eclaraciones: Esta historia está basada en la saga de Hush, Hush de Becca Fitzpatrick y en la serie de televisión The Vampire Diaries de la red: The CW Television Network. Aun así, no hay vampiros ni Nephillins en ella. Digimon y sus personajes tampoco son míos, le pertenecen a Toei y a sus creadores: Akiyoshi Hongo. El título del fic fue inspirado en la canción de Tai 'Yuuki wo Tsubasa ni shite' (Convertiré mi valor en alas). Todo lo demás es mío.
Historia AU. Pareja: Taiora; pareja secundaria: Mimato/posiblemente otras.
.
.
Para convertir mi valor en alas.
.
.
«No he elegido mi vida, ella me ha elegido a mí con una fuerza que no es mía».
Carl G. Jung.
.
Capitulo I.
.
~~~*.~~~
La luna llena está saliendo de entre los árboles, completamente majestuosa y su halo crea el ambiente perfecto para todos los novatos y universitarios que celebramos a un lado de ella, cerca de los pinos altos del bosque situado en los límites de Tokio. El lugar me parece extraño como para llevar a cabo ésta celebración, pero ésta fiesta ha sido un rito pre-inicio de clases de la Universidad de Tokio que con el pasar de los años ha ido creciendo y ahora alberga a cientos de jóvenes de todas las universidades del país —o a la mayoría de ellas.
Es una fiesta de playa, salvo que no hay playa. Las mujeres han venido vestidas con pantalones cortos y enseñando la parte superior de sus trajes de baños, los hombres se pasean sin camisetas y solo con sus shorts de baños. Hay cerveza, pelotas de colores grandes, cerveza, una gran fogata que vislumbra con ferocidad, más cerveza, jóvenes vomitando de un lado a otro, chicos mojando a las chicas con tobos o pistolas cargadas de agua y estás corretean y gritan como si lo que le derramasen en sus cuerpos es ácido y no agua —descerebradas—, hay sombrillas de playa enormes, toallas desparramadas en el piso, parrilladas, una malla para jugar voleibol y la música a todo volumen… una fiesta playera, solo que sin la playa, pero al lado de una quebrada a la que no se nos permite entrar y nadar. Siento que esa norma será quebrantada en cuanto estén más ebrios.
Aunque no todos estamos vestidos como en verano, algunos preferimos ir más abrigados, a pesar de que hoy aún se sintieron los últimos rayos cálidos del sol veraniego. Supongo que ha sido solo suerte, porque la noche está helada. De todos modos, ésta tarde no me sentía completamente cómoda para venir a medio vestir. Mi mejor amiga se cansó de decirme que no había mucha diferencia, que de todos modos cientos de personas me han visto prácticamente desnuda cuando uso mi biquini en las playas, y esto es una fiesta playera, pero el hecho de que no haya un mar de por medio no me dio el suficiente valor como para venir al igual que el resto de las chicas; en su lugar llevo puestos unos yines desgatados, un par de tenis, una camiseta blanca y encima de ella la sudadera de la UT, de la cual ya soy, oficialmente, una estudiante matriculada para estudiar Diseño de modas a partir de este semestre.
Sé que con ésta carrera no curaré el cáncer ni mucho menos me ayudará a acabar con el hambre del mundo, pero fue para lo que nací y debo acostumbrarme a la idea de que mi don es hacer bocetos y vestir a las masas. No tengo la culpa, es el destino que me ha empujado a ello y no puedo luchar contra él y sus planes para conmigo.
Muevo mis ojos a través de los estudiantes alcoholizados en busca de un chico atlético, rubio ceniza, alto, como de un metro ochenta y uno o dos; de ojos verdes, pecho ancho y pronunciado, con una sonrisa blanca y traviesa. Lo busco desde hace quince minutos, es mi novio y desapareció hace un buen rato dejándome debajo de un árbol, a la espera de él y del ponche que le he pedido. En realidad, fui yo quien me dispuse en ir a buscar mi propia bebida, pero Gohan terminó convenciéndome para que me quedara sentada mientras él iba por ello. Me gusta ser independiente, sin embargo la pasábamos tan bien, que no quise arruinar el momento poniéndome arisca y mandona.
Aunque tampoco soy alguien paciente, así que ahora ando deambulando en busca de su paradero, deslizándome entre los árboles y jóvenes que se disparan con agua y corretean con el torrente sanguíneo lleno de alcohol.
Frunzo ligeramente el entrecejo al no poder dar con él. La verdad que no sé en donde pudiera estar metido, ya he recorrido todo el bosque —por lo menos la zona delimitada por la universidad—. Decido que mejor regreso al árbol en donde Gohan y yo hemos estado dándonos los besos las últimas dos horas. Es entonces que, al girar para regresar, lo distingo entre un grupo de compañeros, a unos pocos metros, sonriendo y hablando de algo que parece gracioso porque todos ríen divertidos, se ha quedado hablando con nuestros amigos de la preparatoria, típico de él.
