-Espero que ahora tenga sentido… ya que he tenido que remodelarlo!!

-Ninguno de los Caballeros, ni dioses, ni nada me pertenecen todavía (maldito Kurumada… Se me ha adelantado…) Pero yo no me rindo jajaja!! Que lo disfruten y dejen algún Review!!

(-.-) salto de un párrafo a otro o salto de un periodo de tiempo a otro.

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Pasados las Guerras Sagradas de Ares en el Santuario de Athena, la fría Batalla de Asgard, la dura Pelea contra el Santuario Marino de Poseidón y el arduo Combate contra Hades en el Inframundo, la Tierra respira en paz.

Athena con todo su Divino Poder y Sabiduría, decide devolver a la vida a los valerosos Guerreros caídos a lo largo de tantos cruentos enfrentamientos: los Caballeros protectores de la Diosa, los Guerreros Divinos Asgardianos fieles a Odín y a los Generales Marinos de Poseidón… ¡Todos volverían a la Vida!

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Años más tarde de este suceso la vida seguía, como de costumbre. En el Santuario griego, los Caballeros de Bronce se habían ofrecido a entrenar a los que serían futuros Caballeros de la Diosa, junto con los Caballeros de Plata y de Oro. En Asgard, los guerreros Divinos seguían profesando su Fe a Hilda y a Odín. Pero en el Santuario Submarino de Poseidón, hubo un pequeño cambio. A petición del Emperador de Los Mares, Isaac de Kraken, seguiría con su entrenamiento en Siberia, tal como lo había comenzado años antes. Athena dio su permiso para que so se llevase a cabo. Y así se hizo.

Días después del acuerdo, Isaac recibió una carta de Athena:

"Gracias a un convenio entre el Emperador de los Mares y yo, te otorgo el permiso de continuar tu formación como Caballero junto a Crystal, Caballero de los Hielos (NdA: No sé si es así) en Siberia, para concluir tu entrenamiento…"

Isaac siguió leyendo la carta hasta el final, eufórico por lo que ella decía y aunque no tenía firma sabía de quien era. Había sentido como su gentil cosmos lo inundaba al abrirla.

Tan pronto como acabó de leer la carta, empacó sus pocas pertenencias y marchó a despedirse de todos. Salió de su habitación en el Palacio Submarino de Poseidón (NdA: totalmente inventado), donde residían todos los Generales, y se dirigió hacia la sala principal del Trono Marino. Iba cavilando su vuelta a Siberia, su posible reencuentro con Hyoga y los entrenamiento que le esperaban con su antiguo maestro. El muchacho extrañaba la sueva y fría nieve siberiana, las largas reflexiones con hyoga y las cálidas palabras de ánimo de Crystal. Isaac cargaba un fardo lleno de ropa de abrigo y algunas pertenencias personales. Le hubiera gustado llevarse la armadura de Kraken, pero seguro que Poseidón encontraba a un buen sustituto para él.

Antes de entrar a la sala donde el Emperador, se despidió de todos los Generales Marinos y de la bella Sirena Tethis. Por lo que Isaac había oído, en un futuro no muy lejano sería la próxima Emperatriz de los Siete Mares.

Isaac abrió la pesada puerta y avanzó, hizo una perfecta reverencia y quedó su rodilla hincada en el suelo; hasta obtener ordenes de Poseidón.

- Isaac – dijo Poseidón – ahora debes partir hacia la superficie de donde una vez te recogí y en donde continuarás tu entrenamiento interrumpido. Nunca debes olvidar quién eres y cuál es tu misión para con el Mundo y ten siempre fe en ti mismo. Y nunca dejes que las injurias ajenas causen estragos en ti. ¡Vete y se feliz!

Isaac se puso en pie, de repente lo vio todo negro sintiendo desvanecerse.

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Una brisa fría glacial impactó en la cara de Isaac, despertándolo. Se encontraba en una cama mullida y estaba arropado con unas sábanas. En la habitación había una ventana abierta y unas estanterías, también. Se quedó observando el paisaje helado del exterior, todo vestido de blanco inmaculado.

Sí, había vuelto a Siberia.

Un ruido le hizo volver a la realidad. Cuando la puerta se abrió, Isaac reconoció perfectamente al hombre que entró por ella.

- ¡Crystal! – dijo él, emocionado.

- Hola, Isaac – le respondió – Vaya ¡cómo has cambiado! Bienvenido de nuevo.

