Emmm Holix de nuevo! Les traigo la adaptación de un maravilloso libro "El Beso de Plata" que no es mío, le pertenece completamente a Annete Curtis Klause, solo que leyó mi mente y me robo la idea xD. Espero les guste, además que la pareja es única en su especie, si se atreven a leerlo, seriamente gracias! Y adelante!
El Beso de Plata
Capítulo I: Sayori
La casa estaba vacía. Yori lo supo en el momento en que entró. Solamente el tictac de un reloj en la cocina desafiaba el silencio.
El temor se apoderó de ella de nuevo. Mami, pensó ella como si fuera una niña. ¿Estás de nuevo en el hospital o peor? Dejó su maleta escolar en el corredor y, olvidándose de que la puerta estaba abierta, se dirigió lentamente a la cocina, con temor de ver qué mensaje le esperaba. Había una nota en el refrigerador:
Estoy en el hospital. No te preocupes. Prepárate la comida que yo vuelva cuando pueda.
Te quiere, Papá
P.D. No me esperes despierta.
Arrugó la nota y la arrojó al basurero, pero no encestó. Resopló con rabia. Parecía que últimamente todas las conversaciones con su padre tenían a un banano de imán en el refrigerador como intermediario. El banano habla, pensó ella. Defendía el refrigerador y evitaba que ella lo abriera. De todas formas no podía comer.
La llamaban "Yori el pájaro" en el colegio. Siempre había sido flaca, pero ahora se le veían los huesos, y las muñecas y coyunturas reflejaban su angustia. Se veía tan flaca como su madre que estaba en el hospital, inválida por el cáncer. Muerte por identificación, pensó en ella medio en broma, medio en serio. Al fin y al cabo, siempre le habían comparado su madre, tenían los mismos ojos marrones profundos, el pelo algo corto y un poco rubio con ondas y una piel algo dorada, pero que se sonrojaba ante cualquier estímulo. ¿No sería irónico si ella también muriera, desapareciendo al mismo tiempo que su doble?
Yori salió de la cocina sin saber que hacer. ¿Cómo podía lavar los platos o limpiar el mesón sin saber que ocurría con su madre en el hospital? Se quitó el abrigo y lo dejó sobre un asiento. Su papá le insistía en que todo estaría bien, pero ¿y si algo sucedía y ella no estaba ahí simplemente porque él no era capaz de admitir que mamá seguramente moriría?
Se estiraba la camisa, jugaba con el pelo; las manos no dejaban de moverse. Ya debería estar acostumbrada, pensó. Llevaban más de un año en esta situación: largas estadías en el hospital, cortas estadías en casa, semanas de esperanza para después verla recaer y las curas eran peores que la misma enfermedad. Y es que acostumbrarse tenía que ser un pecado, pensó ella. Antinatural, no puede uno acostumbrarse porque eso sería como ceder.
Se detuvo en el comedor que estaba escasamente adornado con una antigua mesa plegable y asientos que combinaban casi todos, pero las paredes eran una exposición en honor a la vida de su madre. Exhibían un grande grupo de óleos grandes, alegres y llamativos por Aoi Wakaba; cuadros cargados de emoción desbordada, llenos de gente riéndose que saltaba, daba vueltas y cantaba. Como mamá, pensó Yori; como ella fue. Era en eso en lo que se diferenciaban, porque Yori escribía poesía silenciosa llena de obscuridad y preguntas. Además no es buena, pensó ella. Yo no tengo talento, es ella. Yo debería ser la enferma; ella tiene mucho mas para ofrecer, mucha más vida. Tú eres oscura, le decía a veces su madre sorprendida. Tu eres un misterio.
Quiero ser como ellos, pensó casi rogando mientras tocaba la pintura para sentir las pinceladas y tratar de absorber algo de su calidez.
La sala era fresca y llena de sombras. Los reflejos de luz en el techo, que veía a través de la ventana, se parecían a la luz jugueteando en el agua y los colores pálidos recordaban los mundos bajo el mar. Tal vez encontraría algo de paz allí, y se recostó en el sofá.
