Disclaimer: No tengo ningún uso lucrativo sobre este fanfiction.
Fandom: Harry Potter / Katekyo Hitman Reborn!
Género: Romance, Drama, Crime.
Categoría: NC-17.
Pairing: Reborn/Harry.
Advertencias: mafia!fic, wizard!world, EWE, post-war, unspeakable!Harry, crossover, male/male explicit content, deathly hallows, Harry!master of the Death.
Notas: Originalmente tendría que estar escribiendo otro crossover, luego uno en espera para solventar el otro crossover. Este es el cuarto crossover para solventar la espera de los otros xDDD, no me maten

Gli Amanti significa Los amantes. En mi elejota también estará (aunque sea el resto del os otros capítulos).


GLI AMANTI

CAPÍTULO I — Como un fénix


Harry se levantó esa mañana sintiéndose invencible, era una sensación que no muchas veces podía jactarse considerando la rutina de su vida, pero sonrió como no lo había hecho nunca, las puertas de su nuevo futuro se habían abierto a él como jamás antes lo habían hecho otorgándole una gama de posibilidades que tampoco pensó que existirían.

Hasta hace dos semanas era un vulgar alumno de Hogwarts recibiendo por fin su Honoris por cursar siete años de escolaridad (aunque terminó la escuela en ocho) y con Ron habían postulado —cómo no— a ser aurores por su deseo de seguir los pasos de su padre ahora más que nunca, sobre todo porque por fin los pudo ver y hablar con ellos de manera regular.

Quería ser egoísta por una vez en su vida y si las estrellas —como Firenze decía— se le antojaban que esas posesiones estuvieran en sus manos, ellas lo estarían, un poco de felicidad nunca haría mal a alguien.

Se había estado quedando en la madriguera junto con Ron, Hermione los había abandonado hace unos pocos días para ir en busca de sus padres ahora que todo estaba más tranquilo y no había tantos mortífagos dando vuelta. Ella postularía a una posición básica en el departamento de Aplicación a la Ley Mágica en el Wizengamot, Harry pensó que otra carrera haría que su amiga se aburriese, sobre todo cuando le gustaba pelear con sangre puras, mestizos y muggleborn por derechos igualitarios, era toda una joya.

Él sencillamente quería que todos fueran felices, y hablando de felicidad Ginny no parecía estarlo.

Harry suspiró, no era su culpa que tras el furor de una guerra y un noviazgo apenas existente considerara estar con Ginny, más aun tras ver a su madre y realmente pensar que Gin era morbosamente similar a ella en aspecto físico —quizás su cabello era menos rojizo pero era francamente alarmante—.

Su padre se había reído de él cuando se las presentó a lo lejos:

—"Es muy parecida a tu madre cuando tenía su edad. No sabía que tenías fetichismo por ella, Harry. Me sentiré celoso" —para luego reírse con Sirius y Remus a sus espaldas.

A veces ver al licántropo allí y no a su lado le daba nostalgia —mayor cada vez que visitaba a su ahijado ahora que podía— pero por ningún lado negaría que Remus se veía incluso más feliz muerto que con vida.

Posterior a esa charla Harry pensó con la cabeza fría acerca de su relación: Ginny siquiera lo conocía, completamente obnubilada con su fama y presencia que según sus padres era atractiva.

Ser perseguido por un psicópata tenía sus ventajas, pensó para sí.

Había estado deprimida durante los días siguientes cuando él dijo que por ahora no buscaba romance con nadie, que no se molestara en esperarlo porque —muy para su mala suerte— los sentimientos de amor pasaron a ser fraternales.

Molly, horas después, lo miró intensamente no sabiendo qué decir. Era obvio que detestara cualquier mal sobre su hija pero también lo consideraba parte de la familia, él solamente pudo disculparse y ofrecer irse si su presencia era demasiado invasiva en esos momentos.

Ella solo sonrió y negó, tiempo era suficiente.

Y hablando de tiempo ¡hoy era el suyo! Había estado esperando los resultados de su prueba de auror y realmente se le revolvía el estómago pensando en las lechuzas.

—Harry querido, tienes que comer algo sino te sentirás mal. Estoy segura que las lechuzas pronto llegarán —la siempre querida señora Weasley peleaba por meterle comida por donde no le entraba, le era imposible reunir ganas con las náuseas y nervios que lo consumían mientras que Ron en su estado ansioso comía más de lo acostumbrado.

