NOTA: Esto tiene una divergencia con el canon. Son patinadores, Viktor es el mejor, Yuuri lo admira, pero cambié unas cosillas para poder hacerlo un AU de cafetería y ver ¿Qué pasa si se conocieran en Detroit? ¿Y si Viktor estuviese lesionado? Espero les guste

1. Expresso amargo

Luego de la lesión en vertebral, el médico había sido muy claro con que debía comenzar a tomarse las cosas con calma. Para Viktor Nikiforov, eso era casi como enterrarlo vivo. Ya tenía 27 años, no era una primadonna de quince años como próximamente sería Yuri Plisetsky, ya no podía andar haciendo mil saltos imposibles y esperar que nunca pasara nada. Y no era como que no supiera de lesiones. Viktor siempre en su afán de llegar más allá y sorprender, desde que comenzó a competir en su adolescencia, la había cagado un par de veces: se había torcido el brazo al intentar frenar una caída, había tenido errores de rotación al girar y había caído sobre su rodilla lesionándola en al menos tres ocasiones, pero con ejercicios y terapia había salido adelante. (1)

Esta vez, sin embargo, la lesión de su espalda lo había obligado a salirse justo antes de poder competir en el campeonato mundial para someterse a una cirujía y luego de eso le habían recomendado alejarse un tiempo de las pistas: "Reposo y ejercicio moderado". El problema es tener que llegar a una casa donde solo lo espera Makkachin, mirarse al espejo y preguntarse ¿Quien es Viktor Nikiforov cuando no patina? ¿qué tiene el mundo que ofrecer para él si no puede competir?

Se dedicó a viajar un tiempo, siempre quiso conocer bien las ciudades que apenas había visitado durante las competencias; sacándose selfies para mostrarle al mundo - para convencerse- de que su vida aún seguía siendo interesante. Entonces una noche, mientras estaba Sicilia dando un tour por vinerías, Mila le envió un link de un joven patinador japonés que entrenando en Detroit había replicado un antiguo programa suyo para mostrárselo a sus amigos. El video lo había subido el patinador tailandés Phichit Chulanont. Ese que hizo a sus dieciséis años cuando ganó por primera vez la medalla de oro en el Grand Prix Final. Desde su habitación de hotel, acostado con Makkachin no pudo evitar fascinarse con la idea de que alguien estuviera dándole vida a algo que él creyó olvidado. No quiso racionalizar. Porque el Viktor racional siempre había tomado las decisiones importantes y por él es que en ese momento se encontraba sin rumbo.

Desde su laptop compró unos pasajes a Estados Unidos y volvió a San Petersburgo a arreglar algunos detalles, los exámenes médicos y permisos para Makkachin, nuevo equipaje, no sabía cuánto tiempo iba a permanecer, así que llevó un poco de todo y llamó a su amigo americano. Mark estaba encantado de recibirlo aunque le advirtió que ya no se dedicaba a patinar ni siquiera en las ligas menores y que ahora dirigía una cafetería "pero todos los meseros casi son patinadores, ya sabes, los novillos" le había con un gesto paternal que Viktor tan bien conocía.

"No puedes adoptarlos si ya tienen padres".

"¡Apúrate y los adoptamos ambos!, serías una muy buena madre"

"Nos vemos, Mark", se despidió Viktor con una sonrisa juguetona.

En Detroit la primavera tenía unos aires otoñales que en conjunto con el abandono de la ciudad, le daban un aire de cementerio de grandeza. Era exactamente como se sentía. Como el cementerio andante de una época de gloria. Mark lo había ido a buscar en una camioneta vieja que le explicó conservar por nostalgia.

"Esta chica fue fabricada acá cuando estaba la gran industria de Chevrolet y se hacían autos de verdad, no esas cosas de papel que hacen ahora en China"

"cuando las cosas eran geniales" repitió Viktor un poco ausente, pero luego distrayéndose haciendo molestas preguntas mientras miraba al camino y apuntaba las pintorescas casas abandonadas, algunas en ruinas, otras redecoradas y regresadas a la vida. (1)

"Esa es un centro cultural...- explicaba Mark apenas quitando la vista del camino- esa fue tomada por estudiantes... esa es una galería de arte, ahí vive una banda... esa está abandonada, dicen que crecen plantas en las paredes..."

"¡Wow!, ¡Amazing!"- gritó Viktor emocionado y sacándo fotos a la rápida desde el auto.

