le aprietan el cuello! Estaba feliz revisando el botín ¡hasta que ese tipo se le vino encima!

― ¡Maldición! ―exclama el ladrón. Elizabeta sólo lo suelta al ser lanzada al suelo, levantando tierra. Eso dolió― ¿Qué te crees para venir así como así hacia el asombroso yo? ¿Quieres el botín?, ven por él, debilucho.

Elizabeta yace boca abajo, levantándose poco a poco. Se lanza de nuevo, logra golpearlo con la rodilla en el estómago, a lo que el otro la sujeta de las prendas, regresándola al suelo en la misma posición. Elizabeta trata de recuperarse escuchando palabras soberbias de ese tipo, tan sólo escuchar su voz le dan ganas de golpearlo.

―Este era mi plan de robar y tú te interpusiste, pobre diablo ―se dirige a Elizabeta quien intenta girar, pero él lo hace por ella con un pie, preparando su puño para ganar la pelea. Al girarla, la capucha se escapa dejando al descubierto el rostro femenino. Él se desconcierta―. ¿Eres una mujer?

Elizabeta no responde, lo mira, extendiendo la mano por la tierra sin que él se dé cuenta de su siguiente movimiento.

―Con una sartén ―toma la sartén y lo noquea en la cabeza. No tiene idea por qué una sartén yace en este lugar… Entonces se sienta y respira, mirando de reojo el cuerpo durmiente―. ¿Qué hay de malo con ser una mujer? ―se pone de pie, recupera el saco, caminando por donde vino, le regresará las cosas al chico del carruaje, tratará de que le pague por el rescate, ¿no?

Visualiza a los guardias, los llama, sin embargo la atención no es amistosa, ¡la confunden con el ladrón, ese ladrón que noqueó!

― ¡Alto ahí! ―le exigen. Elizabeta tartamudea explicando, al ver las espadas alzadas viniendo hacia ella, toma la idea de correr. ¡¿Pero por qué?! ¡Ella recuperó el saco!

Escapa a toda velocidad sin ser perseguida, los pierde unos segundos, volviendo a perseguirla. ¡Ellos no se cansan!, ¡¿a dónde puede esconderse?! Ni siquiera en estos árboles y ni arbustos ayudan…

― ¡Ah-m! ―una mano le cubre la boca y alguien la atrapa, retrocediéndola a esconderse entre hierbas altas. Alega un poco.

―Silencio o nos descubrirán ―él la silencia lo necesario, dándose cuenta que ya no los siguen. La libera. Elizabeta gira rápidamente mirándolo frente a frente―. No me des las gracias, sólo quiero ese saco que tienes en tus manos.

Elizabeta alza una ceja, dando una rápida mirada a su mano derecha que sostiene el saco. Lo afirma bien, no le dará nada, es suyo.

―Dale al grandioso yo el maldito saco, ¡era mi botín y tú me lo robaste!

―No te robé nada.

―El grandioso yo lo tomó primero, y tú me lo quitaste ―apunta guardando toda la paciencia―. Agradece que no te golpeara antes porque eres mujer.

―Sé defenderme. ―aclara, escuchando el chasqueo de la lengua del chico que aún lleva la capucha puesta, pero se ve su rostro y un poco de cabello albino asomándose por la frente. Sin más, da por terminada la conversación, girando a irse. El chico la agarra por el cuello, por detrás y le posa una navaja.

―No lo repetiré de nuevo, regrésame el botín ahora o te corto el cuello. ―va enserio, no tan enserio, mas nadie le quita lo que es suyo.

Elizabeta se remueve sintiendo que si se hace un mal movimiento la navaja entrará por su carne, y adiós a la misión de salvar al señor Roderich. Cierra los ojos, respira y descansa.

―Es mío y lo necesito.

―Tú no necesitas nada. ―suelta una pequeña risa sarcástica, ¿qué puede necesitar esa chica, eh?

