998, 999 y 1000. Tras la última sesión de abdominales del día, Goku suspiró tumbándose en el suelo utilizando sus manos como almohada. Una sonrisa sencilla asomaba por sus labios. Se sentía más fuerte que nunca, satisfecho consigo mismo y, a la vez, feliz de estar con los suyos.
—¡Cariño! ¡La comida está lista! —Se escuchaba a lo lejos en el interior de la casa, seguido de gritos de euforia de su hijo menor. Se llevó una mano al vientre notando que empezaban a sentir hambre al mencionar la comida pero, por una vez, no se levantó instantáneamente como solía, sino que contestó con un "Ahora voy" y se quedó unos diez segundos más disfrutando del sol en la cara. Mientras tanto, su hijo mayor, Gohan, descendía las escaleras sosegando las prisas de Goten. Se reunió la familia Son al completo entorno a la mesa y empezaron a engullir la comida. Boles de arroz se vaciaban a un ritmo vertiginoso, sabrosas carnes eran arrancadas brutalmente de los huesos y distintas salsas recorrían la mesa de mano en mano como si montasen en una montaña rusa.
Chi-chi, la esposa de Goku, sonreía al verles disfrutar de los alimentos con tantas prisas y apoyó la mejilla en su mano contemplando la escena. Los varones clavaron los ojos en ella con curiosidad, pues para ellos resultaba inconcebible detener las mandíbulas y ella lo había logrado con facilidad.
—¿Qué ocurre, mamá? —quiso saber Gohan, que era quien tenía la boca más libre en aquel momento. Su madre negó indicando que no pasaba nada malo.
—Nada, estoy viendo que nada ha cambiado después de tanto tiempo. Bueno, ahora tenemos a Goten, pero por lo demás seguimos siendo iguales —respondió ella—. ¡Comed, que se os enfría! —ordenó alzando algo más la voz intentando desviar el tema de conversación. Tras muchos platos, ahora vacíos, los tres saiyans resoplaban con esfuerzo en un intento de que sus estómagos no explotasen... aunque aún así Goku dejó sitio para un yogur, a duras penas.
—Mamá, hoy iré a estudiar con Videl, dentro de dos días tenemos un examen importante —le recordó el joven, pues ya le había informado con anterioridad de ello. Chi-chi asintió y le dio a su hijo algunas monedas por si después de estudiar querían ir a tomar algo, tuvo que aceptarlas a regañadientes pese a que él tenía su propio dinero.
—No se te ocurra volver sin haberle comprado algo bonito, a las mujeres nos gusta sentirnos halagadas, más aún si nos da un regalo un chico tan apuesto como mi hijo —le sugirió estirándole la mejilla sacándole los colores a Gohan, quien encontraba ese acto demasiado infantil para su persona, pero al estar en su propia casa no quiso recriminar nada ni llamar la atención y asintió sin más. Goten, algo celoso y viendo una posibilidad de aprovecharse del cariño que demostraba su madre, decidió intentar conseguir también algo.
—Yo también quiero dinero, porfi. Trunks y yo hemos visto juguetes en la feria de la ciudad y... —No pudo terminar la frase, la mirada de su madre lo decía todo y un escalofrío recorrió la espalda del niño.
—Aunque... pensándolo bien tengo que aprender a ahorrar y ser responsable —terminó algo acobardado. Se empezaron a escuchar risas desde el otro extremo de la mesa. Goku empezaba a carcajearse de la situación y, como solía ocurrir, acabó contagiando la risa a los demás.
—Tú tampoco has cambiado nada, mujer, déjales más libertad a los críos. Gohan, estudia y pásatelo bien, pero aún no me hagas abuelo; y Goten, ¿qué te tiene dicho tu madre? Por el momento confórmate con ir con Trunks a la feria, yo te doy permiso, pero tendrás el dinero que te quiera dar tu madre.
Una vez más la cara de Gohan era un poema con tintes rojos. El saiyan negaba en rotundo agitando los brazos con brusquedad e incapaz de articular palabra alguna, Goten por el contrario simplemente aceptaba con resignación. La mujer de la casa aceptó las palabras de Goku, por una vez dejaría que les dijese a los pequeños qué hacer, pero aún así reivindicó quién llevaba los pantalones en esa familia con otra de sus miradas, esta vez con su esposo como víctima. Éste la notó como si de un enorme ki se tratase y, confuso, empezó a cavilar qué podía haber molestado a su esposa.
—Yo... yo... esto... ¿Qué ocurre? ¡¿Qué pasa?! —preguntó nervioso a punto de palidecer—. ¿Malos consejos?... ¿Tengo que lavar los platos?... ¡La dependienta de la tienda de ropa sólo era amable conmigo!... ¡Oh! Ya, "Tras un entrenamiento, baño o escarmiento" —dijo recordando la frase que siempre le repetía la de la mirada asesina.
—Pues si ya lo sabes, venga, que ahora no hay nadie dentro.
Minutos más tarde Gohan se despedía de la familia, mochila al hombro y con más ganas de ver a su compañera de estudio que del propio estudio. Goten también marchaba, él surcando los cielos en dirección a casa de Trunks, volando como si lo hubiese podido hacer toda su vida.
