Oscuridad.
Eso es lo último que recuerdo y lo primero que sentí al despertar. Un año había pasado de la muerte de Wally, pero yo aun lo sentía como si fuera ayer, no podía simplemente fingir que todo estaba bien y que la persona más importante para mí, fuera del círculo familiar, seguía aquí y que solo fue de viaje. Un viaje del que no volvería.
No comprendía como Bruce podía ser tan frio con la muerte de Jasón, y en ese momento comprendí que Wally tenía razón, yo no era Batman y no podría serlo jamás, yo no podía ocultar lo devastado que estaba por la muerte de mi mejor amigo.
El teléfono sonó pero no me moleste en contestar, ¿Qué caso tenia? Solo serian Batman, Robín o Artemisa o cualquier otro miembro del equipo preguntándome si me encontraba bien. Pero no, no estoy bien, Wally se ha ido, ya no volveré a ver su rostro otra vez, su sonrisa que hacía que me se sintiera bien después de una pesadilla, su risa, esa que aun resuena en mis oídos, cada vez que hacíamos una travesura, tampoco volvería a oír su voz, que cada vez que tenía miedo o alguna preocupación me reconfortaba con palabras que parecían ser todas ciertas, y una u otra broma.
No volveríamos a jugar videojuegos nunca más, ni entrenaríamos juntos para terminar ambos rodando por el suelo y después reír a carcajadas. Nunca más volveríamos a pelear por nada, no podríamos salir más a ver chicas en el centro comercial, bueno eso era lo que hacia Wally yo solo le seguía el juego, no iríamos más al cine a ver una película, ni a comer helado de vainilla y pistacho, el favorito de Wally, mientras yo comía de chocolate.
Nunca más podríamos hacer nada juntos, ni intentaríamos ayudar a Alfred a cocinar solo para salir llenos de los ingredientes de lo que sea que estuviéramos cocinando. No más excursiones prohibidas y después regaños de parte de Barry y Bruce, nunca más seriamos el dúo problemático.
El no había cumplido su promesa.
El teléfono volvió a sonar y ya resignado me levante de la cama y conteste.
–Aquí Dick –dije.
–Amigo, abre la puerta ¿quieres? –esa voz era de… no, no podía ser el ¿o sí?
Camine lentamente a la puerta y la abrí, me congele por un momento, el teléfono se resbalo de mi mano y mi boca se abrió de asombro; cerré los ojos pensando que estaba alucinando y cuando los abrí nada había cambiado, las lagrimas comenzaron a amontonarse en mis ojos amenazando con salir. Frente a mi estaba mi compañero de misiones, de travesuras y mi mejor amigo en todo el mundo. Ahí parado frente a mí estaba Wally.
Me sonrió de esa forma que siempre me hacía sentir bien y a salvo, porque él era el único que entendía mi temor, el único que me conocía bien, a mí, a Dick Grayson.
–Pero… tu… tu… moriste –balbucee.
–Pero te prometí que nunca te dejaría solo, y creo que no les agrade en el otro mundo –sonreí, el estaba ahí. Me abrazo y yo a él.
El si cumplió su promesa.
