Bueno este es mi primer fanfic Scorse, espero que no me quede del todo mal y os guste xD Debo decir que nada de Harry Potter me pertenece que todo es obra de JK Rowling y de Warner y de quién tenga permisos. Yo hago esto sin ánimo de lucro por pura diversión. Además este fic participa, eso creo xD, en el Reto anual del forum Draco Dormiens Nunquam Titillandus de FanFiction.

Antes de nada quiero aclarar que no soy muy constante actualizando, lo intento pero no lo soy u.u Así que no sé cuándo subiré el próximo capítulo, pero sinceramente espero que os guste y queráis leer más. Esta historia tendrá doce capítulos como máximo, y mínimo, es lo que impone el reto, quizás rasco uno, o un One-Shot, como epilogo pero no prometo nada. Por cierto la imagen no me pertenece, obviando que no sé dibujar yo busqué Rose Weasley en el Google, bendito sea, y salió esa, y me gustó, y la uso, pero no es mía.


El suicida es el antípoda del mártir. El mártir es un hombre que se preocupa a tal punto por lo ajeno, que olvida su propia existencia. El suicida se preocupa tan poco de todo lo que no sea él mismo, que desea el aniquilamiento general.

Gilbert Keith Chesterton

La historia que Rose Weasley nunca contaría empezó en el mes de enero, en un frío y primerizo mes de enero. Si a Rose Waesley le hubieran dado a elegir entre compartir el suceso que le cambió drásticamente la vida o guardárselo y que nadie se enterara hubiera optado por matarlo. Porque ese suceso casi la mata, Rose Weasley había intentado suicidarse.

Fue una noticia que conmocionó al Mundo Mágico entero y de la que todo el mundo hablaba. Por supuesto la familia Weasley Potter intentó por todos los medios que la noticia no se filtrara a los medios pero no lo consiguieron. Las cámaras pronto apuntaron a Ron y Hermione por un motivo muy diferente que ser héroes de guerra. ¿Qué opinan de que su primogénita haya querido quitarse la vida? ¿Creen que en parte es culpa suya por ser quiénes son y ponerle demasiada presión? ¿Qué se siente al haber fracasado como padres? Esas eran las nuevas preguntas que atosigaban al matrimonio y padres de la criatura por no hablar de las que iban dirigidas al niño que vivió y padrino de la susodicha ¿Se siente culpable por poder librar al mundo de la amenaza de Lord Voldemort y no haber sabido estar ahí para una adolescente? ¿De verdad se considera un buen modelo a seguir después de esto? ¿Considera a su hijo Albus, el primo más cercano a Rose, culpable por no haberle informado de la delicada situación de la adolescente hasta que fue demasiado tarde para intervenir?

Esos comentarios provocaron que Ron hechizara a un par de reporteros y Harry Potter le rompiera la nariz a otro. Para prevenir otra Guerra Mágica Hermione, la madre de la protagonista de todos los cotilleos, intervino tomando cartas en el asunto dando lo que los periodistas más querían: una rueda de prensa.

