Extrañaba lo poco que recordaba de aquello. El cielo nublado y lo días lluviosos y fríos. Extrañaba la poca familia que tenía y el poco pasado que también poseía. En realidad solo extrañaba recuerdos borrosos de felicidad y voces pasajeras en mi cabeza. Las fotos de mi abuelo sonriendo al lado de su pareja y de mi abuela con su esposo. El bosque verde de Forks me llamaba a que regresara.
La velocidad del carro no me inquietaba, aún así sentía las mariposas revolotear por mi estómago; tal vez era la emoción de por fin "recordar" o de conocer.
-¿Tienes algo Nessie?
-No, no tía.
-Es que está emocionada-Mi padre respondió desde el asiento delantero.
-Sabes que eso es trampa.-Torcí la boca y seguí mirando el verde de el camino.
-Vamos Ness, no te enojes.-Le sonreí al más juguetón de mis tíos.
-Saben que no me enojo, pero es que no me puedo acostumbrar a que haga eso...
-Pronto llegaremos-Habló mi madre.
"Pronto" ese no era un término lo suficientemente decente. Aunque el tiempo pasaba demasiado... rápido para mí, en realidad no me importa. Pronto no era suficiente. ¿Por qué este afán de llegar? ¿Qué es lo que mi subconsciente guarda como tesoro dentro de mis recuerdos? ¿Qué es lo que no puedo terminar de hilar? ¿Quién?
Yo apenas tenía cinco años humanos, por eso es que creo que mis recuerdos se desvanecen muy rápidamente, más los que eran de hacía tiempo. Si creciera como la mayoría no sería más que una niña que solo piensa en unicornios, en color rosa y caballitos de colores. El problema es que no crezco como los demás. Tengo la mentalidad y la forma corporal de alguien de dieciséis años. A veces, de alguien mayor, me atrevería a decir.
Por fin podíamos volver porque cambiaba más lentamente, ya no aumentaba un mes o año cada día, mi edad se estaba estabilizando y eso le caería bien a mis abuelos. A mi igual, estar cerca de los que amaba era satisfactorio. No es que me queje, Europa es un lugar hermoso, pero no hay lugar como el hogar.
-Nessie, atención.
Cruzamos un enorme y viejo puente de metal. Eso lo anunciaba. Habíamos entrado a Forks. Más mariposas. El color verde y el azul grisáceo del cielo llenaron mis ojos de vida. Eran matices que no conocía. El canto de los pájaros que identificaba solo en mis más escondidos recuerdos. Cada poro de cada hoja, cada milímetro de asfalto, todo lo memorizaba, todo lo disfrutaba con esos sentidos que poseía.
-Es... precioso. ¿Por qué nos fuimos de aquí Bella?-A veces olvidaba que era mi madre, era la persona a la que más amaba, la adoraba tanto que estar a su lado era mi fascinación, lo que me enseñaba, el amor que me envolvía cuando estaba cerca de mi. Mi madre, mi mejor amiga...
-No era... preciso que nos quedáramos, porque... cambias mucho, la gente lo notaría, aquí todos nos conocen y... no queríamos que notaran el cambio.-Nerviosismo. Mi madre no sabía mentir. Ni siquiera entiendo porque se tomo la molestia.
-Claro-Decidí creerle aun que fuera un poco. ¿Por qué otra razón me alejarían de mi lugar?
Recorrimos el pueblo en pocos minutos, tomamos un sendero estrecho y nos adentramos en el hermoso bosque con olor a pino y caoba. Todo verde, precioso y majestuoso. Olfateaba los animales que andaban cerca de ahí, el olor de la tierra húmedo por la reciente lluvia y un extraño, lejano, y familiar olor a... Madera. Pino. Caoba. Tierra. Jazmines y... ¿Tabaco?
-Uf... Apesta a perro.-Emmet se frotó la nariz.
Miré la cara de enojo de mi madre asomarse. ¿Qué de malo tenía aquel delicioso olor?
-¿Qué mamá? ¿Por qué es que te enojas con Em?
-No me enojo.
¡Bah!
-Mientes. Odio que mientas, porque ni siquiera te puedo creer. ¿Lo sabes?
-Nadie le cree-Mi tía Rose torció la boca en forma de sonrisa y me ayudó a bajar de la Jeep. Cuando mi padre por fin se estacionó frente a una hermosa casa de cristal un flashback vino a mi mente y me recordé riendo cerca de los jardines de aquella casa.
Pero eso no me llamo la atención. Era más bien con quien estaba, no sé quien era pero su compañía me encantaba.
