Cap. I El fuego desvanece a la escarcha.

"Dicen que hay una princesa encantada en lo más alto de la montaña".-Escuchó decir en una taberna de mala muerte pero muy viva debido al ajetreo que tanta gente causaba.-"Tentativamente una bruja que guarda un gran tesoro ahí dentro"

El olor a ebrio ya no le causaba náuseas se había acostumbrado tiempo atrás, odiaba sin embargo, el murmullo inevitable de la decadencia.

"Si yo subiera hasta allá sería tan rico...-Una risa estruendosa se escuchó después de esa frase.

"¿Y qué debes hacer para serlo?.-Inquirió una segunda voz.

"No lo sé, probablemente tendría que matarla".-Respondió con una naturalidad fría.

"¿No sería más fácil si sólo la rescataras?.-Dijo escéptico.

Tomó el casco de su pesada armadura y se dispuso a marchar, había tenido suficiente.

"No seas ingenuo Olaf, muchos han intentado justamente eso".-Replicó el caballero rubio antes de dar un gran sorbo a la cerveza espumosa.
"¿Y luego?".-
"Pues ninguno ha vuelto"

La vida era un ir y venir entre las praderas gélidas, entre las pesadas cumbres de tierra muerta, había visto tantas cosas, vivido otras tantas, pero siempre aquella moral relajada en los hombres prevalecía, hiciera lo que hiciera. No tenía necesidad de llevar a cabo aquellas empresas así como hacer ninguna otra cosa, su familia era acomodada, incluso más que aquello, el status de su sangre era un peso mayor que el metal sobre su cuerpo, pero era mejor así, vagar sin rumbo fijo no era garantía de que se había perdido, o eso escuchó decir a un supuesto sabio, no tenía duda, sin embargo, de que lo estaba.

Se detuvo en la helada puerta, el camino era más fácil que aquellas ominosas historias que lo describían. Sabia por ello mismo que entre más sencillo era el principio más trágico podría resultar el desenlace, sin reparar en las buenas costumbres abrió con esfuerzo aquella entrada, no vio en su interior gemas orínicas, ni oro brillante, sólo un ridículo salón natural conformado de hielo, y en su centro un podio mediano que sostenía encima de sí un libro grande.

-¿Así qué has vuelto?.- Escuchó una voz suave que resonó en la antesala.-Otro guerrero que ha vuelto por las joyas preciosas. ¿No es el humano un animal que traiciona?

La figura de una mujer se formó detrás del libro

-Uno viene, desiste y entristece- Cantó con cinismo, su cabello rubio sujeto en una bella trenza la cual caía a su costado resaltaba con su piel casi tan blanca como la nieve de la misma montaña .-Otro regresa, falla y vuela.-Hojeaba con avidez el tomo bajo sus dedos..-Muchos vienen, nadie se queda, la bruja sigue en su riqueza.-Paró un momento.-¡Oh! Éste es mi favorito, no tengo muchas oportunidades de repetir los hechizos con los viajeros... Así que...-Se aclaró la garganta- Dime pobre guerrero... ¿A qué se debe este encuentro?.-Bajó del centro y se dirigió con una sonrisa amable.-¿Deseas el éxito? ¿La riqueza? ¿Quieres poder? ¿Si te dijera qué cumpliría un deseo... qué elegirías de todo esto? ¿A qué has venido, caballero?

A quien aludía dejó caer el lastre de su espalda y su mano enguantada desenfundó con rapidez una espada larga que se adornaba con grabados delicados, la joven bruja le miró con unos ojos azules curiosos, pero para su sorpresa dejó caer el arma y quitó de su cabeza el yelmo plateado.

Los cabellos largos y rojos ondearon por el movimiento.

-He venido a morir, su alteza.-Dijo con claridad la mujer mientras se arrodillaba.

La sonrisa de la hechicera se esfumó como arte de su magia.

-¿Qué has dicho?.-Inquirió con extraña voz, su semblante aun anteriormente frío se había endurecido.