—¿Cómo está George? —no podía dejar de inquietarse, Molly había sufrido pero tenía seis hijos por los cuales velar con su amor de madre. Le otorgó una sonrisa indecisa antes de negar.

—Hace lo que puede, pero no puedo negar lo evidente. Está tan deprimido que me duele verlo así y ya no sé qué más hacer. Ayer por fin logré sacar la ropa de Fred de su cuarto —murmuró con la voz inestable, le dio una sonrisa nostálgica sabiendo lo que se sentía.

—Es un avance, Molly. George es fuerte y como a todos, no nos queda mas que acostumbrarnos —nunca había sido fácil.

Quizás solo habían pasado unos minutos, o incluso muchos más, pero en el momento en el cual Harry alzó su cabeza pudo divisar lechuzas por la ventana, de inmediato se puso tenso y se removió inquieto en su asiento.

—Ya vienen —su amigo lo miró extrañado por un segundo y luego miró a través del alfeizar en busca de lo que él miraba, unos segundos después dio un grito estrangulado mientras su madre le sonreía con cariño.

—¡Ah, ya vienen! ¡Arthur querido las respuestas ya llegaron!

Y como todo fin de semana, el señor Weasley salió del granero con cachivaches muggles en sus manos y se encaminó a la casa con una sonrisa.

—¡Magnífico! —gritó en la lejanía, pero Harry no tenía ojos para nada más. Dos búhos de suave color café y grandes plumas revolotearon por la cocina antes de posarse majestuosos al costado de sus encargos.

Ron volvió a dar un gemido antes de coger la carta con manos temblantes y el búho se quedó allí esperando posiblemente una respuesta. El suyo, mientras tanto, se acercó a la mesa y estiró la pata entregándole una carta sellada.

Departamento de Misterios

Área de Admisión

Para: Harry J. Potter.

De: Kester G. Ferdinand.

Harry definidamente no esperaba eso, sobre todo porque sólo estaba esa carta adjunta.

—¡Vamos, ábrela! —miró a su amigo quien estaba tan indeciso como él, era prácticamente el mismo papel y formato sólo que (suponía) su amigo llevaba el nombre de "Departamento de Aplicación a la Ley Mágica" como el suyo debería decirlo. ¿Qué demonios significaba esto?

Intrigado, nauseoso, nervioso, colérico, asustado, indeciso, confuso y todo como estaba abrió sin miramientos el correo mirando no sin cierta sospecha lo que había allí dentro.


Departamento de Misterios

Área de Admisión

Para: Harry J. Potter.

De: Kester G. Ferdinand.

Estimado señor Potter:

El Departamento de Misterios sub-división Área de Admisión se complace en informar que ha pasado los exámenes pertinentes para ser parte del equipo.

Para completar el proceso de integración por favor lea atentamente las siguientes cláusulas antes de aceptar:

I – El Departamento de Misterios es una división del Ministerio de Magia, eso significa que nuestra organización si bien se abastece y otorga derechos al Ministro de Magia no respondemos ni a sus órdenes ni conveniencias.

II – El estado como Inefable es el título oficial de su carrera siendo esta un secreto absoluto dentro del Departamento.

Las carreras disponibles a las cuales usted puede optar son cuatro:

E. Auctor:

Se encarga de investigar, probar, crear y comprobar productos, hechizos, encantamientos y rituales mágicos necesarios para el avance de nuestra sociedad o propios beneficios.

E. Luctator:

Es la fuerza de nuestra División con amplios conocimientos mágicos para habilitarlo en una pelea con cualquier tipo de mago o criatura mágica existente.

E. Boudi:
Equipo o persona encargado(s) de investigar nuevas sociedades (mágicas o no) con el fin de conocimiento.

E. Ambactia:
Embajador Internacional, político que se encarga tanto de conseguir lazos como ganancias.

Si usted acepta ser partícipe de nuestra comunidad sólo deje caer una gota de su sangre y aparecerán los datos necesarios para una aclaración, sino, selle la carta y esta se incendiará. El conocimiento recién adquirido ha sido sellado en caso de negación.

Esperamos su pronta respuesta.

Kester Geoff Ferdinand.

Jefe Div. Ambactia.
Departamento de Misterios, Inglaterra.


