Encuentro casual
Prefacio
Era el viaje de su vida, corriendo hacia los brazos de la libertad, deseando olvidar todo lo que ella había pasado en su vida últimamente, Aquella Isla de playas hermosas, era el lugar soñado para comenzar de nuevo una Vida para ella, pero todo dio un vuelco de 360º al verlo a Él, aquel hombre digno de sus sueños, aquel hombre que la hizo sentirse una verdadera Mujer después de todo, ¿crees en el amor a primera vista?, ella si lo hacía…Por él.
Capítulo 1: Conociéndote
Me encontraba acostada en una tumbona mientras pensaba en todas las cosas que me habían ocurrido en un solo día, mi jefe me había despedido por una injusticia y mi madre me había corrido de la casa porque pensaba que yo me había acostado con su nuevo novio joven, siendo que yo ni siquiera lo conocía.
Y ahora estaba yo aquí en esta playa de San Antonio disfrutando de unas disque vacaciones pero yo era la única que sabía que solo me encontraba ahí para relajarme de todo lo que me había ocurrido y también para poder pensar en lo que iba a hacer de mi vida.
Me quede más tiempo ahí tumbada pero mi piel comenzó a arder, mire la piscina y ya casi estaba vacía por que toda la gente se había ido a prepararse para la cena, me levante y me metí dentro del agua y comencé a nadar de un lado a otro, no sé cuánto tiempo nade pero ya se había echo completamente de noche, me acerque a la orilla y vi a alguien agachado.
-Veo que le encanta hacer ejercicio señorita Swan-me dijo con su aterciopelada voz.
Lo mire y me quede sorprendida, sabía que era uno de los dueños del hotel pero nunca creí que fuera tan atractivo y mucho menos tan sexy , tenía su cabello color cobre y despeinado, unos ojos color esmeralda y su piel era pálida, era tan guapo.
-Si… pero ya estaba a punto de salir-le conteste un poco nerviosa.
-Déjeme ayudarla-se ofreció y yo me solté de la orilla, venia vestido todo de negro excepto por su corbata que era gris.
-No gracias… yo puedo sola y aparte no quiero que se arruine su ropa-le conteste pero él me ignoro por qué se quito su saco y lo dejo en una silla.
-Insisto déjeme ayudarla, no creo que pueda usted sola-se agacho de nuevo y tomo mis manos, sentí una corriente eléctrica y me solté.
-Yo puedo sola-trate de salir de la piscina pero mis brazos no tenían fuerza y por sorpresa me sumergí llenándose me la nariz y la boca de agua, llegue al fondo de la piscina y con la poca fuerza que me quedaba me expulse hacia la superficie, me tomo de los brazos y me saco fácilmente, me acostó y me saco toda el agua que tenía en la garganta.
Comencé a temblar y él me envolvió en su saco y me tomo en brazos.
-Ya estas a salvo-me llevo por los pasillos hasta mi habitación, entro y me metió en el baño, abrió la llave de la ducha.
-Creo que puedes hacerlo tu sola no?-me pregunto inocentemente.
-Si… yo puedo sola-lo mire esperando a que saliera.
-Le pediré al servicio de habitaciones que te traiga algo para comer-me susurro y salió.
Me quite su saco y el traje de baño y me metí a la ducha, regule el agua y al terminar me envolví en un albornoz, salí del baño y vi un carro de comida junto a la cama, me senté en ella y abrí las bandejas, había pescado, arroz, tarta y helado.
Comí de todo y al final me comí la tarta con el helado encima, al terminar puse todo de nuevo en el carro y lo deje junto a la pared, escuche unos golpecitos en la puerta y me acerque a ella.
-Quien?-me sentí tonta al preguntar pero no sabía quién podría ser.
-Soy yo Edward, te traigo una crema para las quemaduras-mi corazón se acelero al escuchar su voz.
Abrí un poco la puerta, extendí la mano.
-Déjame entrar por favor, te prometo que no te tocare-me dijo con voz tierna.
-No estoy vestida-le conteste de vuelta, rezando por que se fuera, ni siquiera lo conocía y ya lo deseaba desesperadamente .
-Pues a mí me parece que con ese albornoz estas muy bien-me dijo sensualmente y me sonroje, abrí la puerta y lo deje entrar, se había cambiado con un pantalón de chándal y una playera blanca que se pegaba completamente a su pecho dejándome ver todos sus músculos, también traía el cabello húmedo pero igual de desordenado.