El padre de familia se dirigió al baño y dejó caer al suelo la sudada camiseta. Se miró en el espejo haciendo algunas muecas y caras graciosas a la vez que hacía fuerza con su barriga hacia delante para parecer gordo, mofándose de la cantidad de comida que había ingerido.
—Sólo me falta ser amarillo y calvo... —murmuró acariciando sus abdominales mientras que con la otra mano giraba el grifo de la bañera para desatar el agua caliente. Con la bañera llena se deshizo de sus botas de entrenamiento y, como si fuesen tóxicas, las sacó del baño tapándose la nariz con cara de sufrir las consecuencias de sus entrenamientos.
—Chi-chi, ¿dónde puedo dejar esto para que no moleste?... ¿Chi-chi? ¿Qué pasa?
Dos lágrimas brotaban de los ojos de su mujer. Alertado corrió hacia ella plantándose enfrente y la examinó. Al verla sin heridas miró sus ojos fijamente hasta bajar la mirada a la sonrisa que dibujó, haciendo que el saiyan frunciese el ceño sin comprender.
—No es nada, cielo. Estaba viendo el álbum de fotos —Señaló dicho objeto en el sofá a su derecha—, y me he sentido muy feliz con la comida de hoy.
Respiró aliviado y se llevó una mano a la cabeza, mostrando los dientes en un intento de recobrar también él la sonrisa que había perdido momentos antes.
—La verdad es que te ha quedado muy rica, sí. Cada día cocinas mejor.
Volvió a repetirse la misma escena que había ocurrido con Gohan, sólo que esta vez los dedos de Chi-chi parecían tenazas clavadas en la mejilla de Goku y estiraban con fiereza.
—No es eso, tonto —susurró con un tono de voz angelical, al igual que su rostro, poco o nada acordes con la violencia de su mano.
—Me refería a estar todos reunidos, felices, riendo, con vidas cotidianas y no perdidos por el espacio o luchando contra horribles monstruos. —Pegó su cuerpo al de su esposo y posó ambas manos en sus mejillas, ofreciéndole un largo y dulce beso bañado en las lágrimas de ella. —Me he sentido feliz de que hayas vuelto a la vida, no sabes cuánto te he echado de menos. Casi había perdido la esperanza de que volvieses —confesó agachando la cabeza, haciendo que con ello más lágrimas cayesen. Goku, entristecido por ver el semblante de su mujer, trató de rebajarle la pena con sus palabras. Alzó la barbilla de Chi-chi y entrecruzaron miradas.
—No te negaré que yo tampoco sabía si podría volver algún día, pero... Nunca se me dieron bien estas cosas... lo mejor supongo que es disfrutar del presente y no pensar en los malos momentos. Volvemos a estar juntos y eso es lo que importa, ¿no?
Ella asintió, él sonrió, ambos sonrieron. Ella se secó las lágrimas, él acercó sus labios, ambos se besaron de nuevo. Volvieron a abrazarse con el mismo cariño que se demostraron en su reencuentro y se empezaron a escuchar pequeñas risitas cómplices, seguras de sí mismas y de la solidez de la relación que tenían pese la ausencia de tantos por la muerte del saiyan durante la amenaza de Cell.
—Ve a bañarte, anda, ahora estoy sensible y quizás lavando los platos me distraiga y piense en otras cosas.
Goku pensó para sí mismo que él no sabía mucho acerca de esos temas, que no era el más indicado cuando se trataba de comprender los sentimientos de quienes le rodeaban y no sabía muy bien qué hacer en aquel momento, si dejarla tranquila como le pedía o apoyarla en momentos de tristeza. Recordó entonces las palabras de su amiga Bulma, quien sabía más que él respecto a ello, que decía:
"¿Cómo te lo diría, Goku?... Para que me entiendas, los humanos no tendremos tantas batallas como vosotros, los saiyans, pero tenemos también conflictos internos. Cuando te sientes débil y derrotado, quieres alzarte y volver a batallar, ¿verdad? Y a veces necesitas el apoyo de tus compañeros; de Krillin, de Piccolo y los demás, ¿no? Pues a las mujeres nos pasa lo mismo con vosotros, que tanto Vegeta como tú sois unos cabezotas, a veces tan sólo necesitamos saber que podemos contar con vosotros para seguir peleando y salir adelante."
Bulma tenía razón, en esos momentos más malos necesitaba de su apoyo, no podía dejarla tranquila aunque se lo hubiese pedido, necesitaba saber que podía contar con él y él necesitaba demostrárselo.
—Ya habrá tiempo para lavar los platos, tengo una idea mejor. ¿Quieres que nos bañemos los dos? Así pasamos un rato juntos.
Chi-chi no esperaba esa sugerencia, al contrario, creía que tras el baño el hombre buscaría cualquier excusa para desaparecer y seguir con algún desmesurado entrenamiento. Se sintió extraña por un momento, como si ya no lo conociese como antes, pero aún así le había gustado esa nueva faceta y, tal y cómo él había dicho segundos antes, lo mejor era disfrutar el presente.
—Claro que quiero, cariño. Ve preparando el agua, voy a buscar ropa nueva y ahora voy.
