El destino da muchas vueltas, unas que ni siquiera creemos que puede tocarnos a nosotros son las que nos impactan de golpe. Para bien o para mal, y muchas veces… Son para mejor.
Es de noche, una clara noche de verano donde las luciérnagas revolotean pintando las tinieblas de un mágico dorado, donde las leyendas de amor se escriben en agua y donde la luna es la mejor compañía al song del silencio y de los corazones latiendo.
-Te amo tanto, Kykio…
-InuYasha… Te amo.
Con un tierno beso el juramento a la noche fue sellado, con testigos del enternecedor encanto de los amantes sonrientes de sus inocentes palabras, ajenos de mundo.
El mundo es muy pequeño, tanto que a tan solo un par de pasos de los amantes los orbes corbes aguados zafiro los miraban con empeño.
Kagome había salido a dar una velta, sin pensar en el InuHanyou entregado a los brazos de su predecesora. Oculta tras un roble de buen grosor, escondió su aroma y presencia como soo uno le pudo enseñar.
-Se feliz, Inu, te lo mereces.
Un susurro al viento para no ser escuchada, una genuina plegaria para que su compañero al fin pudiese ser feliz con aquella que ha amado durante tantas décadas.
-Es tiempo de que tú también lo seas… Miko.
-Yo ya soy feliz, Youkai.
-Hm.
-También te amo.
Un pequeño Drabble para ustedes con mucho cariño inspirado es la imagen de portada de este fic, créditos al autor de la imagen.
La historia es mía y los personajes son de Rumiko Takahashi.
