Cuesta escribir sobre la desesperación de un hombre que está acostumbrado a esconder sus emociones y controlar cada aspecto de su vida con tal precisión que asusta. Uno de los mayores placeres de escribir a Kyouya es que te centras en sus decisiones, preguntandote porqué razón actúa de una forma u otra; siempre me ha gustado empatizar con los personajes, estudiarlos e ir más allá de lo visual, de lo que vemos de ellos y lo que los autores originales quieren mostrarnos. Con Kyouya y Mori tengo que devanarme los sesos para comprenderlos, pero por los resultados merece la pena.

Espero que os guste mi visión de estos personajes.

He decidido editar los capítulos de Desesperado tras revisar y comprobar que había algunos errores ortográficos después de dos años sin echarle un vistazo a esta historia tras terminar de publicarla.

Cualquier comentario constructivo es bien recibido ^-^

Capítulo 1

Se había equivocado.

Había que tenido que perderlo todo para darse cuenta que todo en la vida no podía ser controlado por Kyouya Ootori.

La confirmación de aquello le provocó un vacío interno con el que sintió ganas de llorar, algo que no hacía desde hacía muchos años.

Se dirigió al ventanal de su habitación. Observó la lluvia, el cielo oscuro iluminado por la luz de los truenos que tardíamente retumbaban en sus oídos y apretó los dientes al ver el coche familiar aparcado a unos metros de la casa.

Ella lo había dejado allí sabiendo que si escapaba con el coche que él le regaló cuando iban a ser padres podría encontrarla en menos de 5 minutos con una sola llamada.

Apoyó la frente en el frío cristal y cerró los ojos, deseando que todo aquello fuera una pesadilla y que pronto despertaría con uno de sus cálidos besos en la mejilla y con la infantil risa de su hijo junto a la cama, observando como su madre despertaba a su padre lentamente para no enfadarlo. Era la única que podía despertarle sin tener que recibir una mirada oscura por su parte, odiaba que le despertaran temprano.

Ella fue la única, en eso y en todo lo demás.

En la cama, y casi destrozada por Kyouya, había una nota que ella le había dejado antes de marcharse con su hijo.

"Lo siento, he roto mi promesa"

Eso fue lo único que había en la nota, y fue más que suficiente para provocar que Kyouya se sintiera como el peor hombre del mundo. Había perdido a su esposa y a su hijo por la avaricia y por el deseo de ser el mejor en todo.

Hikari y Mitsuo. Su esposa y su hijo.

Ambos se habían marchado mientras estaba de viaje de negocios en España y Francia. Había estado tan obsesionado con ese viaje y con el negocio tan sumamente importante para él y para su ego, que no se dio cuenta de que su vida no era tan perfecta como él creía. Ahora entendía por qué Hikari no quiso ir con él ni con Tamaki y Haruhi a Francia el mes pasado para visitar a la familia de su amigo. Seguramente su esposa ya estaría planeando su huida y no quería que él descubriera sus planes.

Sólo le habría bastado mirarla a los ojos un segundo y se habría enterado de sus intenciones, habría evitado aquello.

-Señor Ootori – le llamó Aya desde el exterior de la habitación. La anciana fue quien le avisó que algo iba mal con Hikari cuando volvió. Ella había estado en Osaka visitando a su hermana y no pudo detener a su esposa. Hikari había resultado ser una buena estratega, había podido con Kyouya Ootori y todo su sistema de seguridad.

Kyouya se acercó a la puerta y suspiró antes de abrir, intentaba controlar su mal humor.

Abrió la puerta lentamente y observó a Aya con las manos sobre su pecho, sus ojos estaban enrojecidos y su pelo canoso estaba elegantemente recogido en su nuca, a pesar de que era más de medianoche y de que seguramente hubiera estado durmiendo.

