Disclaimer: Los hechos presentados en esta historia se abordarán desde la serie de Netflix sobre el videojuego. Iniciará desde la muerte de Lisa Fahrenheit Țepeș hasta los sucesos finales de la segunda temporada, dejando vigente un espacio (u/o hueco) para agrandar la historia en la continuación de una segunda parte que tomará su hilo conductor a partir de una próxima tercera temporada. Ninguno de los personajes de Castlevania me pertenecen, son obra de Konami (game); Sam Deats y Adi Shankar (serie).
Advertencias:
Antes de empezar la lectura del fic el lector debe saber que se arriesga a encontrar temáticas delicadas. En mi narración arribo acontecimientos desde una escena ilustrada con pasajes de la biblia hasta un lenguaje que toca lo implícito más que lo explícito.
Dicho esto, se abordarán temáticas violentas, sadomasoquistas, de terror, homosexuales, de tortura y contenido sexual (tanto implícito como explícito), tal como ha marcado la serie (en ciertos aspectos).
No habrán temáticas homosexuales entre personajes canon (mi intención es plantarme en una trama lo más IN CANON que se pueda, por tanto, los personajes canon se plantearán en IN CHARACTER), no habrá lemon por puro gusto de consumidor, lo siento. Habrán OC's y muchos, por lo tanto, todo ser que no les guste la temática con dichos personajes, puede retirarse. No esperen encontrar Mary Sues o romance a la ligera, hay bastante salpicón de sangre como para decantarme por el color rosa.
Debo recalcar que he tomado como "canon" la serie de Netflix, ya que opino que meterse al mundo de los videojuegos requiere de trabajo asiduo. Sin embargo, aclaro que habrán muchas temáticas que voy a abordar desde los juegos. Sinceramente, esto lo hago para no hacerle una ensalada de frutas al lector y respetar un solo canon para que no genere confusiones innecesarias en espectadores de la serie. Asimismo, ayuda a que los sucesos que abordo sean fluidos y no tan enroscados como en las líneas temporales de los juegos.
Con esto, quedan advertidos... Si se arriesgan es por su propia voluntad.
Prefacio
15. Y le respondió Jehová: Ciertamente cualquiera que mate a Caín, siete veces será castigado. Entonces Jehová puso una marca sobre Caín, para que no lo matase cualquiera que le hallara. (Génesis 4; A.T.)
Y en la mera boca del lobo, en la faz de una tierra imperecedera, la sangre y la comunión con el diablo serán el único haz de luz que conocerán. Aquellas marcadas bajo el signo de "Owth" llevan en la piel la condena eterna en la dimensión oscura, el Makai. Son siervas caídas de la Madre y de Dios, que cimentan infiernos perennes junto a la sangre de los corderos mutilados y malditos.
Prólogo
Advertencias:
En este prólogo se presenta a los Pancha Maja-Butha (elementos naturales sacados de la religión hinduista). No todos están presentes, pero sí me centro en dos de las deidades que se mencionarán mucho en los capítulos póstumos. A las otras dos restantes las mencionaré en otro apartado.
Bhumiäla (pritiví - bhumi): tierra. Decidí en agregarle a la raíz 'bhumi' el sufijo 'äla' para convertirlo en un sustantivo propio. En resumen, para que este dé la impresión de "entidad actante".
Yalaïa (ap - yala): agua. Aquí hice lo mismo que expliqué anteriormente, a la raíz 'yala' le agregué el sufijo 'ïa', para presentar a la deidad como "entidad actante".
También he presentado conceptos como Makai/ Naraka, ambos hacen alusión al infierno en aspectos diferentes. El Makai es un lugar sacado del juego de Castlevania, en donde Drácula invoca a los demonios para su ejército, es más conocido como "dimensión oscura", un "infierno" en el cual el castillo puede ocultarse o puede descender para invocar a los seres de la noche (como anteriormente mencioné). El Naraka, por otro lado, es parte de la creencia del hinduismo sobre el infierno, la cual tiene una visión dantesca del mismo.
Cuando hablo de "akasha" o "mezcla akashica", hablo del concepto que refiere a lo "etéreo" de la religión hinduista, el cual se considera el quinto elemento deviniente de la naturaleza.
Főrzékely: jefe/señor Székely (es como una suerte de líder o "rey").
