Leones en la Roca
Los gritos retumbaban en las cavernosas paredes de roca Casterly, niños, mujeres, y hombres corrían despavoridos por el salón principal ¡hay leones en la roca! Gritaban mientras veían a sus señores ser devorados por aquellas enormes bestias. Y pensar que hace menos de 5 horas reinaba la calma y la alegría en la fiesta que tenía lugar en el imponente castillo; donde todos habían estado disfrutando de la generosidad de los Casterly.
La fiesta se había hecho en honor a la rubia maravilla llegada de más allá del mar angosto, un hombre hermoso con ojos como esmeraldas, tan brillantes que era casi obsceno, tenía una hermosa voz con un extraño acento foráneo, y además era de risa fácil. Aunque lo que más cautivaba de aquel espécimen era su astucia, en menos de 2 años había ayudado al pueblo a resolver algunos problemas de índole político, y comercial, ideando nuevas formas de cerrar tratos comerciales con las ciudades del otro lado del mar, y convenciendo al confiado señor Casterly de que debía exigir a los señores acaudalados de las tierras del tridente, y del basto norte que fueran sus vasallos, convenciéndole de que el poder concernía al señor con mayores riquezas.
Poco a poco los hombres regios y ancestrales del norte se unieron a la causa de Casterly, junto con los guardianes de los ríos en el tridente, pero lo hicieron esperando protección y apoyo en esta guerra que se avecinaba contra los Ándalos, más que por cualquier afinidad política, y Lann el hombre que había robado los rallos del sol para teñir su cabello, había convencido a todos de que el defendería su causa, y que iría con el próximo barco que partiera al continente más allá del mar para interceder por ellos ante los Ándalos.
Las semanas pasaron y la partida de Lann al otro lado del mar sería con las primeras luces del siguiente día, por lo que el señor de roca Casterly convoco al pueblo a una gran fiesta de despedida, en donde la comida, y la bebida abundaron, y algunos hombres tocaron rudimentarios instrumentos con los que entonaban canciones mágicas que hablaban de árboles que reían, y de niños que no envejecían. Pero en algún punto de la fiesta cuando casi todos estaban dormidos sobre sus platos grasientos, retozando con alguna moza bajo la meza, o simplemente habían perdido el conocimiento por el vino y el agua miel, el rugido de los leones los hizo estremecer, aturdidos por lo que pasaba vieron a un sonriente Lann de pie en la entrada, mientras los leones los atacaban.
Después de aquella sangrienta noche los pocos sobrevivientes juraron lealtad a Lann el Astuto, el nuevo señor de la roca, que engendró una numerosa descendencia de rubios leones que llevan su nombre… Lannister ese era su nombre. Y aún hoy algunos aseguran que pueden escuchar aquel rugido, y eso yo no lo pongo en duda, pues desde entonces y hasta ahora hay leones en la roca.