-Señor Ootori, lamento haberle molestado a esta hora – Aya se fijó que Kyouya llevaba puesta la misma ropa que le había visto esa tarde, cuando le preguntó dónde estaba Hikari y el niño – La esposa de su amigo está al teléfono. Dice que quiere hablar con usted sobre la señora Ootori.

-¿Haruhi? – preguntó confundido. Aya asintió lentamente y esperó – Gracias, Aya. Responderé en el teléfono de mi despacho.

-De acuerdo, señor – la anciana se inclinó lentamente.

-Vaya a dormir, por favor.

Observó como la anciana desaparecía y salió corriendo hacia su despacho, al final del pasillo. Entró con prisa y cerró la puerta sin hacer ruido.

Cogió el teléfono después de respirar hondo y controlar un poco sus emociones, no quería parecer desesperado y que Haruhi se diera cuenta.

-¿Haruhi? – preguntó cuando se acercó el auricular a la oreja.

-Kyouya, soy yo – respondió ella lentamente – Tengo que contarte una cosa, pero antes debes prometerme una cosa.

-Lo prometo – dijo él rápidamente aún sin saber que era lo que quería. Su corazón latía fuertemente en su pecho.

-Sé dónde está Hikari y Mitsuo – Haruhi suspiró – Ella me ha pedido que te lo diga para que sepas que tu hijo está bien, pero no quiere que la busques a ella. Tiene que pensar con claridad antes de mantener una conversación seria sobre lo que ha pasado.

-Haruhi – tragó saliva antes de formular la pregunta que se repetía en su cabeza y que le estaba volviendo loco - ¿Por qué? – dijo casi con dolor - ¿Por qué se ha ido?

-Sólo debo saber que no vas a hacer de las tuyas y vas a raptarla para llevarla a tu casa o algo parecido. Hikari quiere tener su propio espacio para pensar. Tienes que prometer que no vas a ir a buscarla – Haruhi parecía estar hablando con otra persona – Y si quieres ver a Mitsuo tienes que hablar conmigo o Tamaki.

Kyouya tragó saliva. Haruhi parecía estar discutiendo con alguien y supuso que debería ser Tamaki.

Se sentó en su asiento y miró la foto que tenía junto a su portátil, Hikari le había insistido en hacerla cuando Mitsuo cumplió 2 años. Ahora su hijo tenía 3 años y ni siquiera parecía quererlo como a un padre, siempre le llamaba "papá" cuando Hikari estaba presente y "padre" cuando estaban solos. Estaba claro que le tenía miedo.

-Haruhi – llamó a su amiga con voz pensativa.

-¿Sí?

-¿Podría ver a Mitsuo mañana? – al menos quería ver a su hijo y luego ya pensaría que hacer con Hikari, pero jamás se quedaría de brazos cruzados.

-Claro – dijo ella feliz – A mediodía, ¿te viene bien?

-De acuerdo – aceptó él – Iré a vuestra casa.

-Te estaremos esperando, Kyouya.

-Adiós, Haruhi – dijo él con la intención de colgar y marcharse a su habitación para dormir un rato.

-Kyouya – le llamó Haruhi –, espero que pienses bien lo que está pasando y que dejes a un lado tu orgullo como Ootori que eres. Puedes llegar a perder mucho más si te comportas como un hombre orgulloso – Haruhi se quedó callada un momento, asegurándose que su amigo había escuchado sus palabras – Adiós, Kyouya.

Escuchó como Haruhi cortaba la llamada y dejó el teléfono sobre el lujoso escritorio de su despacho. Se quedó pensando en las palabras de Haruhi y se levantó.

Llegó a la habitación que había compartido con Hikari y empezó a desnudarse lentamente. Se puso únicamente la parte inferior del pijama con sus iniciales, regalo de Hikari, y se acostó en su gigantesca cama de matrimonio. Se sintió más solo que nunca.

Todo le recordaba a ella. Todo tenía alguna conexión con Hikari. Todo era porque Hikari había estado en su vida.

Tenía que recuperarla o se volvería loco.