Después de un día de trabajo, guardó los documentos importantes en el portafolio que le había regalado su novio. El forro del mismo era negro, culminado con un elegante broche plateado que lo decoraba. En sí era un acabado sencillo, algo que caracterizaba mucho a su pareja: esa sencillez casual.

Veía la pesada calle, y para mejorar el día, hacía frio y estaba nublado, apenas perfecto.

Cuando subió al transporte eligió un lugar vacio pegado a la ventana para ir admirando el paisaje mientras se hundía en sus pensamientos. Lo único que quería era llegar a casa.

Una vez al pie de la puerta de su hogar, hundió la llave dentro del picaporte girándola con delicadeza sintiendo las primeras finas gotas que comenzaban a caer. Por fin entró y se quitó los zapatos con cuidado para no ensuciar lo que lucía impecable.

Echó una mirada a la casa, se veía limpia y acogedora, apenas un dulce nido, lo que provocó que sonriera con timideza e ilusión; no obstante, faltaba algo: ¿Dónde se había metido esta vez su acompañante?

Se deslizó sigiloso por la sala, tratando de no hacer ruido admirando aún aquella limpieza, aquel calor de familia.

En la cocina lo encontró.

-...Ya llegué...-habíase dicho como si no quisiese interrumpir algo importante.

-¿Ah?...-volteó con algo de sorpresa en el rostro, fingiendo que no esperaba esa llegada-... ¡Hola! ¿Cómo te fue?

-...Normal, todo aburrido y tenso ¿y a ti?

Edward sonrió y procedió a abrazar a su hermano suavemente y, sin incomodarlo, le metió a la boca un pedazo de las croquetas que cocinaba.

-A mi me fue bien, aunque me sentí un poco solo, con eso de que estás atado al trabajo...-suspiró-...pero ahora que regresaste me siento feliz.

-Niisan… -tragó con nerviosismo el pequeño bocado-...desde el inicio de nuestra relación habíamos quedado que así sería, yo trabajaría mientras tú te ocuparías del hogar...

-...Y no te estoy reclamando, Aru...por que también yo estuve de acuerdo-se separó de al y apagó la estufa-Además, si yo te dejara en la concina un día, no sólo quemarías la comida...

¡Si no la casa entera! jajaja

Alphonse, ofendido, sintió como Ed le robaba un beso suave que aun ofendido, hacia que el color carmesí invadiera sus mejillas, ya cuando al fin reaccionó persiguió a su hermano mayor por toda la casa, hasta que Edo logró encerrarse en la habitación sin permitir que Aru entrara...

-¡Niisan!¡Abre!

-¡Ni loco Aru! ¡Te amo! ¿Lo sabias?

-¡Eeeedd!

Aru siguió insistiendo golpeando con ruego la puerta pese al fuerte sonroje que Edward desde adentro le causaba.