Rio por lo bajo al reconocerle, su sonrisa ha sido contagiosa. Doy un paso decidida a ir hasta donde está, pero, paralelo al paso, veo como una chica menuda estira su rostro frunciendo su boca a la espera del beso que Gohan no tarda en depositar sobre sus labios gruesos.
Retrocedo como acto reflejo, como si me hubiesen sorprendido haciendo algo malo y necesitara huir para no ser retada.
Era una broma, una maldita broma. Gohan no pudo… seguro vi mal, pero, ¡no, no vi mal! ¡No sigo viendo mal, se están besando delante de todo el mundo! ¡Delante de nuestros amigos!
Frunzo el cejo, molesta, dolida, traicionada. Con el orgullo pisoteado.
Doy un paso y pretendo que sea firme, decidido, pero resulta que al darlo mis piernas flaquean y casi me siento desplomar sobre la hierba del bosque. Mantengo el equilibrio y vuelvo a ver la escena. Todos siguen riendo, todos siguen apuñaleándome por la espalda. Bufo llena de rabia, sintiendo el pecho comprimido. La ira me consume y no puedo moverme, solo estoy de pie, viendo al par de infieles como vuelven a besarse entre risas.
¿Qué mierdas hago?, ¿por qué no puedo caminar e ir a encararlos?
La vista se me vuelve borrosa y siento el labio tiritar sin control. Cierro los ojos con fuerza para no ver, para escapar de la realidad. Las lágrimas estancadas comienzan a brotarse descontroladas y se desbordan hacia mis mejillas que hierven como el sol, abro mis orbes y echo una última mirada para girarme, dispuesta a marcharme. He visto suficiente.
Entonces, alguien del grupo de traidores me ha visto y yo detengo la acción. Si huyo pareceré débil. Ya no hay marcha atrás. Observo como otro chico se percata de mí y alza su mano sin disimulo señalándome con ella; una de las chicas —que en algún momento llamé amiga— ha soltado mi nombre con asombro, poniendo tenso de inmediato a Gohan y su acompañante que me buscan con la mirada, esperando que hubiese sido una broma.
No tardo en reconocer a la zorra que besó a mí ya no novio, es Mokoto, una ex-porrista, compañera de Mimí y muy conocida por su fama de resbaladiza.
Gohan abre sus ojos a más no poder y yo le mantengo la mirada firme. Da un paso y yo retrocedo dos, como si le tuviera asco, para cuando él avanza yo ya me he dado la vuelta y corro con fuerza hacia algún lugar remoto del bosque. Termino en la carretera solitaria y nublada que acompaña al bosque.
Al final terminé huyendo como una cobarde porque peor hubiera sido que todos los traidores me viesen llorar. Eso no me lo hubiera perdonado jamás.
Me detengo. Parece que no me ha seguido —o lo he perdido—, porque para cuando llego a la carretera y me he girado él no está por ningún lado.
Rompo a llorar.
—Maldito —gruño con enfado—. ¡Infeliz, infeliz! —descargo mi furia con los árboles que me rodean.
Mis brazos se mueven sin control, luego doblo mi cuerpo y tapo mis ojos empapados en lágrimas. Sollozo sin control.
Me siento tonta, me siento ofendida, apuñalada, herida. Me quiero morir, me quiero tirar en el piso y hacerme bolita, abandonarme y sintiendo mí pena.
De pronto dejo de gimotear.
¿Qué mierdas me pasa?
—¡No! —digo, como si alguien pudiera escucharme, aunque en realidad me lo digo a mí misma—. ¡No puedes, no debes, no te lo permito! ¡Sora, no llores por él, no lo merece, no merece ni una de tus lagrimas!
Sacudo mi cabeza intentando controlar el hipido. Remuevo mi pelo rojizo que ha sido opacado por el sonrojo de mi rostro, pues lo sé, me he visto antes en el espejo mientras he estado histérica —como ahora— sé cómo luzco, además que el ardor en mis mejillas y la vena que palpita a un lado de mi frente también es una señal de que estoy roja, hecha furias.
Inhalo y exhalo, intentado tranquilizarme para que mis sienes no exploten por la presión que ejerce mi frustración y enojo.
Cuando me siento mejor saco el móvil del bolsillo de mi sudadera. Desbloqueo el teléfono y marco el número de Mimí sin pensarlo.
Debe estar en su casa, ya que tuvo que regresar a por algo que olvidó y que, según ella, era de suma importancia.
El teléfono repica tres veces y luego ella contesta:
—Sora, querida —habla con su usual tono de voz alegre—, lamento la tardanza, ya voy en camino. Es que mis padres…
Le interrumpo:
—¿Puedes llevarme a casa? —suelto entre hipidos que no puedo evitar hacer.
—Amiga, ¿estás bien? —es lo que responde, sorprendida por escucharme tan frágil y angustiada.
No soy de las que le gusta llorar y cuando lo hago prefiero hacerlo a solas en un rincón oscuro de mi casa. Tantos años de amistad le han dejado en claro a Mimí que así soy y que cuando lloro delante de alguien es porque la cosa es de preocuparse. Aunque ahora no estoy segura si es el caso.