— Silencio por favor, escúchenme todos con atención porque solo lo diré una vez —la voz de Hermione había madurado con los años y se había dotado de autoridad y de respeto. Así que cuando entró a la sala, con la cabeza bien alta y los hombros cuadrados, que habían habilitado en el Ministerio para hacer una declaración pública, a nadie le quedó ninguna duda de que se hubiera ganado por méritos propios el título de heroína de guerra y de que fuera la jefa del departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas por méritos propios—. El intento de suicidio de mi hija es algo que nos ha conmocionado a todos. Y cuando digo a todos es a todos, ni mi marido ni yo nos podríamos haber imaginado que Rose estuviera atravesando una situación psicológica tan negativa que la llevó a atentar contra su vida. Hemos hablado con las personas más cercanas a Rosie y se han mostrado tan sorprendidos y consternados por los hechos como nosotros —al decir eso Hermione hizo una pausa dramática y observó a los periodistas que no paraban de apuntar lo que ella decía a vuelapluma y de sacarle fotos. Tragó saliva y se armó de valor para acabar de hablar ante esa panda de buitres—. Quiero decirles que aunque es verdad que ni Ron ni yo hemos ido aún a ver a nuestra hija sí nos hemos comunicado con ella y le hemos hecho saber que la apoyamos y queremos que salga del pozo en el que está metida, además la directora McGonagall ha sido extremadamente amable al permitirle a Rose quedarse en el colegio y que un psicólogo de San Mungo vaya semanalmente a Hogwarts para tratarla con el fin de que no vuelva a intentar suicidarse en un futuro. Les informo desde ya que mi hija no concederá entrevistas ni ahora ni cuando la consideren mentalmente capacitada para enfrentarse a una rueda de prensa, ella es menor de edad y si alguien publica una imagen o lo que sea sin mi consentimiento o del de mi marido me encargaré personalmente de que los encierren en Azkaban, en estos momentos tan duros lo que ella más necesita es amor, estabilidad y comprensión, así que manténganse alejados de ella, aunque dudo que puedan entrar en Hogwarts. Ni mi familia ni yo haremos más declaraciones, esto es un asunto familiar, y lo que pasa en la familia en la familia se queda. Buenos días.

Las voces indignadas y curiosas de los periodistas se alzaron mientras la madre de Rose salía de esa sala infernal escoltada por un par de aurores. Tal y como dijo la familia Weasley no hizo más declaraciones y se mostraron muy poco en sitios públicos, evitando así la prensa y sus molestas preguntas. Fue cuestión de tiempo que ésta perdiera interés en la familia y sobretodo en el casi suicidio, porque al fin y al cabo había sido eso, un intento, así que más rápido de lo que se habían pensado volvió todo a la normalidad.

Sin embargo la vida dentro del castillo quedó irremediablemente alterada. La reputación de los Weasley-Potter quedó dañada como la familia más importante, influyente y demandada de Hogwarts y pasaron de ser admirados con fervor a ser evitados como la peste. Hubo a algunos de sus miembros como James Sirius Potter, Fred Weasley, Lily Luna Potter y Dominique Weasley que este cambio de actitud les afectó profundamente, pero valiéndose de su magnetismo y encanto natural no tardaron en lograr que la gente olvidara que una prima suya había intentado quitarse la vida. Otros miembros como Lucy, Molly, Louis y Roxanne Weasley no les importó el cotilleo y la pérdida de popularidad y continuaron con sus vidas con normalidad y evitando responder preguntas muy personales e indiscretas sobre su prima. Y finalmente Albus Severus Potter, Hugo Weasley y los gemelos Scamander intentaron averiguar qué había llevado a Rose a intentar matarse.

Vale decir que ninguno consiguió penetrar en la burbuja en la que se había envuelto Rose, ni siquiera sus mejores, y únicas, amigas Allyson Longbottom y Kendra Zabini habían podido hablar en profundidad con ella sobre el asunto.

— Mi psicóloga dice que debéis dejarme tranquila —dijo la pausada y cansada voz de Rose Weasley sentada en la mesa más alejada y olvidada de la biblioteca, justo después de su segunda sesión con la terapeuta que enviaba San Mungo todas las semanas a hablar con ella—. Dice que me estresáis con vuestras preguntas y que en mi estado debo de estar tranquila y serena. Y que debéis esperar a que yo esté preparada para hablar con vosotros.

Ninguno insistió en el asunto y la dejaron a su aire. Casi sin darse cuenta Rose se alejó de todos ellos y siguieron con su vida mientras la primogénita de Ron y Hermione intentaba rehacer la suya. Al principio nada fue fácil, sus compañeros la insultaban y la trataban de cobarde, con razón fue la primera Weasley que no estaba en Gryffindor, Albus no contaba ya que su primer apellido era Potter, y como él había demostrado, para desdicha de James, había habido unos cuantos Potters en Slytherin. Pero ningún Weasley en Ravenclaw. Ella era la primera mancha en un perfecto historial genealógico.

