Disclaimer: Los personajes de Kuroko no Basuke no me pertenece, pertenecen a Tadatoshi Fujimaki, si me pertenecieran, bueno, posiblemente sería un bello descontrol.
Su sonrisa, aquella que parecía perpetua, se tornaba opaca con el pasar de los minutos, aún así jamás dejó de mirarlo a los ojos.
-Tengo que irme Aominecchi, es la hora
Tan pequeños, tan ingenuos, y sin embargo les tocaba experimentar una despedida a tan temprana edad, un dolor dulce.
El blondo habló y era como si las palabras no quisieran salir de su boca, como si se aferraran a algo en su interior y lucharan por no pronunciar esa palabra que una vez pareció tan lejana e inalcanzable. El aire era pesado y hacía frío, en una habitación con calefacción, hacía frío.
Sus pestañas largas se movieron dos veces, escondiendo escasos segundos esos ojos miel que lo hacían parecer el Principito japonés, reprimiendo lágrimas que amenazaban con salir, pero ésta vez se había jurado que no lloraría como siempre solía hacer.
-No, no puedes irte, ¡Quédate! ¡Al menos por esta noche! -El niño en frente del pequeño blondo exclamó no creyendo lo que estaba escuchando. Habían pasado cinco años desde que Kise Ryöta había aparecido en su monótona vida pintándola de colores con aquella contagiosa sonrisa en su rostro. Al principio le pareció molesto, pero con el pasar de las horas de aquel bendito momento, aquel niño despertó una parte de él que tenía dormida y Aomine Daiki ya no estuvo más solo.
- Si te quedas, te prometo que jugaremos un uno a uno
Su vocecita sonaba vencida y desesperada.
-De verdad quisiera quedarme, pero ya tienes diez años, ese es el tiempo que se me otorgó
Por otro lado, la sonrisa del blondo se amplió y una risilla traviesa se escapó al aire
-La próxima vez que juguemos un uno a uno voy a vencerte Aominecchi. Gracias por haberme enseñado a jugar basketball, aprendí a amarlo y es tu culpa, Aominecchi es increíble
-¡Deja de decir cosas tan vergonzosas, Kise! Seguro es todo una broma para que te deje ganar ¿verdad?
-Oi Aominecchi ¿por quién me tomas? ¡No me gustaría que me tengas piedad en un asunto tan serio como ese!
-Nunca lo hice, tú eres débil por naturaleza
-¡Qué cruel!
El puchero que adornó la piel de porcelana del rubio fue suficiente para que el pequeño de cabello azul volviera a sonreír burlonamente, aún así, su pecho sentía una extraña sensación.
-Entonces ¿quiere decir que no nos veremos más? ¿No más partidos?
Llevó una de sus manos a su torso y se frotó la zona afectada, Kise notó dicha acción y le imitó.
-¿Tú también lo sientes? Es como si doliera...
-¿Estaremos enfermos? ¿Me voy a morir? Mi abuelo murió de un ataque al corazón
-Heh eres tonto Aominecchi. Eso quiere decir que estás triste
-¿Entonces tú también estás triste? Tu sonrisa se ve extraña, es como cuando peleamos y fingías que todo estaba bien
-Sí, yo también estoy triste. Pero ¿sabes? nunca me olvidaré de ti
Era un esfuerzo sobrenatural por no llorar, por aguantarse las ganas de salir corriendo y aferrarse a su mejor amigo con todas sus fuerzas y quedarse a su lado por siempre y para siempre. Nadie le dijo que su misión iba a ser tan difícil.
-No te vayas, Kise
-Gracias por no hacerle caso a los demás cuando decían que yo no existía
Y al final de aquella frase, fue como si el sol resplandeciera en aquella sonrisa que vio por última vez antes que la puerta de su habitación se abriera.
-¡Kise no te vayas!
-Daiki ¿qué sucede aquí? ¿Por qué estás gritando?
La mujer de cabello oscuro se posó frente a su hijo frunciendo el ceño y con ambas manos en la cintura. Ella había sido la primera en notar a Aomine hablando con Kise a la edad de 7 años (dos años después de su aparición) y también había sido la primera en encargarse de que su hijo volviera a ser ''normal'' llevándolo a un psicólogo infantil constantemente, pues si su querido hijo seguía con aquella idea, todo ese asunto en algún punto le iba a impedir cumplir sus tareas y compromisos cotidianos.
Después de gritarle y asegurarle una y mil veces que Kise existía y era su mejor amigo, Aomine decidió mentirle a su madre diciendo que Ryöta se había ido, aunque al rubio al principio no le gustó nada la idea y terminó llorando abajo de la cama del niño de piel más oscura. Ah, imposible olvidarse esa noche y de cómo le había costado encontrar al de menor estatura, hasta que sus sollozos lo delataron.
