Este es el primer FanFic que me animo a publicar (de miles escritos). Si es demasiado horrible, díganlo para detenerme.

Era más que obvio que los hermanos Drake no dejarían sus andanzas de una sola vez, ni siquiera luego de casi morir aplastados por una montaña.

Mejor aún, Rafe estaba oficialmente fuera del mapa, así que tenían una leve lista de posibles tesoros al cual acudir, en especial uno, suculento… Si es que Elena se los permitía.

A Nathan le costó muchas charlas con su esposa, muchas miradas de cachorro perdido, muchos fundamentos y muchos ofrecimientos de la índole "lavaré los platos durante 3 meses, masajearé tus pies todas las noches por 2 meses y no seré un completo dolor en el trasero por lo menos un mes".

También fue necesario que Sullivan le recordara una y otra vez la ausencia de peligros evidentes, el hecho de que Samuel también estaría involucrado y otra ráfaga de pretextos, excusas, fundamentos y palabrería, pero al final, cedió, a regañadientes.

El principio fue relativamente simple, con unos mapas poco complicados para mentalidad como las suyas. Una cadena de eventos que los llevaron por varias bibliotecas, hasta necesitar robar un libro un tanto peculiar de un depósito de Londres. Pan comido.

"Naule: La mente y la mano" era un libro extremadamente viejo, de hojas peculiarmente gruesas cargadas de agujeros intencionales y palabrería inusualmente complicada que mezclaba lenguas antiguas como si se hubiese tratado de una lotería.

Naule había sido un nombre cifrado del original Nauhky Lee, un ladrón tramposo de alto nivel, originario de China, que se había mezclado con los peores cazafortunas, solo para desaparecer años después entre los piratas más buscados de su época.

Allí residía lo importante: Nauhky Lee se había llevado su preciosa carga de eternos botines, antes de ser parte de la historia. Su cargamento era el tesoro que estaban buscando.

Y la clave estaba en el libro, que poco a poco pudieron descifrarlo. La mayor parte del contenido era puro relleno, basura, métodos para distraer. Aquello que había quedado en limpio era un centenar de puntos y líneas random, frases sueltas y la demasiado e insistente cita "Omni Fortuna. Et Legatum. Sed Quid Est. Et Semper Erit" que se repetía una docena de veces. "Toda mi fortuna. Y mi legado. Es lo que es. Y siempre será".

Los tres hombres seguían, días después, analizando los rompecabezas de puntos y frases, estancados como nunca antes, perdidos en miles de variantes sin salida.

- Deberíamos pedirle indicaciones a alguien más- Dijo Víctor, hastiado- Hay algo que se nos pasa por alto.

- No podemos ir a hablarle a cualquiera- Sam se apoyó en la ventana, mientras tiraba su cigarrillo ya consumido- Tiene que ser alguien de mucha confianza… No podemos arriesgarnos a lo mismo que nos pasó con Rafe.

- ¿Y Edna?- Pensó Nathan.

- ¿Edna?- Su hermano lo miró, como si hubiese visto un fantasma.

- ¡Ey! Es una buena idea- Lo miró Víctor- Ella es una rastreadora incorruptible, deberíamos ir a visitarla.

- ¿Edna Shaareim?- Preguntó Sam, nuevamente.

- Si… esa Edna…- Lo palmeó Nathan, riendo.

Por un momento Samuel se quedó mirando la nada, dejando que su cerebro rebobinara los años como si se tratase de una película.

Edna Shaareim estaba clavada en su alma como la peor espina desde casi toda su vida. Una hija de unos cuantos que había tenido su padre, un soldado Marroquí, con su madre, una adorable profesora India, en la zona pobre de Marruecos. Era la única que pudo darse el lujo de asistir a un colegio y, a los 8 años, fue lo que la salvó.

Los conflictos civiles arremetieron con su poblado, incluyendo a su madre y a todos sus seis hermanos. Solo quedaron ella, que asistía a clases, y su padre, que estaba de servicio.

Aterrado y colapsado por la perdida, él se la llevó de su tierra, entrando a Estados Unidos como polizón y sobreviviendo con lo mínimo e indispensable. Y por años, la entrenó y educó, en cómo sobrevivir, pelear, disparar, conducir, para que estuviese lo más preparada posible, hasta que un puñado de delincuentes baleara a su padre y la dejaran sola.

Se la pasó robando para comer, y robando para obtener dinero, optando por robar cosas cada vez más valiosas.

Nadie se esperaría que robar una reliquia de un museo implicara competencia.

Con 13 años, no era la única que quería ese premio, se había topado con un niño pre púber y un adolescente rebelde que por poco y la dejan atrás, pero con los cuales empezó a hacer tratos. Tratos que la llevaron a aprender de historia, a como colarse en los depósitos más complejos, y a apreciarlos como una familia.

Después de todo, Nathan se convirtió en su nuevo hermano menor, aunque solo le ganara por un par de años y al cual empezó a casi malcriar a base de abrazos. Él era el culpable, le recordaba demasiado a sus pequeños hermanitos fallecidos que no alcanzó a mimar.

Samuel fue su gran hermano mayor, mentor y profesor en innumerables cosas, mayormente ilegales. Y después de todo, él era mayor que ella, no podía mimarlo como a Nate, pero si podía pegarle amistosamente.

Para ambos, Edna se volvió familia, diferente para ambos casos. Nathan veía en ella a la hermana que jamás tuvo, y Sam comenzó a perderse en sus ojos cafés demasiado pronto, aunque lo mantuvo en secreto.

La triada buscó tesoros en mil sitios, casi enterrados, muertos, asesinados, presos, pero siempre juntos.

Hasta Panamá.