Solamente disfruta del espacio, se dijo a sí misma. El espacio siempre ha estado aquí y que siempre estará; el espacio que no a cambiado. Voy a simular que tengo cinco años; mamá está preparando comida temprano porque salen a una fiesta y Rissa-chan vendrá a cuidarme. Dentro de un rato iré a jugar con mi casa de muñecas.
Claro que esto no duraría, entonces decidió abrir los ojos y estirarse. Sus dedos agarraron el periódico que aún estaba regado en el sofá. Lo miró con poco interés, pero el titular gritaba: MADRE DE DOS FUE ENCONTRADA MUERTA. Su estómago se revolcó. La madre de dos encontrada muerta, pensó amargamente. ¿Porqué no la madre de todos? No pudo evitar seguir leyendo. La garganta había sido cortada, decía el artículo, seca por la ausencia de sangre.
-Esto es absurdo- dijo en voz alta. Sus dedos apretaron el papel en rechazo. Arrojó el papel, con mucha dificultad se levantó del sofá y se dirigió a su cuarto.
El teléfono sonó antes de que llegara a las escaleras. Titubeó un instante pero corrió hacia el teléfono de la sala y lo levantó. Era una voz familiar, pero no la de su padre.
-Yori-chan es horrible- Yuuki, su mejor amiga, gritaba en la línea con un poco de dramatismo. Debería ser reconfortante.
-¿Qué es horrible?- Pregunto Yori con voz entrecortada y el corazón latiéndole con fuerza. ¿Acaso el hospital había llamado a la casa Kuran por no haberla encontrado a ella?
-Nos vamos-
-¿Qué?- Hubo un momento de confusión.
-A papá e dieron el trabajo en Nueva York.
-¿Nueva York? Por Dios, Yuuki. Venus.
-Casi.
Yori se sentó en el asiento que había al lado de la mesa del teléfono. No era su papá, La muerte no llamaba, pero…
-¿Cuándo?- le preguntó
-En dos semanas
-¿Tan rápido?- Yori enredaba y desenredaba la cuerda del teléfono. Esto no está sucediendo, pensó
-Lo necesitan inmediatamente. Viaja esta noche. ¿Puedes creerlo? Va buscar una casa apenas llegue, o algo estilo americano, un departamento. Cuando llegue a casa, Kaname buscaba compañías para hacer el trasteo.
-Pero tu dijiste que tu papá no estaba seguro.
-Eso te demuestra lo mucho que me cuenta, ¿No crees? Kaname si sabía.
Yori buscaba algo para decir. ¿Cómo hacer para detener esto? ¿No estaba asustada con lo rápido que estaba sucediendo?
-Oh, el cree que es genial. Ahí hay un ambiente citadino y podrá salir a todas los bares y discos y también podrá acostarse con las zorras que quiera, zorras neoyorquinas por supuesto.
¿Que acaso Yuuki siente celos?
-¿Y que dice tu mama?
-A mama no le importa si nos vayamos a la Atlántida, con tal de estar con papá.
Hubo un gran silencio, Yori suspiró- Con que Nueva York
Yuuki gimió –Lo sé, es horrible, quiero quedarme aquí, no estoy preparada para la "ciudad que nunca duerme" yo tengo mucho sueño, vivo adormilada, tu lo sabes.
Yori lanzó una pequeña risilla, era verdad.
-Y que tal si me podría quedar contigo- añadió para no perder la esperanza.
-Preguntaré- Dijo Yori, pero ambas sabían que en ese momento era imposible.
-¡Neh!
¿Qué voy a hacer?, pensó Yori.
-Puedes visitarme- sonaba como una sugerencia patética, de Fukuoka a Nueva York.
-¡Gran cosa!
-Lo sé
-¿Puedes venir? –Preguntó Yuuki.
-No, es mejor que me quede aquí.
-¡Oh, oh! ¿Pasó algo malo?
-Ella está de nuevo en el hospital.
-Ay, maldita sea.
Aquí es cuando Yuuki se silencia, pensó Yori. ¿Porqué no podemos hablar del tema? ¿Porqué se tiene que aislar cada vez? Es mi mejor amiga maldita sea, no como los tontos del colegio que sienten vergüenza de solo mirarme. Buscó algo más para decir y mantener a Yuuki en la línea.
Aún mas silencio.
-Escúchame- dijo Yuuki- realmente no tienes muchas ganas de hablar. Llámame cuando tengas noticias. ¿De acuerdo?
