Boku no Hero Academia/My Hero Academia no me pertenece.

El otro día mis compañeros de trabajo contaron anécdotas en aeropuertos... y cuando mencionaron a las damas de compañía afuera de éstos simplemente no pude resistirlo.

EndeHawks. Universo Alterno.


Extraño Souvenir

Escuchó rumores sobre ello pero creyó que eran sólo eso. Así que verse en esa situación justo al salir del aeropuerto para tomar un vehículo con destino a su hotel —tal y como en los rumores— ha sido inesperado para él.

—¿Quieres compañía?

A los ojos de cualquier otro sería un ángel. Con alas de fuego y facciones juveniles, tierno como un fruto dorado y voz de terciopelo, labios delgados, suaves, y ojos ámbar hipnotizantes.

Está tentado en aceptar la oferta implícita en su pregunta, empujado por una inusual intriga que ha surgido —y crece— al poner la vista encima al joven de cabello pardo que se ha detenido frente a él, interrumpiendo su rutina.

El joven es paciente, ¿o quizá perseverante? Hay hombres más pudientes que él, pasando al lado de ellos, con quienes podría irse sin siquiera tener que esperar una respuesta pero en cambio está ahí, mirándole coqueto, insinuando sus claras intenciones con su lenguaje corporal.

Se mueve en su sitio, cambia su postura dejando su pierna derecha floja, ligeramente flexionada, mientras se apoya en la izquierda, lleva sus brazos hacia atrás y le permite ver que viste un ajustado leotardo que va debajo de sus pantalones dejando descubierta la piel en su cadera.

Traga saliva, el joven debe tener experiencia, mucha, sabe qué hacer para tentar a los hombres. Lo sabe muy bien.

Si su vehículo ya hubiera llegado no estaría lidiando con ese muchacho, habría rechazado su invitación sin pensarlo dos veces, pero mientras más se retrasa más tiempo pasa con el chico y está cayendo en su juego.

—¿Y bien? —insiste y le muestra una sonrisa que sería irresistible para cualquiera.

Pero resiste, o eso cree. Entorna los ojos y al enfocar la mirada del joven se ve más tentado, ¿qué es él?

Y finalmente extiende la mano, aceptando la invitación.

El muchacho observa su palma y su sonrisa crece mientras pone su mano sobre ésta.

Al llegar a su habitación no comprende qué está haciendo ni mucho menos qué pensaba al haber accedido a su propuesta. Se acerca a la ventana y cierra las cortinas; masajea el puente de su nariz, no puede creer que incluso ha sobornado al chófer, a la recepcionista y al botones para que guarden silencio. Cansado mira por el rabillo del ojo al joven alado, parece un tanto fascinado por la recámara y bastante cómodo.

Odia lo relajado que está mas no puede culparlo, éste es su trabajo, simplemente está acostumbrado a todo esto.

—Enji-san —le llama desde uno de los sofás de la sala en el cuarto, ha sido mala idea darle su nombre de pila, mueve su mano y golpea levemente el asiento a su lado indicándole que se siente.

Es una situación muy extraña.

Le mira con los ojos entrecerrados y el ceño fruncido, desearía poder recriminarle algo sin embargo es culpa suya y de nadie más. Él ha aceptado cuando fácilmente pudo haberse negado.

¿Realmente está buscando... compañía?

Camina hacia el joven y toma asiento a su lado izquierdo. Lo mira desde arriba y éste le regresa la mirada con una gracia natural, un encanto arrollador. Se inclina sobre él y toma su barbilla con la mano izquierda haciendo que mantenga la mirada en él.

¿Debería jugar su juego?

—¿Qué clase de compañía ofreces? —pregunta muy cerca de su rostro. Le es imposible no notar lo suave de su piel.

El muchacho, Hawks, sonríe complacido. Aún no sabe si es sólo un mote o no.

—La que busques.

¿Cuántos hombres han pasado por este joven?

Ve cómo alza su mano derecha y le resta importancia para regresar su atención a su rostro pero entonces ve un destello en su propia mano y repentinamente le suelta para alejarse.

