N/a: Se me ha antojado publicar esto y no hay nadie que me detenga, sólo pido sus opiniones al respecto.

Disclaimer aplicado.

Advertencia: ¿Insinuación SasuSaku? Ha sido inevitable, ¡ah, sí! Creo que un poco de lime más adelante.

Dedicatoria: A todas esas personas que les gusta, al igual que a mí, el SuiKarin en todas sus facetas, desde un amor retorcido hasta uno absurdo e idiota como el de esta historia :)


Amor idiota.

By: Ari-chαn


1│Estúpido mundo.


—Te odio.

—No lo haces.

—Sí lo hago.

—No.

—Sí… Ugh, olvídalo.

Suigetsu chasqueó la lengua y la sonrisita burlona, irritante y estúpidamente atrayente que Karin tanto odiaba apareció en su estúpida cara de tiburón. Lo odiaba, ¡por supuesto que lo odiaba! Un insulso ser humano como él—si es que cuando se trasformaba en ese asqueroso líquido viscoso podía llamarse humano—no debería ni siquiera tener el derecho de respirar su mismo aire. Karin no era presuntuosa, ni siquiera era un poco arrogante, sólo pretendía serlo para no salir herida o para simplemente no dejarse ridiculizar por el estúpido hombre frente a ella. ¿Era acaso mucho pedir?

Lanzó un bufido involuntario—maldita sea, él siempre conseguía exasperarla—y se dio media vuelta preparada para marcharse. No estaba dispuesta a seguir con una absurda discusión que no llegaría a ningún lado y sólo conseguiría enfurecerla más haciéndola parecer una estúpida zanahoria constreñida—palabras literales de Sakura aquella vez en que estaban peleando sobre qué era más cómodo, si los kimonos o las yukatas, y donde por supuesto, ambas se habían salido de sus cabales; cabe destacar que nunca se llegó a un acuerdo. En fin, no esperaba llegar a ningún lado con esa estúpida cháchara, así que comenzó a caminar para alejarse del estúpido cara de pez.

¿Ya he mencionado que hoy su palabra favorita era «estúpido»? No importa. Suigetsu era estúpido, el mundo era estúpido, ella era una maldita estúpida por haberse permitido llegar hasta esas alturas con el tipo ese. Porque… habían sido más que besos, estaba claro, y aunque tratara de culpar al alcohol por el estúpido—pero estuvo bueno, lo sabes—revolcón de anoche, sabía que solo se engañaba a ella misma. ¡Por Dios, si era inaudito! Ella era… ella. Tenía buenos gustos, respetables al menos, por ejemplo Sasuke, vamos, que si tenía cierta admiración enfermiza por el glorioso espécimen de hombre nadie podía culparla, es más, sintió que el mundo se volvió de cabeza cuando en una de esas extrañas «noches de chicas» donde ella era invitada, Sakura—Sakura, ¿notan lo descabellado del asunto?—le había dicho que no importaba, era un fase normal en toda chica de Konoha excepto en Hinata Hyuuga caer enamorada de Sasuke Uchiha alguna vez. A Karin le gustaban los hombres serios como Sasuke o Neji Hyuuga, algunos pícaros y salvajes como Kiba Inuzuka, ¡hasta aceptaba que Naruto era guapo! Pero Suigetsu, aquel bruto estaba muy por debajo de lo que se podía considerar un chico decente, en todo el sentido de la oración—sólo pregúntenselo a ella, que fue la protagonista la noche pasada de uno de esos episodios de «palabrería vulgarmente cachonda» mientras él la ponía de espaldas y se la cog… Ejem, creo que está más que sobreentendido.

La cuestión es que Suigetsu era la cosa más baja a la que haya podido llegar, por la que se haya dejado besar, manosear, morder, pero lo peor de todo, lo que la hacía llegar hasta el límite de la indignación, hacía hervir su sangre y querer gritar como la mujer histérica que era… es que le gustó. Allí está, todo el meollo del asunto reside en eso, una tormenta en un vaso de agua, ¿no creen? Pero para Karin no era así, era un asunto mucho más serio, mortal, porque, imagínense si alguien se enterara, ¡si Suigetsu se enterara! Sería el final de su reputación en Konoha, y no es que eso importara demasiado—bah, a la mierda Konoha y su estúpida gente feliz—, lo verdaderamente importante era el orgullo, peor aún, su orgullo de mujer, porque a Karin podrían llamarle muy zorra—¡maldita sea! En realidad Suigetsu era el único que lo hacía, ¿y se había acostado con él? ¡Que alguien la matara! —, pero ella tenía dignidad, y no era el hecho de que la señalaran en la calle y se burlaran de ella—que él se burlara de ella—, sino de que pudiera verse al espejo y no le dieran ganas de atentar con el pobre cristal.