―Claro que sí ―afirma frunciendo el ceño, dudando si contarle aunque sea un poco, después no lo verá nunca más―. Estoy en una misión importante, dependo del dinero para viajar y no morir de hambre.

¿Misión importante? Captura la atención del bandido, decidiendo soltarla para saber más. La puede sobornar con el botín…con su botín… Alcanza a soltarla sin decirle nada gracias a la interrupción de un soldado.

― ¿Princesa Elizabeta? ―la aludida gira sobre su eje, reconociendo al soldado. El otro queda desorientado, no ve a ninguna princesa― La estábamos buscando, el rey nos ha dado la orden de regresarla al castillo.

El rey, su padre. Roderich, no puede abandonar a Roderich.

―Dígale al rey que no lo haré, él debe entender, nadie podrá salvarlo, sólo yo. ―y la reina malvada le pidió que sólo ella debe ir a rescatarlo. Aun así, el soldado tiene que acatar las órdenes del rey, exclamando a llamar a otros tres más. Parece que hoy es el día de perseguir a Elizabeta.

Traga dando un paso atrás y comienza a escapar. No volverá al castillo para hacer nada mientras Roderich sufre en la oscuridad. Por supuesto, es una princesa, pero quiere ser más que andar con vestidos gigantes y desayunar zumos de frutas y deliciosos panes, ella no es así, va a luchar por lo que ama, y si tiene que escapar miles de veces, escapará miles de veces.

Frena, escucha los pasos veloces de los guardias. ¿Dónde puede ir para perderlos?

―Hey, por aquí ―Elizabeta voltea, el chico vandálico que conoció recién la llama, ¿ir con él?―. ¿Quieres que te atrapen? ―pensándolo bien, no. Sigue al chico por las hierbas y árboles, observando que entra a una cueva. ¿Enserio? Si quiere seguir el viaje, es enserio. Respira hondo y entra lo más profundo tocando con la pared. Sólo es un refugio.

Pasan minutos, tal vez veinte o treinta o un poco más para que el de cabello albino inspeccione el exterior. Nadie por aquí y nadie por allá, todo está libre. Ahora pueden salir, sin embargo él la detiene obstruyendo el camino.

―Así que princesa ―se cruza de brazos, sonriendo divertido―. Keseseseseses, que gracioso ―Elizabeta tenía pensado agradecerle por la salvada, pero ya no, disparándole con la mirada. Para él no es problema, puede vivir con eso, pero le intriga todo lo que ha sucedido en este día―. ¿Por qué la princesa escapa del rey?

―No te incumbe. ―trata de pasar sobre él, no resulta, no la deja salir. Pronto perderá la paciencia y le dará una vez más con la sartén que encontró.

―Oh, por supuesto que sí ―pone las manos detrás de la espalda, surcando más los labios. Elizabeta siente un mal presentimiento―. Le hablaste al grandioso yo de una misión importante, escuché la conversación con tu guardia de salvar a no sé quién, y escapaste de ellos. Por lo que mi grandiosa deducción dice que la princesa escapó del castillo para salvar a alguien importante y por eso me robó. ¿Estoy equivocado?

Ojalá lo estuviera.

Elizabeta alza el rostro, firme. No se sentirá intimidada por chantajes.

― ¿Qué sacas con saber? ―al preguntar, mira al chico quien procede a caminar a su alrededor, observándola de arriba abajo. Puede secuestrarla y pedir millones de monedas de oro y joyas lujosas para su rescate. Por supuesto su padre lo haría, pero ella no quiere ser un estorbo, ya tiene suficiente con lo de la reina malvada y el señor Roderich.

―Si no le cuentas al asombroso yo, te llevaré a esos guardias y tendré buena recompensa ―¡ella lo sabía! ¡Maldito chantajista y ladrón! Da un giro hacia atrás, topándose frente a frente con él, eso le da un pequeño sobresalto. El sujeto se encoge de hombros―. En resumen muy simple, puedo ayudarte.