—Sí, estoy bien —le miento, siendo consciente de que ella se ha dado cuenta de que lo hago—. Por favor, ven. No quiero estar aquí.
Escucho un sonido gutural, como si le molestara mi mentira, pero al final deja escapar un suspiro y me dice:
—En veinte estoy allá.
Me despido de ella y corto la llamada.
Todo el ambiente es lúgubre. En donde hay más claridad es en la parte reservada para la celebración, en el resto del bosque solo se pueden ver arboles altos de troncos gruesos y rasposos que se mesen de un lado a otro por la fría brisa de la noche —la misma que me obliga a abrazarme contra mi cuerpo a pesar de la sudadera que llevo puesta— el resto del lugar lo compone una carretera que es golpeada por la luz tenue, entre amarilla y plateada, de la luna que sigue saliendo de su escondite y se dirige a lo más alto del cielo para reinar por el resto de la noche. Hoy ha sido una diva y ha tardado en salir más de lo normal.
La carretera está sola, sin ningún vehículo transitando en ella.
Estoy más calmada, me he obligado a ello. Y, entonces, pienso que tal vez debí huir hacia el otro extremo del bosque, en donde todos los autos de los fiesteros aguardan, y el flujo de personas es mayor.
Doy un vistazo a todo el alrededor, una vez más, nada. Solo el sonido de los animales nocturnos: lechuzas, roedores, grillos que ofrecen su serenata a la Dama gorda y amarilla que reina en la oscuridad.
Limpio el rastro seco de mis lágrimas y me apoyo en el tronco de lo que en su momento fue un árbol. Solo resta esperar a Mimí.
Giro paranoicamente al escuchar un sonido detrás de mí, como si una rama se partiera por ser pisada, busco en la oscuridad el origen del ruido y me percato de que ha sido un búho que ha atrapado a un ratón pequeño que no para de rechinar por su pronta muerte. Ése es su destino, es lo que la vida le ha preparado, debe aceptar que nació para alimentar a una familia de búhos que fue más ágil, superior y astuto que él.
No me emociona saber que hay algo más grande que yo y que tiene cierto control sobre mí, no quiero pensar que el destino decide por cual camino debo transitar, pues no es así. Soy de las que piensan que sí puedo tener control en mi propio futuro; que si puedo soñarlo, puedo hacerlo real, que sí puedo elegir opciones que me llevaran por caminos diferentes: buenos o malos. Pero, también soy consciente que no puedo controlar todo mi entorno, no puedo decir que mañana no nevará solo porque yo deseo ir a esquiar o salir de compras con mis amigas, tampoco puedo tener el control de las acciones que tienen los demás o controlar su forma de pensar; sé que no puedo hacerlo, porque si fuera así, Gohan no me hubiese engañado esta noche, si hubiera podido controlar aquello, juro por la traición de él, que no estuviera aquí sola y llena de pena.
Suspiro y devuelvo la vista hacia la carretera. No quiero pensar en Gohan ni en el maldito plan del destino.
¿Por qué mierda me empujó hacia aquel traidor?
Pasan unos minutos eternos en los que mis pensamientos vuelan hacia las nubes. Pienso que ya han pasado los veinte minutos que Mimí me pidió, miro el reloj de mi muñeca, apenas van diez de ellos.
«Solo diez más». Me digo, al tiempo de que algo llama mi atención:
—¿Quién anda ahí? —pregunto al percibir una sombra que se mueve por la línea de árboles que están en frente de mí.
No es un delirio, he visto algo moverse y es lo suficientemente grande como para pasar por una bestia, pero ya no la veo.
Rio, sí, una bestia. Que tonto se escuchó aquello, incluso sino lo dije en voz alta. Hubiera sido mejor decir: un animal salvaje que una bestia. ¿Acaso tengo cinco años?
Nadie responde, escudriño la zona en la que creí ver algo o a alguien, pero todo luce sereno.
—Tranquilízate —me digo en un susurro.
Saco mi teléfono y me percato de que ya no tiene batería, una última llamada y morirá, vuelvo a depositarlo en el bolsillo de mi sudadera, no sin antes percatarme de los mensajes y llamadas pérdidas que el identificador del móvil reconoce como de Gohan.
No puedo quedarme quieta, si lo hago, estoy expuesta a volver a sentir en mi estómago aquel nudo de desilusión y, por lo tanto, es posible que vuelva a llorar. No quiero hacerlo, no quiero lucir patética para cuando llegase Meens. Gohan no vale la pena, menos mis lágrimas ni mis pensamientos.
Cierro los ojos y sacudo la cabeza para borrar su imagen y la de aquella zorra que besa sus labios.
Me levanto y sacudo mi pantalón. Caminaré por la larga línea de la carretera, esperando a poder visualizar en cualquier momento a Mimí.
He dado tan solo unos cuantos pasos cuando vuelvo a sentir la presencia de algo. Proviene del mismo lugar de hace un rato. Sea lo que sea está mirándome y está del otro lado de la carretera. Me detengo dispuesta a preguntar, pero sería tonto hacerlo —de nuevo—, en vez de ello doy vuelta girando sobre mis talones en dirección al camino que da hacia la profundidad del bosque, en donde se está llevando a cabo la celebración.