— ¿Cómo te sientes hoy Rose?

La pelirroja enfocó su vista en la figura de la psicóloga e intentó hacer que su cara mostrara alguna emoción, como cansancio o hastío por empezar las sesiones con la misma preguntita incordiante. ¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes? ¿Qué tal la semana? Eran siempre las mismas preguntas con el mismo tono de despreocupación y lástima. Además ¿Qué iba a decirle? ¿Que su vida se había convertido en una gran humeante y apestosa mierda? Vale que antes no era perfecta pero la prefería a lo que tenía ahora.

— Igual —contestó encogiéndose despreocupadamente de hombros.

Rose miró disimuladamente el reloj y vio que la sesión había empezado hacía apenas cinco minutos y que como siguieran así se pasarían los cincuenta y cinco minutos restantes en un incómodo silencio.

— Bueno Rose ¿Han venido tus padres a visitarte al castillo?

La pregunta que tanto había temido había llegado al final. De eso sí que no quería hablar para nada y aún menos con esa mujer. No es que no se la tomara en serio, su moño tirante y alto le daba un toque de profesionalidad y de experiencia severo. Además tenía las arrugas en los puntos exactos de su cara, en los ojos y alrededor de la boca, tampoco es que fuera una momia la mujer pero hacía veinte años que había dejado la trentena. Sus ojos verdes que parecían entender todo por lo que estaba pasando Rosie y su petrificada sonrisa de consuelo y ánimo eran los últimos retoques que remataban esa puesta en escena. Los confortables sofás, la alfombra de vivos colores del suelo e incluso la postura de sus cuerpos eran completamente intrascendentes. Lo importante estaba en la cara de esa mujer, y fue en la cara dónde Rose vio la respuesta que debía darle para que dejara de insistir en el tema.

— No. Mis padres al ser héroes de guerra y por su trabajo son gente muy ocupada —habló sin mirar a la mujer enfocando su vista en sus pulgares que se dedicaban a jugar entre ellos encima de su falda—. Entiendo que aún no hayan venido pero me han mostrado su apoyo y amor a lo largo de estas tres semanas siempre que han podido, mi madre me escribe cada día y la directora McGonagall ha sido muy amable al permitirme tener un móvil que funcione. Así puedo llamarlos y hablar con ellos —hizo una pequeña pausa y se pasó la lengua por los labios resecos, sólo tenía que endulzar un poco más la mentira para creérsela—. El sábado hablamos —volvió a quedarse callada durante unos minutos y miró ausentemente por la ventana.

— ¿De qué hablasteis Rose? —La voz de la psicóloga se mostró esta vez interesada.

Rose dudó que fuera únicamente un interés profesional, pero se abstuvo de comentar nada y soltó otra mentira con un poco de verdad.

— Mi madre me dijo lo mismo que en las cartas —ahí estaba la verdad—. Y mi padre se mostró muy comprensivo y cariñoso conmigo. Está deseando verme y que pasemos un tiempo juntos pero es un auror así que… —al decir la mentira se encogió de hombros y miró con una sonrisa cansada a la mujer—. Hemos… Hemos decidido seguir el consejo que nos dio, el de comprarme un animal. Para ocuparme de él.

— ¿Has pensado ya uno que quieras comprarte?

Rose tragó saliva y jugueteó nerviosa con su rizo. La verdad es que no le hacía mucha gracia tener que cuidarse de otro ser que respiraba. Si se había tomado un montón de pastillas con el único fin de acabar con su vida ¿Cómo iba a hacerse cargo de otra?

— La verdad es que no —admitió sincera—. Pero sí que sé que cumplirá con los requisitos de la escuela.