-Yo puedo ponérmela sola, no se preocupe señor Cullen - le dije mirándolo desafiante.
-Primero deja de llamarme señor Cullen y llámame Edward y segundo yo solo quiero ayudarte a ponértela en los hombros, ya en las demás partes podrás hacerlo tú-me contesto sonriendo.
-Está bien, donde quiere que me siente señor Cullen?-volví a llamarlo así para hacerlo enojar.
-Siéntate en la orilla de la cama-me pidió y así lo hice.
Sentí como se sentó a mi lado y escuche como destapo la crema.
-Destápate los hombros-me pidió llenándose las manos de la crema.
Me desabroche la bata y la solté dejando al descubierto mis hombros, sentí sus manos en ellos esparciendo la crema por todos mis hombros y parte de mi cuello, me tense al sentir su masajee que después se convirtió en una caricia sobre mis hombros, de lo nerviosa que me encontraba la bata se bajo un poco más, pero de repente alejo sus manos y escuche como tapaba el bote. Espere a que se fuera pero nunca se movió de su lugar y de repente sentí su respiración en mi oído, me gire sorprendida.
-Has...?-no pude seguir con mi pregunta por qué Edward me miraba y después se inclino besando mi cuello, me estremecí y el tomo mi cuello acercándose más, espere sus besos pero lo que sentí fueron sus dientes en mi piel. Me mordisqueo el cuello y me sentí excitada mientras él me acariciaba el cuello con la lengua.
Se incorporo y me miro con ojos oscuros por el deseo, se acerco para besarme, pero justo antes de que sus labios tocaran los míos tocaron a la puerta.
-Maldita sea-suspiro y se levanto.
Me acomode mi bata rápidamente, se acerco a la puerta y abrió.
-Vengo a cambiar las sabanas-dijo alguien.
-Gracias, pero la señorita Swan no necesitara sus servicios esta noche-contesto y cerró la puerta.
Se quedo un momento con la frente recargada en la puerta y después se giro.
-Creo que lo mejor será que te vayas-le dije un poco convencida.
-Es eso lo que tú quieres?-me pregunto mirándome.
-Si..Eso es lo que quiero-mentí pero necesitaba estar sola para pensar.
-Está bien, la crema póntela ahora para que haga efecto para mañana-suspiro y salió cerrando la puerta detrás del.
Me senté en la cama y me unte la crema en las partes donde tenía quemado, la cerré y la deje en el buro y me tumbe, trate de dormir pero fue en vano por qué no logre hacerlo hasta mucho tiempo después, no podía dejar de pensar en Edward y en lo guapo que era, me había vuelto loca en tan solo una noche y ni siquiera lo conocía de nada, solo sabia su nombre pero sentía que ya era un hombre muy especial para mí.
Me desperté medio cansada y recordé lo ocurrido la noche anterior, suspire y me levante , fui directo al cuarto de baño y me lave la cara y los dientes, cepille mi cabello y fue cuando vi la marca en mi cuello, era un poco oscura pero cualquier persona que la viera sabría exactamente que era, deje mi cabello suelto y me vestí con una minifalda rosa y una blusa sin mangas, me puse una chanclas y baje al comedor.
Estaba terminándome mi taza de café cuando alguien se paro enfrente de mí.
-Me preguntaba si quieres dar una vuelta y así te enseño la isla-me dijo su voz inconfundible, alce mi vista y lo mire.
Llevaba puesto un pantalón caqui y una playera azul, vestía demasiado sexy o tal vez eso solo lo pensaba yo.
-No creo que sea apropiado-desvié mi mirada.
-Por favor, solo quiero mostrarte la isla-me dijo sonriendo.
-Está bien.. Que debo llevar?-me levante mirándolo.
-Unos lentes de sol y un traje de baño-me contesto satisfecho.
-Está bien, te veo en el vestíbulo en quince minutos-le susurre y di media vuelta caminando a mi habitación.
Entre y tome un bolso, eche la crema solar, mi bañador y una toalla y por ultimo mis lentes de sol-suspire y mire el reloj, casi habían pasado los quince minutos, tome el bolso y Salí, cuando iba llegando a las escaleras lo mire saliendo de unas puertas dobles, se acerco a mí, comencé a bajar pero una chancla se me atoro y casi me caigo de no ser porque sus brazos me envolvieron por la cintura y me detuvieron.
-Estas bien?-me miro directo a los ojos.
-Si, gracias..Eso me pasa por ponerme estas cosas-reí y me incorpore, me volví a poner la chancla.