Decir que estaba acojonado era lo mínimo. Ron hace rato estaba gritando feliz por su aceptación mientras que su madre y padre lo arrullaban felices de que fuera aceptado, gritando que tenía que enviar una carta diciendo que sí mientras que él sencillamente releyó con prontitud todo nuevamente.

Le temblaban las manos.

Él, un Inefable.

Un regocijo en su estómago admitió que esto era mucho mejor que lo que pensaba, puede que alguna profesiones no entendiera bien pero coño, no era idiota como para decir que no. ¡¿Quién no querría ser Inefable?

—Muérdeme, niña —no sabía por qué, pero estaba seguro de que era una hembra y no un macho. La pequeña le sonrió y mordió sublime su mano y dejó caer pulcramente una gota y luego nuevas letras aparecieron.


"¡Felicidades! 06 de Julio 10:00 AM. Ministerio de Magia Puerta H oficina 17"


¡Era un jodido inefable! Gimió más porque no sabía qué decir que nada. La tinta se fundió con el papel dejándolo en blanco y tanto Molly como Arthur quienes ahora lo veían a él expectante esperaron su respuesta mientras que un atolondrado Ron escribía SÍ bien grande en un pergamino aún más enorme doblándolo de manera extraña y estampándolo aún peor.

Rió ante la vista, se notaba que estaba más que contento con los sucesos y él no podía decirlo tampoco.

—¿Harry? ¿Y, qué te dijeron?

—¡Si compañero, es imposible que te hayan dicho no! —gritó su amigo con una sonrisa radiante.

—Bueno... —no sabía cómo expresarlo, su rostro estaba tenso, quería sonreír como si no hubiera mañana mirando cómo ambos búhos se marcharon por la ventana sin siquiera esperar la respuesta de Harry.

—¡Querido! Esa ave se fue sin tu respuesta. No importa, iré a buscar a Pig para que la lleve...

—No hace falta señora Weasley, mi carta no necesita respuesta.

—¿Eh? —los tres se le quedaron viendo y pronto todos sus rostros mostraron tristeza.

—¡Oh, no! Esto es mucho mejor. ¡Me admitieron para ser inefable! —exclamó ya sin poder aguantar más la sonrisa que realmente necesitaba salir.

—¡Oh, Harry, eso es maravilloso! ¡ARTHUR, HARRY VA A SER INEFABLE! ¡GINNY, GEORGE, ESCUCHARON, SERÁ INEFABLE! —Molly fue corriendo por las escaleras gritando como si no hubiera mañana, al mismo tiempo que volvió a bajar gritándole en el oído lo feliz que estaba mientras lo abrazaba fuerte.

—¡Oh, por las pelotas de Merlín, wow! —el pelirrojo no sabía qué decir, claro, hasta que sonrió travieso —, ¡Hermione se pondrá celosa! ¡Bien hecho, compañero! —otro abrazo aún más fuerte y la algarabía en la cocina no dimitió.

Harry por primera vez se sintió satisfecho con sus logros, sea lo que fuese ser Inefable era definitivamente lo que él necesitaba.

Los meses posteriores a su nuevo empleo pasaron rápidos, agotadores, tensos pero aún así felices.

Harry fue al día siguiente a encontrarse con quien sea que fuese, Kester, se enteró después. El departamento lo había estado siguiendo desde su incursión en la sala de Profecías y aún posterior, en la sala del velo. De hecho, habían estado siguiendo a todos sus compañeros que ingresaron allí como posibles candidatos pero sólo dos quedaron: él y Luna.

Luna, siendo tan especial como ella era, decidió que iba a entrar a la división Boudi porque era quienes veían y buscaban cualquier tipo de criatura o pueblo mágico, Harry no podía evitar sentirse feliz de que su amiga cada vez que hablaba de Nargles alguien la entendiera, por lo menos eso fue lo que conversaron unas semanas después en un café.

Harry, por otro lado, y tras pedir explícitamente qué demonios era todo se dio cuenta de que su magia era demasiada como para ser Embajador pese a que tenía conexiones (sin intención) y fama para lograr entrar en los secretos de otros Ministerios, y no era que los Inefables —aunque ahora podría decir que el nombre de las carreras bien— no eran entrenados, sino que algunos usaban más la magia que otros.