He visto muchas películas de miedo como para saber que éste es el tipo de clímax que se da antes de ser decapitada por un asesino en serie.
Para mi sorpresa, para cuando estoy de regreso a la fiesta, vislumbro la figura de un hombre que va medio encorvado, con las manos dentro de los bolsillos de su pantalón desgastado y deshilachado, lleva puesto una sudadera con capucha, la cual está cubriendo su cabeza.
¡Diablos, es el perfil exacto de un asesino en serie! Pienso nerviosa.
¿Qué rayos hace ese sujeto saliendo de esa parte del bosque?
Me quedo de pie, estática, mientras aquel hombre camina en dirección a mí, doy un paso hacia atrás, pero es todo lo que puedo hacer. De alguna manera extraña todo mi cuerpo ha dejado de responder a las órdenes que intento darle; «Huye, huye de aquí». Me digo, sin embargo, nada pasa, estoy paralizada por un miedo irracional que me carcome por dentro y hace temblar mis piernas. ¿Por qué? No es como que si aquel sujeto, salido de entre las sombras, hubiese matado a alguien y ahora regresara de haber enterrado, en la profundidad del bosque espeso, el cadáver, ¿verdad?
Tiemblo al depositar aquella idea en mi mente.
«Mierda, mierda, mierda».
Una descarga eléctrica acuchilla cada centímetro en mi interior en señal de alerta.
—¿Quién eres? —Me apresuro a preguntar con la voz entrecortada, anticipándome a cualquier movimiento que éste chico pudiera hacer.
Él voltea a verme, como si apenas se hubiera percatado de mi presencia.
Me maldigo por haber hablado, seguro no me había visto antes.
Él enarca una ceja y mira para los lados como si no me estuviera refiriéndome a él con aquella pregunta, sino a otra persona cercana. Al notar que ha sido para sí, me mira y pasa una mano por su cabeza, deslizando la capucha de la sudadera hacia atrás, mostrando unos revoltosos cabellos marrones. Su rostro me deja pasmada: es muy guapo y, sin duda no es alguien que haya visto antes. Es alto, pero me da la sensación que no puede ser mayor que yo. No obstante, su labio partido, sus nudillos rojos y raspados y aquel moretón sobre su ojo izquierdo significa solo una cosa: el chico es un problema —o siempre los trae de la mano.
—¿Te refieres a mí? —inquiere.
—Sí —le respondo.
Ignoro por completo el tiritar de mi cuerpo. No sé si es por el miedo irracional o es causado por sus facciones finas y masculinas, por su cuerpo alto y bien entallado o por aquella mirada oscura que me escudriñan de pie a cabeza, como si pensara que yo soy la loca que puede atacarle en cualquier momento.
—La pregunta sería, ¿quién eres tú? —responde enarcando una ceja.
Le miro por un segundo, un poco más calmada, teniendo ahora en mente la idea de que, tal vez, él era uno de esos muchos chicos que se esconden detrás de un árbol lejano para orinar toda la cerveza que ha consumido. Aunque él sí que ha elegido un árbol muy apartado de todos. No me sorprende que lo haya hecho, con las bromas que se gastan los chicos, si yo fuera hombre, seguro mantendría bien lejos mi sexo del montón de universitarios ociosos que corren por el lugar.
Eso debía ser.
Tengo una hipótesis, pero la curiosidad me pide a gritos saber si es correcta o no.
—¿Qué hacías allá atrás? —señalo hacia la fila de árboles del frente.
Frunzo el ceño cuando le veo sonreír de medio lado, presuntuoso, como si estuviera orgulloso de lo que estuvo haciendo, como si supiera algo que yo no. Abre su boca para hablar, pero una voz muy familiar ha dicho mi nombre y llama nuestras atenciones.
—¡Sora!
Giro por acto reflejo al escuchar que me mencionan, pero sé de quién se trata y maldigo mi suerte. Es Gohan. Anda buscándome todavía. Bajo la mirada y mascullo un:
—Maldita sea.
Al levantar mis ojos, noto que el chico de la capucha se prepara para dar media vuelta en dirección contraria a la de la fiesta.
—¡No me dejes con éste idiota! —le suplico al extraño.
Prefiero mil veces irme con un desconocido, posible asesino en serie, que enfrentar a Gohan y a su maldita traición. Estupideces de la adolescencia, supongo.
—¿Un acosador? —dice el chico refiriéndose a la voz de mi ex que se escucha a lo lejos.
No es oficial, pero no soporto su infidelidad, doy por sentado que ya hemos terminado la relación y que nunca más volveré a ennoviarme con él. No soy como otras, mi palabra sí vale oro.
El de la capucha detiene su acción de marcharse, luego sonríe con sorna.
—Exnovio infiel —aclaro—. Por favor, lo menos que deseo es hablarle.