-Nuestra casa está por allá Nessie.-Mi padre señaló una cabañita de piedra no muy lejana a la casa de cristal.-Tu abuela Esme ya te ha preparado una recámara. Es la de la puerta blanca.
Sonreí.
-Eso suena genial Edward.-Era aún más frecuente que olvidara que era mi padre, pero por fortuna a él no le molestaba. Sabía lo difícil que podía resultar.-Saludaré a mis abuelos y la veré... ¿Puedo?-Miré a mi madre buscando su aprobación.
-Por supuesto hijita.-Parecía que la melancolía de estar en su hogar la había hecho más accesible. Si así iba a ser siempre las cosas se pondrían aún mejores, aún que la adoraba, a veces me sobreprotegía, y no me gustaba. Era todo. Más libertad, es mejor.
Me tardé lo suficiente para poder grabar el sonido de las hojas tronar bajo mis pies, el olor del musgo que rodeaba los alrededores y el sonido de las gotas chocar con el suelo. Deslicé mis manos por los barandales y abrí sin pedir permiso. Al fin y al cabo, era mi casa.
-¡Renesmee!-Mi abuela me estrechó en sus brazos.
-Hola abuelita-Sonreí y me reí un poco ante lo raro que se vería que una chica de mi aparente edad le dijera "abuelita" a alguien que simula solo unos pocos años más que ella.-Te extrañe mucho.
-Yo a ti nenita-Me tomó de la barbilla y me observó como solía hacerlo.- Has crecido.
-Pero menos que antes-Intervino mi madre, quien apenas había entrado tras de mi.
-Es un gran avance.
Carlisle acomodó su bata de doctor y se colgó un estetoscopio en el cuello; luego, cruzó los brazos sobre el pecho y me sonrió.
-Te ves bastante parecida a hace una semana.
-Por eso, es que he tratado de convencer a mi mamá de enviarme a la escuela.
Mi abuelo se acercó a mí y después de abrazarme procedió a hacer lo que de costumbre. Me llevó a su consultorio –por supuesto, seguido por toda mi familia-, pesó, midió, y, por último, miró mi cara con detenimiento. Abrió mis ojos y echó una luz a mis pupilas.
-Parece que solo has crecido unos centímetros, eso está muy bien. Tus facciones no han cambiado mucho y lo único alarmante es que tu pelo crece demasiado rápido.
-Pero es menos que antes.-Mi padre se acercó a mi y haló un mechón de mi cabello.- Hace dos semanas lo cortó y le llegaba a la barbilla.
-Ahora lo tiene arriba de los hombros.- Rosalie acomodó mi cabello mientras lo decía.
-Sigue siendo rápido. Pero ha disminuido el ritmo notablemente.
-¡Te ves lindísima!-Una vocecita melodiosa interrumpió las palabras de mi abuelo.
-¡ALICE!-Corrí hacia ella y reí al encontrarme frente a su presencia.-Cuanto te he extrañado.
-Si, yo a ti, querida.-Estiró el largo de mi blusón azul verde y analizó los pantalones entubados que vestía.-Valla, que orgullo es saber que te he enseñado bien.-Observó mis zapatos sencillos y torció la boca- Aunque sigues pareciéndote mucho a tu madre.
Ambas soltamos unas risas tintineantes.
-Es algo que no se puede evitar. ¿Y Jasper?
-Cazando. Volverá mañana.
-Genial.
Fue al encuentro con mis padres y de pronto, todos nos encontramos en la sala hablando y contando lo sucedido en la semana en las que habíamos estado separados. Luego, me acordé que tenía que ver mi cuarto. EL mío propio. No más hoteles, no más casas en las que solo duro una semana o máximo meses, no. Mi lugar.
-Ahora iré a ver mi recámara-Mi madre arrugó la frente.-¿Puedo Bella?
Mi padre la miró.
-Ve.
-¡Gracias papi!-Agité la mano y corrí hasta el lugar sin mirar atrás, pasé un arroyo y miré varios animalitos mirándome. Me tenían miedo.
Abrí la puerta de la casa y el olor a encerrado me hizo toser. Miré los libreros, y exploré cada libro con cuidado. Encendí la chimenea y observé cada detalle de la sala. Me encantaba observar. Acaricié la tela del sillón y puse las manos al fuego. Era una sensación graciosa la que me producía, parecida a un cosquilleo acariciante.
Giré la cabeza a la puerta de madrea blanca. Esa era mi habitación, ¿Por qué mi madre no querría que la viera? ¿O cual era su problema? No me apresuré a acercarme, el ruido de las maderas a mis pies me tranquilizaba un poco.