Ser Auctur era bueno, se gastaba el núcleo mágico y Harry sabía que eso era más que suficiente para nivelar su fuerza, pero nunca fue una persona de oficina o andar investigando y haciendo papeleo.

Cazar sería divertido pero se necesitaba mucha paciencia, y si bien Harry la poseía ser un Boudi no trabajaba mucho con magia, sino más bien con auras.

Harry decidió que se Luctator era lo mejor. Estaba acostumbrado a la pelea, a estar pero que no te vean, tenía sus métodos, conocía la mayoría de los campos y ahora sin Voldemort persiguiéndole hasta la muerte podría disfrutar de jugar al poli-ladrón.

Sí, eso era lo que necesitaba.

Y así fue como Harry Potter, Inefable de la división Luctator comezó su carrera. Primero con exámenes médicos, entrenamiento, rutina, estudios, hechizos. El tiempo allí abajo se manejaba absolutamente distinto. Su día poseía 32 horas y no se sentía remotamente cansado cuando agarró el ritmo, por fin pudo amar los libros que Hermione tanto defendía, pero tenía que admitir que muchos o estaban prohibidos, o en su defecto ni siquiera existían, eso era lo que excitaba a Harry.

Sus amigos eran pacientes, a veces no podían ver a Harry en semanas y era porque había pequeños departamentos allí abajo que utilizaban para misiones o esas tareas que duraban más de lo estipulado, ir y venir de casa era una pérdida de tiempo y él ahora podía entenderlo.

Rigurosamente Harry se dejaba ver por lo menos un par de horas los domingo en la casa de los Weasley, con el tiempo aprendieron que no podían preguntarle mucho de su trabajo porque sus respuestas eran vagas, y para el disgusto de Hermione, Harry siempre sonreía:

—No puedo decirte, Mione, estaría rompiendo el estatuto secreto —Ron se carcajeaba de lo lindo porque por fin había algo que Hermione no podía lograr. Después el fiasco del Departamento la seguridad era aún más estricta.

—¿Cómo te fue esta semana, querido?

—Bien, sólo un poco cansado pero nada de que alarmarse. Esta vez me puedo quedar hasta la cena, señora Weasley, me dieron un día libre.

—¡Eso es genial, querido! Así podrás mantenerte al tanto.

La vida era buena.

Hermione miró a su amigo con una sonrisa velada, nunca creyó ver posible que Harry estuviera tan feliz. Algunas veces llegaba vendado, con ojeras, con algunos cortes pero la sonrisa no se la quitaba nadie, y ella se daba por satisfecha con eso.

Puede que no podía acceder al vasto conocimiento que su amigo estaba adquiriendo, incluso había intentado seguirlo o bajar por donde ella recordaba estar el Departamento de Misterios pero siempre llegaba al Atrio sea por donde fuese, le molestaba pero eso no era nada comparado con el aura de felicidad que poseía Harry. Hermione realmente lo vio florecer.

Con su cabello un poco largo que rozaba en pequeños rizos la nuca y se enredaba tras de sus orejas de ébano intenso desordenado como siempre había sido pero en un estilo más enigmático; Se preguntó si era posible que todos los Inefables fueran así.

Harry se veía en forma, no que antes no lo fuera, pero por fin no era hueso con un poco de músculo, tenía que decir que el entrenamiento había ganado bastante masa muscular en Harry y si bien nunca podría recuperar la forma en la cual debería haber crecido —ella no tenía duda que si Harry se hubiera alimentado bien y no hacer trabajos forzosos tendría un buen porte—, se veía con una musculatura trabajada, fina, pero saludable. Su piel curtida, espalda recta, brazos fuertes y por fin unos ojos tras esas ya no-nunca-más-gafas.

Un verde que a ella siempre le quitaba el aliento. Estaba enamorada de Ron y sus impresionantes orbes azul cielo, pero Harry tenía esos ojos de conocimiento no develado, y su voz bajo unos tonos para hacerla más varonil, traviesa y en todo lo que ella pudiera denominar: Sucia.

Ella podía recordar exactamente cuándo la había cambiado, fue en una misión extensa de cuatro meses, en los cuales ellos no tenían más que noticias por parte del Ministerio con un "Está bien", "Esta vivo" o "Recuperaremos el contacto en unas semanas más" en lo que ellos habían podido descifrar como "Llegó a salvo", "Está herido pero se recuperará" o el bien temido "En peligro de muerte, esperamos saber más sobre ello".