Székely: País húngaro ubicado en Transilvania al este de los Montes Cárpatos.
Orden Bakhüriana: es una orden fruto de mi invención, la cual se irá conociendo a medida de que avancen en la lectura del fic.
Lamento esta larga nota al inicio del prólogo, pero es para que no se extravíen en la lectura y lo vi como muy "colgada" si la ponía al final, ya que son conceptos que necesitan ser entendidos antes de la lectura.
Tengan en cuenta el cambio de narrador (hago mucho juego con eso), pasar de una tercera persona a una segunda.
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"Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él.
Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia."
(Mateo 3:13-17; N.T.)
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Medioevo, una maraña de coordenadas de espacio y tiempo interesantes para virar un poco la mirada y darse el lujo de sumergirse en aquella cuna cimentadas en creencias paganas, parasitarias y expertas en expansionismos. Cuna de valerosos héroes que recrearon la idea de "purgación magnánima", refundando gallardías en las epopeyas que dan girones en la trama, mostrándonos las hazañas y desdichas de un héroe magnífico que busca parecerse a un Aquiles, un Héctor, un Agamenón e, incluso, un Telémaco, más que a ese mesías, casto, aclamado para iluminar. Pero, parafraseando desde los términos de la Ilustración, los malditos iluminados del siglo XIV y XV purgaban las tierras entre muros repletos de vitrales con formas candorosas, arquitecturas frígidas, góticas que besaban lo barroco, construidas sobre los clavos de la crucifixión máxima, el fuego sacro, la sangre y el papiro benévolo.
MCDLXXV (1475)
El magnífico tiene a sus favoritos y, muchas veces, los seres más pequeños no son parte de ese grupo selecto de amparados por las leyes divinas. A veces, no les da la oportunidad de caminar sobre los pétalos del rosal dantesco, pero se toma el tiempo de empalarlos sobre sus espinas, adornando los tallos con su sangre y exponiéndolos al fuego de los caídos.
Cuerpos desguarnecidos de vestimenta; te contemplas desde la orilla, allí, emergiendo de aquel saliente bermellón como una flor de loto que abre sus pétalos a la nueva luz. La luz del exilio, la muerte y la destrucción. La herida suturada de tu pecho derecho supura sangre que juega con la movilidad del agua entintada, cuan rocío que resbala de las hojas de los árboles después de una leve lluvia veraniega, marcando la trayectoria de los puntos en que fue extirpado hasta perderse entre el final de tus caderas, engulléndose en el lago carmesí. Tú y tus hermanas han teñido el oleaje con su sacrificio, el cual fue ofrecido a la Madre Tierra, Bhumiäla, a la fertilidad del poder elemental al que se negaron profesar con el don de la creación. Porque, tú y las tuyas no serán parte de las filas de aquellas que siempre estuvieron destinadas a dar vida, no, ustedes serán las encarnadoras de la misma destrucción, acogidas por Yalaïa, deidad del agua y la sangre, la fuente del nuevo poder.
Ahora su memoria la subyuga, es más fuerte que el filo que amenaza su cuello; siente el eco agónico de esas niñas y sus familias que se ahoga en la bruma de la noche, en esa humareda oscura que nubla sus pensamientos, ardiendo desde la superficie, acariciando la dermis, con flamas atravesando cada capa para rozar el contacto directo con los huesos. Ese roce, ese frote despótico con sus extremidades, encaramándose a la purificación de sus almas. Madera y carne, los olores se mezclan, se evaporan. Calan en sus almas.
¿Lo sientes?, ¿lo hueles? El hedor a purificación.
—'Megmenteniőket!' ¡Sálvenlos!—una súplica inútil.
Desearás no recordar y te verás en retroceso, hundiéndote en ese lago, excitando la ira de tu Madre Tierra al abandonar tu fertilidad. Bhumiäla te perdonará, lo hará. Punta y talón, punta y talón; el bermellón vuelve a hundirte para que Yalaïa decida sacarte, o no, del fondo. Aún te niegas a recordar a Lüska quien sucumbió en la base, de quien jamás volvieron a ver su cuerpo. Yalaïala condenó a la muerte final. Pero, Iavänna sirvió como ejemplo suficiente de manumisión.
Decisiones unánimes, es hora de pagar o cobrar por ellas.