No, eres tu la que no quiere hablar, pensó Yori, pero en cambio se encontró diciéndole-Ajá.
-De acuerdo. Hablamos mas tarde- sin embargo no colgó- Escucha Yori, te quiero y todos esos sentimentalismos. Como hermanas, tú sabes- lo dijo atropelladamente, para disimular su timidez-Llámame.
-Claro- sonrió Yori con una mueca. No hablarían de eso-Adiós.
-Adiós, Yori-chan. Mantente fuerte-susurró Yuuki antes de colgar.
A ella si le importa, se dijo Yori a sí misma. Simplemente no sabe como manejarlo. ¿Y quién sabe?. Pero de todas maneras Yori estaba molesta. Antes siempre podían hablar. Generalmente Yuuki escojía el tema, pero podían hablar. Ahora Yuuki se hiba. ¿Acaso era el fin del mundo? Eran amigas desde siempre ¿Qué tenia de malo dejar las cosas como antes? ¿Por qué tienes que cambiar todo? Quería gritarle a un Dios que ella tampoco estaba segura de que existía ¿Me estás castigando? ¿Qué he hecho?
Todo esto la tenía cansada. Necesito una siesta, decidió. Subió la escalera consciente de que el sueño le había reemplazado la comida últimamente. Se acostó sobre el edredón para escapar por un rato.
Se despertó de un brinco luchando con los sueños y reconoció ruidos que podrían venir de la puerta principal o de su propia puerta, cerrándose. Se levantó aún cansada y bajó las escaleras. Escuchó toda clase de sonidos que venían de la cocina. Entró y encontró a su papá preparándose un tazón de cereal. La miró pálido y con ojeras.
-Maldita sea Yori, la puerta estaba abierta.
Discúlpame papá. Seguramente se me olvidó. No había nadie. Me asusté y encontré la nota- ¿Cómo se le pudo haber olvidado la puerta?
-No puedos simplemente dejar las puertas abiertas, Yori. Por Dios Santo, lee los periódicos
¿Periódicos? Pensó ella. ¿Estaba hablando del artículo? ¿Porqué mencionarlo? ¿Porqué mencionarlo? ¿Por qué la molestaba? A él no le importaba.
-Yo estaba aquí.
-Lo sé, ví tu maleta. Revisé tu cuarto- su voz se calmó-¿Durmiendo otra vez Yori? ¿Acaso no estas duermiendo de noche?
Ella no contestó. Si él estuviera algo de tiempo en casa lo sabría.
Ver el cereal de él le hizo dar hambre finalmente. Buscó en el refrigerador y encontró una cacerola con atún que había traído Haruki, la amiga de su mamá, hacía tres días y que seguía intacto con los bordes que empezaban a dañarse. Haruki era una persona querida y generosa, pero no sabía cocinar. Yori guardó la cacerola y se sentó con su papá a comerse un tazón de cereal. Pensó que podría resistir el cereal.
Su papá la estaba mirando. De repente se arrepintió de haberse molestado. Se veía tan triste y no era su culpa si tenía que pasar tanto tiempo en el hospital y en el trabajo para poder pagar un cuarto privado. Tal vez si toda su familia no estuviera en Tokio, sería mas fácil para el. Me podría dejar ayudar más, pensó ella, pero sabia que le hiba a responder: puedes ayudar al no permitir que tu mamá se preocupe.
-¿Cómo está mamá?- apenas si se atrevió a preguntar
-No muy bien está vez, amor. Sigue tratando de mantener fortaleza, pero se debilita cada vez más.
-¿Se va a quedar? –por favor dime que no, pensó Yori
-Sí, algunas semanas. Tal vez más.
Yori vió la mirada de dolor en su rostro y las lágrimas que intentaba esconder. Tal vez por siempre, pensó ella. Sí, esta vez por siempre, pero el no se atreve a decírmelo.
Los dos comieron en silencio y mecánicamente. No disfrutaban el momento, sólo estaban cediendo ante la necesidad física. Su papá se había convertido en el nuevo Eisuke Wakaba, el hombre cuya esposa se moría poco a poco y a quien se le había olvidado que tenía una hija.