Hermione siquiera quería recordar las noches en vela consolando a la señora Weasley o lo tenso que había sido el ambiente cuando alguna de las indeseadas palabras estaba en las cartas.

Cuatro jodidos meses y unos pocos días y Harry apareció con algunas heridas pero su eterna sonrisa y aquellos vibrantes ojos para proceder a hablar.

Hermione realmente creyó que Harry hablaba sexo con solo escuchar el timbre de su voz. Ahora estaba más acostumbrada.

Ron en el Departamento de Aurores dando lo mejor de sí, George por salió de su depresión comenzando a sonreír con ellos y Ginny estaba más que feliz de su cupo en Chudley Cannos como Cazadora suplente, la señora Weasley había recibido la maravillosa noticia de nietos por parte de Bill.

No, por fin las cosas estaban como siempre debieron hacer sido.

Harry bajó al Departamento de Misterios arrastrando los pies, no es que no quería trabajar, pero había salido con sus amigos y lo habían mantenido en el bar hasta tarde. Llegado a su oficina —que estaba tan desordenada como él podía recordar haberla dejado— se sentó en su silla esperando el memorándum para la semana.

—¿Harry? —Luna entró con un montón de papeles revoloteando en sus manos mientras lo miraba fijamente, eso sólo significaba problemas o un proceso mal hecho.

—¿Hmm...? —no quería problemas tan temprano.

—Superior Ferdinand te espera en su oficina. Al parecer ha habido un problema en el tratado con las Esfinges —asintió vagamente. Con una floritura de su varita preparó su café matutino mientras Luna volvía a balbucear cosas que ahora sí podría jactarse de comprender pero siempre lo enredaba la manera en la cual Luna hablaba.

Ya con su taza hecha arrastró los pies de su silla y caminó a la puerta pasando a Luna revolviéndole el cabello con cariño:

—Nos vemos luego, Luna.

—Hasta luego, Harry.

La oficina de Ferdinand estaba a solo ocho puertas de la suya —lo cual realmente era un milagro. A veces ir a pedirle algo a otro Jefe tenía que subir, bajar, autorizar, citar, sobrepasar un montón de barreras o pruebas.

Tomó un trago profundo y caliente de su bebida, pese a que le quemó la lengua y su garganta al asentarse en el estómago provocó una satisfacción que le hizo gemir de gusto.

—Potter, te he estado esperando.

—Buenos días, Jefe.

—¡No hay ningún buenos días! —chistó enojado.

—¿Por qué?

Desde que Harry había sido admitido como inefable, la persona ante sus ojos manifestó su gusto para abocarse a dos áreas, ser un Luctator o una especie de híbrido entre Boudi y Ambactia y eso se debía principalmente a su personalidad.

Nadie en su sano juicio diría que Harry no era un buen luchador, era un duelista innato como su padre y tenía una facilidad para absorber hechizos como una esponja sea magia blanca, gris u oscura. Sus barreras de protección en el campo de batalla habían salvado la vida de sus compañeros y él mismo más de una vez y tenía un talento natural para saber cuándo debían ceder o cuándo hacer algo alocado, pero ese no era lo único por lo cual destacaba, sino su capacidad rara de llevarse bien con la mayoría de las criaturas mágicas, Kester estaba más que sorprendido de preguntarle a Harry qué pensó cuando estaba tratando de calmar a un jodido Kelpie:

—"Sólo trata de protegerse, está preñada" —él siquiera sabía que esa maldita cosa estaba esperando, para él sólo era un monstruo intentando comerlos.

—¿Te acuerdas cuando fuiste hace dos semanas a Gales? En una misión de infiltración te encontraste con un clan de Esfinges y lograste un acuerdo que tenía que pulir Gawen y Isiah —el pelinegro volvió a asentir —, pues los muy idiotas hicieron algo mal y jodieron el acuerdo. Si sobrevivieron fue por el traslador de emergencia que llevaban.

Harry jadeó cansado, sabía lo que le pediría y eso significaba una cosa: estar un mes fuera de Inglaterra.

—Jefe, no es que me moleste pero intentar de nuevo de convencer a las Esfinges en aceptarme tomará como dos semanas, y más en finiquitar un acuerdo. Estamos a noviembre y este año realmente quería pasar navidad con mi familia.

