El frío aire se colaba por la ventana a tal punto que la sensación térmica del ambiente había logrado enfriar la taza de café que se posaba sobre su escritorio, siendo más específico a un costado de una vieja maquina de escribir, no podía especificar desde cuando comenzó a degustar una taza de dicha bebida a cada noche, siendo que a él no le agradaba su amargo sabor. Antes de seguro hubiese preferido beber un té o hasta un delicioso chocolate caliente acompañado de algún trozo de pastel, aquellos que persistentemente compraba en la pequeña pastelería familiar a tres cuadras del departamento en donde habitaba ¿A él seguirán gustando los dulces de aquella vieja pastelería? De seguro, el moreno siempre tuvo la costumbre de ir hacia allí después de salir de la universidad, el muchacho que vivía en el primer piso de aquel viejo edificio aun en los días lluviosos tuvo aquella rutina por la tarde, el día en que noto que lo dejo de hacer las tardes comenzaron a ser monótonas.

Termino de escribir la misiva de la noche y tras colocarla en un sobre de algún sobre sacado al azar por el apuro, corrió por cada una de las escaleras –Alrededor de diez pisos- hasta llegar a la primera planta, meter la carta por debajo de la puerta del oji café y correr nuevamente a su lugar de origen. Cada noche le escribía algo a Kiku, tenia las esperanzas de que volviese, de que pudiesen charlar juntos y comer la merienda hasta que llegara la noche, de verlo sonreír levemente abochornado al mismo tiempo que le daba las gracias por dejarlo pasar casi todo el día allí como si de su propia casa de tratase ¿Qué hubiese pasado si hubiese sido mas claro con sus sentimientos? Si le hubiese dicho en cada una de esas noches que se quedara un poco mas de tiempo no estaría subiendo la agonía de la soledad, y hasta se hubiesen quedado juntos para siempre, como siempre tuvo que haber sido.

Llevaba dos años sin verlo, ambos por sus personalidades parecían una pareja de ancianos, pero eso no significaba que la rutina diaria de ambos fuese aburrida. Ambos combatían la tarde bebían té mientras disfrutaban de alguna charla o simplemente paseaban por los alrededores sin un punto fijo, lo único que los guiaban eran sus instintos y las ansias de estar uno con el otro.

Al cerrar la puerta no pudo evitar quedar con la espalda pegada a esta, las vecinas del piso inferior ya lo estaban comenzando a mirar de mala manera, a él ya ni le interesaban los comentarios de aquellas señoras solteronas ¡Dios se apiade de sus gatos! Sentía lastima por esos animales que tienen que convivir obligatoriamente con esas mujeres. Suspiro para recuperar el aire perdido, tras el tiempo en que llevaba escribiendo sus cartas se habían echo cada vez mejores –Aunque como profesor de literatura estaba de por si orgulloso de las primeras- Pero las de ahora tenían muchos mas sentimientos, junto a alguna frase robada de algún poeta o algún escritor escrita al final. Sin duda Arthur Kirkland, era el sueño de toda mujer a pesar de que el romanticismo no era verdaderamente lo suyo. Cambio su elegante traje por un pijama, ya era la hora de irse a la cama y al menos por esta noche había logrado escribir la carta a tiempo, habían noches en las que simplemente no dormía por falta de inspiración pero no podía y no quería que le faltase la misiva de la noche al Crisantemo, tenia que ser constante para que aquellos sentimientos le llegaran a pesar de la distancia y a pesar de que el japonés ya no vivía allí aun tenia las esperanzas de que volviera, no quería que sus sentimientos murieran dentro de si mismo por el paso de los años y aunque pasasen estos morirían cuando a el le llegase la hora de partir al mas allá.

A la mañana siguiente volvió a la rutina; fue a impartir clases a una universidad pequeña, fue a la librería por más papel, sobres y plumas, compro un pastel en la vieja pastelería familiar que quedaba a tres cuadras del viejo edificio en donde arrendaba… No supo si la vista le estaba engañando, o si estaba alucinando, pero puerta del departamento del Crisantemo estaba abierta y la curiosidad fue la que gano en esta ocasión. Se asomo notando que cada una de las cartas habían sido recogidas, hasta abiertas. Sin importarle quien fuese el nuevo vecino este absolutamente no tenia el derecho de revisar el correo ajeno, dejo las compras en la mesa del comedor, pero… grande fue su sorpresa cuando se lo encontró, con lagrimas en sus ojos junto a otro gran montón de sobres en el regazo…él había vuelto


Años sin escribir para este fandom el cual fue el primero al que entre, un poco de AsaKiku lleno de Feels no le hace mal a nadie ¿Verdad? XD

esta historia surgio de viejas cartas nunca enviadas y una salida por el metro de Santiago...ah...que melancólico se podría decir ...