Era luna llena, aquella luna mítica a la que le podías pedir cualquier cosa y está cumpliría tus deseos. Era esa misma luna que lo habia acompañado desde siempre, su única amiga.

Era otra de esas noches oscuras en las que había tenido que escapar de aquellas criaturas de cuatro patas y colmillos gigantes que lo perseguían. Sin embargo, no creía que iba a poder llegar más lejos cuando su pata se encontraba lastimada.

Eran frías aquellas calles, aquellos seres de dos piernas sólo lo miraban y se alejaban, nadie le quería dar ayuda. Sabía que ese muy pronto sería su fin. Sabía que no podría seguir aguantando aquel dolor. Se dejó caer, su vista estaba borrosa, podía escuchar aquellos ladridos, aquel sonido de sus patas acercándose a él.

Sintió la respiración de aquellos animales cerca de él. Prefirió cerrar los ojos, ya no había escapatoria. O eso creía cuando escucho una suave voz y estos mismos se alejaban asustados. Abrió los ojos para encontrarse con ese par de ojos esmeraldas, el más hermoso color que nunca en su vida ha visto.

Maulló adolorido. Vio el rostro angustiado y triste de esa hermosa chica. No podía mover su cuerpo, se sentía pesado. Sintió ese dulce aroma de ella inundando sus fosas, sintió sus dulces brazos rodearle y escucharla caminar apresurada.

Si esa sería su forma de morir, no estaría nada mal. Terminar su vida en los brazos de esa hermosa criatura, la única que se había detenido en ayudarle.

-¡Por favor no mueras!

Un grito lejano y la oscuridad invadiendo su visión. Gritos de desesperación y un sólo deseo que le quería pedir a su amiga luna. Poder disfrutar más de su vida estando al lado de ella.