Había considerado el suicidio, en serio, pero cuando había cogido el kunai y se lo había acercado a la garganta podría jurar haber escuchado la irritante risita de Suigetsu burlarse de ella. ¡Si es que se lo encontraba hasta en la sopa! Aquella mañana cuando despertó y se dio cuenta de en lo que había terminado el más que obvio, caliente y estúpido—por Kami, Karin, ¿en qué pensabas? —coqueteo de anoche, habría sido hasta capaz de abalanzarse contra el cara de pez y cometer uno de esos famosos crímenes pasionales… Lástima que el idiota no se encontraba por ningún lado, así que ella simplemente destripó todas las almohadas de la cama, se vistió y se fue directo a su casa, ignorando el estúpido picor en sus ojos y a esa absurda vocecita en su cabeza que le gritaba «te ha usado y luego te ha dejado botada, ¿te das cuenta?». Quería evitar sentirse como en una estúpida comedia romántica, porque primero, ella no estaba enamorada, y segundo, esto no era ni gracioso ni terminaría bien, lo más probable es que termine con un Suigetsu desaparecido misteriosamente y ella postulándose para Hokage o algo así—argh, ¿qué coño?

Cuando más tarde se encontró con él, el bastardo estaba de lo más feliz riendo con sus amigotes en el puesto de ramen. La miró y sonrió como el estúpido que era y hasta fue capaz de insultarla como siempre acostumbraba. Fue exactamente como si nada hubiera pasado, y Karin hasta hubiese creído que la cerveza le había terminado de quemar las neuronas y le había provocado una pérdida de memoria temporal, sino fuera porque él fue el que se había despertado primero y la había visto en su cama, aunque, quién sabe, tan capaz y pensó que era alguna de las cualquieras con las que solía acostarse y no le tomó importancia—lo que la hacía sentirse aún más usada y querer descuartizarlo ahí mismo. Maldito bastardo. Karin, como buena chica mordaz que era, había replicado a todos sus insultos, y allí es donde habían terminado en el «Te odio» y en el «No lo haces» y bla, bla, bla.

—Eres tan mala mentirosa, Karin—masculló Suigetsu con socarronería.

Era inevitable para una mujer como ella—voluble, irritable y herida… sólo un poco, ¿eh?—no detenerse y voltearse a encararlo nuevamente.

—¿Qué dijiste?

Suigetsu amplió aún más su de por sí gran sonrisa, complacido por de nuevo, haber captado su atención.

—Que eres una pésima mentirosa.

—¿Y qué te hace creer a ti que estoy mintiendo?

Él se encogió de hombros y sus ojos violetas brillaron con una malicia que casi la hicieron estremecerse—casi, es decir, ella era Karin y había soportado mucho más que eso en las guaridas de Orochimaru.

—Ayer, cuando estabas conmigo, parecías disfrutarlo…mucho—cada palabra las pronunciaba con una lentitud casi tortuosa—. Más aún, no parecías tener ni una pizca de odio alojado en tu lindo y tentador cuerpecito.

Karin no lo pensó dos veces y le cruzó la cara con una bofetada. Como era de esperarse, lo único que sus manos sintieron fue la humedad en que se había trasformado Suigetsu. Era un bastardo precavido.

—Cállate—lo agarró por la camiseta y lo acercó a su rostro, mirándolo con ojos de víbora—. Lo de ayer no fue nada, ¿entiendes? Así que si me entero que has alardeado de ese hecho como haces con una de tus vulgares conquistas, la pagarás muy caro—lo soltó bruscamente y lo miró con el mayor desprecio que pudo abarcar contra él—. Imbécil.

Se volteó y se alejó de allí con la mayor dignidad posible, luchando con todas sus fuerzas para no voltear y verificar qué cara había puesto el estúpido cara de tiburón ante sus palabras. No es que eso le importara mucho, por ella que Suigetsu se muriera si le daba la gana. Total, no es que ella quisiera pasar otra ardiente velada con él, ¿cierto?

…¡¿cierto?


—¡¿Te tiraste a Suigetsu?