No sé qué diablos pasa conmigo. No soy de las que le suplica a un extraño compañía. De todos modos, ¿qué rayos puede hacer éste sujeto contra Gohan? Le miro por un instante y me doy cuenta de que él es más largo y delgado, se le nota que hace ejercicios con regularidad. Nadie puede tener semejante cuerpo sin hacer siquiera algún tipo actividad física.
Sus brazos y pechos son voluptuosos, llaman la atención a primera vista —sobre todo por lo apretado de su sudadera que se ciñe en sus brazos y contonean sus bíceps dejándolos a simple vista—. Todo su cuerpo tiene la sinfonía perfecta entre tonificado y musculoso, ni muy dotado en exceso ni muy cenceño. Aunque claro, es su rostro moreno lo que destaca, sobre todo por esa mirada oscura y divertida que porta. Le observo, "mirada oscura y divertida" no describen con exactitud lo que sus ojos expresan. Sin darme cuenta me he perdido en ellos, intentando descifrar lo que dicen sus ojos chocolates.
Reacciono y me cacheteo mentalmente por ser tan ridícula y darle lugar a éste tipo de pensamientos —sobre un extraño— inadecuados. Mimí estaría orgullosa de mí por éste escrutinio del chico tan detallado y vertiginoso que he hecho, pero yo no soy Mimí y la acción me ha dado vergüenza.
Mi cara comienza a hervir al darme cuenta de que lo he contemplado más de lo que me gustaría y que ahora él hace lo mismo que yo hice momento atrás. Me estudia con la mirada. Sus ojos entreabiertos y marrones bailan sobre mi rostro, sobre mi pecho, mis piernas, mi cuerpo.
Trago con dificultad.
¿Qué mierdas estará pensando aquel idiota?, ¿por qué me mira de esa forma?
Contraigo mi expresión y me cruzo de brazos.
—Así que por eso estabas llorando hace un instante —suelta sin más.
Abro los ojos con sorpresa, me quedo inmóvil una vez más. ¿Me estaba observando?
—¿Cómo…? —Pretendo preguntar, pero las palabras quedan atoradas en mi boca.
¿Me vigilaba?
La voz de Gohan se aleja, seguro pensó que no pude haber tomado éste camino tan solitario y remoto. Yo me estremezco, pedirle a este extraño ayuda ahora parecía una estupidez. Era un maldito acosador que no dejaba de mirarme. Tal vez si le hubiese respondido al patán de mi exnovio en éste instante no tuviera la sensación de que moriría pronto.
El chico avanza un paso, yo retrocedo dos, envuelta en el pánico. Él ladea su cabeza, haciendo un mohín de extrañeza, contrayendo ligeramente sus expresiones.
—¿Me tienes miedo? —pregunta como si eso fuera una estupidez.
—N-no —titubeo y me maldigo por ello.
Él suelta una sonrisa de medio lado llena de descaro y sus ojos oscuros se ensombrecen más.
—Entonces, ¿por qué retrocedes aún? —inquiere nuevamente, con un rastro de diversión en sus palabras.
Yo ya no puedo ocultar el miedo. Sí, me da miedo su mirada acosadora, su labio quebrado, sus nudillos llenos -con lo que parece- rastros de sangre y el hecho de que esté solo en medio de la nada, saliendo del oscuro y frío bosque. Tal vez no es un maldito asesino, pero no descarto la idea. La histeria hace presencia en mí y pierdo el control.
—¡Ya basta! —Le grito, queriendo parecer fuerte y ocultando el miedo creciente que este chico me ha causado ¿Dónde mierdas está Mimí que no ha llegado?—. Me estabas vigilando, eres un acosador. Si intentas algo gritaré y todos vendrán para partirte la cara —añado.
Apenas he dicho todo aquello él comienza a reírse en tono burlón, suelta grandes carcajadas que me hacen sentir ridícula y avergonzada.
Frunzo el ceño y abro la boca para cumplir mi amenaza, pero él habla de inmediato:
—¿Acosarte? —mantiene su mueca, aunque las palabras van cargadas de incredulidad—, pero, ¡si no te conozco! —expresa hablando, ahora más divertido que nunca.
Parpadeo varias veces. Sigo sin fiarme de sus intenciones.
—Entonces. ¿Qué hacías del otro lado de la carretera? —pregunto perspicaz.
—Eso no importa. ¿Qué hacías tú llorando? —Cierra un ojo y arruga su nariz y boca, como si algo le dolió, dando a entender con el gesto que lo que había dicho era una tontería—. ¡Ah, sí! —continua—. Novio infiel —culmina dejando en el aire lo obvio.
—¿Cómo sabias que lloraba? —cambio la pregunta.
Él sonríe y se cruza de brazos:
—Aun tienes las huellas de las lágrimas marcadas debajo de tus ojos.
Inconscientemente llevo una mano debajo de mi ojo derecho y limpio, con mucha vergüenza. Eso puede ser verdad y lo compruebo al ver en mis dedos el rastro del delineador negro que Mimí insistió que usara hoy.
Comienzo a morder mi labio, sintiéndome como una tonta, loca, llena de paranoia. Sin embargo, que haya intuido que lloraba no lo hace más confiable, no obstante...
Me sonrojo.
