HOLLYWOOD


La historia es de Allihavetodoisdream, los personajes son de Stephenie Meyer y yo solo me limito a traducir.

La historia es Rated M por futuros Lemmons y una relación fuera de lo ético.


Summary: Ella es Audrey Hepburn, y él es Cary Grant. Ella es Marilyn Monroe, y él James Dean. Ella es eterna elegancia, y él es de gracia sublime. Ella tiene dieciséis y él veintisiete, pero… eso no importa. No para una niña enamorada. Edward y Bella en la definición de una relación prohibida.

Inspirado en varias canciones de Lana Del Rey y en muchos capítulos de La Ley y el Orden.

Obsesionada con Audrey Hepburn, Isabella es una joven de dieciséis años con ropa de etiqueta. Competitivo, muy competitivo, Edward Cullen es un guapo abogado de veintisiete años. Sus mundos se sumergirán en una espiral, que no hará más que girar y girar, y girar y girar para enlazar sus caminos.

Capítulo Uno- Isabella

Soy una chica muy simple, a pesar de todo lo que dicen de mí en la escuela.

Vivo de zapatos, de la elegancia y de Audrey Hepburn.

Vivo por la vieja y perdida elegancia y por las películas antiguas.

Soy como una vieja estrella de Hollywood: alta y con curvas, con ondas retro en mí cabello color caoba y labial rojo. Soy una chica con el glamur de los cincuenta y el chicde los sesenta. Es como soy, como me muevo, respiro y funciono.

Pero algunas personas no lo entienden.

Solo Rose, que vive por un código fashionista similar: Un glamur de mala calidad, con delineador corrido y fiestas alocadas con resaca, pero luciendo como una modelo después de todo.

Ella es mi mejor amiga, supongo. Cuando estoy aquí, usando este uniforme de mierda.

Y es por eso que puedo ser completamente honesta con ella cuando me pregunta:

—¿Estás emocionada por el verano?

Ruedo los ojos.

—¿Emocionada por pasar un tiempo con mi madre y con su nuevo novio de veintisiete? No particularmente.

Estoy sentada sobre mi cama, así que cruzo mis piernas, postergando el hecho de que tengo que empacar antes de que anochezca.

—¿Cuál es su historia? —pregunta Rose, dejando escapar el humo del cigarrillo por la ventana del dormitorio; su usual ritual nocturno.

—Por dinero. Su padre es el doctor Cullen, un famoso cirujano. Su madre es una decoradora de interiores, una muy buena. Ella hace las casas para los grandes de Nueva York. Y el joven señor Cullen, con el cual mi madre se encuentra en una relación, es un graduado de Yale con honores. Y es ahora el ayudante más joven del fiscal de la ciudad de Nueva York. Así que es ambicioso, y si conozco a mi madre, debe de ser guapo.

Encuentro mi paquete de cigarrillos mientras Rose lanza un silbido.

—No tengo idea de cómo sabes todo eso, cariño.

—Tengo mis contactos —comento, guiñándole un ojo lentamente y encendiendo mi cigarrillo.

—Bueno, al menos dices que es lindo. Te endulzarás la vista todo el verano.

Me encojo de hombros y envuelvo mi brazo sobre mi pecho, fumando con mi mano izquierda. Dejo que las nubes grises del humo susurren sobre mis labios, hacia la noche afuera de mi ventana.

—¡Oh, vamos! No será tan malo, piénsalo: caliente y mayor, y sabes que usará un traje. ¡Oh, Dios! —dice Rose, desmayándose de manera espectacular. Manteniendo su acento en espesor—, llevará un jodido traje, Isabella Swan. Eso es tan sexy.

Inclino mi cabeza, dudando sobre lo que dice, y sonrió un poco.

—¡Esperaré todos los detalles! —anuncia Rose—. Necesitaré un escape. Ir al club de campo, al golf, reuniones interminables con Wendell tercero, ¡Dale, dispárame ahora, hazme ese favor!

Ruedo los ojos y apago la colilla de mi cigarrillo, volviendo a la cama y a mi equipaje, con mucha ropa aún esparcida en las sábanas.

—¡Oh, las desventajas de tener dinero!

—¡Cállate! —Rose patea en broma mi trasero—. Tú tienes dinero también.

—Si soy apenas una Hale —contesto, tomando las diferentes fibras de tela y doblándolas. Aseadas, limpias y ordenadas, porque detesto la ropa con arrugas y descuidada. Busco la elegancia y lo impecable todo el tiempo, incluso si voy a la gasolinera.

—Tú no quieres ser una Hale. Mi familia no es tan perfecta como todo el mundo piensa.