"¡No recordaba que fueras tan molesto!", exclamó Mark desesperado- "Te dejaré en casa ahora... debo volver a la cafetería, pero si quieres en la noche te llevo a cenar por allí y mañana puedes pasear, ir a la cafetería o no sé... la verdad acá no hay mucho que ver, pero sí muchas cosas que se pueden hacer"

"Me parece, ya verás como encuentro algo" - respondió Viktor sin un plan en específico. La verdad es que no sabía bien qué hacer, no sabía que planeaba exactamente si encontraba al patinador misterioso en Detroit. Tampoco sabía dónde empezar a buscarlo. Por lo pronto pensó en ir a caminar al parque con Makkachin que no había estirado sus piernas en las casi diez horas de vuelo. Caminaron desde la linda casita de Mark en la calle Van Dyke hasta el parque Erme Henderson que salía como el más cercano según la guía de la ciudad que había descargado en su teléfono. Cerca había un muelle que daba al río Detroit de donde se podía observar su fluir y los yates del club invadiendo su caudal con su presuntuosa vanidad. El río seguiría su curso aún sin esos yates y los ricos que se pavoneaban en él. De la misma forma que el patinaje artístico seguía allí con otros competidores sin que los focos se fijasen en él y sus medallas serían entonces solo objetos metálicos haciéndo peso en sus paredes y dejando un vacío.

Sacó su teléfono con la intención de tomarse una selfie con vista al río y Makkachin a su lado, pero el perro se había desconcentrado correteando unos patos y se veía tan contento en el cesped húmedo que Viktor pensó que había cosas que no era necesario que viera todo el mundo. Volvió a meter su Iphone en el bolsillo.

Mark llegó en la noche en su camioneta rechinante a buscarlo y fueron a a Pizza Papalis que quedaba a unas cuadras de la casa donde Viktor provó su primera pizza estillo chicacho, con muchos rellenos y queso, tan gorda y exuberante que por unos minutos casi pudo olvidar todos sus problemas.

"¿Vienes seguido?", preguntó el patinador ruso a su amigo sentado en frente suyo.

"Más de lo que debería", reconoció el americano.

"Se nota", contestó Viktor con una risita acusadora. Había conocido a Mark en su mejor época, cuando ya había ganado varios Grand Prix, Mundiales e incluso tenía oro en unas Olimpiadas. Viktor lo había admirado mucho y Mark lo adoptó como un mentor, animándole a hacer cosas nuevas, a desafiarse a sí mismo y sorprender. Luego de eso se habían vuelto amigos y justo cuando Viktor comenzó a ganar importantes galardones en la liga de adultos, Mark ganó oro olímpico y decidió que era su tiempo de retirarse. En ese momento con 38 años y con más de cinco años fuera de las pistas, su piel estaba más opaca, su cabello tenía algunos tramos grises y una incipiente grasa abdominal se acumulaba bajo su ropa. Viktor no pudo evitarlo y agarró el pequeño atisbo de panza que salia de la camiseta de Mark.

"¡Hey!, ¡manos fuera !"

"Te ves bien de todos modos... contento, digo", reconoció Viktor tomando otro trozo de pizza. Mark antes había tenido un atractivo arrollador en la pista con sus ojos miel y cabello pelirrojo que hacía un bonito contraste con su piel blanca y lucía muy bien con trajes negros y oscuros. Pero en ese momento, con los kilos de más y su decuidada barba se le veía más satisfecho que en las pistas.

"He estado viviendo", contestó Mark sacándolo de su contemplación. "Deberías ir mañana conmigo a la cafetería... ver lo que es trabajar de verdad, si te portas bien te enseño a hacer capuchinos en la máquina"

"Excitante", exclamó Viktor con una exageración irónica.

"Imagina nada más, Viktor Nikiforov preparando sus propios capuchinos"

"Una visión para recordar"

A la mañana siguiente Mark se levantó temprano, Viktor ya estaba despierto, mirando por la ventana de la habitación en que se había acomodado, acostumbrado a madrugar, a trotar para entrenar, su cuerpo una máquina perfecta que funcionaba en son de su deber. En ese momento le parecía una maldición. Su organismo siempre recordándole que esta vida pausada no era suya. Que no estaba donde pertenecía. Mark le aseguró que desayunarían en la cafetería y que podía llevar a Makkachin porque después de todo "Yo soy el puto dueño del antro".

Experimentó un leve dolor en la parte lumbar al ayudar a su amigo a levantar la cortina del local, por lo que Mark le hizo sentarse y esperar a que él preparara todo "Tú no estás acabado, hombre... debes cuidar esa lesión para volver a las pistas", le aseguró mientras ponía en funcionamiento la cafetera y calentaba unos muffins.

Estuvieron media hora a solas comiendo y hablando de las veces que habían competido, recordando episodios vergonzosos en que habían salido a emborracharse con Chris y habían terminado haciendo el loco en cualquier parte. La puerta de entrada siendo abierta por alguien con llave los alertó de la llegada de uno de los trabajadores. Era un chico oriental de piel morena que saludó distraídamente sacándose el casco de su bicicleta.

"Buen día, Mark, me haré un café y ordeno las mesas..." su frase quedó a la mitad al ver al acompañante de su jefe que lo miraba desde la barra.

"¡Phichit!" - saludó Mark- "como te habrás dado cuenta tenemos ilustres visitas" ; Viktor por su parte le hizo señas e intervino.

