Cuando Sirius Black cayó por el velo Harry Potter sintió algo romperse dentro de sí. Era algo frágil y relativamente nuevo, algo muy preciado y valorado. Y Harry corrió tras Bellatrix Lestrange para vengar a su padrino y familia.

Cuando Sirius Black cayó por el velo Remus Lupin sintió todo el peso de la soledad que venía con su condición. Sintió la soledad que es perder a tu último Amigo. Con A mayúscula porque Sirius Black es Sirius Black, y nunca será un amigo común. Vio que la ultima gota de esperanza caía en el pozo de la desesperación y con ella las lagrimas que querían saltar de sus ojos.

Poco después volvió a la realidad. No fueron las maldiciones, ni los mortifagos, ni el caos que le rodeaba. Fue el grito de Harry. Desgarrador y desesperado sólo se comparaba con el de un niño pequeño cuando esta asustado y quiere a su madre para que lo solucione todo. Madre que Harry nunca ha podido disfrutar y que era como una hermana para los merodeadores. Excepto para James de quien ya no podía escuchar su risa si se concentraba. Y Lupin respondió con más fiereza a los ataques de los mortifagos y cuando el hijo de sus amigos siguió a la asesina, vil criatura sin la cual estaría mejor el mundo, Remus intentó pararle. Sin éxito. Siempre sin éxito

Cuando Luna Lovegood vio a Stuby Boardman, o Sirius Black como le llamaban todos, caer tras el velo lo hizo con serenidad. Al fin y al cabo todo el mundo cae en algún momento u otro. Cuando no se levantó inmediatamente Luna supo que necesitaba ayuda para seguir. Tras esquivar un rayo verde con mucha dificultad decidió que le ayudaría más tarde. Cuando todos los mortífagos de mentes débiles y creencias cerradas se marcharan.

Y por esa razón, y no porque estará loca o viera cosas o viviera en un mundo paralelo lleno de criaturas imaginarias, cuando todo el mundo estaba buscando a Harry, a Quien-Tú-Sabes o a Dumbledore, Luna se quedó en la sala del velo, escuchando.

Escuchó muchas voces, algunas la llamaban a ella, la mayoría no. Pero la voz que buscaba Luna llamaría a Harry. Sería una voz grave, cansada y con demasiado dolor y culpa. Una voz vacía de esperanza y llena de amargura porque había fallado a su ahijado. Una voz pidiendo un perdón que sólo se podía conceder a si misma. La voz de Sirius Black.

Luna era una chica paciente, pero el mundo era u lugar que no para de girar. Así que Luna le llamó a él. Cuando contestó preguntando por Harry, Luna no dudó. Con una sonrisa misteriosa metió la mano tras el velo y tiró por los dos. Porque hay veces que hasta los más fuertes se cansan de luchar y les gana el dolor.

Lunatica Lovegood esperaba ver al mismo hombre que había caído, ávido por salvar a su ahijado y demasiado impaciente como para darle las gracias. Muy pocas cosas te toman por sorpresa si tienes mucha imaginación.

Lo que no se esperaba era un chico de su misma edad, ávido por salvar a su ahijado y demasiado impaciente como para pararse con un sincero gracias. Tampoco esperó el tirón que la empujó tras el joven Sirius Black, que seguía con ojos atormentados aunque su cuerpo se haya recuperado de las represalias de Azkabán.

Bueno. Pensó Luna. Seguro que hay una madriguera de Nargles en Azkaban. O son criaturas simbióticas con los dementores. Lo consultaré con mi padre para el siguiente número de "el Quisquilloso"