—Deberías escribir un libro sobre eso. Llegarías a la lista de superventas muy fácil —murmuro en voz baja, caminando hacia el armario para recoger más cosas.

—Escribir es lo tuyo, reina Isabella, no lo mío.

—Voy a escribir para ti —le digo, sonriendo hacia ella.

Rose sonríe también, echando sus ondas desordenadas de color oro encima de su hombro. Con sus largas piernas cruzadas al estilo hindú, con su cigarrillo en la mano y su firme sonrisa, ella es la portada de la próxima edición de la revista Vogue.

—Mis padres nos demandarían.

—El noviecito nuevo de mamá podría ser nuestra defensa.

Rose se carcajea, echando su cabeza hacia atrás. Yo sigo empacando, y ella continúa fumando y empezamos a hablar sobre nuestros planes futuros. El futuro. Cosas que haremos, lugares a los que iremos, la clase de chicas que seremos: hermosas, salvajes, jóvenes. La clase de chicas que somos ahora, solo que un poco más restringidas por el controlador ambiente llamado preparatoria de Forks o escuela pública, o años de juventud en general.

Y finalmente, el temor que he sentido últimamente carcomiéndome el estómago estos dos meses sobre ir a casa se desvanece, y recuerdo que es verano y verano significa largos días de piscina y sin nada que hacer, soñando sin interrupciones.

Miro hacia el pequeño clóset compartido que está en mi pequeña habitación, y susurro simplemente:

—Algunas personas sueñan con tener una gran piscina. Yo sueño con clósets.

Y dejo que sea eso.


Mi casa no es realmente mi hogar.

Una gran mansión de color marrón claro es una casa, no un hogar.

Hemos vivido aquí por un año, y nueve meses de ese año he estado en Pennsylvania, en el infierno. Así que no es mi hogar.

Es de Renée, de todas formas. Con muebles antiguos y piezas restauradas y arte que cuesta más que un auto. Eso es ella.

Pero Carmen es mía, de alguna forma.

Cuando ella abre la puerta para mí, su rostro se transforma en la más cálida de las sonrisas, con sus dientes blancos tan brillantes contrarrestando su piel suave color caramelo. Ella me toma en un abrazo que huele a rosas, y yo la abrazo a ella tan fuerte que creo que podría haberla lastimado.

Pero han sido exactamente nueve meses desde la última vez que fui abrazada. Rose no es de mucho afecto físico a menos que se trate de un chico. Pero me encanta tanto como las fresas cubiertas con chocolate.

—Isabel —tararea en su acento español que es casi como una canción. Yo solía copiar su acento nativo porque pensaba que todo lo que ella decía era mágico y musical—. ¡Dulce, Isabel! No te he visto en tanto tiempo, nena.

Sonrío sobre las ondas de su suave cabello castaño.

—Lo sé, yo también te he extrañado.

—Como yo a ti —murmura, apartándome para besarme la mejilla. Sus manos encuentran las mías y ella me guía hacia el interior del imponente pasillo que Renée recién ha redecorado.

—¿Dónde están tus cosas?

—Las están trayendo —digo, señalando con la cabeza al conductor del coche que carga mis maletas.

Tiro de la pañoleta alrededor de mi cabeza, aflojándola al tiempo que me adentro más a la casa, hacia la sala de estar con todas esas ventanas que dan de frente a la piscina.

Los muebles son diferentes. Como también lo son las alfombras orientales. Todo porque conozco a mi madre y ella cambió algunas de las pinturas de la habitación y decidió que la actual decoración no hacia juego con el nuevo arte.

—Se ve diferente.

Carmen camina hacia mí, dándole una mirada a la habitación.

—Sí, tu madre ha estado muy ocupada.

—Y cuando dices que mi madre ha estado muy ocupada, te refieres a que Eleazar y sus hermanos han estado muy ocupados moviendo las cosas por ella —le contesto.

Carmen y yo compartimos una sonrisa, pero ella no comenta al respecto. Ella no puede, por temor a su trabajo. Me hace sentir terriblemente sola.

—¿La piscina esta lista? —pregunto antes de poder usarla.

—Por supuesto. Señora Swan se aseguró de que lo estuviera antes de que llegara a casa. Ella sabe lo mucho que usted lo disfruta —dice Carmen, esponjando algunos cojines del sofá.

Asiento con la cabeza y retiro por completo mi pañoleta, dejando que la seda se deslice a través de mis dedos conforme me muevo a través de la habitación, observando toda la mueblería y decoración oscura, nueva y de aspecto duro que tenemos.

Odio sentirme como si la casa fuese un museo.

—¿Ya has conocido al señor Cullen, Carmen? —pregunto, inclinándome para mirar un objeto con un extraño aspecto de un globo de nieve.