-He escuchado en una taberna lejana que esconde un tesoro en su regazo, mi señora, y le mentiría si afirmara que eso me ha traído hasta aquí, aseguro con arrogancia prudente que lo que poseo es mil veces más de lo que presumen sus leyendas.

-¿Es entonces que lo tienes todo?-

-Más bien es que nada de aquello me interesa.- Respondió con premura-Mi atención fue llamada por el sutil detalle de que quien se atreve a verle, nunca regresa, he venido con la esperanza de que su poder haga en mí esa proeza.

La rubia apretó la mandíbula y los puños con rabia.

-No sé qué es más osado, que quieras adrede apagar tu vida o que me hables con rimas infantiles.-Suspiró y llevó a sus cienes las manos-Vete, no hay lugar para ti aquí, ni pretendo cumplir tus caprichos, vivo sólo para cumplir los míos.

-No es mi intención molestar, pensé que quizá su poder tendría misericordia.

-Pese a todas las cosas que se dicen de mí, ¿esperabas de verdad que la tuviera?

-Se me enseñó que de las virtudes, la esperanza es la más longeva.

-De acuerdo, basta de rimas.- La pelirroja quiso hablar pero la bruja la detuvo-No me interesa si yo te hablé con ellas al principio de tu visita, es parte del encanto y tú en definitiva no lo tienes...Muchos habían venido aquí antes, pero nunca me había tocado una idiota...Así que vete...-La mujer de cabellos rojizos sintió un vacío en su pecho, sus extremidades le hormigueaban por falta de descanso, no quería pensar que su esfuerzo, aunque no fuese considerable, no sería tomado en cuenta.- Pero...regresa mañana o quizá pasado. Se me ocurrirá seguramente algo divertido.

La doncella le sonrió.

-¿Está considerando la negación que sentenció al principio?

-Tentativamente.-Le contestó con desgana.

-¡Me hace tan feliz señora!.-Gritó con sincera alegría y se levantó para tomar su mano, sin embargo una ráfaga de hielo se formó de inmediato y golpeó su cara.

-Nada de señora, nada de dar la mano.

-De acuerdo.-Dijo sobándose la mejilla.-

-Y largo de aquí, no quieres que cambie de parecer y te mate ahora mismo.-Dio un manoteo al aire.

-En realidad sí quisiera.

La mirada fulminante que le dirigió la rubia la hizo enmudecer.

-Largo de aquí si quieres que te reciba nuevamente.

-¡De inmediato! Sus deseos son órdenes.

-Si por mí fuera desearía que te mueras lejos de aquí.

-Es... Un poco más complicado que eso .

-Me lo imaginé, aparte de idiota una cobarde.

-La veré mañana... O quizá pasado.-Corrigió cuando vio dudar a la bruja.-Probablemente quiera más tiempo.-Recogió su espada y la guardó con un suspiro, tomó la bolsa de cuero y la amarró a su espalda, vio el yelmo en el suelo y con poca habilidad volvió a ponérselo, sin decir cosa alguna le dio la espalda.

-¿Cuál es tu nombre, viajera?.- La pregunta hizo que se girara en sus talones para verla.

-Anna.. ¿Y el suyo es...?

-¿Te atreves a exigir el mío?

-Bueno, supuse que era una presentación y creí que...

-Con las brujas uno no puede creer nada.

Anna alzó las manos en signo de derrota, quiso decir algo pero se lo guardó muy bien, no quería que aquella mujer no le permitiera nuevamente la entrada, se despidió con una reverencia.

Vio otra vez la puerta de hielo traslucido, diviso el camino hacía el lejano pueblo, viajó durante dos días y no había dormido, sin embargo las piernas las sentía ligeras aunque su estómago le reclamaba bocado.

-Elsa.

Los pasos de la extranjera se detuvieron.

-Elsa, la bruja de escarcha.

No la miró, no dijo nada más, sólo siguió caminando con una sonrisa que pese a todo el poder de la magia, la rubia no pudo ver, ni de lejos, adivinar.