Era hermoso. Pero no había nada a lo que yo temiera. No había nada peligroso o intimidante. De hecho era bastante normal. Había una cama. Una televisión, un gran mueble lleno de maquillajes y un espejo del tamaño de la pared. Luces moradas por todos lados y estrellas iluminadas colgando. Había velas de colores por todas partes y un buró lleno de inciensos y velas aromáticas. Teléfono, un gran equipo de música y una computadora portátil con mi nombre grabado... Un librero lleno de mis lecturas favoritas. Libros de poesía, Biología, recetarios... estaba completísimo. Me encantaba mi lugar. Pero no le hallaba lo peligroso.
Solo me llamaba la atención que la pared estuviera tan gruesa.
-Es a prueba de sonidos.-Edward interrumpió mis pensamientos.
-Ah- Agradecía el gesto a Esme, odiaba oír los ruidos de mis padres por las noches.
-¿Te gusto?-Mi padre omitió mi pensamiento. Tomé su mano y sonrió.
-¿Y?-Lo alentó Bella.
-Esta fascinada.
-Es precioso, pero, no le hallo lo malo, ¿Por qué no querías que viniera?
-Es solo que quería estar contigo cuando lo vieras.-Miente.
-Si, bueno.-Froté mis manos y bostecé-es tarde-Observé la cara atónita de mis padres, solía ser nocturna, conciliaba el sueño hasta altas horas de la madrugada, pero, era solo que, esta vez estaba demasiado cansada para poder mantenerme despierta- y aunque no lo fuera, tengo sueño.-M e estiré y acomodé mis articulaciones. ¿Mañana iremos con el abuelo Charlie?
-Él vendrá al medio día.
-Bien, entonces, buenas noches.
Le di un beso en la mejilla a cada uno y me encerré en el bendito cuarto a prueba de "sonidos". Aunque los podía seguir oyendo, pero obviamente, con menos intensidad, por lo menos, podría dormir.
Concilié el sueño y fue muy lindo, la cama era cómoda y amplia. No había ruidos que me despertasen y mis sueños eran muy plácidos. Lo puedo recordar, si.
Más la recámara no estaba hecha a prueba de olores. La peste a pino y jazmines había vuelto. Era muy fuerte y deliciosa. Invadía cada rincón de mi nariz. Era un perfume bastante natural, pero al mismo tiempo tenía algo que, estaba segura, no pertenecía a los bosques. No podía dormir. El ruido del cuarto colindante y el olor que me extasiaba de una forma tan intensa mantenían mis ojos abiertos.
Rogué a Dios que mis padres estuvieran bien concentrados y no notarán los ruidos que mi ventana produjo al abrirse. Caí sigilosa en el suelo y noté las luces de la casa de cristal encendidas. Caminé de puntillas sin tocar las hojas y cuando llegué lo más lejos de ambos lugares seguí el olor. Pino, si, era pino. Tierra...
Corrí hipnotizada por el olor y crucé casi la mitad del bosque. Pero daba vueltas. Corrí unos kilómetros hasta que pude notar un anuncio al lado de la carretera.
"La Push"
Y cuanto hizo eco en mi cabeza. Había algo que me sonaba de ese nombre. Empecé a caminar atraída por el olor cada vez más fuerte. El sol salió pero no me importó mucho. Aquello me empezaba a resultar familiar, tenía ansias de encontrar aquello que desprendía la fragancia hipnotizante y sabía que el resultado me encantaría. No descansaría hasta hallar aquello.
Caminé ante la mirada atónita de los morenos lugareños. Todos, o la gran mayoría, eran fornidos, y de cabellos negros. Sus facciones eran duras, me inspiraban respeto, más había una parte de mi que insistía en que me fascinaran, en que no les tuviera miedo. Los veía como algo bueno. Amigables, me atrevería a decir.
¿Dónde está?
Llegué a una calle estrecha con una casa roja al frente. El aroma era tan fuerte que de pronto, me encontré segura de que ahí estaba eso. Corrí y percibí donde era más fuerte el olor, acerqué un bote cerca de una ventana abierta de la casa y me metí. Si mi madre supiera, me mataría...
Miré una silla de ruedas en la sala y a un hombre acostado sobre un colchón frente a la televisión. Había un partido de baloncesto con el volumen bajo. Me acerqué a él, pero rápidamente llegué a la conclusión de que él no era lo que yo buscaba.
Camine por un estrecho pasillo hasta llegar a una puerta. Casi me ahogaba. Ahí debería de estar. Mi corazón se aceleró y me sofoqué tan solo de pensar en lo cerca que estaba de aquello. Casi lo había encontrado.
Abrí la puerta y no vi nada.
Di unos pasos dentro y un peso me cayó encima.
