Os presento un nuevo fic que participa en el Baker Slash Fest, sin más, disfruten :)
Capítulo 01
Aquella había sido la gota que había colmado el vaso, Mycroft no solo había sido irrespetuoso con sus padres y con su hermano, sino que también había sido grosero y cruel con una vecina que solía ir a cuidar a Sherlock.
Esa era la razón por la que ahora Mycroft se encontraba en un tren con destino a Botolphs un pueblo dejado de la mano de Dios donde sus tíos abuelos tenían una granja.
* Flash Back*
—¡Ni siquiera conozco a esos tíos! —gritó Mycroft.
—Por Dios hijo, vienen una vez cada dos años por Navidad —le recordó la señora Holmes.
—¿Te refieres a esos viejos? —exclamó el pelirrojo.
—¡Mycroft! ¡Ese vocabulario! —le dijo su padre —. Por esa razón vas a ir a ayudarles. Necesitan a alguien que les eche una mano y tú tienes que aprender a ser más humilde con los demás.
—La humildad no me llevará a ningún sitio —le dijo Mycroft con frialdad.
—La crueldad tampoco —le dijo la señora Holmes.
—La crueldad me hará poderoso —sentenció Mycroft.
*Fin del Flash Back*
Mycroft bufó una vez más y abrió de nuevo el periódico. Para colmo, no le habían dejado llevarse el móvil ni tampoco el mp3.
Iba a estar incomunicado durante un mes en mitad del campo. Podría inventarse algo para evitar trabajar en la granja, así le dejarían tranquilo y podría perderse en sus pensamientos. Lo hacía en casa podía hacerlo allí.
No pensaba trabajar en un sitio tan mundano como ese.
Tras hora y media de viaje, salió del tren y fue hasta la puerta de la estación donde lo esperaba un señor mayor junto a una camioneta que parecía ser de hace 20 años.
—¡Tú debes de ser Mycroft! —dijo el hombre entusiasmado.
El pelirrojo bufó y puso los ojos en blanco.
—¿Y tú quién eres? —le preguntó.
—Soy tu tío Albert, pero puedes llamarme Berty.
—Valiente apodo más ridículo —masculló Mycroft entre dientes mientras metía la maleta en la parte trasera de la camioneta.
Se sentó en el asiento delantero y se puso el cinturón, intentando acomodarse.
—Ya me dijo tu madre que eras un hueso duro de roer —le dijo Albert animado.
—¿Te regalaron el coche en tu graduación?
—¿Por qué lo preguntas? —preguntó Albert alzando una ceja.
—Por cómo suena el motor el coche es tan viejo como tú.
—Tiene 22 años, pero aún me es muy útil —le dijo Albert sin perder su sonrisa.
—¿Aunque huela a mierda de caballo? —le preguntó Mycroft mirándole con odio.
Albert le miró alzando una ceja antes de reírse a carcajadas. Mycroft le miró con odio y arrugó el entrecejo.
—¿Qué? —preguntó con odio.
—Vas a trabajar en una granja —le dijo —. ¿Qué olores esperas encontrar allí si no?
—Esto va a ser un infierno —dijo Mycroft horrorizado.
Albert rió de nuevo y negó con la cabeza. El resto del viaje, lo pasaron en silencio. Mycroft mirando el paisaje que únicamente era de campos verdes y ovejas. Tras media hora por la carretera, se desviaron a una de tierra y pararon frente a una verja. Mientras Albert se bajaba para abrirla Mycroft observó la granja.
La casa tenía dos plantas y su facha era de colores claros. Había dos coches más, una moto y de fondo un tractor. Además había otras cinco edificaciones más de madera que Mycroft no tenía ni idea de que podían ser.
—Tu habitación estará en la planta de arriba —dijo Albert entrando de nuevo al coche —. La ventana da a la parte delantera de la casa —dijo señalando a la ventana —. Empezamos a las cinco de la mañana, Gregory te explicará en que consiste tu trabajo.
—No puedo trabajar —le dijo Mycroft sonriendo con orgullo.
—¿Y eso?
—Soy asmático y tengo la piel sensible, no me puede dar mucho el sol —mintió el pelirrojo sin dejar de mirarle.
Albert rió de nuevo.
—Ya me dijo tu madre que te inventarías alguna excusa para no hacer nada. Sé que lo del asma es falso y lo de la piel también. No pasará nada si coges un poco de color e igualmente, existe la crema solar. Tenemos de ella en el baño.
Mycroft gruñó y salió del coche dando un portazo, cogió su maleta y se encaminó a la casa seguido de Albert, el cual abrió la puerta y anunció su llegada.
—¡Emilie! ¡El chico está aquí! —exclamó.
Una mujer, igual de mayor que Albert salió de una de las habitaciones. Tenía el pelo blanco y era bajita. Se apresuró a acercarse a Mycroft y le estrujo los mofletes.
—¡Señora! —exclamó el pelirrojo dando un salto hacia atrás.
La mujer sonrió.
—Se me había olvidado lo poco que te gusta el contacto físico —le dijo sonriendo —. Ven, te llevaré a tu cuarto. Puedes instalarte y descansar un poco.
Mycroft siguió a la mujer escaleras arriba, estas daban a un pasillo donde había cuatro habitaciones.
—Esa es nuestra habitación —dijo Emilie señalando a la derecha del pasillo —. Ese es el baño, esa es la habitación de Greg y esa es la tuya —dijo señalando la opuesta del pasillo.
Mycroft asintió, entró y básicamente le cerró la puerta en las narices. Se apoyó sobre ella y suspiró. La habitación era sencilla. Tenía un armario y un escritorio con una silla y la cama con un somier de muelles.
Dejó la maleta sobre el colchón antes de coger la silla y atascar con ella la puerta. Se tumbó en el colchón y suspiró. Aquello iba a ser una mierda. No solo no soportaba a los animales sino que no le gustaba para nada el calor.
Se estiró un poco en la cama y se levantó. Mejor no mostrarse débil bajo ninguna circunstancia. Hizo la cama con las cobijas que encontró en el armario y se asomó a la ventana.