¿Tal vez fue aquella vieja mentira la que borró a Kise? Porque cuando volvió a mirar en la dirección en la que unos segundos atrás el de hebras doradas estaba, ya no había nada. El dolor en su pecho se convirtió en un nudo en la garganta que no lo dejó hablar, que le obligó a ignorar a su madre mientras caminaba hacia su cama. Lo único que quería era cubrirse con frazadas y cerrar los ojos con fuerza hasta caer dormido. Tal vez si lo hacía, tal vez si Aomine repetía el nombre de su mejor amigo en su cabeza mil veces, Kise volvería a aparecer mañana por la mañana, y jugarían a patearse bajo las sábanas, o iniciarían una guerra de almohadas antes de ir a la escuela como solían hacerlo de vez en cuando.
Aomine gritó ese nombre mentalmente una infinidad de veces mientras sus mejillas se humedecían con lágrimas saladas rodando lentamente.
Al otro día, despertó sintiendo más frío que la noche anterior. Qué cruel es el mundo, incluso para los niños también.
Veinte años después.
-¿Qué demonios haces aquí tan tarde? Oi Tetsu ¡tú también!
-¿Una reunión... improvisada? Deja de quejarte y agradece que vinimos a pesar de la tormenta
Kagami y Kuroko se encontraban en las puertas de su apartamento con un par de bolsas en las manos y el cabello ligeramente húmedo, viejos amigos de la infancia que veía muy poco debido a la falta de tiempo por el trabajo del trío, pero vamos, eran las diez de la noche, y Aomine necesitaba descansar e ir al teatro del que era dueño para organizar una de sus obras. Qué oportunos.
Dando paso a la pareja, el de piel bronceada colocó el dedo índice en su oído y hurgó infantilmente, vieja costumbre que jamás se iba con el pasar de los años.
Una tenue sonrisa se posó en el rostro del más pequeño, Kuroko Tetsuya, mientras dejaba las bolsas en la mesita más cercana cerca de los sillones.
-Kagami-kun y yo decidimos que era importante una despedida de soltero, mañana ninguno de nosotros tiene obligaciones y este fue el único horario que encontramos libre para visitarte Aomine-kun.
-¿Já? Díganme que trajeron chicas con grandes pechos y me olvidaré que son las diez de la noche y que me he comprometido
-Ahomine, eres un idiota
Ahora era el de cabello carmín y negro quién negaba con la cabeza mientras podía asegurar sentir una venita palpitando cerca de la sien. Aomine era un malagradecido, un inmaduro, y algún día Kagami iba a patear su trasero. Lo malo era...
-Habla cuando puedas vencerme en un uno a uno, Bakagami
No importaba cuántas veces se enfrentara a él, Aomine era una bestia en la cancha de basketball. Bestia en el buen sentido, claro, amaba ese deporte, había nacido para ser jugador de baloncesto, o tal vez ese deporte había nacido para él ¿quién sabe?, pero la adrenalina que sentía al driblar o encestar era indescriptible. Lo llenaba enteramente.
Hay pocas cosas que uno disfruta hacer en la vida, pero también existen los compromisos, las obligaciones. Aomine a muy temprana edad había decidido seguir los pasos de su familia y se dedicó a ser escritor. No se puede decir que lo disfrutaba plenamente, pero el sueño de ser jugador profesional no se le fue puesto como una opción, entonces se aferró a la herencia familiar, y no le iba mal.
Volviendo a la luz y a la sombra, como se hacían llamar, aquel dúo se había convertido en lo más importante para Daiki a la edad de once años en adelante, aunque Kuroko y él se conocían incluso desde antes, cuando Kise vivía con el futuro esposo. Aún así, Aomine era orgulloso y su personalidad había cambiado con el pasar de los años.
Ignorando el pleito que comenzaba a formarse entre los dos más altos, el de cabello celeste se deshizo de las bolsas y mostró, para llamar la atención de ambos, con su indescifrable y usual expresión, una botella de sake lista para el trío. Aomine sonrió de lado y supo que esa noche iban a emborracharse, pero no le importó. Era una buena oportunidad para festejar, no su compromiso, sino el reencuentro con sus viejos amigos.
N/A: Es mi primera vez publicando aquí, y estoy realmente nerviosa. La historia estará basada en una película que vi hace unos días una noche en la que me encontraba desolada y aburrida, lamento decir que no la vi desde el principio es por eso que el comienzo de esta historia sucedió de esta manera, no creo que me haya quedado angst, porque creo que soy pésima con eso, no lo sé, nunca lo he intentado (pero lo disfruto porque soy un poco masoquista y lloro... lloro un río, especialmente cuando se trata de mi OPT, AoKise) de todos modos, creo que será romántica y con un poquito de humor (lo intentaré). Si tienen ideas, las leeré con gusto, estoy dispuesta a agregarlas si encajan con la historia~ :3
En el próximo capítulo, si todo sale bien con éste, sale Kise, yay, mi pequeño bebé.
Si estoy haciendo algo mal, por favor, notificarme, y pues, un review sería para mí como ganar la Winter Cup (?
Si llegaste hasta aquí, muchas gracias por leer~