Karin torció el gesto. Había algo muy retorcido en toda esta situación, y no era precisamente el nada usual vocabulario en Sakura, sino que era Sakura. Bien, aclaro, no es que ella se haya ido directamente a la casa de la mocosa pelo de algodón de azúcar a contarle todos sus males y a pedir consejo. No, primero muerta. Ella había ido a casa de Ino, con la que mejor se llevaba en aquella aldea, a contarle de sus males y a no pedir consejo… sino a preguntar algunas cositas—muy diferente, ¿comprenden? —, pero resulta que en vez de encontrarse con la rubia en su casa, la que le había abierto la puerta había sido Sakura, y luego… pues ya qué coño, era una chica y sabía que por más mal que se cayeran, ninguna sería capaz de divulgar un secreto. Si algo compartían las dos—para su pesar o fortuna—es que ambas tenían un alto sentido del honor femenino. Así que Karin no debía preocuparse porque el secreto de que se había acostado con Suigetsu se esparciera como pan caliente por toda Konoha… si no es que el maldito Suigetsu ya lo regó.

O que alguien haya pasado por allí justamente ahora y haya escuchado el grito ensordecedor de Sakura.

—¿Quieres decirlo más fuerte? Creo que en la Torre de la Hokage no te escucharon.

—Lo siento.

Ambas suspiraron al mismo tiempo y se miraron por un segundo, luego Sakura estalló en carcajadas, siendo observada por una muy indignada Karin.

—¿Qué es tan gracioso? ¿Te mofas del sufrimiento ajeno?

—¡No, no! ¡Claro que no! Es sólo que…Oh, por Dios, siempre supe que esto pasaría.

Frunció el ceño, muy disgustada.

—¿Qué cosa?

—¡Que ustedes dos terminarían juntos!

Ella abrió los ojos como platos, ¿qué carajo estaba diciendo la estúpida pelo de chicle?

—¡No seas absurda! ¿Suigetsu y yo? Por favor.

—¡Es cierto! ¡Te lo juro! Desde la primera vez que los vi. Ustedes tienen a su alrededor una gran tensión sexual.

Y que por lo visto la noche anterior esa tensión sexual había terminado por estallar entre ellos dos. Umm, tal vez por eso es que Suigetsu había estado tan fogoso. No es que alguna vez haya pensado que él fuera aburrido en la cama… ¡Esperen! ¡No piensen mal! ¡Ella ni siquiera había pensado en cómo sería Suigetsu en la cama! Es sólo que… Le había gustado, ¿no? Y eso tiene que ver un poquito con el hecho que había sido el mejor sexo de su vida—no es que ella haya tenido demasiadas experiencias tampoco, a diferencia de lo que él pensara.

—Ajá—asintió Karin, tratando de ganar un poco de paciencia—, ¿y eso qué? No es que porque hayamos follado como unos locos una noche entera vayamos ahora a casarnos.

La simple idea era descabellada y hacía a Karin querer salir huyendo despavorida y gritando como niña.

Sakura hizo un mohín.

—No estoy diciendo que vayan a casarse…aún—sonrió con falsa inocencia—. Vamos, Karin, ¿me dirás ahora que sólo sentiste el placer del momento? ¿No hubo algo más? ¿Un revoloteo alocado en tu estómago? ¿El corazón latiendo como loco? ¿Una inmensa felicidad abarcando tu…?

—Eh, disculpa si no soy una chica que lleva enamorada del mismo chico por… ¿toda su vida? Lo cierto es que no todas nos enamoramos a primera vista como tú ni nuestro amor perdura estúpidamente por el tiempo.

—Auch, eso ha sido bajo hasta para ti.

—Lo sé, y no pienso disculparme—jamás, ¿disculparse con Sakura Haruno? Ni aunque tuviera toda la razón del mundo—. A todas éstas, ¿dónde está Ino?

—Salió a comprar unas cosas.

—Ah.

Echó un vistazo a todo su alrededor sin mirar nada realmente. Comenzaba a sentirse incómoda, ya no buscaba ningún consejo ni nada—no es que lo haya querido hacer alguna vez, ¿eh? —, sólo quería largarse de allí.

—Bueno, uh, mejor me voy—hizo ademán de levantarse.

—¡Espera!

Miró con recelo a Sakura, quien se había levantado y le había cogido de la muñeca. En actitud desdeñosa, Karin se sacudió su mano, resoplando de manera poco femenina. Sakura rodó los ojos ante su actitud.

—Escucha, sé que no somos las mejores amigas, pero aunque no lo creas, te entiendo.

Karin arqueó una ceja.

—¿Qué? ¿Te acostaste por error con Sasuke-kun después de unos tragos en un estúpido festival de verano?

Como respuesta Sakura se sonrojó violentamente y esta vez fue ella quien rodó los ojos.

—¡Cl-claro que no! —dijo la pelirrosa azorada—Me acosté con él, pero no fue por error.

Karin le miró horrorizada, sintiéndose igual que cuando tu madre comienza a hablarte de aquella vez luego de veinte años de estar casados en que tu padre se había puesto travieso y le había estado metiendo mano por debajo la mesa durante la cena de navidad.