—No deberías andar por aquí, en esta parte del bosque, sola —sugiere a modo de advertencia—. Puede ser peligroso.
—En este pueblo nunca ocurre nada malo —respondo con más naturalidad.
—Lo dice alguien que, hasta hace unos segundos, temblaba por culpa de mi presencia.
Hago una mueca, él tiene razón, pero no puedo permitirle que lo crea así, bastante ha hecho con hacerme sentir como una ridícula por acusarlo de perseguidor y pensar en que era un asesino que había venido a aniquilarme y sepultar mis restos en lo más recóndito del maldito bosque.
Sonrío con petulancia y le miro decidida a no dejarme ridiculizar una vez más:
—Debes reconocer que es un poco espeluznante que estés solo en medio de la nada —digo medio en broma, medio en verdad.
—Mira quien lo dice. Tú estás aquí, sola también.
—Es diferente —mi voz se apaga un poco—. Después del espectáculo que he presenciado, quería estar sola —Pero vuelve a tomar fuerza.
A lo lejos la luz blanca y fuerte de un auto se asoma. El desconocido y yo mantenemos silencio hasta que el auto pasa y se pierde por el largo camino.
—¿Qué sucedió? —Pregunta—. Con tu novio, si se puede saber.
Paradójicamente respondo olvidando que desconozco a mi interlocutor.
—Lo vi besarse con una zorrista —Él enarca una ceja sin comprender—. Una zorraporrista-, roba novios —le explico.
Él ríe ante mi broma y luego relaja sus facciones, sin abandonar aquella mueca de sus labios.
Muerdo mi labio al sentir el sonido bajo de lo que pudo ser una risa real y no burlona que, descaradamente, me ha gustado.
Lo miro incomoda, él está mirándome fijo, otra vez.
—¿Qué? —pregunto.
—Eso es solo una excusa.
—¿A qué te refieres?
—Solo digo que para alguien que acaba de ver a su novio con su Zorrista estás muy tranquila. Otras estarían cortándose las venas e invocando al demonio para que éste les haga el favor y le corte... —No termina la frase, pero mira su entrepierna y escandaliza su expresión a posta—, ya sabes. Se lo merecen por ser tan cerdos y malditos los muy infelices. Es lo normal para éste tipo de casos —Tuerce sus labios y exagera sus facciones con horror fingido, sin abandonar su sonrisa irónica como si todo fuese algo absurdo y una realidad inminente de que todas las mujeres debemos ser así de irracionales.
Le reviro los ojos.
Eso no era el todo cierto, si su punto era que no quería a Gohan, estaba equivocado, estoy desecha por dentro. Y ¿qué podía saber él sobre lo que siento? Era un extraño que llevaba poco más de once minutos en mi vida. No me conocía para nada y no le debía ningún tipo de explicación.
—Sucede que no conozco a ningún demonio que pueda ayudarme con ése tipo de favores —le sigo el juego.
—Siempre puede encontrarte con uno a mitad de la nada —sonríe mordaz.
—No lo sé, tienes más cara de acosador que de demonio.
Todavía más sorprendente es que estoy disfrutando de la plática.
—Primeras impresiones —Encoge los hombros y hace una ligera pausa antes de continuar hablando— Volviendo a ti y tú novio…
—Exnovio —corrijo.
—Bien, exnovio —repite con cansancio—, supongo que las lágrimas de hace un momento han sido más por orgullo que por otra cosa.
—Estas equivocado.
—Bueno, es la impresión que me das.
—Primeras impresiones —respondo usando sus mismas palabras.
Por como reacciona, diría que no se ha esperado mi respuesta, pero parece gustarle porque lo próximo que sé es que vuelve a sonreír de medio lado y yo no puedo evitar pensar que se burla de mí con aquel gesto. Sí, no me conoce para nada. Pero debía darle crédito por aquella perfecta sonrisa que adornaba su rostro. No puedo negarlo, el chico luce como quiere.
—De cualquier modo eso no te interesa.
Él se encoge de hombros y frunce levemente el entre cejo, solo por un instante, luego lo suaviza y dice:
—Seguro, lo que digas.
—No suenas muy convencido.
Suspira pesado, el gélido viento golpea su cabello que se mueve descontrolado.
—Sé lo que quieres.
—Mmm. ¿Lo que quiero?
Él asiente, convencido.
—¿Qué…? —pregunto, intento parecer casual. Mentiria si no aceptara que espero con ansias su respuesta pero tampoco se lo haré saber. Aguardo unos segundos antes de continuar— ¿Qué es lo quiero? ¿A un extraño misterioso que aparece a mitad de la noche y que viene con todas las respuestas incluidas?
Él resopla una sonrisa un tanto prepotente, me parece que encierra mucho más de lo que desea mostrar en ella.
—Digamos que sí, para no entrar en detalles.
Nos miramos en silencio, y siento la incontenible curiosidad de saber a qué se refiere con que, aunque Gohan fuese fiel, no es lo que realmente busco en una relación. ¿Qué estaría pensando sobre mi? No podría conocerme para nada, mucho menos mis gustos.
