"LAS AVENTURAS DE TINTÍN" PERTENECE A HERGÉ
- ¡ATCHÚÚÚÚ!
Milou dio un bote y corrió hacia la habitación contigua. ¿Qué había sido eso?
Cuando empujó la puerta y entró, se encontró con su amo aún metido en la cama a pesar de que casi había llegado la tarde. Tenía la nariz tan colorada como su pelo y se sonaba la nariz con un pañuelo de papel. La papelera que tenía junto a su cama estaba repleta de ellos.
- Hola, Milou...-le saludó Tintín, sorbiéndose la nariz-. No podré llevarte a pasear al parque hoy, chico...El resfriado ha empeorado...Lo siento...
Milou, al ver el estado del reportero, se preguntó si aquello era contagioso para los perros. Por si acaso, no se acercaría mucho.
Llamaron a la puerta y entró la señora Mirlo con un cuenco de sopa humeante.
- Aquí tiene, Tintín-le dijo, colocándole la bandeja en el regazo-. Si necesita algo, no dude en llamarme.
- Muchas gracias, señora Mirlo...-se lo agradeció Tintín con una sonrisa.
La señora Mirlo se marchó y Milou pudo observar cómo Tintín se erguía con dificultad para comer. Su cara mostraba alivio al estar en contacto con el vapor de la sopa caliente y se relamió con la primera cucharada.
- Pf, no saboreo nada...-murmuró fastidiado, sin embargo.
La sopa no tardó en terminar en el estómago de Tintín. Éste dejó la bandeja con el cuenco vacío en su mesilla de noche y se recostó en la cama.
- Con el buen día que hace y yo aquí...-gruñó, mirando por la ventana.
Milou saltó a la cama y acercó el hocico a su amo.
- Bueno, al menos te tengo aquí...
Si Milou hubiera podido hablar, le habría dicho "claro que sí", pero como era más que probable que Tintín no lo entendiese, optó por lamerle suavemente la mejilla. Tintín se limpió la baba con la manga del pijama, cogió al fox terrier con una sonrisa y lo recostó a su lado.
- Qué haría yo sin ti, compañero...-rió, acariciándole la barriga a Milou, teniendo que sonarse la nariz de nuevo.
Milou sonrió para sus adentros.
"Lo mismo digo", pensó.
Cuando la señora Mirlo volvió a recoger la bandeja, se quedó clavada en la puerta y sonrió con dulzura. Tintín se había vuelto a quedar dormido, pero esta vez estaba abrazado a su perro, que también dormitaba a su lado.
"Una estampa digna de una foto", pensó.
Para no despertarlos, se acercó haciendo el menor ruido posible, recogió la bandeja y salió, dejando la puerta entornada. Ni Tintín ni Milou notaron nada. Cada uno estaba dentro de sus propios sueños, pero en la tierra seguían como siempre: juntos.
