¡Estimados lectores! Bienvenidos a la segunda historia que escribo :)

Éste es apenas un vistazo de la trama de la historia y la motivación para los personajes principales, Bella y Edward, así que no se desesperen ellos aparecen en el capítulo que sigue.

Yo tengo entendido que Charlie es un apodo para Charles así que usaré ambos nombres refiriéndome a la misma persona. La mayoría de los personajes pertenecen a Stephenie Meyer.


Prólogo

Sábado 2 de julio de 2011

Era una noche fría y tormentosa en Seattle, la fuerte lluvia no cesaba y la ciudad estaba desierta.

Charles Swan estaba en su oficina, resignándose a ordenar el fastidioso papeleo. El edificio de la policía ya estaba solo a esas horas, pero el silencio y las penumbras no parecían incomodar a Charlie, es más la única luz que le permitía ver era una vieja lamparita que iluminaba parcialmente los papeles sobre su escritorio.

Súbitamente el teléfono sonó, pero Charles siempre tan sensato no se perturbó, con toda la calma y monotonía del mundo levantó el viejo teléfono de esos que tienen un cable enroscado, y respondió con voz inexpresiva.

—Departamento de policía.

—Sí, sí. —Al otro lado de la línea una voz perturbada al punto del llanto, balbuceaba sin llegar a decir nada concreto. —Quiero hacer una denuncia anónima.

—Dígame. —Charlie se porto cordialmente aunque hasta ese momento no había tomado demasiado enserio aquella llamada misteriosa.

—Se trata de un cadáver en la mansión de Marco Vulturi. —Charles supuso que la persona temblaba descontroladamente por el sonido de su voz, sonaba profundamente aterrorizada. Una respiración pesada le siguió a esas palabras y de golpe se cortó la comunicación.

Sin perder tiempo Charles salió de su oficina y se dirigió al estacionamiento, abordó la patrulla pero decidió no prender la sirena.

Mientras manejaba por las encharcadas calles, diversas conjeturas asaltaron su mente.

¿Quién pudo hacer la llamada?, ¿Marco Vulturi?, su esposa tal vez, quizás el mayordomo, alguna mucama o un guardia de seguridad, hasta el jardinero, era ilógico pensar que el jardinero estaría podando los rosales de la descomunal mansión con ese diluvio, pero si algo había aprendido Charles en todos sus años como policía era que nunca se dan las cosas por sentado.

Ese mismo razonamiento fue el que impulso a Charlie a visitar la mansión de Marco, aun teniendo en cuenta de que podía ser una mala broma no quería ser la clase de policía que no toma un testimonio en serio, y cuando las consecuencias son desastrosas intenta echarles la culpa a los demás.

La lluvia azotaba con fuerza el cristal y los parabrisas luchaban por empujar las gruesas gotas de agua, Charles no pudo evitar pensar en su hija, Isabella, ella estaba en la Universidad estudiando Derecho, si era verdad lo de la llamada, él estaba seguro de que su hija se sentiría intrigada por el caso.

El experto policía ya se encontraba a cuatro calles de la lujosa mansión y al ir barajeando las posibilidades, decidió llamar a su buen amigo, el doctor Carlisle Cullen.

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Carlisle recorría el largo corredor del hospital, las lámparas azules en el techo proveían de una iluminación muy molesta para los ojos. Al final del pasillo estaba el modesto escritorio de la experimentada enfermera, Teresa Pérez, y dando vueltas por el área de maternidad se encontraba el joven pasante Samuel Hernández.

El joven médico era el fiel admirador del afamado doctor Cullen, lo seguía a todas partes y alababa cada cosa que hacía, aunque a Carlisle le daba la impresión de que Samuel descuidaba su trabajo por estar idolatrándolo, en verdad tenía vocación y deseaba ayudar a las personas en medida de lo posible.

Carlisle le tendió unos papeles a la enfermera para que los archivara.

—Buenas noches, Teresa.

—¿Cómo está usted, doctor Cullen? —Respondió dulcemente.

Aunque Teresa era una enfermera muy estricta siempre era cortes con Carlisle, el dedicado doctor se llevaba bien con todo el mundo.

Samuel dio vuelta en la esquina del pasillo perpendicular y saludó con entusiasmo a sus dos acompañantes, algo increíble para alguien que no ha dormido en dieciocho horas y no ha probado bocado desde el desayuno.

—Todo está bien con las señoras de arriba. —Les informó.

Teresa y Carlisle se limitaron a asentir.

Al releer los papeles que Carlisle sujetaba en sus manos, no pudo evitar que sus pensamientos fluyeran en dirección a su hijo, Edward, que estaba estudiando Medicina y por lo demandante de la carrera no lo veía a menudo.

Desentonando con lo taciturno del hospital, el teléfono de Carlisle sonó, tomándolo completamente desprevenido.

—Habla el doctor Cullen. —Contestó.

—¿Qué tal Carlisle?, habla Charlie, espero no interrumpir nada importante.

—Nada de eso, ¿Qué sucede?