-Vamos-puso una mano en mi espalda y caminamos hacia la salida.
Me llevo a un descapotable azul y me quito la bolsa aventándola hacia la parte trasera y me abrió la puerta, me subí y lo mire subir a él.
-No tome mis gafas-suspire.
-No importa, toma estas-me paso unas gafas caras, de diseño.
Creí que me quedarían grandes, pero me quedaron a la perfección.
-Gracias-le dije .
Lo mire de reojo mientras arrancaba el motor y pensé en preguntarle de quien eras las gafas porque era evidente que no eran de él, que se había puesto unas Raybans nomas sentarse.
Mejor me quede callada y me limite a observar la ciudad, que ya bullía de gente a pesar de ser temprano. Edward iba conduciendo a mucha velocidad y lo veía medio nervioso.
Llegamos a una zona de calles más tranquilas. Estábamos dejando atrás la ciudad y los niños jugaban en la carretera, al parecer, ajenos a los coches. A Edward no le importo tener que frenar cada pocos minutos, como había imaginado, sino todo lo contrario. Saludo a los niños y me demostró que era muy conocido y querido.
El aire era cada vez más caliente y húmedo. Me di cuenta de que Edward estaba sudando y yo misma también lo hacía. Lo que nunca espere es que él se quitara la camisa para abanicarse el estomago, que brillaba de sudor.
Se me hizo un nudo en el estomago al verlo, deseaba tanto poder alargar la mano y tocarlo, enterrar mis dedos en su cabello y sentir la suavidad de su piel.
Después de dejar atrás las últimas casas, nos dirigimos hacia el mar. Detrás de nosotros quedaron las montañas que había visto nada más llegar, desde el taxi. La espesa vegetación se transformo en una exuberante alfombra verde que descendía hacia el mar.
Había intentado mantenerme objetiva pero no pude evitar maravillarme al ver el agua cristalina y la playa de arena blanca.
-Es precioso-comente en voz baja, casi sin darme cuenta de que eran las primeras palabras que decía desde que habíamos salido del hotel.
Edward me miro un instante y después sonrió, antes de comenzar a contarme que era la playa más bonita de la isla.
-Cala Mango-añadió-. La isla de San Antonio es conocida por ser uno de varios picos subatómicos. Otro de ellos es Jamaica.
Estaba fascinada escuchándolo, y Edward siguió explicándome que los españoles se habían establecido aquí por primera vez en el siglo XVI.
-Después, cuando Jamaica se convirtió en una colonia británica, ignoraron esta isla, que mas tarde fue tomada por los franceses.
Sacudí la cabeza.
-No entiendo que a alguien no le interese este lugar tan bonito-proteste.
-Supongo que se debió a motivos económicos-comento Edward mientras detenía el descapotable en un alto desde el que se veía la bahía-. Jamaica ofrecía demasiadas cosas, en comparación con este lugar-hizo una mueca-. Yo se los agradezco al menos no estamos llenos de complejos turísticos y hoteles.
Me gire para mirarlo.
-Al llegar, el taxista me contó que los Cullen son los dueños de casi toda la isla. ¿Es verdad?
Edward se quito las gafas de sol y me miro frunciendo el ceño.
-Y por qué te dijo el taxista algo así?-me pregunto.
No supe que contestar. No podía confesarle que desde que escuche su nombre me había interesado en él y en saber sobre sus cosas.
-Yo… esto… le pregunte por la tierra que había alrededor de las casas y él me contó que no pertenecía a los inquilinos, sino a los Cullen.
-De verdad?-inquirió con escepticismo-. Bueno, para su información, los isleños poseen sus propias tierras. Animamos a la gente ser autosuficiente. El taxista se equivoco.
-Eso parece.
Edward se bajo del descapotable y me abrió la puerta para que bajase. Nada más hacerlo, note el calor del sol en los brazos y la deliciosa brisa procedente del agua.
El volvió a ponerse las gafas de sol y empezó a bajar por las dunas, hacia el mar.
Entonces se giro y me miro.
-Vienes?-me pregunto.
No tenia elección, además, quería darme un baño.
Saque el bolso de la parte trasera del coche, me quite las chanclas y lo seguí. No era tan fácil bajar por las dunas como parecía al verlo a él, llegue abajo despeinada y con el rostro rojo.
Por suerte, Edward ya había ido en dirección al agua.
Deje la mochila e intente peinarme el cabello con los dedos pero me di cuenta de que no sería necesario.