—Entonces, Extraño —hablo y me molesta que mi tono de voz esté saliendo tan coqueto—, ¿qué es lo que quiero?
Sin dudar, él avanza hacia a mí y veo como las luces de otro vehículo hacen su aparición por la carretera a lo lejos. Él las ignora por completo y me mira a los ojos, fijamente, manteniendo su sonrisa descarada y menuda visible. Su proximidad hace que todo mi cuerpo se llene de algún tipo de ansiedad que me hace querer retroceder y alejarme, pero no lo hagohago, y espero a que me responda.
Él dice entonces:
—Quieres lo que todo el mundo quiere —Hace una pausa, está serio y sé que lo que dirá es lo que realmente piensa, me lo dicen sus ojos, ya no hay bromas ni sarcasmo es su expresión—: quieres un amor que te consuma, quieres pasión, aventura e incluso un poco de peligro.
Parecen simples palabras.
No puedo evitar sentirme asombrada, completamente sorprendida por aquella revelación inesperada que mi propio yo acepta con facilidad. Me quedo mirándolo, incómoda por sentirme tan expuesta a las palabras de un extraño. De pronto siento miedo, miedo de que lo esté leyendo en mis ojos. No me conoce, pero sé que ellos ahora reflejan confusión y sorpresa y, para cualquiera, incluso un extraño, es fácil de percibir. Reconozco que soy un libro abierto, pero me niego rotundamente a serlo para siempre. Aunque lo que realmente me preocupa es saber si lo que dijo el extraño es verdad, porque ahora parece que sí lo es.
¿Quiero un amor así? ¿uno que me consuma, lleno de aventuras, de peligro y pasión?
Definitivamente con Gohan no tuve eso. Me duele tener que estar olvidándolo tan de prisa. ¿Esta soy yo? ¿Una Sora fácil de manipular?
Trago difícilmente mientras me repongo a la ola de pensamientos que invaden mi interior.
Queriendo poner la balanza en equilibrio le miro y sonrío para disfrazar el temblor de mi cuerpo y para parecer relajada, entonces digo:
—Y… —hago una pausa y pienso en la pregunta que está atorada en mi garganta—. ¿Qué es lo que tú quieres?
Por primera vez veo desconcierto en suzsu rostro, él hace el ademán de querer articular palabra, pero algo llama su atención y gira su cuerpo al notar que un auto —el mismo que pasó y alumbró hace un momento atrás— se ha detenido detrás de él.
Es un Volkswagen amarillo, un auto deportivo descapotable. Lo reconozco a simple vista, es el de Mimí.
—¡Sora! —grita deteniendo su carro a unos cuantos metros y a su vez extiende la mano mientras la menea con ánimo, llamando mi atención—. ¡Aquí estás! Llevo una eternidad buscándote —exagera.
Me cruzo de brazos un tanto incómoda, y aliviada a la vez por la presencia de mi mejor amiga.
Resoplo y miro al chico delante de mí:
—Es una amiga, ha venido por mí —le aclaro.
El tuerce los labios y levanta sus cejas:
—Supongo que hasta aquí llega nuestra conversación —es lo que me responde, con un brillo que comienza a figurar en sus ojos.
De pronto, vuelve a sonreír ladinamente. La sensación de que sabe algo sobre mí que yo no, vuelve a invadirme. No puedo evitar fruncir las cejas. No me gusta que otras personas tengan este tipo de efecto en mí. Me gusta tener el control de mis emociones, de mi vida. No me gusta sentirme pequeña e intimidada ante nadie. Gracias al cielo que Meens ha llegado, no soporto ni un segundo más estar al lado de éste sujeto que se cree dueño de la verdad absoluta.
—Supongo… —Suelto de forma ácida. El claxon del auto suena y, de brazos cruzados, doy pasos para acercarme hasta éste—. Ya voy —digo poniendo los ojos en blanco a Mimí.
A veces mi mejor amiga es muy impaciente e irritable, como ahora lo es. Rodeo el vehículo y luego subo en él, casi parece que huyo de un fantasma.
La verdad no sé de qué otro modo actuar. ¿Cómo me despido de un extraño del cual ni siquiera su nombre sé? Me pateo mentalmente al darme cuenta de ello, lo normal, al iniciar una plática, es decir primero los nombres y luego todo lo demás viene fluidamente, pero éste no ha sido el caso. Me asombra si quiera saber que he entablado una conversación con alguien a quien no conozco y que ésta se ha dado tan naturalmente, como si fuéramos los mejores amigos del mundo desde siempre.
—¡Guao! —Exclama Mimí viendo al muchacho, sin vergüenza, mientras descubre sus ojos mieles de los lentes de conducir que llevaba puesto para la noche—. ¿Quién es ése bombón?
Tuerzo los ojos. Él está a unos cuantos metros lejos del auto, pero, aun así, está cerca como para escuchar lo que dice Mimí.
—Un extraño —respondo secamente—. ¿Quieres poner en marcha el auto? —Parece más una orden que una sugerencia.
—Vale —Ella me hace caso—, pero si estamos de un humor… —Ironiza bromeando.