— Así que escogerás un sapo, una lechuza o un gato —constató lo obvio la psicóloga.

Rose asintió y se quedó callada mientras veía como la pluma se movía apuntando sobre el pergamino. La psicóloga se llamaba Elizabeth, podía llamarla Beth porque iban a ser buenas amigas y ella solo quería ayudarla, a pesar de eso continuaba llamándola Elizabeth. Había nacido en el sur de Inglaterra y había sido educada en casa, igual que lo fue su madre, y la madre de su madre. Su padre era muggle y el hermano de éste era lo que se llamaba sangre sucia. Había más información pero esa era la única que le interesaba a Rose, ya que al unirla a unos cuantos gestos y actitudes de la doctora de mentes era fácil de deducir que sentía una gran admiración, y devoción, por Hermione Weasley, anteriormente conocida como Hermione Granger.

Cuando la adolescente hubo unido las piezas del puzle supo exactamente qué debía decir y cómo debía comportarse para quitársela de encima lo antes posible. No es que dudara de sus habilidades de psicóloga pero ella no iba a intentar suicidarse otra vez. El haber fallado lo había considerado una señal de que aún no era su hora, así que iba a vivir, o a intentarlo al menos.

— Bien señorita Weasley, lo dejaremos aquí por hoy —finalizó la terapeuta la sesión y una sonrisa deslumbrante en la cara—. Me alegra de que avances tan bien. Te recomiendo que te intereses por actividades, que busques hobbies, otras actividades que no sean estudiar, como algún deporte. Quizás el quidditch, tu tía Ginevra es una de las mejores cazadoras del mundo. Quizás has heredado algo de su talento y no eres consciente.

— Lo intentaré —contestó Rose con los labios curvados en una media sonrisa que no le llegó a los ojos.

La adolescente estaba de pie y se dirigió a la puerta para salir lo antes posible de esa sala. Si Elizabeth fuera más observadora se daría cuenta de que era imposible que ella hubiera heredado algo del talento de la tía Ginny, se mareaba encima de las escobas y era exasperantemente patosa ¿Cómo iba a jugar al quidditch con esas nefastas cualidades?

— Además, si no es inconveniente me gustaría leer una de las cartas que te envía tu madre.

La voz de Elizabeth le llegó lejos y la hizo quedar paralizada delante de la puerta con la mano en el pomo.

— No va a ser posible. Esas cartas son personales y no voy a enseñarle el contenido, es algo privado. Si quiere saber qué hay escrito en ellas pregúntele directamente a mi madre —habiendo dicho eso abrió la puerta y se despidió por encima del hombro sin mirar a tras—. Que tenga una buena tarde.

Cerró la puerta con cuidado y se marchó de allí lo más rápido que pudo. Las sesiones de terapia se la impartían en el despacho de la directora McGonagall. Así que dirigió sus pasos hacía un lugar solitario del castillo. Podría ir a la Torre de Astronomía como muchos otros estudiantes cuando querían estar solos, pero el problema era que como la torre tenía fama de solitaria todo el mundo iba ahí. Así que siempre te encontrabas con alguien, era una bella paradoja.

Sus pasos se dirigieron hacía la biblioteca. Al no ser época de exámenes estaría vacía y tranquila, así que podría sentarse en su mesa y nadie la molestaría. Los insultos ya habían pasado, aunque a veces afloraba alguno, y las agresiones físicas ya no se producían, tampoco es que fueran muy grabes pero suponía que James y Fred tenían algo que ver con eso, que no hablaran con ella y la evitaran por los pasillos no significaba que no se preocuparan ¿Verdad?

Sintió como la última carta de su madre le quemaba en el bolsillo de la falda. Seguro que no variaba mucho de las otras que le había enviado pero su lado más masoquista y destructivo quería leerla, memorizarla y grabarla a fuego en su memoria. Seguro que si la psicóloga la leía vería una cara de Hermione que nunca nadie se hubiera imaginado que tenía. Pero Rose nunca desvelaría ese secreto de su madre, al menos no intencionadamente, porque no era el único que guardaba y ella quería mucho a su madre a pesar de todo. Sin embargo eso no era algo que Rose pudiera decidir, la caja ya estaba llena y no podría mantenerse encerrada y oculta durante mucho tiempo más.