Volví a tomar el bolso y seguí andando detrás de él. Por el camino, me detuve a observar una enorme caracola rosa.
El sol estaba comenzando a calentarme la cabeza y los hombros. Cuando me incorpore, me lleve una mano a la cara para protegerme.
-Tienes calor?
Se estaba acercando a mí. También se había quitado las zapatillas converse que llevaba puestas, había anudado los cordones y se los había colgado en el cuello.
-Un poco-admití.
Me señalo el mar con un gesto de cabeza.
-Date un chapuzón - me recomendó-. Te refrescara. Y tal vez hasta te divierta.
Apreté los labios.
-Como sabes que he traído bañador?
El volvió a quitarse las gafas y me miro de manera burlona.
-Podemos bañarnos desnudos si lo prefieres. Si tú te animas, yo también.
Volví a sonrojarme, pero espere a que no se me notase, dado que ya estaba roja por el sol.
-Se que no hablas enserio-le dije, a pesar de que me temía lo contrario-, pero da la casualidad de que si he traído bañador. Si te das la vuelta, me lo pondré.
-Y ahora quien es el mojigata?-bromeo el-. No puedo creer que no te hayas desnudado nunca delante de un hombre.
Lo cierto era que nunca lo había hecho, pero yo no iba a decírselo.
-Date la vuelta-repetí-. No voy a desnudarme delante de un hombre al que casi no conozco.
-Peor para ti.
Pero, para mi alivio, se dio la vuelta y empezó a caminar hacia el mar. Se quito la camisa por la cabeza y la tiro a la arena, y después se llevo las manos a la cinturilla del pantalón.
Me quede boquiabierta. Que estaba haciendo? Di un grito ahogado al ver que se bajaba los pantalones. Pero llevaba ropa interior debajo.
Me relaje un poco al ver unos bóxers negros, me había temido que se quedase desnudo.
Me quite las braguitas y la falda y me subí el bañador. No era culpa de Edward que lo deseara, era un hombre natural y desinhibido, un tipo de hombre al que no había conocido antes.
Me quite rápidamente el sujetador y la blusa y suspire de nuevo al terminar de colocarse el bañador. No tenia tirantes, y probablemente no era el más adecuado, dadas las circunstancias, pero volvería a ponerme la ropa en cuento me hubiese dado un baño.
Edward ya estaba en el agua que le llegaba por las caderas, me fije en lo blanca que era su piel. Tenía las caderas estrechas y un trasero muy apretado.
Me reprendí por fijarme en esas cosas, tratándose de un hombre, que al parecer le gustaba tener muchas mujeres en su cama.
Entre en el agua a unos metros de Edward y aparte la vista de él. Fue un placer sumergir los hombros y la cabeza, y volver a emerger feliz solo por estar viva.
Cuando quise darme cuenta, no hacia pie, pero no me preocupe. Era buena nadadora y el agua estaba caliente, estupenda. Siempre recordaría la sensación de nadar en el mar Caribe.
Nada mas meterme al agua, me había temido que Edward se acercara a mí. O había sido una esperanza? Pero el estaba lejos, de espaldas a mí, flotando en el agua.
No pude evitarlo. Nade hacia él y le dije casi sin aliento:
-Es maravilloso. Nunca había nadado en un agua tan clara. Gracias por traerme.
-No hay de qué.
Edward se puso de pie y me miro de manera burlona.
-Habría jurado que no estabas contenta por haber aceptado mi invitación-me dijo, alargando la mano para apartarme un mechón de cabello mojado de la cara-me puse tensa y él lo noto, su expresión se endureció-. Te importaría relajarte? O crees que cada hombre que te toca quiere tirársete encima?
-Estoy segura de que tu no, Edward - replique ofendida.
Y sin esperar su respuesta, me di la vuelta y nade hacia la orilla. Enfadada, pensé que era un nombre insoportable. Lo convertía todo en un ataque personal.
Edward se adelanto antes de que llegara a la orilla, así que me vi obligada a seguirlo al salir del agua. El estomago se me hizo nudo al ver mejor su ropa interior. Llevaba unos bóxers negros ajustados, que se le pegaban al cuerpo como una segunda piel.
Lo vi girarse y recoger su camisa, con la que se seco el pecho y el estomago. Como en el coche, no pareció importarle lo que yo pensara de su comportamiento, pero a mí me resulto muy difícil apartar la mirada de cuerpo. Me enfurecía que me pareciese tan sexy.