—A veces estas cosas no se pueden controlar. Tienes 18 horas para alistarte, llevas a Luna contigo.

—Sí jefe.

Un jodido mes si tenía suerte.

Harry sonrió para sus adentros, no es que le molestara irse a hablar con Esfinges, había estado admirado cuando se las topó en el laberinto del Torneo de los Tres Magos y la vez anterior había podido hablar como sociedad y cómo se dividían, era francamente impresionante.

Harry había escrito libros sobre sociedades con el permiso del Departamento, guardando los datos demasiado personales o que afectaran los tratados, pero lo hizo bajo un seudónimo: Henry Pierce, nombre que se le ocurrió de la nada aunando que tampoco quería tener un apodo tan alejado de su propio nombre.

Recordaba con cariño su primera misión como infiltrado y después embajador. Estaba reconociendo terreno después de extraños sucesos en Gwynedd. Habían sido contactados por su homólogo en Gales (Aparment o Dirgel), y los inefables (anharaethadwy) estaban muy tomados de las gónadas en ese instante.

Habían mandado ya a dos escuadrones de tres personas y ninguno regresó; decidieron llamar a su seccional pidiendo ayuda tras la deuda de Dragones entre los departamentos, y su Jefe (Silvanus Basil) estaba entre feliz de ser de utilidad a preocupado porque no era habitual que siquiera un mago regresara por lo menos a escupir palabras a medio morir.

No es que estuvieran cortos de personal cuando lo seleccionaron, sino que su perfil de "Salir con vida en cualquier situación" encajaba con lo que buscaban, y así se embaucó en su primera misión que se extendió por cuatro meses en los cuales pasó de ser infiltrado a cautivo y posteriormente a un invitado y embajador.

El Reino de Gwynedd era un pueblo milenario con mucha cultura, demasiada. Mientras que su ciudad era bastante colonial y agradable para Harry, poseía unas montañas inmensas de agreste verde, cielo azul y nubes que acariciaban el suelo y cielo tiñéndolas de blanco y gris.

Cuando Harry pisó campo pudo sentir la magia salvaje que corrían a través de ella inmiscuyéndose en los frondosos árboles que altos se alzaban a su vista, sí, aquellos parajes habían visto mucha magia hace eones, tanto que su piel se puso de gallina mientras la sentía.

—Esto sí está saturado —Harry y su compañero sólo podían asentir, tenían un mapa y leves instrucciones de a dónde se habían dirigido sus compañeros pero él fue magnánimo:

—No podemos seguir las mismas pistas, comencemos de cero y si nos lleva allí es por una razón, algo me dice que algo hicieron mal.

Si las montañas y ese punto en especial tenía tanta magia sólo podía deberse a tres factores: antes era un poblado total mágico, hubo una guerra mágica que incluía rituales, o estaba habitado por criaturas mágicas que consideraban el terreno como suyo.

Harry tenía siempre la misma sensación cuando ingresaba al bosque prohibido, pero muy por sobre todo cuando se encontraba con la aldea de los Centauros.

—Es lo más óptimo.

—Secundo.

Y así habían ido, Harry consiguió un empleo en una cafetería diciendo que estaba allí por vacaciones y sus compañeros hicieron lo mismo, un mes después y obtuvieron su primera pista: carnavales.

Al parecer una vez al mes había un pequeño carnaval en un condado cercano, bastante atrayente por su manera y Harry en su papel de turista siquiera lo pensó al igual que sus compañeros.

El condado hacía su magia revolverse al igual que su sangre, era una fiera necesidad de algo que no sabía pero al parecer tanto Clem como Julius entendían muy bien lo que querían.

Estuvieron allí otro mes más apreciando la comunidad y sus alrededores mientras Harry esperó un nuevo carnaval hasta que lo entendió.

Él no podía ser afectado por algo que no había probado y Harry había aprendido con Voldemort cómo luchar incluso por aquello que deseas en un momento, sobre todo en primer año: impulsos sexuales.

Harry conocía sólo a dos criaturas mágicas que poseían tal magnitud en sus poderes: íncubos y súcubos, su misión acababa de catalogarse alfa por culpa de la magnitud de esta y sabía que no podía hacerle pie él solo considerando ya perdidos a sus compañeros, en un intento de huida tras encontrar el castillo que habitaban quedó en fuego cruzado tomándolo como rehén.