Pero como ocurre con todas las historias ésta no era únicamente propiedad de Rose Weasley, ya que su acto de suicidio salpicó la vida de mucha gente y se convirtió en una historia que muchos compartían y que unos pocos la incluirían en la suya. Y uno de esos pocos afortunados, el único que se sintió así, fue Scorpius Hyperion Malfoy. Nunca pensó que un casi suicidio pudiera ser algo tan positivo, porque gracias a eso Scorpius tuvo el privilegio de enamorarse por segunda vez de Rose, de una forma más carnal, psicológica y real, muy diferente al primer amor inocente y puro que te posee a los once años, y logró que ella le correspondiera.

Pero eso es adelantarse a los acontecimientos, la historia para Scorpius Malfoy siempre empezaría en una fría tarde de invierno en la biblioteca. Fue allí con su mejor amigo Albus Severus Potter. Sí, inusual, un Potter y un Malfoy amigos. Pero la amistad era la única cosa que pudo salir entre ellos dos después de ser marginados por los de su propia casa, por ser tratados como traidores, cobardes y haber sufrido las peores humillaciones. Así que en contra de lo que dictaba toda tradición, porque de esto sí que no había un precedente, un Malfoy y un Potter se hicieron grandes amigos, y cuando aceptaron esto después de sus primeras navidades en Hogwarts, abrazaron su lado más slytherin y consiguieron hacerse un nombre. Quién les iba a decir que gastar una broma al viejo y genial estilo de los famosísimos gemelos Weasley les iba a ir tan bien.

Fue difícil conseguir un boggart, pero soltarlo en el pasillo del tercer piso mientras sus acosadores personales creían que los tenían acorralados y que Rose Weasley consiguiera hechizar unas cámaras de video para garbar la escena en la que sus opresores se orinaban de miedo y chillaban como niñas mientras corrían por todo el castillo llenos de purpurina y plumas de colores fue la guinda del pastel. Ese vídeo fue el más visto del año del youtube mágico y líder de descargas durante un mes entero. Nadie más se metió con ellos pero hubo efectos colaterales no tan buenos, como el castigo de McGonagall y un boggart permanente en el tercer piso que atacaba sin ningún aviso y que cada vez se escondía en un armario diferente.

Y fue en esos días que se dio cuenta de que estaba enamorado de Rose Weasley. Su corazón latía con fuerza, las palmas de su mano sudaban y sus mejillas se enrojecían. Por no hablar de que se la quedaba mirando como un bobo y su cerebro no consiguiera juntar más de dos frases coherentes cuando ella estaba delante. Le encantaba Rose Weasley. Cómo se reía, hacerla reír, hacerla enfadar, cómo arrugaba la nariz cuando algo no le hacía gracia, que supiera tanto de todo y poder hablar con ella…

Cuando un Potter y un Malfoy se hicieron amigos todos pensaron que era cuestión de tiempo que un Weasley pelirrojo se uniera al grupo, en concreto que Rose se uniera, y que así formarían el trio dorado de la tercera generación. Cosa que no pasó, sí, había unos segundos merodeadores, pero no un segundo trio dorado. Y cuando volvieron a pasar su segundo año algo cambió, no supo exactamente qué fue pero estaba ahí, invisible pero presente. Rose ya no era tan cercana a Albus, y aunque se saludaban ya no era lo mismo.