—No quiero escuchar esto—dijo comenzando a caminar hacia la salida.

—¡Te dije que te esperaras! —el chillido en la voz de Sakura la obligó a detenerse—. Mira, cuando eso… pasó, yo fui muy conciente, yo lo quería, pero no sabía si Sasuke-kun lo quería así. Lo hicimos, sí, y aunque fue la primera vez de ambos, yo no sabía qué sucedería luego de eso.

Karin estaba estupefacta, primero porque había descubierto con quién Sasuke había perdido su virginidad—aunque en el fondo siempre lo supo, igual eso no importaba, para un futuro en crisis, aquella información valía oro—y porque Saura estaba hablando de Sasuke Uchiha con ella sin gritos de por medio. Muy parecido a aquella vez que le dijo el mal de toda chica de Konoha… excepto de Hinata Hyuuga.

Para su sorpresa, ella se encontró preguntando.

—¿Y qué pasó luego de eso?

Sakura apretó los labios.

—Fui una cobarde y no quise encararle. O por lo menos fue así hasta después de una semana, en que gracias a este mismo consejo, el de no puedes huir por toda la vida, le pregunté seriamente qué sentía por mí.

—Y él te dijo que te amaba desde siempre y vivieron felices por siempre, bla, bla, bla, esa historia ya todos la saben.

—En realidad la verdad está muy distorsionada, y me atrevo a decir que el culpable ha sido el baka de Naruto.

Karin le miró con sumo interés.

—¿Ah, sí? ¿Y entonces cómo fue?

—Fui a ver a Sasuke, y él, muy indignado por haberse sentido rechazado, me propuso algo: Tendríamos una pelea, y dependiendo de quién ganara, las cosas se definirían.

—¿Y entonces tú ganaste? ¿Y luego de eso le dijiste que lo amabas y fueron felices por siempre?

—No.

—¡Argh, maldición! ¿Es que acaso la verdad es que no son felices? Eso es lo que tratas de decirme, ¿cierto? Que no existen los finales felices.

—No, lo estás entendiendo mal—Sakura le miraba con una sonrisa divertida al ver su expresión crispada—, y la verdad es que ahora me entró curiosidad de saber si tú crees en los finales felices, pero eso lo dejaré para otro momento. En cuanto a la pelea: Él ganó, por supuesto, ¿por quién le tomas? Wow, me siento halagada de que a pesar de todo creas en mis habilidades, gracias—soltó una risa al ver el rostro perturbado de Karin—. Sasuke-kun ganó, y luego de eso me dijo con una voz muy autoritaria que me fuera a vivir con él.

Karin parpadeó un par de veces, confusa.

—¿Eso es todo? ¿No hubo lágrimas? ¿Confesiones? ¿Dónde quedó tu lado azucarado, mujer?

Sakura soltó una buena carcajada.

—Claro que lloré, tonta, pareciera que no me conocieras. Pero en el fondo sabía que para que Sasuke me propusiera eso y antes tuviéramos que pasar por una dramática batalla, era porque sentía ago por mí. Él me ama y yo lo amo, es algo muy simple de ver.

La pelirroja sentía cómo su ojo derecho se crispaba siendo victima de un tic nervioso. ¿Había pensado que su situación era una absurda comedia romántica? Pues lo de Sakura había sido una muy mala película de amor y dolor.

—Tú estás loca, definitivamente. Y me sabe si te sientes o no ofendida, pero Sasuke es el tipo más antisocial, frío y arisco del mundo, con una coraza de hielo encima en la que no puedes ver lo que piensa, ¡así que no me vengas a decir que viste dentro de su corazón y todas esas chorradas! ¡Loca!

Para su sorpresa, Sakura sonrió sin ninguna clase de desprecio.

—No me ofendes, y aunque no lo creas, sí vi dentro de su corazón. Aunque supongo que al igual que tú, muchas personas sopesarían que soy una estúpida loca cegada por el amor… umm… tal vez por eso Naruto inventó la historia de la confesión de Sasuke. ¡Qué idiota!

Karin se encontraba negando con la cabeza, casi sintiendo pesar por la pobre chica frente a ella.

—Esto es de locos.

—Olvida mi historia, sólo sigue el consejo que me dieron: No puedes huir por toda la vida.

—¡No estoy huyendo!

—Pero tampoco lo estás encarando.

Karin hizo un mohín, puede que ella tuviera un poco de razón… sólo un poco.

—¿Estás diciendo que debería hablar con él?

—Sí.

—Argh—hizo un gesto descontento—. No puedo creer que vaya a seguir un consejo tuyo.