¿Ayudarla? ¿Acaso cree que es tonta? Él la ayudará a cambio de algo. No necesita de su ayuda.

―Guardias ―ya comienza a odiarlo. Bien, acepta, ¿qué es lo quiere a cambio? Entonces, él da otra mirada deleitándose desde los pies a cabeza―. ¿Eres virgen? ―ni siquiera debió preguntar algo tan personal para no recibir un puñetazo en la mejilla, causándole dolor hasta los pulmones. ¡Esa mujer golpea fuerte, por Dios! ¡Duele!

― ¡No estoy para juegos, idiota! ―¿qué le interesa a él su privacidad? ¡Ella se casará con el señor Roderich, tendrán tres hijos y serán una hermosa familia!

―Bien, bien ―se repone sobándose la mejilla marcada en rojo―. ¿Cuánto por noche?

―Voy a matarte. ―arde en llamas sacando la sartén. ¡Él la saca de quicio! ¡No le dará nada a cambio de su silencio, ni…ni eso! ¡Ella no es…eso!

― ¡¿De dónde diablos sacaste esa sartén?! ¡Oye, fueron bromas, fueron bromas!

― ¡Entonces ve enserio y deja de jugar! ―le grita enojada y sonrojada, disminuyendo la presencia del chico, que todavía no sabe cuál es su nombre, éste acierta con la cabeza. Elizabeta se aleja de él, cruzándose de brazos sin soltar la sartén. El chico inhala y exhala, no puede creer que esa princesa lo amenace con una sartén, a él, ¡al grandioso él!

Carraspea la garganta.

―Como el grandioso yo es considerado, te ayudaré a cambio de una buena paga. Ya sabes, eres princesa, vives en un castillo, tienes mucho oro ―arquea una ceja. Elizabeta duda si es sólo monedas y oro, ¿nada más quiere?―. Es suficiente para mí.

―Está bien, te pagaré, pero si me traicionas a la primera ―alza su sartén―, con esto te pegaré. ―amenaza, el otro sencillamente acierta al conocer el poder de una sartén, y ambos se acomodan sentándose en una rocas, uno al lado del otro. El chico extiende una mano hacia Elizabeta.

―Hay que presentarnos, ¿no? ―él tiene razón, no conocen sus nombres, ¿cómo iniciaran un viaje sin saber cómo se llaman? Elizabeta estrecha su mano en la de él.

―Elizabeta Héderváry.

―La princesa.

―Sólo dime Elizabeta.

―O Eli.

―Como quieras. ―ladea la cabeza y sonríe, esperando el turno de él, que comienza a quitarse la capucha que cubre su rostro.

―Gilbert. ―dice y suelta la mano.

― ¿Gilbert?

―Sí, sólo Gilbert ―se encoge de hombros―. O el asombroso Gilbert, o mi amo, o mi gran asombroso amo…

Elizabeta le hace caso omiso, esperaba el apellido pero, bueno…sólo es Gilbert, ¿acaso esperaba que fuera alguien importante? Pues no. Bien, tampoco debe ser tan entrometida, cada quien con su vida.

―Entonces comencemos, cuéntale al grandioso yo tu misión. ―Gilbert está ansioso por saber, Elizabeta respira y le va narrando todo lo acontecido hace dos días, la fecha de matrimonio, la malvada bruja reina, que el hechizo era para ella pero su prometido se interpuso recibiéndolo él. Su misión es rescatar a su prometido, el príncipe Roderich del reino Austrialank de ese sueño oscuro con fecha límite. Él morirá si no lo despierta en dos meses. Todo la tiene angustiada, no conoce información de la pócima que lo despertará, en estos dos días de viaje no sabe nada, sólo camina sin rumbo.