Así que se olvidó de aquel primerizo y precoz amor. De lo mucho que le gustaba ese rizo con el que siempre jugaba enrollándoselo en su dedo índice y que casualmente era su rizo más rebelde, el que le caía encima de los ojos azules, el que se le escapaba del moño, de la coleta y de detrás de la oreja. La vida es algo irónica y tiene su forma de arrojarte a la cara aquello que tanto amabas y habías conseguido olvidar, a parte que el cruel bromista del tiempo se encarga de hacer el resto, de hacer que nunca más puedas olvidar y no sepas cómo vas a vivir sino lo tienes más. Y eso es lo que le pasó al pobre e inocente, pero no tan inocente, Scorpius Malfoy, la vida se encargó de enseñarle la única para él: Rose Weasley.

— Vamos Scorp ve ahí y vigílala.

El primogénito de los Malfoy ya sabía que había gato encerrado en ir con Albus a la biblioteca. Albus odiaba la biblioteca. Quizás la palabra exacta no era odiar pero seguro que no era su habitación favorita del castillo.

— Albus es tu prima —el rubio miró con los ojos entrecerrados al moreno y ladeó la cabeza enfadado—. Se supone que eres tú quien debería entrar y comprobar que no se corte las muñecas con un papel demasiado afilado.

El heredero de los Malfoy no pudo evitarlo, necesitaba ser sarcástico. Siendo sinceros, no es que lo necesitara, el sarcasmo era algo suyo, como una segunda piel, o un segundo idioma, él hablaba inglés y sarcasmo, ah, y francés. Albus lo sabía, así que se limitó a bufar molesto y negó con la cabeza.

— Si voy tantos días a la biblioteca empezará a sospechar que la estamos espiando —contestó como si fuera algo obvio que su amigo no entendía.

— A ver cómo te digo esto sin que te ofendas Potter… La estáis espiando —Scorpius elevó un poco la voz intentado hacer entrar en razón a Albus.

— Nosotros preferimos llamarlo Medidas de precaución con Rosie —se defendió Albus de la acusación—. No es que hagamos nada malo ni estemos invadiendo la privacidad de Rose ni ignorando las indicaciones de la psicóloga, sólo intentamos comprobar con nuestros propios ojos que Rose progresa adecuadamente ¿Entiendes?

— Tú y toda tu familia estáis chalados Potter, eso es lo que entiendo —Malfoy esbozó una mueca de fastidio y se rascó la cabeza con la mano derecha mientras miraba dónde Rose Weasley estaba sentada completamente ajena a ese complot—. Le pongas el nombre que le pongas seguís espiándola. Y eso está mal.

— No te preocupes, Dios nos lo perdonará, al fin y al cabo lo que hacemos lo hacemos por amor ¿No?

— ¿Se te ha ocurrido a ti sólo esta estupidez o Lorcan te la ha recitado mientras Dominique te golpeaba para recitarla de memoria?

— En realidad ha sido Lyssander.

Scorpius suspiró, cómo no, Lyssander Scamander tenía que estar detrás de todo eso.

— No pienso hacerlo Albus —se negó una vez más cruzándose de brazos—. Lo que me pides es que invada su privacidad, y eso es algo que no pienso hacer.

— ¡Ha intentado suicidarse! —exclamó Albus acercándose a él hasta el punto que sus dos narices se rozaron—. No debería tener privacidad ¿Y si vuelve a intentarlo qué? —Ante esas palabras palideció y pareció vacilar, indeciso de si continuar hablando, pero se repuso rápido—. Hasta que la psicóloga diga lo contrario la familia está en alerta máxima ¿Entiendes?

Scorpius miró con compasión al hijo mediano del gran Harry Potter. Entendía que estuviera preocupado por su prima, y quería ayudarle de verdad que sí, pero espiar a la adolescente no le parecía la opción adecuada. Frunció el ceño pensativo y giró la cabeza para observarla con más detenimiento. No tenía ningún libro en la mesa, al parecer estaba concentrada leyendo un folio de pergamino, quizás una carta o un esquema. Decidió estudiar un poco más la pastura corporal de la chica y se dio cuenta de que a pesar que parecía estar bien, en sintonía con el silencio sepulcral de la biblioteca había algo, casi imperceptible, que cortaba el aire que hablaba de soledad y desesperación. Él no podía, ni quería, vigilarla, eso se estaba introduciendo debajo de su piel y empezaba a sentir unas profundas ganas de alejarse de ahí.