Crystal le indicó a Isaac que se levantase y que se dirigiera a la cocina. El muchacho olió la sabrosa comida del Caballero, y su boca se le hizo agua.

Ambos se sentaron ala mesa y comieron animadamente.

- Y dime Maestro – dijo Isaac tragando un tragando un trozo de pan - ¿cómo he llegado hasta aquí?

- Poseidón te teletrasnportó – contestó él brevemente.

Siguieron hablando mientras comían. Luego Crystal le explicó su rutina Isaac.

Anocheció mientras entrenaban un poco y se duchaban. Después tomaron la cena y se fueron a acostar.

Y así establecieron esa monótona rutina. Levantarse, entrenar, comer, entrenar, cenar, ducharse, charlar y dormir.

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El mar estaba embravecido. El chico lo podía observar desde el alfeizar de la ventana de su habitación.

Se avecinaban cambios. Lo presentía.

En días como esos, en los que el mar estaba tan agitado, era mejor no salir a fuera.

De repente alguien tocó la puerta de su habitación.

- ¡Isaac! ¡Isaac! – se oyó decir al otro lado de la puerta. Isaac cerró la ventana y fue a abrir.

Allí, se encontraban su maestro Crystal, junto a Camus.

- Isaac – empezó a hablar Crystal – necesitamos hablar contigo…

- Esta noche, en la cena tendremos una conversación de hombre a hombre – siguió Camus – Por eso hoy quiero que hagas la maleta y no preguntes. ¿Ha quedado claro?

Isaac se encontraba en un "shock" y tardó algo en contestar. Hizo un leve asentamiento con la cabeza como repuesta.

Crystal y Camus se marcharon, sin hacer ruido.

Mientras Isaac hacia la maleta, se puso a pensar…

- ¿A qué viene esto? – Se preguntaba para sus adentros – desde que Camus escuchó mi historia de como rescaté a Hyoga de los remolinos cerca del barco de su madre, su actitud ha cambiado radicalmente. Pero hoy estaban más fríos y distantes aun ¿A qué viene la arrogancia en las palabras de Camus? Y también esa falta de autoridad que cae sobre mi maestro cuando va con Camus… Él dice que es sólo respeto, pero yo creo que lo intimida… ¿Y porque tengo que hacer las maletas? ¿A dónde me llevan?

Isaac se estuvo haciendo preguntas hasta la hora de la cena. Antes de que ésta empezase, alguien volvió a tocar la puerta. Era Crystal. Venía a recoger sus maletas.

Ambos bajaron hasta el comedor. Desde que Camus regresó a Siberia para ver a Crystal, éste había quedado en un segundo plano y se volvió frío y distante.

Isaac pudo preguntar a su maestro. Pudo hacerle todas las preguntas que le atormentaron aquella tarde. Pero debido a toda esa distancia repentina que le separaba de su maestro, prefirió callar.

Cuando Isaac entró en el comedor primero que vio fueron los amenazantes y fríos ojos de Camus. Crystal soltó las maletas en una esquina del comedor, mientras que Camus se dirigía hacia él y le decía algo en voz baja.

- ¡Isaac! Toma asiento, por favor – le dijo Camus.

Cuando éste se sentó, Crystal abandonó la habitación y Camus se quedó mirándolo fijamente. Isaac recordó lo que en el Santuario de Athena, se decía de Camus: un caballero cuyo corazón hecho de puro hielo, no puede albergar sentimientos bonitos… Frío, severo, implacable… ¡Camus de Acuario!

- Seguro que te habrás preguntado a qué ha venido todo esto – dijo de repente Camus. Su voz estaba llena de sarcasmo – pues te lo diré. Vine aquí con la intención de llevarme un discípulo a Grecia y entrenarle para ser digno de llevar la Armadura de Oro de Acuario y proteger a Athena y las 11º casa, la Casa de Acuario. En cuanto escuché lo que hiciste por Hyoga, lo tuve claro. Tú serás mi discípulo.

Otra vez Isaac se quedó sin palabras. La voz de Camus resonaba en su mente. No tardó mucho en volver en sí. Isaac no dudó en aceptar. Lo sentía mucho por Hyoga, pero una persona que estaba constantemente mostrando sus no merecía si quiera ser Caballero de Bronce.

Camus e Isaac partieron justo después de la cena. El joven muchacho llevaba una venda en el ojo izquierdo, el frío glacial de Siberia había causado estragos en su herida, ya curada.

A medida que se acercaban a Grecia, Isaac podía sentir el calor mediterráneo y olvidar el frío glacial de Siberia.