―No quiero que él muera por mi culpa. ―la voz disminuye, la garganta se le aprieta. Pensar en Roderich es…, recordar todo…

―Existe otro método que no es una pócima ―reconoce internamente que tiene un poco de lastima por Elizabeta, no lo dirá, ni siquiera conoce sus costumbres―. Despiértalo con un beso, claro que el grandioso yo no cree en esas tonterías…

―Un beso de amor verdadero ―susurra captando la atención de Gilbert. ¿Qué acaba de hacer Gilbert? ¡Acaba de darle ilusiones falsas, esas fantasías no existen!―… Lo escuché varias veces…en los cuentos que leía mi madre…

―Son sólo cuentos ―no le queda más remedio que bajarle las ilusiones, sosteniéndola de los hombros―. Escucha bien, olvida lo del beso, son sólo cuentos, nadie despierta con un beso.

―Los cuentos son historias que sucedieron, y si alguien despertó a alguien con un beso de amor, es porque así fue.

―Bien, no digas después que te lo advertí ―se da por vencido, allá ella con despertar a su prometido con un tonto beso―. Pero debes estar segura que sea de amor.

―Será de amor, amo al señor Roderich desde hace tiempo, nos comprometimos y nos casaremos, y él me ama. ―de repente surca los labios, tiene la pócima que le dijo la malvada bruja, esa es la pócima, no un frasco con líquido. Ya sabe cómo despertar al señor Roderich, lo único que le queda es saber llegar al castillo de la bruja. Gilbert sabe, es un camino muy, muy lejos, tardaran cuatro semanas si van cabalgando, por lo que ella deberá pagarle el doble por ayudarle.

Para Elizabeta está bien con tal de salvar a su prometido.

―Pero antes tendremos que parar en el reino más cercano para obtener montura y provisiones ―propone Gilbert―. El reino Bretan, tengo un amigo que nos ayudará.

―He oído de ese reino. ―ladea la cabeza, ese nombre se le hace familiar, quizás sus padres tienen negocios con ese reino.

― ¿Nunca sales? ―pregunta Gilbert al notarla dudosa.

―Sólo de mi reino y el de mí prometido. ―la verdad no tiene total autorización de salir a muchos reinos, sólo aquellos dos. Sus padres son demasiado protectores.

― ¿Cuál era tu reino? ―si mal lo recuerda, ella nunca se lo pronunció, sólo conoce el del prometido durmiente.

―Hungriranto, queda al sur pasando el puente platino. ―dice a lo que Gilbert tose y se recupera con una sonrisa. No sólo el reino Austrialank lo conoce bien, también el de ella. Rayos, ¿por qué a él? Es decir, bien, Elizabeta no tiene la culpa, de seguro no tiene conocimiento de historias pasadas y familiares, pero a Roderich y a toda su sangre azul los conoce bien, ellos le arruinaron la vida.

No debe vengarse utilizando a Elizabeta a pesar de no conocerla del todo todavía, además hicieron un trato, él la ayuda y ella le pagará. Cuando despierte ese señorito princeso podrido, volverá a dormir por la eternidad.

―Tú no me has dicho de donde provienes, ¿de algún reino?

―Una aldea pequeña ―se pone de pie a mirar el exterior―. Ya descasamos lo suficiente, pronto se hará de noche y es mejor buscar otro sitio en vez de aquí ―no le agrada que le pregunten sobre su origen, causará más problemas de los que ya tiene, no es que no se sienta orgullo, es grandioso haber nacido en su hogar, todo el mundo reconoce el nombre, mas es mejor callarse. El nombre sólo traerá problemas―. Saldrán los lobos negros.

Elizabeta se pone de pie, pisándole los talones. Todas sus pertenencias quedaron atrás, no tenía nada importante, cuando lleguen al reino Bretan podrá tener más provisiones, según lo que cuenta Gilbert, de conocer a un amigo que es buena gente, pero ha tenido conflictos con él. Y por cualquier problema que suceda entre ellos dos, ella debe correr.