— Oye Albus yo…

Sin embargo cuando se giró a encarar a su amigo descubrió que éste se había ido. Albus lo había abandonado. Se había ido como una serpiente que se desliza sigilosamente hacía su indefensa presa. Scorpius se sentía como un ratón que habían dejado ante el áliga de Rose Weasley. Suspiró y negó con la cabeza, Albus se la iba a pagar. Quiso darse media vuelta y salir de aquel lugar pero Rose lo retuvo. No es que lo cogiera por la manga de la túnica o lo llamara, pero no se atrevió a dejarla sola con su soledad.

Suspiró resignado y como el que no quiere la cosa se acercó a la mesa dónde ella estaba sentada. La miró con atención mientras se escondía detrás de los estantes y fingía buscar algún libro. Rose estaba perfectamente sentada en la silla, espalda recta, las piernas juntas y dobladas con la falda perfectamente puesta, la cabeza estaba algo inclinada sobre la mesa, las manos sujetaban lo que parecía una carta y ninguna expresión cruzaba su rostro, excepto los ojos que reflejaban una vulnerabilidad y dolor que ningún adolescente de quince años debería conocer.

— ¿Puedo ayudarte en algo Malfoy?

La voz de la chica lo pilló por sorpresa y sus orbes grises chocaron con las azules de la chica. Al principio no se movió y se quedó quieto mirándola, ella le sostuvo la mirada con paciencia, no parecía ofendida ni molesta por haberlo encontrado espiándola. Salió de detrás de la estantería sin perder el contacto visual y se dirigió hacia la silla que quedaba en frente de dónde ella estaba sentada.

— ¿Puedo sentarme? —Le preguntó con un tono de voz pausado y tranquilo intentando no molestarla.

— Me resulta extraño que me pidas permiso para sentarte en una silla que está a disposición de cualquier alumno pero en cambio hayas invadido mi privacidad espiándome cuando apenas somos meros compañeros de clases —respondió ella frunciendo el entrecejo y ladeando la cabeza como si lo estuviera estudiando.

Él soltó una suave risa, retiró la silla y se sentó, lejos de sentirse molesto o insultado le había hecho gracia que hubiera sido tan directa y sarcástica.

— No lo hacía porque quisiera —intentó explicarse mientras se rascaba la nariz con el dedo índice, gesto que hacía siempre que estaba nervioso—. Albus me trajo aquí engañado, yo me negué a espiarte pero me despisté y se largó —se detuvo y observó a Rose, ella no parecía querer matarlo o empezar a chillar que era un acosador y la dejara tranquila, al contrario, al haber escuchado que su primo favorito estaba detrás de todo eso bufó molesta y rodó los ojos, así que el rubio continuó—. Me iba a ir pero pensé que… Bueno, que no estaba de más asegurarme de que estabas bien para calmar a Albus.

Ella entrecerró los ojos y bajó la mirada hacía el trozo doblado de pergamino que había estado leyendo sin decir ni una palabra. Scorpius se quedó en silencio observándola y no pudo evitar fijarse en un rizo que parecía ser más rebelde que los demás, sonrió al ver que Rose lejos de apartárselo empezaba a jugar con él.

— ¿Qué lees? —El ambiente entre ellos dos no era para nada tenso, era relajado, como si fueran cordiales compañeros en vez de indiferentes.

— Lo siento, mi correspondencia es algo que no te voy a dejar cotillear —replicó algo cortante la pelirroja guardando rápidamente la carta en el bolsillo de su falda—. Además, es delito leer y difundir la correspondencia ajena.