—Un mago al que no le afectamos.

Fue un duro trabajo de un mes entre lo que su cuerpo anhelaba y lo que su mente realmente quería, una lucha que lo llevó al borde de un abismo del deseo irracional, la lujuria y luego la aceptación. Íncubos, descubrió aquellos días, eran tan obstinados como decían los libros.

Los súcubos eran más volátiles mientras que ellos poseían una innata atracción por lo que no cedía, y tras el mes trascurrido de una tortura real Harry pudo ganar la razón de ellos.

—No estoy diciendo que no cacen, es como pedirle a un vampiro que deje de beber sangre —dijo entre gimoteos esa noche de luna llena, esta vez su captor se veía aun más atractivo a sus ojos, poseía unos inhumanos orbes blancos sin llegar a confundirse con el glóbulo ocular —, pero también debes comprender que el estatuto secreto es para que todos nosotros podamos seguir viviendo. Desde que su anterior líder murió cazan por egoísmo y en cantidades exorbitantes. Los muggles ya se han alarmado y eso significa que pronto pueden ser descubiertos. Un fuego armado con ellos es como pedirle a una botella que capture el mar.

La persona ante él era el nuevo líder, tenía 400 años y su padre fue asesinado a traición. Siendo siempre oprimido Harry sabía lo que se sentía por fin ser libre, pero esta no era la forma, nunca lo era.

—¿No te importa que asesinemos?

—Por supuesto que sí, pero también sé que sus leyes difieren de las mías, aunque también ustedes pueden mantener esclavos de esa índole, por lo menos estoy seguro que yo no me negaría si me lo hubiesen pedido de otra forma —y por pedir él decía embaucar, secuestrar y asesinar—.

Tristan, que era como se llamaba el susodicho, lo miró largamente, acariciando cada parte desnuda de él, incitándolo a ceder con sus manos de seda, apariencia seductora y una voz encantadora.

No le era fácil.

Sus caderas se sacudían de vez en cuando y su respiración se alteraba según la profundidad de los agasajos; sudoroso, desordenado... Harry hace mucho tiempo dejó de sentir vergüenza por estar desnudo o gemir como desquiciado, se había encontrado imitando varias veces las voces bajas y sensuales, los ojos a medio cerrar y se movía suavemente tratando de hipnotizar tal y como el íncubo frente de él lo hacía.

Se encontró febril y completamente perverso.

—Eres uno mago entre millones, Harry Potter.

Días pasaron sin una visita mas que la de otro íncubo para darle comida, ya no lo tocaban de ninguna manera, evitaba mirarlo como si tuviera tiña y recuperó parte de su ropa.

Días pasaron hasta que volvió a aparecer el líder en toda su gloria:

—Un tratado entre magos y mi Clan, Harry Potter, pero sólo tengo una condición —le había susurrado ya encima de él sonriendo con sus labios cerezas y apariencia avasalladora —, tú serás mi embajador.

Harry sabía que había una encrucijada allí, pero lo distraía con esos movimientos sinuosos y ojos que realmente decían que debía ceder.

—Quiero días de gracia.

—Uno.

—No es lo que deseo, pero supongo que para ti debe haber sido horrible que me resistiera. Tu encanto y perseverancia me dejan sin aliento.

—... Espero dejarte sin muchas cosas cuando termine contigo.

Un embajador íncubo estaba ligado por sangre y sexo, como la mayoría de sus rituales y magia, debía haber contacto físico para promulgar un tratado... Por lo menos Harry seguiría con vida cuando terminara.

Casi agonizando el tercer mes Harry perdió su virginidad y cualquier vestigio de inocencia en un ritual interminable de tres días. Había hecho todo lo posible que pudiera hacer con su cuerpo, aprendido lo más perverso de ese mundo otorgando lo único que podía darle a ese clan: un tratado, su protección y su propia virginidad, por lo que pudo ver su virginidad realmente era importante en términos de su especie.

Hasta ahora no tenía cómo arrepentirse.

—Bien, bien, a trabajar —caliente como ya se encontraba pensó que quizás antes de partir podría darse una vuelta por un bar muggle y hacerse pasar por turista, hace mucho tiempo dejó de tener ése tipo de pudor.