Sangre y azufre, una mezcla secular y akashica, al mismo tiempo. Creíase, por un momento, que la simple simbología hacía una jugada capciosa, en la que se alegaba sobre "el diablo" como único ser usufructuario de dicho aroma. Mas, muchos empezaron a afirmar que la muerte pronto emanaría ese hedor y que su guadaña sería empuñada por aquellos portadores de la imagen de un Cristo crucificado colgando de sus cuellos arrugados, una biblia a mano diestra y dogmas, como yugo de lo inquebrantable, a siniestra.
Madera y heno, criadero de humanos destinados a morir, inocentes. Cabezas rodaron cuando el verdugo decidió que la sentencia fuese cortar el hilo final que los uniera a la vida. Cinco forasteras capturadas por orden del főrzékely, quien si no hubiese interferido ellas estarían ardiendo en lugar de esas niñas y sus familias. Las antiguas creencias del país húngaro parecían ser de hierro, aún. Pero, el hierro se fundía más y más con el abrasador hálito de muerte que purgaba las tierras Székely.
Sus rodillas caen al suelo, le resquebraja la cordura el sonido agónico de sus lamentos, los gritos que aplastan en ecos su poca lucidez por sobre el mundo, el susurro de lo paranormal sobrepasa la fantasía del horror nocturno.
Ya no hay sonido, es sólo tu cabeza. Las hogueras, proyectan sus figuras torcidas, ¿las ves? ¡ahí están! Abriéndose paso entre las llamas, mudas, insípidas, casi famélicas. Sus caras mortecinas, quemaduras que dejan ver sus huesos, se tambalean, vienen hacia ti. De nuevo el retroceso y el baño bajo la sangre de tus congéneres. Yalaïa te arrastra al fondo, ya no hay escapatoria. Bhumiäla debe estar sintiendo celos, no te salvará.
No hay una consecución que lleve a la conexión de muertes, la purga se expandía rauda. Târgovișteacunaba la cacería entre el clero y los vicios lunáticos que preceden del poder, extendiéndose por todo el país con obras sacras llevándose la vida de miles, entre ellas, a la precursora del genocidio radical que azotará a Valaquia y sus grandes naciones, que las hará descender hasta los abismos del mismo infierno...
Yalaïa hubiese anhelado calmar la sed sanguinolenta del nuevo Diablo en prospecto...
Las imponentes esferas ambarinas del híbrido se yerguen entre el gentío a sabiendas de que aquello había sido predeterminado mucho antes de su consecución. Hay nubes en el cielo; lo siente en el aire, su padre anda cerca, el hedor a azufre lo caracterizaba. Tal espectáculo le constreñirá su poca sensibilidad, lo aniquilará en cordura y humanidad. Una lágrima recorre su mejilla, mientras la oculta de las personas que lo prescinden inconscientemente. No puede dar tal espectáculo, aunque está lejos de llamar la atención de los pueblerinos, el fuego que cala los huesos de la mujer que agoniza en la hoguera es más sugestivo. Llegó a pensar que los humanos disfrutaban de ver a los de su misma especie perecer, como si fuese una atracción o un espectáculo que los distraía de sus monótonas, febriles y patéticas vidas.
Si pudiera escuchar a la guerrera que pertrecha ambos espectáculos en las sombras, uno a base de una irrefutable premonición, el otro por presencia, encontraría el hilo de plata que azotará a la humanidad. Pero, no estaba lejos del espectáculo final y sabía que eso era solamente el inicio.
—'Tűzésvér' Fuego y sangre.
Te hundes, dejas que Yalaïa te acoja de nuevo entre sus brazos, bebiendo de su seno maternal. Prefieres la muerte, mas te deja vivir ese Naraka. Te deja sufrir bajo el ahogo, bajo esa desesperante falta de oxígeno. Contemplas ese infierno de almas clandestinas, los espectros del pasado; un lago lleno de cadáveres de aquellas que no fueron arrulladas en su seno para, al fin, unirse a las órdenes bakhürianas. Carentes de cabellos, ojos blanquecinos junto a una piel azulina; huesudas extremidades corroídas por los siglos buscan asirte al abismo, atraparte; sus bocas putrefactas, negras, se abren queriendo articular palabra alguna. No conocen el lenguaje, no son de este mundo. Cierras los ojos, terminas por ahogarte en la sangre de tus hermanas, en la sangre de los corderos malditos.