¿Qué hace?, ¿qué se supone que está haciendo? Extiende su palma frente a él y observa con detenimiento la argolla en su dedo anular, está siendo injusto con ella.

Escucha al joven acercarse —Enji-san —pasa a su lado y se detiene enfrente suyo —, ¿qué pasa...? —quita la mirada del anillo y presta atención a la reacción del otro. Sus pupilas color ámbar bajan y se clavan en el objeto de su inquietud —, oh.

Percibe su decepción en esa simple sílaba y una desilusión en su mirada que apenas puede creer. Duda que eso lo detenga y no sabe si eso le detendrá a él.

En silencio Hawks levanta su mano derecha y toma su anillo de matrimonio con los dedos índice y pulgar, frunce el ceño en confusión y se alarma cuando empieza a moverlo por su dedo hasta quitárselo. El más bajo sostiene la joya muy cerca de su propio rostro, ¿qué planea hacer con ella?

Lleva ambos brazos hacia atrás y se acerca a él dejando escasos centímetros entre sus cuerpos —¿Estás casado, Enji-san? —voltea hacia arriba, hay una sonrisa zorruna en sus labios y no comprende su juego.

Lo escucha reírse y se aleja en dirección a la cama, lo ve abrir el cajón del buró al lado de la cama y deposita la argolla dentro. Debería reclamarle pero es incapaz de decir algo.

Advierte la ausencia de su anillo más de lo que le gustaría, pero en lugar de pesarle el hecho de no traerlo se siente aliviado, más ligero por no llevar esa carga. Y se odia por pensar así.

El muchacho se gira y aún con esa sonrisa extraña le pregunta: —¿Qué clase de compañía necesitas?

No es un ángel, es un demonio.

Tiene un cuerpo exquisito, con la cantidad de masa muscular perfecta para que aún así luzca delgado; hay marcas de besos difusas en su epidermis y algunas dentadas que dejan en claro que él no es el primero.

Pasa la mano por su espalda, siguiendo su columna vertebral y toma la cadera del joven alado. Cada fibra de su cuerpo se crispa y le deleita escuchar su nombre en gemidos ásperos y largos cargados de placer. Es estrecho y cálido, le rodea, se ciñe a su alrededor y apenas puede seguirle el paso.

El joven le dice qué hacer y cómo hacerlo. Le enseña cosas que nunca hubiera imaginado posibles con un hombre y le es más increíble ver tanto atractivo en uno.

Le guía, le muestra y poco a poco le llena de él, le intoxica.

La luz del sol le despierta, le molesta en los ojos y parpadea varias veces para acostumbrarse, pone una de sus manos para obstruir la luz y por entre los dedos ve la figura alada y desnuda del chico. Es precioso, el sol de la mañana pinta su piel de tonos blanquecinos y resalta el granate de sus labios.

Le sonríe coqueto y le hace sentir relajado, ¿cuándo fue la última vez que se sintió así?

Lástima que sea tan efímero.

Mientras espera en el vestíbulo del hotel mira la argolla en su dedo anular, frunce el ceño, recuerda al joven de cabello pardo y se reprende por las ideas que cruzan su mente.

—¡Todoroki-kun! —se ve interrumpido por su compañero de trabajo, tan reluciente como siempre a pesar de las sombras sobre sus ojos —, buen día.

—Yagi —le ofrece como respuesta a su saludo.

El susodicho le pide disculpas una vez se detiene frente a él y le explica porqué no pudo recogerlo en el aeropuerto el día anterior. No le preocupa mucho saberlo pero finge prestarle atención para evitarse cuestiones innecesarias y molestas.

—¿Qué te parece la metrópoli? —le pregunta de camino al vehículo que les espera afuera del hotel —, ¿ya te has hecho con algunos souvenirs?, la ciudad es muy popular por eso, podrías llevarle unos a tu familia.

Sus músculos se tensan y por un instante cree que el rubio sabe lo sucedido, sin embargo comprende que sólo está siendo paranoico.

—Sí, hay unos muy extraños —responde.

Yagi le mira confundido y le resta importancia con un gesto de su mano.

Tal vez visite más seguido a la ciudad.