—Si te hace sentir mejor, la que me dio ese consejo fue Ino, así que técnicamente es ella la que te lo está dando.

Karin la fulminó con la mirada, pero no dijo nada.

—Voy a intentar hacer algo, y si salgo peor parada que ahora, te echaré toda la culpa a ti.

—Eh… no estoy segura de querer obtener toda la culpa ni de que me la merezca, pero supongo que no tengo opción.

—¡Tin, tin, tin! Has acertado, cabeza de algodón de azúcar.

—Zanahoria.

—Bruja.

—Arpía.

Esto podría durar horas…


Ambos eran seres humanos, sí, por más que le costara creer que Suigetsu tenía un gramo de humanidad en el cuerpo. Lo cierto es que como seres humanos, podrían hablar civilizadamente, ¿no? Claro, por supuesto, era lo más natural del mundo. Podrían estar ambos sentados frente a frente, charlando amenamente y arreglando sus diferencias. Sí, no era muy difícil, obvio que podrían.

¿Entonces por qué carajo se encontraban en el sofá de él comiéndose la boca? Karin a estas alturas no podía razonar mucho, sólo recordaba que había ido a la casa de él y le había pedido un minuto de su tiempo—¡sólo un mísero minuto! —y de repente él la había arrastrado con sus asquerosas garras hasta el sillón y la había besado y ella… Mierda, tal vez él sí tenía razón en eso de que era un zorra, es decir, no había puesto oposición alguna a sus encantos. ¿Es que él tenía alguna clase de don especial sobre ella?

—Suigetsu…no, yo no…—quitando lo raro que era balbucear frente a él, era aún más extraño que dijera su nombre, lo que demostraba la situación críptica en la que se hallaban—No… ya… ¡Basta!

Él separó los labios de su boca y los llevó hasta su cuello, soltando una ronca risotada.

—¡Ya para! —insistió Karin, empujándolo por los hombros.

—Calla y disfruta.

Y esa fue la gota que rebasó el vaso, ella podía aceptar que se burlaran a costa suya, hasta él podía tacharla de zorra si quería, pero algo muy diferente era mandarla a callar, por más que también haya recalcado que disfrutara y por más que una vocecita lujuriosa gritara a su conciencia que él tenía razón y lo mejor era rendirse al placer… otra vez. Pero no, ésta vez no caería en su estúpida seducción, no tan fácilmente al menos. Por lo mismo hizo acopio de toda su fuerza de voluntad y lo empujó lo suficiente para hacerlo caer al suelo. Por supuesto, si no se encontrara en una situación tan escandalosa y no estuviera tan enojada se hubiera burlado de su posición contra la fría madera allá abajo.

En cambio frunció el entrecejo y sin el menor remordimiento le dio un puntapié en las costillas que él no pudo esquivar gracias a la sorpresa repentina.

—¿Cuál es tu maldito problema? —rezongó él poniéndose de pie y agarrándose la zona golpeada.

—No, ¿cuál es tu problema? ¡No puedes venir y de la nada comenzar a besarme y meterme mano!

—¡Pues me parece que ayer tú estabas muy bien con eso!

—¡Ayer! ¡Tú mismo lo has dicho! Ahora ha quedado en el pasado, ¡supéralo!

—¡¿Y para qué has venido entonces?

Karin enmudeció por un momento, sin saber qué decir. Cierto que había ido a arreglar las cosas, a buscar respuestas, ¿pero cómo hacerlo en medio de una pelea no planeada? Se supone que esto no debería estar pasando, pero claro, ella no había previsto lo cínico y descarado que él era.

Con un suspiro resignado lo miró a los ojos, sin importarle que se diera cuenta de lo herida que debía mostrarse su mirada escarlata.

—¿Sabes qué? Olvídalo, ya no importa.

Y aunque se sintió como la típica protagonista de un drama romántico, no le importó, ya nada importaba. Se dio media vuelta y salió del departamento.

Era mejor así, se dijo, porque allí no había amor ni nada que se le pareciera. A fin de cuentas estábamos hablando de Suigetsu y ella, ¿no? El simple hecho de que ellos estuvieran en una misma oración era irracional y patético. Tan patético e ilógico como encontrarse ahora llorando bajo el manto de la noche, fuera de las miradas curiosas y sola… siempre sola.

.:Continuará:.


Pido paciencia a la hora de pedir continuación, soy algo lenta, pero haré todo lo posible por actualizar rápidamente, sin contar que este fic no tendrá demasiados capítulos (tres o cuatro a lo sumo, sino menos). Ahora díganme, ¿qué les ha parecido? xD