Elizabeta ya comienza a dudar… Gilbert ríe, cambiando el tema de acampar cerca de un lago, por suerte tiene un mapa…, robado, claro. Elizabeta se cuestiona estar al lado de este sujeto egocentrista, que le ayude, que ella le pague. Bueno, todo por el señor Roderich. Por si fuera poco, Gilbert conoce el castillo de la malvada bruja, está muy, muy lejos, señalándole las coordenadas, tiene que atravesar montañas y sitios encantados, por esa razón necesitarán más que provisiones básicas. Gilbert frunce los labios.

― ¿Estás segura que quieres seguir? Tienes toda una vida por delante para desperdiciarla en matrimonio, ¿cuántos años tienes, a todo esto?

―Voy a seguir, parece que no entiendes el dar todo por la persona que amas.

―Daría todo por mí porque me amo y soy asombroso. ―surca una sonrisa. La de cabellos castaños rueda los ojos.

―Sólo diré, que pasaré cualquier obstáculo, el señor Roderich me espera ―dice arreglándose el cabello atado, si lo suelta, le estorbará en la misión―. A tu otra pregunta, tengo diecisiete.

―Buena edad para el casorio ―no es burla―, aunque el grandioso yo no está a favor del casamiento por interés, preferiría estar solo antes de esposarme a alguien que lo han obligado a enamorarse de mí. Sé que soy irresistiblemente asombroso, pero me esposaría a esa persona sin que sea un amor forzado. Tengo veinte, por si preguntas.

―No me casaré con Roderich por unión de reinos. ―ella no es una persona interesada y jamás aceptaría casarse con alguien que no conoce ni sienta aprecio.

―Tus padres los unieron desde pequeños para que se gusten y se casen enamorados. Son arreglos, Eli, así son ellos. ―surca los labios por intento de sonrisa pero no lo es, guardando el mapa a disponerse a acostarse en el suelo, con algunas mantas.

Elizabeta hace caso omiso optando por acostarse también, no junto a Gilbert, por supuesto, sin embargo, detesta que él tenga razón. Sus padres los juntaron desde pequeños y no sean separado pero…, se aman es lo más importante. No es un amor forzado.

―Sólo espere, señor Roderich, pronto estaré allá. ―murmura antes de guardar sus ojos verdes.

Por cierto… ¿qué habrá sido del chico del carruaje?

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― ¡Eres un tonto hermano menor, maldición! ¡¿Cómo dejaste que te robarán dos ladrones, maldición?!

― ¡Ve~, eran terribles, eran sanguinarios, tenía mucho miedo!

― ¡Bastardo, ese dinero era para pagar las deudas que le debemos a ese idiota del rey cejudo y para nosotros, maldición!

― ¡Lo siento, hermano!

― ¡¿Eres estúpido o qué?! ¡Ponte a pintar de nuevo! ¡Argh, maldición!


N/A: Estuve en hiatus un tiempo para descansar, concentrarme en otras cosas, olvidando a 'Emily' xD. Viendo películas…y nació este fic. Al principio era UkxNyoUs, pero dije "No, cámbialo, otro día harás de ellos, es el turno de los más candentes(?)". Y como yo amo a Gilbert, me di cuenta que nunca escribí algo de ellos como una historia con muchos capítulos, el asombroso él necesita su historia de amor con muchos capítulos, aparte de su amor propio y Gilbird xD

Gilbird sufrirá un poco… ¡no me maten!

La única parte seria es Gilbo + Eli + Rode, porque está la incógnita de la humanidad:

¿Podrá Eli despertar al bello durmiente el señor Roderich con beso de amor verdadero?

Oh, por cierto, daré mi esfuerzo por poner a todos los países y que participen en la trama. Si alguien ama a los asiáticos, ¡aparecerán!

Esto no tiene nada que ver, me siento orgullosa de mi portada nwn

Espero que les guste el fic y…daré el humor necesario. ¡Saludos y besos!


Dejen una pizza,
o sí o sí Gilbird va a sufrir(?)

Retomaré lo que no alcancé a terminar de leer xD