El automóvil se pone en marcha y yo miro por el espejo retrovisor la figura del extraño. Está mirando en nuestra dirección, con las manos dentro de las bolsas de su pantalón y con la luna llena ascendiendo detrás de él, la figura abstracta de los árboles y pinos altos —bajo las sombras negras de la noche— le acompañan, y la carretera solitaria, llena de niebla que, por su perspectiva, parece que se extiende y crea un camino hacia la luna gorda y amarillenta, le da el toque mágico a la escena y la convierte en la vista más hermosa que jamás haya visto. Muy parecida a la de una obra de arte, a un lienzo pintado con imaginación y esmero o a una fotografía muy buena sacada en el momento y lugar adecuado, capturando la majestuosidad del paisaje… del paisaje y del extraño que aún nos observa, pero que parece alejarse cada vez más.
El panorama me causa intriga, admiración y miedo por igual. Lo mismo que ha causado El extrañoen mí.
Le veo moverse, como si quisiera correr hasta nuestro auto en movimiento —que cada vez gana más velocidad— pero él se detiene tan pronto dio el primer paso. Aún estamos algo cerca como para escuchar lo que grita a todo pulmón:
—¡Nos vemos pronto, Takenouchi!
Giro en su dirección, apresuradamente sobre el asiento del Volkswagen descapotado, sintiendo un hueco en el estómago y un sudor frío que se desliza por mi nuca. Aunque todo está oscuro y lejano, percibo su sonrisa dirigida a mí, toda burlona y llena de autosuficiencia.
—¿Cómo mierdas…? —digo imperceptiblemente.
La última imagen del sujeto que logro capturar es cuando se da la media vuelta en dirección hacia la carretera que dirige hacia la luna.
Me estremezco y los pensamientos que lo convertían en un asesino acosador vuelven a rondar mi mente. Estoy asustada, siento el vértigo acompañado de unas insoportables nauseas producto del miedo.
—Un extraño mis polainas —Mimí también ha escuchado—. ¡Si hasta sabe tu apellido! —Mi rostro debe reflejar el terror que siento, porque luego pregunta— ¿Te sucede algo? —enarca una ceja y alterna su visión en mí y la carretera. Le miro apenas siendo consciente de sus palabras—. Estás pálida —aclara su preocupación para conmigo.
No, no estoy bien, pero no puedo decírselo a mi amiga, el escalofrío que recorre mi espina dorsal aun no me permite decírselo.
Asiento con la cabeza:
—Solo estoy cansada. Llévame a casa, por favor —le suplico.
Sé que mañana tendré que darle una explicación detallada de todo. Ahora solo se conforma con llevarme a casa. Sabe que no hablaré más. Esa es la ventaja de conocernos tan bien.
Todo está en silencio, el rugido feroz del motor y de las llantas que se deslizan a toda velocidad por el asfalto es todo lo que se escucha. En mi interior es diferente, La orquesta del caos está tocando y hace vibrar mis entrañas:
¿Cómo rayos un extraño, a quien nunca había visto en toda mi vida, supo mi apellido, si yo no lo mencioné en ningún momento?
¡Holis!Notas de Autor:
Éste iba a ser mi regalo de cumple (el 29 de marzo, se aceptan Fanfics como obsequios), pero no puedo retrasarlo más. La verdad que con cada capitulo que escribo, más ganas de publicar me dan, así que aquí está, lo he subido.
He borrado historias que sé que no hubiera terminado pronto y que solo me hubiesen entorpecido las que sí podré terminar. Técnicamente, —para los que leen: A donde sople el viento, Castillo de cristal y Un paso más cerca [historias 'largas']— ya he terminado. Solo doy tiempo al tiempo, en realidad con 'Un paso más cerca' aun esta en proceso, pero hable con la retadora y no tiene problemas con esperar.
Desde hace mucho que he querido hacer una historia así, llena de misterio, utópica, que aparezca un Taichi que haga babear a Sora sin la necesidad de poner su amistad trascendente por el medio y/o a Matt en el medio. Quiero a Tai todo sexy y provocativo, sin dejar de ser misterioso y deseable, like Patch, Damon or Scott, no, Tai seguirá siendo Tai, en un modo diferente, pero él al fin y al cabo. Tal vez me salga un poco OoC, procuraré que no.
He pensado en hacer dos perspectivas durante la trama -esto por culpa de los SYOTs de THG-, la de Meens y la de Sora, así se ve lo que Sora y Meens creen percibir de los chicos. Eso ayudaria a que los personajes no estén tan OoC (si llegasen a estarlo, que no creo) porque sería su percepción de ellas para con ellos. Si se me complica, solo haré la de Sora.
Quiero hacerla larga, para ello iré apresurando otras historias que están inconclusas y pienso no comenzar con otras nuevas hasta terminar ésta -a menos que sean OS-, así dedico mi tiempo solo a ésta historia para que quede en mejor calidad.
Estoy emocionada con éste proyecto. No pues, no pediré limosna, pero un comentario se agradece.
Saludines.
¡Ciao!