—Estoy por llegar a la mansión de Marco Vulturi. Recibí una llamada a la estación. Un cadáver en la mansión.

Carlisle se sorprendió por lo críptico de la explicación de su amigo.

—Pensé que podía necesitar al mejor medico del país, ¿podrías venir? —Prosiguió Charles.

—Seguro, voy para allá.

Carlisle guardó el celular con el seño fruncido.

—Tengo que irme. —Anunció a sus compañeros. —Nos vemos mañana.

Samuel y Teresa murmuraron unas despedidas y Carlisle se encaminó al estacionamiento subterráneo.

Al bajar las escaleras su mente divago sobre las palabras del reconocido policía.

Marco Vulturi y sus socios, Aro y Cayo eran los hombres más adinerados de Estados Unidos. Las descomunales fábricas ubicadas por todo el país los hacían ganar una descarada fortuna.

Marco ya estaba muy viejo como para dirigir el negocio y había dejado a sus dos hijos a cargo. Aro era un viejo extravagante y ermitaño, pero que tenía una joven esposa en verdad hermosa, no tan joven, pero Aro si le ganaba por varias décadas. Por lo visto a Aro ya no se preocupaba por ocuparse del negocio y como no tenía hijos había dejado a sus trabajadores de más confianza a disposición de sus acciones. Y por último, estaba Cayo, era un hombre avaro y cruel, lo bastante desconfiado como para vigilar atentamente cada insignificante detalle de su negocio sin considerar pedir ayuda de nadie a pesar de su avanzada edad. Esos tres hombres exageradamente ricos eran los dueños de las tres mansiones gigantescas en Seattle.

La lluvia era constante, pero ya no parecía un diluvio.

Carlisle al fin llegó a la elegante mansión y se estacionó junto a la patrulla vacía. Decidió dejar su bata en el coche, pero se llevo su maletín.

Recorrió el meticulosamente cuidado camino de piedra y al llegar al umbral de la puerta tocó el timbre.

No hubo repuesta.

Todas las luces estaban apagadas y no se oía ni un ruidito, ni siquiera un grillo solitario. Carlisle advirtió que la puerta estaba entornada, llevándole la contraria a su sentido común habitual y esperar ahí o llamar a Charles, decidió empujar la puerta.

Esa acción produjo un chirrido horripilante, Carlisle con notoria vacilación recorrió el vestíbulo, varios corredores con caras pinturas hasta llegar al gran salón y ahí con la iluminación de un trío de candelabros colocados al azar descubrió a Charlie Swan parado frente al cadáver.

El cuerpo inerte de Marco Vulturi.

Carlisle se aproximó con lentitud, analizó la expresión de su viejo amigo. Estaba más pálido que de costumbre y se veía… perturbado.

Esa era una pésima señal, el policía Swan nunca se asustaba y lo que lo perturbaba sería lo que a cualquier otro ser humano corriente pondría al borde de la crisis nerviosa.

—Al parecerla casa está vacía. —Dijo con voz grave.

—Encontré la puerta emparejada. —Comentó Carlisle poniéndose en cuclillas para ver mejor el cuerpo.

—Así se suponeque debería estar. Así la encontré yo y así la deje. Es extraño. —Prosiguió Charles en voz baja. —No hay ama de llaves, mucamas, mayordomo, ni siquiera esta su esposa, ¿Cómo se las arreglarían para acorralarlo sólo? Es más, ¿Quién llamo?

Carlisle le dedicó una mirada de desgastante y profunda curiosidad que instó a Charlie a continuar.

—Alguien pasó demasiado tiempo planeando esto, no fue un crimen pasional, es obvio que quien quiera que sea el responsable planeo todo con anticipación y sumo cuidado. Sabía perfectamente lo que estaba haciendo.

—¿Homicidio? —La palabra se quedó atorada en la garganta de Carlisle. —Deberías alertar a tus compañeros.

Charlie, tomó el celular y marcó el número del jefe de policía, y le hizo saber que Charles Swan y Carlisle Cullen habían encontrado el cuerpo de Marcus Vulturi en su mansión.

Charlie Swan era un policía único, eficaz, inteligente, honesto, entonces ¿por qué deformó los hechos? Charles había encontrado el cuerpo, pero Carlisle había llegado al menos veinte minutos después, un lapso de tiempo importante en el que el policía pudo estar haciendo cualquier cosa. El médico y el policía habían visto cosas distintas y advertían las cosas de modo diferente.

—Sabes, desde que me adentré por ese camino en la patrulla, cada paso que he dado desde que entré a la casa he tenido la molesta sensación de que me han estado observando. Esta casa es tan grande y tiene tantos cachivaches que cualquier sitio es bueno para esconderse.-Afirmó en tono sombrío.

Carlisle lo meditó unos segundos y se puso de pie. Miró a su alrededor, cohibido y tenso, en cada fibra de su ser también lo sintió.

Alguien los estaba observando.


¡Gracias por leer!

Espero ansiosa sus comentarios/reviews. ¡Son una gran inspiración para escribir!

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