"Un gusto, Phichit"

El chico notó que miraba con mucha impertinencia y le saludó con entusiasmo y un pequeño temblor en la voz antes de dirigirse a la máquina de café a preparar su desayuno. Viktor bebió de su reacción nerviosa solo por diversión, antes de retomar la conversación casual con su amigo. Minutos después había llegado otro muchacho, un tal Otabek, un patinador Kasajo que era silencioso y que ni siquiera se inmutó al ver a un pentacampeón mundial de patinaje en su lugar de trabajo. Luego llegaron otros dos muchachos, también estudiantes, aunque no patinadores y entonces Viktor se había quedado una hora más conversando con Mark, pero se aburrió rápidamente por lo que su amigo le recomendó ir a recorrer en su camioneta los alrededores, "Lleva a Makkachin a la Belle Isle", le dijo y Viktor pensó que dada las circunstancias, no era mala idea.

Estuvo algunas horas recorriendo la el parque en la isla, deseando haber tenido energía para correr al lado de su perro, para completar el paseo, fue necesario usar la camioneta y de pronto parar apoyándose. La puntada en su espalda presente. Debería contactar a un terapista ocupacional, uno experto en deportistas. Mensajeó a Mark que le dio el número de Celestino, entrenador estrella de la ciudad que tenía buenos contactos. A los pocos minutos recibió un número de un terapeuta y llamó para concertar una hora. La terapista al parecer tenía la agenda copada, pero cuando se enteró que trabajaría con Viktor Nikiforov abrió un portal en el tiempo para poder antenderlo.

Se pasó un rato de la tarde mirando a los patos de la laguna azul de la isla, cuando recibió un mensaje "Hey, Putin, me imagino que los rusos comen, ven a merendar, no te vayas a morir de hambre". Viktor se sonrió y se levantó llamando a Makkachin, una vez en la camioneta puso su lista de reproducción de soft rock donde Kalivnov Most lo distrajo por casi media hora de pasiva conducción. No sea había dado cuenta de lo tarde que era, hasta que notó el sol ocultándose en el horizon y cayó en cuenta de que tenía mucha hambre. Probablemente Makkachin también estaba hambriento. "Lo siento, amigo", se disculpó dándole una palmada en la cabeza mientras mensajeaba a Mark preguntándole si había algo para su compañero. "Mandé a comprar el alimento que me dijiste con uno de mis minions ;)" le contestaron y se apresuró a llegar tomando un atajo que le indicó la aplicación de navegación que usaba.

Una vez fuera del local. Viktor se bajó del vehículo resintiéndose un poco de la espalda, pero ocultando muy bien su dolencia mientras preparaba una sonrisa para cautivar a los presentes. La imagen ante todo. Dentro, Mark estaba entretenido conversando con la chica que trabajaba cajera mientras comía un bollo, pero al verlo lo saludó con señas y gritó. "¡Yuuri!, trae la comida del perro".

"Vas a hacer que tu minion atienda a Makkachin"

"Se puso muy contento cuando le conté que un perro venía a comer, así que fue feliz a preparar todo", le aseguró Mark. En eso, un joven un poco más bajo que ambos, de cabello negro y liso y anteojos se acercaba con un plato de alimento y preguntaba "Jefe, ¿pongo esto en...?" no alcanzó a terminar su frase, el plato de croquetas que traía cayó al suelo mientras veía atónito al recién llegado que estaba soltando la correa de su poodle. Viktor se incorporó mirando al muchacho, reconociendo los rasgos orientales de quien había imitado su rutina ganadora de su adolescencia.

"Ah bue, Viktor, este es Yuuri Katsuki, la promesa del patinaje japonés y bueno, imagino que él ya sabe quién eres"

La expresión cansada del ruso de pronto se tornó en una sonrisa cargada de emoción mientras estiraba su mano hacia él y decía.

"Yuuri, nunca pensé verte tan pronto... o sea pensé que te iba a encontrar en Detroit, pero no pensé que correrías hacia mi tan pronto... debe ser el destino"

El japonés se debió cargar de la banca que estaba tras suyo para no caerse mientras gritaba "¡Qué!".

Makkachin comió del suelo todas las croquetas desperdigadas. Incluso pidió más.

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(1) Estoy basándome un poco en las lesiones de Plushenko.

(2) Detroit fue durante los 80 tuvo un pick en la industria automotora, eran la ciudad más grande y exitosa comercialmente, pero luego, esa actividad industrial comenzó a decaer, se comenzaron a fabricar los autos en China y otros países y la ciudad se vino abajo. Ya no había trabajo, La gente comenzó a irse y hay muchas casas abandonadas. Muchas de ellas han sido retomadas por jóvenes que las han tomado para vivir o convertirlas en centros de reuniones. Ahora la ciudad tiene una mística bien hipster y extraña y me encanta que Yuri haya vivido allí.