Varias veces trató de hablar, pero las palabras se le atascaban en la garganta.
-¿Papá?- logró decir con esfuerzo.
-¿Hmm?- su mirada era distante.
-Papá, sobre Yuuki.
-¿Qué pasó? ¿Tuvieron alguna pelea?- respondió vagamente.
No estoy en primaria, quería gritarle, pero le dijo en tono suave y cuidadoso:
-Se muda.
De repente estaba casi llorando. Todo lo que quería era que la abrazara y es que lo necesitaba tanto…
-Oye, eso es emocionante- le dijo sin entender lo que ella necesitaba. Continuó sorbiendo su leche sin darse cuenta.
Logró contener las lágrimas. Un nudo en la garganta se le formo y quería gritar. ¿Dónde estaba el papá de antes que la habría escuchado y tratado de comprender? Él no siempre entendía como su mamá, pero al menos intentaba. Me imagino que debe estar por ahí, en alguna parte, pensó Yori. No lo intentó de nuevo; su vida estaba ya destruida para que ella le añadiera mas problemas.
Mamá si sabria que decir, pensó ella; incluso ahora. Si solamente la dejaran visitarla por más tiempo. Parecía como si en el momento en que tenia claro lo que tenía que decirle, la estaban sacando de nuevo. Nadie la escuchaba.
-Salgo un rato a caminar-dijo ella abruptamente. Si no salía de ahí iba a gritar. Tomó su chaqueta del closet- Adios!
-No te demores- dijo su padre
¿Acaso no se da cuenta d e que horas eran? Se preguntó a si misma mientras caminaba. Casi las diez, ¿Acaso no le preocupaba lo de los periódicos?
La noche estaba limpia y dulce como las manzanas. Una luna gibosa colgaba gorda y brillante. Se dirigió al parque mas cercano. Era un terreno en la esquina de una calle con algunos arboles y una gruesa masa de arbustos cerca al centro. Había unos columpios, un rodadero, un balancín y tres muy maltratados animales sobre resortes, que te sacudían hacia adelante y hacia atrás como si estuvieras borracho hasta que tu trasero estaba demasiado dolorido para sentarte en ellos.
A Yori le encantaba venir tarde y recorrerlo aún después de que los muchachos se habían ido a su casa. No quería que llegara el momento en que la comunidad, buscando la seguridad, colocara las luces para alumbrar mejor el parque. A ella le gustaba como estaba ahora, con las pocas luces que formaban piscinas de oro en las sombras misteriosas.
Tenía tres bancas pesadas para escoger, y se acomodó en su favorita. Miraba hacia la estructura ubicada justo en el centro del parque. El pequeño y hermoso quiosco siempre le había fascinado. Estaba rodeado como un carrusel y sus lados siempre abiertos apenas parecían paredes. Siempre estaba pintado de blanco y le recordaba un diminuto palacio de una historia de la India. Ella había escuchado que anteriormente que una banda tocaba ahí en las tardes del domingo; ahora los niños lo usaban como refugio cuando llovía. Cuéntame tu historia, pensó ella.
La luz de la luna alumbró el quiosco delineándolo de un color plateado, pero una sombra que no hacía parte de las sombras naturales se escondió adentro. Se asustó. Agarró el borde de la banca y se inclinó hacia adelante para distinguir quién estaba acercándose en la oscuridad. Vió a alguien adentro.
Una figura desprendida de las sombras. La boca se le secó. Madre de dos encontrada muerta, pensó. Caminó hacia la figura y se colocó bajo la luz de la luna en el lado mas cercano; por un momento pensó en correr. Después le vió la cara.
Era joven, mas niño que hombre, flaco y pálido, parecía un duende bajo la luna. Observó el rostro y se conjeló como un venado frente a un rifle. Quedaron atrapados en sus miradas. Sus ojos eran violeta, llenos del campo y las estrellas, pero su cara estaba pálida, casi tanto como su cabello claro.
Se dio cuenta, casi con desesperación, de que era hermoso. Las lágrimas que aparecieron en sus ojos rompieron el hechizo y el se fue corriendo, mientras ella se sentaba a llorar por todas las cosas perdidas
Ok, Gracias por leer, Ya no más subo la conti! Espero que les haya gustado! n_n
