Boku no Hero Academia/My Hero Academia no me pertenece.

Siempre quise escribir algo así.

EndeHawks. Relación no establecida.


Al que se le negó el Sol

Los párpados le pesan, está cansado. No entiende por qué, ¿qué estaba haciendo? —¡Ngh! —de repente siente una punzada en la cabeza y cierra los ojos para intentar aminorar el dolor.

Abre los ojos un par de minutos después, el dolor sigue ahí y el cansancio también. ¿Qué está pasando?, trata de levantarse pero no es capaz de mover una sola extremidad. Comienza a desesperarse, voltea a todos lados intentando reconocer en qué sitio se encuentra pero la oscuridad de esa noche y la falta de iluminación le impide saberlo.

Vuelve a tratar de incorporarse, mueve los brazos y apoya sus manos enguantadas en el piso para impulsarse sin embargo cuando sus escápulas se mueven un dolor agudo en la espalda le hace caer contra el suelo.

No entiende qué sucede.

—¡Hawks! —escucha a los lejos.

Esa voz, conoce esa voz.

—¡Hawks! —está más cerca.

¿Se escucha angustiado?

—¡Hawks! —sus pasos se detienen a pocos metros de él y levanta un poco la cabeza para buscar al dueño de aquella voz —, ¡demonios, chico! —se hinca frente a él.

Pronto la luz de varias linternas ilumina su alrededor y al fin puede ver el rostro del héroe profesional número uno. Las manos del hombre le agarran y no puede evitar notar la torpe manera en que le sostiene, no, no es torpe, es cuidadoso casi lo hace con miedo. Pero ¿a qué le teme?

—¡Tsukauchi!

Percibe la desesperación en su voz y no sabe qué puede tenerlo así. Sólo sabe que está exhausto y una buena siesta le vendría bien.

—¡Hawks, Hawks! —le sacude ligeramente.

Escucha los pasos de otras personas y ve a Tsukauchi detenerse al lado del mayor, su vista empieza a volverse borrosa y se le dificulta distinguir con claridad el rostro de ambos hombres, sus párpados se están cerrando y sin evitarlo finalmente cae inconsciente.

Cuando abre los ojos no sabe dónde está hasta que reconoce las paredes blancas y los aparatos al lado de la cama en la que ha dormido. Es un hospital. Se levanta, en el dorso de su mano lleva una jeringa que está conectada a una bolsa de suero, con cuidado se mueve hasta la orilla de la cama y baja de ésta para ir al baño.

Se apoya del tripie para el suero al caminar, le duele el cuerpo y aún está demasiado somnoliento como para saber lo que está pasando.

Una vez en el cuarto de baño abre la llave del lavamanos para lavarse la cara y despertar un poco.

Entonces se percata de que algo no está donde debería.

Con la cara mojada y el agua escurriendo por su piel, endereza su postura para verse al espejo y lentamente gira el abdomen.

Afuera en la habitación, en el sillón al lado de la cama, Enji, que se ha dormido mientras cuidaba del joven héroe, se despierta a desconocimiento del menor. Se da cuenta que el muchacho no está y por un segundo se alarma, hasta que lo ve parado en el cuarto de baño.

—Hawks.

El llamado le sobresalta y sus músculos se tensan. No está preparado para esto.

Disimula su inquietud y sin moverse de su lugar voltea para ver al hombre sentado al lado de la cama —Endeavor-san, no sabía que estabas aquí —sonríe cerrando los ojos. Agradece que haya varios metros de distancia entre ellos.

Y también agradece que haya estado a su lado, claro, pero en ese momento no le viene bien. Para nada.

Al abrir los ojos ve que el mayor entorna los suyos justo antes de levantarse de su asiento y avanzar hacia su persona.

No, que no se acerque.

—¿Qué sucede? —curva los labios en una sutil sonrisa y vuelve a cerrar los ojos, no puede dejar que los vea.

No ahora, no así. Está demasiado confundido como para saber qué clase de fachada debería usar.

A cada paso que Endeavor da se siente insignificante, pequeño. Asustado. Cuando deja de escuchar las pisadas del otro abre los ojos temeroso y el gesto del mayor le abruma. Está calmado, hay angustia en sus orbes turquesas y casi le hace llorar.

Pone una mano sobre su hombro y lo aprieta suavemente, con delicadeza y una comprensión que le es extraña al mismo Enji.

—¿Estás bien? —su voz suena tranquila, cálida. Quiere oírle más, muchas veces más.

Sí, está bien... no, tal vez no.

—... —intenta responderle pero sólo mueve sus labios y de su garganta no sale una sola palabra —. No lo sé —baja la mirada mientras se encoge de hombros.

No, no lo está.

¿Cómo debería sentirse?, aunque ser un héroe jamás fue su sueño se dedicó a serlo desde su infancia y ahora que ha hecho ese trabajo varios años es extraño no tener que hacerlo.

No puede decir que ha sido inesperado, supo desde un principio que algo le pasaría... sin embargo esperaba la muerte, no esto.

Cabizbajo dirige la mirada hacia la mano ajena en su hombro, la idea de los brazos de Endeavor rodeándole le gusta y sabe que en esa situación el mayor no puede negarle nada.

Lo sabe mas no lo pide.

Se limita a tomar la bata de hospital entre sus manos y estrujarla al tiempo en que trata de no pensar en nada pero el frío en su espalda no se lo permite.

Está roto.

Ha pasado un par de días bajo observación y finalmente le han dado el alta. Está bajo custodia de la policía así que su departamento está rodeado por agentes y no puede salir a menos que sea estrictamente necesario.

