Momento de inspiración aprovechado! (?

Declaimer: Los personajes pertenecen a Kishi-oji y la historia me pertenece a mí :3.

Aviso: Aunque no del todo, parte de la idea se me vino mientras escuchaba: Rubia Sol, Morena Luna de mi adorada banda de rock Venezolana: Caramelos de Cianuro. Escuchen la canción! Está buenísima! :*


CAPÍTULO I: LUNA.

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¿Podría el «hilo rojo de la vida» conectarnos con más de una persona a la vez? ¿Tal vez con dos?

Me avergüenza pensar en cómo comenzó todo, pero nunca me arrepentiré del día en que conocí al sol ni de cómo me enamoré de la luna.

Nací en Inglaterra. Mis padres estaban de viaje y al parecer mi mamá no pudo esperar hasta volver a Japón. Los negocios de mi padre iban en subida y tuvieron que mudarse de lleno al continente Europeo.

Tenía 5 años cuando mi madre y yo nos fuimos a Japón. Mis padres querían para mí la educación que ellos obtuvieron de niños, que conociera sus costumbres, sus raíces, que fuera completamente japonés.

Fue difícil adaptarme al cambio al inicio, pero la luna siempre estuvo a mi lado para iluminar mi camino. Porque fue en aquella gran casa en un barrio tranquilo donde la conocí; Un domingo, aún en espera del inicio de clases. Estaba en la entrada de la casa vecina, sobre un triciclo y con su primo empujándole en la espalda. Era una niña callada, solo miró a su primo y siguieron jugando, ignorándome por completo.

Un par de días más tarde ya me encontraba jugando con ella y su primo en nuestras casas cada día. Incluso convencimos a nuestros padres un año después de abrir una puerta que comunicara ambos patios traseros. Nuestros padres también se llevaban bien.

Fuimos compañeros en preescolar y aunque su primo era un año mayor que nosotros, siempre nos acompañaba hasta el salón de clases y nos esperaba a la salida. Fue así hasta que al finalizar la primaría él se fue a estudiar la secundaría en otra ciudad, así que desde nuestro último año de primaría y en la secundaría siempre fuimos Hinata y yo, siempre estábamos juntos Hinata y yo. No había nadie más y no hacía falta nadie más.

La confianza que teníamos era amplia.

—¡Naruto-kun! —llamaba cada mañana Hinata lanzando lo que encontrara a mi ventana—. ¡Naruto-kun date prisa!

—¡Ya voy! —respondía yo desde el balcón que me dejaba ver a su habitación.

Para nuestro quinceavo cumpleaños aquello ya era una costumbre.

—Buenos días zorro —saludaba cada día con una amable sonrisa mostrando el par de bentos en sus manos.

—Buenos días conejo —le devolvía el saludo tomando su mochila y colgándola en mi hombro.

—Deja de llamarme conejo —se quejaba cada día frunciendo sus labios.

—Lo haré cuando dejes de llamarme zorro —siempre se le hacía difícil seguirme el paso, con cada uno de mis pasos eran dos o tres de los suyos.

—Bueno, no te llamaré zorro de nuevo —cruzaba los dedos tras la espalda, pues lo diría la mañana siguiente.

Era inevitable para mí conocer cada parte de ella. Sabía lo que diría antes de que hablara. Podía saber si estaba feliz, triste, confundida, emocionada, enojada, solo necesitaba ver su cara, solo precisaba escuchar su voz por el teléfono y se volvía un libro abierto ante mis ojos.

Dulce, encantadora, tierna, amable, inteligente, soñadora, eran algunas de las palabras que podía usar para describirla. Hinata fue el primer gran amor de mi vida. Me enamoré de ella desde el primer día que vi sus ojos mirarme desde su triciclo, siendo un niño de cinco años.

—Naruto-kun, ¿estás bien? —me preguntó aquel día en que recibí la mala noticia sobre la muerte de mi abuelo.

—No —contesté con total sinceridad. Sabía que a ella no podía mentirle.

Me abrazó y me dejó secar mis lágrimas en su regazo. Yo solo tenía 15 años y mi abuelo había sido mi único apoyo cuando mis padres debían viajar, aparte de Hinata y sus padres obviamente.

Siempre estuvo a mi lado, y solo a mí me permitía apaciguar su llanto, como la tarde en que su madre murió, nunca la había visto tan desesperada, fue cerca de su decimosexto cumpleaños…

—¡Naruto! —gritó lanzándose sobre mí a las tres de la mañana.

Había llegado a mi casa por un puente colgante que comunicaba nuestras habitaciones.

—¿Hinata? —pregunté frotando mis ojos aún dormido.

—Naruto mi mamá… —hablaba despacio sin despegarse de mi pecho—. Mi mamá está muerta —acabó diciendo al cabo de unos segundos.

—No puede ser… —no lograba creerlo, dentro de mi deseaba que fuese mentira—. ¿Pero cómo…?

—Acabo de enterarme… —le escurría la nariz y tras tomar una servilleta de mí mesa de noche continuó hablando—. Llamaron a papá para informarle que tuvo un accidente saliendo del aeropuerto.

—Lo siento… —la abracé. No había nada más que pudiera hacer.

Y como cada vez que algo malo le pasaba, se quedó acostada sobre mí hasta dormirse. Aunque siempre su papá terminaba buscándola o yo la devolvía a su cuarto pero ese día, bueno, su padre solo me saludó desde la ventana, para decirme que debía irse y para encargarme a sus hijas.

Diablos. Nunca la vi tan triste como ese día.

Nunca la vi tan vulnerable.

Nunca deseé tanto volver a verla sonreír.

El tiempo pasó volando y para cuando lo noté, estaba de rodillas frente a ella, en su habitación, pidiéndole aceptara tener una cita conmigo. Me había sido muy difícil poder hablarle al respecto. No sabía si aceptaría mis sentimientos o quitaría el puente pero, al final me aceptó. Yo fui feliz ese día.

Como se imaginarán, su padre derribó nuestro pequeño sistema de comunicación cuando supo de nuestra relación. No estaba en contra, y confiaba en ambos pero, seguía siendo un padre soltero que quería cuidar a su preciado tesoro.

Los años pasaron fugases… vivimos tantas aventuras juntos, tantas escapadas, desveladas, incluso solíamos escondernos en la casa del árbol de madrugada para estar a solas y dejar que nuestros labios hablaran sin palabras.

No sé en qué momento se volvió lo más preciado para mí, pero cuando me di cuenta estaba en el altar, con un traje de pingüino, sudando y temblando mientras ella caminaba en dirección a mí, tomada del brazo de su padre, sonriendo a través del velo como solo ella sabía hacerlo, mirándome, dispuesta a convertirse en la esposa de este idiota.

Desde ese día llenó mi vida. Cada espació de mi ser fue cubierto por su esencia. Nunca pensé que podría amar tanto a alguien como a esa mujer. A la niña que conocí un día mientras montaba en su triciclo.

La casa que antes era de mis padres pasó a ser nuestra. La habitación que alguna vez comunicaba con su vieja habitación, se convirtió en un depósito de recuerdos preciados.

Hinata ocupaba un lugar que nadie más podría tener. Ella era y es la «Señora de Uzumaki», algo que nadie jamás podrá cambiar.

Pero lo admito, ella no es la única mujer que ocupa parte de mi historia y de mi vida…

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Continuará…


Holas… sé que aún no publico la Luz Perdida de su Mirada pero… la inspiración me llegó de pronto y poof! Aquí les traje esto… espero les haya gustado, será un tree-shot así que pronto verán el final :'(

Besos~~ FanFicMatica :*