— Lo siento, no quería ofenderte —en una situación normal él no se hubiera disculpado, pero teniendo en cuenta que la había estado espiando… Decidió hacer la vista gorda por una vez.

La chica asintió como si aceptara sus disculpas y se puso a reseguir con su uña los surcos que había en la mesa. Estuvieron un rato así en silencio, ella resiguiendo sus líneas y él estudiándola. Las pecas que estaban esparcidas por su nariz y mejillas le recordaron al chocolate en polvo, su pelo rizado, rebelde e indomable le encantó, desentonaba tanto con su apariencia de perfecta prefecta que desprendía cada fibra de su ropa, porque los poros de su ser desprendían algo muy diferente que Scorpius no sabía identificar. Pero lo que de verdad le llamó la atención fue el color de su pelo, todos los Weasley eran pelirrojos, excepto su mejor amigo y los vástagos de Bill Weasley que eran tan rubios como su esposa. Pero mientras el pelo pelirrojo de los Weasley variaba en una hermosa escala de tonalidades oscuras y claras el de Rose era único, tenía el mismo color que el de una zanahoria. Y eso fue lo que provoco que la mirara con otros ojos.

— Tengo que irme —contestó ella poniéndose de pie—. Tengo una reunión de prefectos pero quiero que sepas que no me desagrada tu compañía —el rubio alzó una ceja divertido ante la afirmación de la chica y esbozó una pequeña sonrisa. Las mejillas se tiñeron levemente de rojo pero su voz no vaciló—. Y quiero que sepas que si Albus, o alguien más, vuelve a engatusarte para que me espíes puedes sentarte tranquilamente conmigo en vez de esconderte detrás de las estanterías.

— Gracias, lo tendré presente.

La adolescente asintió con la cabeza y se mordió el labio inferior, lo miró unos segundos como si quisiera añadir o aclarar algo. Sin embargo no dijo nada más y se fue. Scorpius se quedó mirando como ella se alejaba y se perdía entre todas esas estanterías y libros amontonados. Poco después él siguió su camino y fue a su sala común a esperar que fuera la hora para ir a cenar. Los exámenes aún estaban muy lejos y llevaba sus deberes y trabajos al día así que se pudo dar el lujo de relajarse, podría haber pensado en cualquier cosa, o persona, pero su mente no paraba de darle vueltas a Rose Weasley. Estaba intrigado.

No sólo la observó durante la cena dónde comprobó que a pesar de compartir el voraz apetito Weasley comía de una forma delicada y pausada sentada sola en la mesa de Ravenclaw. Ninguno de sus primos la hacían compañía, todos los que estaban en esos momentos estaban en la mesa de Gryffindor riendo y comiendo felices. También estaba sola en clases, lo comprobó el lunes por la mañana en una de las pocas asignaturas que compartían, y no parecía llevarse bien con su compañero prefecto. Pero siempre era amable y educada.

Mientras más observaba menos entendía, y dos días después de su encuentro en la biblioteca encontró un libro en su cama. Se acercó curioso ya que él era muy ordenado y no dejaba las cosas tiradas por ahí. No pudo evitar soltar una carcajada al leer el título del libro. El que no hubiera nota lo decepcionó un poco pero con una sonrisa de buen humor adornando sus labios se guardó el libro titulado Cómo hacer de espías. Códigos, secretos y disfraces. En la mochila y se encaminó hacía la biblioteca con la esperanza de encontrar a Rose y aprender algo de cómo espiar. Le encantaba que una chica tuviera ese sentido del humor.


Se aceptan sugerencias, tomatazos, elogios y críticas. Si te ha gustado me alegro, sino también pero me gustaría que me dejaras un constructivo review para mejorar. Y si quieres dejarme un review diciendo lo mucho que te ha gustado también puedes.

Ya sé que me he pasado del límite de palabras pero tampoco es tan grabe ¿No? :)

Un beso y una brazo, nos leemos.