Eso no le molesta, no cree que le venga bien salir, se siente impotente e indefenso. Son sentimientos ajenos y por demás molestos, porque por más que quiera simplemente no puede controlarlos. Es algo natural y lo odia.

Se ve en el espejo del baño en su recámara una vez más mientras se cambia de ropa; se pone de espaldas y por encima del hombro observa su reflejo. Cruza su brazo izquierdo por enfrente de su abdomen y alcanza con la palma su omóplato derecho.

Ahí debería estar una de sus alas pero en su lugar hay una desagradable cicatriz, al igual que en la escápula izquierda.

Le han arrancado las alas como a un pajarillo.

Mueve los dedos sobre la piel cicatrizada, es más suave y delgada que el resto de su epidermis. ¿Si entierra sus uñas sangrará?

No recuerda cómo pasó, aunque está seguro de que ha sido obra de Dabi, específicamente de ese pequeño grupo bajo sus órdenes que se ha unido a ellos con el fin de hacer el trabajo sucio. Creía que si Dabi se enteraba de que todo era una treta optaría por matarle sin pensarlo dos veces; lástima que no ha sido así.

Coge una de sus playeras y al ponérsela advierte que la parte alta de su espalda está descubierta, tal vez deba comprar ropa nueva.

Sale de su habitación no sin antes tomar una toalla que coloca sobre sus hombros como un manto improvisado para cubrir su espalda, aunque en realidad es para esconder las marcas. Se dirige a la cocina para prepararse algo de desayunar.

Quizá debería ir a la oficina, explicarles lo sucedido y decirles que suspenderán actividades hasta nuevo aviso... o quizá no. Ellos pueden encargarse de todo, Tokoyami hace un buen trabajo, podrá cubrirlo por unos días hasta que decida qué hacer.

Se prepara una taza de café y mientras le da un par de tragos llaman a la puerta. Imagina quién puede ser.

Y por primera vez hubiera querido estar equivocado.

Al abrir la puerta encuentra al héroe número uno.

—¡Endeavor-san, qué gusto! —se hace a un lado y el mayor pasa.

Le ofrece una taza de café después de decirle que tome asiento en la sala, el más alto rechaza la bebida y ambos se quedan en la sala.

—¿Has ido a la oficina? —pregunta después de varios minutos en silencio.

Ah, desvía la mirada —¿Estás preocupado por mi trabajo? —bromea —, vamos, no tien—

—No es eso —interrumpe cortante.

Se muerde el labio inferior, ¿cómo debe hablar de esto?

—No, aún no sé qué debería hacer —se encoge de hombros y da un sorbo al café que se hubo preparado, está tibio.

—¿Nadie sabe?

—¿Además de ti y la policía?, no.

Da otro trago a su bebida y le sabe amarga. Se levanta para ir a la cocina y servirse otra taza, coloca la taza vacía en la cafetera y mientras ve el líquido caer en el trasto le ofrece una vez más al pelirrojo.

—¿Estás seguro de que no quieres un poco?

Le da la espalda al mayor entretanto espera a que el recipiente se llene y sin darse cuenta el veterano héroe se acerca a donde él está.

—¿Quién lo hizo? —no suena como una orden pero es obvio que Endeavor sabe que oculta cosas.

Y no puede decirlas, aunque a estas alturas ya no importa si se enteran de lo que estuvo haciendo con la Liga de Villanos. Si le dice ¿le odiará?

—No lo recuerdo, se lo dije a Tsukauchi —responde, toma una cuchara y agarra un poco de azúcar para endulzar su café. Menea el líquido con la cuchara para que la sustancia se disuelva —, además, mis heridas son mi problema —cita al más alto con el fin de molestarlo y cambiar el tema porque no le gusta a dónde está yendo.

No quiere su lástima.

Pero no sabe que Enji no siente lástima por él, no, se siente frustrado y enojado consigo mismo y no comprende por qué. Es diferente a lo sucedido con All Might, era inevitable el retiro del blondo pero con Hawks... simplemente es demasiado joven. No entiende qué le sucede con el menor, jamás pensó en consolar a All Might por su retiro, pero con Hawks quiere hacerlo. Extiende el brazo y alcanza la toalla que trae en sus hombros, tira de ella y descubre las cicatrices en su piel sobre sus omóplatos.

Su respiración se acelera, no sabe qué hacer y tampoco sabe qué pretende el mayor. Está vulnerable frente a él.

Sin advertencia alguna el fornido héroe pone su mano sobre su espalda y se estremece cuando advierte sus dedos recorrer la marca en su escápula derecha.

Endeavor observa las sutiles sacudidas en el cuerpo del joven héroe, acaricia los estigmas y recuerda sus alas de plumas encarnadas, grandes y hermosas. Da un paso adelante, corta más la distancia entre ellos y coloca su otra mano sobre la cicatriz izquierda. Percibe lo delgado que es en comparación a él, es menudo y pequeño; su piel se eriza y se dobla en su sitio con cada caricia que le da.

Enji no sabe cómo darle alivio, no sabe cómo ser amable, atento, suave. Se inclina sobre él y besa la parte trasera de su cuello.

El beso que deposita en su séptima vértebra le escuece y aún así desea que llene de marcas el lienzo maltrecho que es su espalda. El roce de sus manos le quema y aún así desea que sostenga su quebrado y frágil cuerpo.

Aceptará con gusto todo lo que el mayor le pueda ofrecer, todo menos su desprecio, por eso ha decidido callar, porque el mundo ya le ha negado el sol.

No podría tolerar que le niegue esto también.