Me sentí culpable al sacar la toalla del hotel del bolso. Pero Edward no me estaba mirando. Seguía frotándose el pecho y los brazos, con la atención puesta en un pájaro grande que había a unos metros de nosotros.
No pude evitarlo. Me enrolle en la toalla y exclame:
-Qué es?
-Un pelícano - me contesto con indiferencia-. Es evidente que ha encontrado algo que comer entre las algas. Esta playa suele estar desierta. Supongo que pensó que no lo molestaría nadie.
-Un pelicano - repetí maravillada-. Es la primera vez que veo uno-mire a Edward-. Es eso lo que tienes tatuado en el brazo?.
-No, de eso nada -me contesto sacudiendo la cabeza-. Esto es un chotacabras. Me lo hice cuando estaba en la universidad. A mi padre no le gusto, pero ya era demasiado tarde-hizo una mueca-. Termina de vestirte. Luego, te llevare de vuelta al hotel.
-Oh-dije decepcionada-. Es necesario?
Edward frunció el ceño.
-El que?
-Volver-le explique, a pesar de saber que me había entendido la primera vez-. Mira, se que antes no he reaccionado bien, pero es que yo soy así.
-De verdad?
El frunció el ceño, pero no dijo nada. En su lugar y para sorpresa mía, se dio la vuelta y se bajo los bóxers mojados.
Abrí mucho los ojos. Había tenido razón al pensar que era así de desinhibido. Le daba igual quien lo viese, o que su comportamiento pudiese resultar ofensivo para la otra persona.
Pero no podía negar que me daba gusto verlo, eso mismo me había pasado la noche anterior quería verlo así. Con los hombros anchos, las caderas estrechas y el trasero redondeado y duro. Y por todas partes igual de blanco. Lo vi seguir utilizando la camisa para secarse y me di cuenta de que estaba conteniendo la respiración.
No volví a respirar hasta que no lo vi subirse los pantalones. Escurrió los bóxers y se puso la camisa mojada, que se le pego al cuerpo todavía más que antes. Pude contar todas las vertebras de su espina dorsal, el relieve de sus músculos del estomago. Y entonces, me di cuenta de que yo no había comenzado a vestirme.
"Tonta" me dije con impaciencia. Estaba actuando como una colegiala enamorada.
Intente quitarme el bañador debajo de la toalla, pero tenía la piel mojada y se me pegaba. Se me ocurrió que sería mucho más fácil tirar la toalla al suelo y desnudarme delante de él, pero, por supuesto, no lo hice. Y para mi alivio, el se agacho para recoger las zapatillas. Conseguí bajarme el bañador y después fue muy sencillo ponerme la ropa.
Estaba metiendo la toalla mojada en el bolso cuando vi mi sujetador tirado en la arena. Maldije entre dientes, pero ya era demasiado tarde. Lo metí en la bolsa y me di cuenta de que Edward había empezado a caminar por la orilla del mar. Una imagen se formo dentro de mi cabeza, éramos el y yo paseando por esa misma orilla tomados de la mano y sonriendo. Sacudí mi cabeza y borre esa imagen de mi cabeza.
Se giro para mirarme cuando estaba incorporándome.
-Vamos a dar un paseo-dijo en tono neutro-. Si piensas que podrás soportar el calor.
-Podre.
Me eche la mochila al hombro y apreté el paso para alcanzarlo, pero al llegar a su lado me tomo la mochila.
-Déjala aquí-me dijo, dejándola caer en la arena-. No va a robarla nadie. Salvo el, claro-añadió señalando el pelícano-, pero no creo que quiera para nada una de mis toallas.
-Se que no debía haberla traído.
-He dicho yo eso?
-No ha sido necesario. Ya me siento bastante culpable sola por haberlo hecho.
-Olvídalo-me dijo-. Que es una o dos toallas entre enemigos?.
Contuve la respiración.
-Somos enemigos, Edward?
-Bueno, es evidente que no somos amigos- se puso a andar de nuevo-. Venga, sigue andando.
Lo seguí. Era muy agradable andar por la orilla y sentir la arena entre los dedos de los pies.
Caminamos un rato en silencio. Pensé que me sentiría incomoda pero no fue así. De hecho, me agrado la sensación de aislamiento. El grito de los pájaros y el rugido del mar era lo único que alteraba la paz.
Entonces, Edward rompió el silencio haciéndome la pregunta que menos desearía escuchar.
-A que has venido a San Antonio Isabella? .