—Sí, lo he hecho. Es un buen chico —ella contesta, sorprendiéndome un poco. Carmen por lo general no comenta sobre muchos de los hombres que salen o se casan con Renée, lo cual significa una sola cosa—. Es muy guapo.

La miro, y ella me sonríe con picardía. Le sonrió de vuelta.

—¿Lo es?

—Oh, sí. Su madre hizo un muy buen trabajo esta vez —Carmen admite y esponja más cojines.

—Hmm —Inclino mi cabeza, me quito los pequeños ganchos que tengo en mi cabello y dejo caer mis ondas—. ¿Parecen ir serios? ¿Mamá y el señor Cullen?

—Solo han sido tres meses.

—Eso no es poco tiempo cuando nos referimos a Renée —digo, con un tono de ironía, y lo sabes.

Carmen suspira, y estira y alisa su falda azul de criada.

—Ella está muy enamorada de él.

Mis dedos rozan una mesa nueva de roble. No hay polvo, porque Carmen es la mejor, y porque Renée es una loca maniática del orden y la limpieza.

—¿Y el señor Cullen siente lo mismo?

Carmen se me queda mirando, con sus grandes ojos marrones y sus muy —y de envidia— largas pestañas. Ella suspira de nuevo y dice:

—El señor Cullen solo tiene veintisiete.

—Lo cual es una manera amable de decir que no está listo para sentar cabeza —concluyo, y luego ruedo los ojos—. No sé por qué esta vez ha ido por alguien tan joven. Si ella quisiera casarse, tiene que ir por alguien tan viejo que se encuentre en el umbral de la muerte.

Carmen se carcajea.

—Isabel, basta.

—Bueno, es cierto —digo, sonriendo un poco para ella mientras camino y traspaso las puertas francesas y miro hacia la resplandeciente piscina.

—¿Dónde quiere esto, ma'am?

Me vuelvo hacia el conductor del auto descargando mis cosas, y le sonrió con gracia.

—Gracias, Tom, pero yo puedo ponerlas arriba.

—Es mi trabajo ma'am.

—No te preocupes por eso. Será nuestro pequeño secreto —murmuro, caminando hacia él para ayudarlo a poner mis cosas a los pies de las escaleras.

—Si está usted segura.

—Lo estoy. Gracias.

El asiente y nos deja, y luego me vuelvo hacia Carmen, recojo mi bolso donde sé que está mi traje de baño y sonrió.

—¿Nadas conmigo?


Carmen se niega a nadar conmigo esta vez (por la posibilidad de que mi madre pudiese entrar en cualquier momento), pero ella me ayuda a escoger un vestido de baño para mí; blanco y de una sola pieza, que se ajusta a mis curvas completamente con todo el glamur de la vieja escuela.

Me sumerjo en el agua.

Está muy fría, como siempre, no importa cuánto calor haga fuera, y me encanta. Nado en el agua y la corto como un cuchillo, todo el camino hasta el fondo de la piscina, donde todo mi mundo es de color azul y quema mis pulmones. Nado de regreso a la superficie y tomo un gran y delicioso respiro.

Carmen se sienta en una de las muchas tumbonas de la piscina, justo en la orilla, de modo que puede levantarse rápidamente y parecer ocupada si Renée se aparece. Y ella me pregunta sobre la escuela, y sobre chicos.

Le miento, en su mayoría. Le digo que tuve un año estupendo, que tuve dos novios y que se pelearon por mí, pero que no fue algo demasiado dramático. Solo estuvo bien. De todas formas, era lo que ella quería escuchar.

—Esta chica, Rose, ¿es tu mejor amiga? —pregunta Carmen, levantando su rostro hacia el sol, deleitándose con él.

Floto sobre la superficie del agua, mirando hacia el cielo azul.

—Sí. En la escuela.

—¿Te agrada tanto como Alice?

—Un poco —me burlo, y luego me sumerjo de nuevo en el agua antes de nadar hacia la otra esquina, hacia Carmen—. ¿Has oído de Alice?

—Llamó un par de veces, suplicando y amenazando por tu número de teléfono de la escuela. —Carmen sonríe, asombrada por las cosas que solo Alice podría decir.

—Pero mi madre no lo hizo, ¿o sí? —murmuro, colocando mis brazos sobre la orilla de la piscina.

—No. —Suspira Carmen—. Su madre dice que podría distraerla.

Pongo mi frente sobre mis brazos y ruedo mis ojos.

Y luego suena el timbre, haciendo un eco a través de la casa hasta el jardín.

Rápidamente, Carmen se levanta.

—Ya regreso.

—Ok

Mientras ella desaparece, me empujo hacia la pared y me sumerjo en el agua de nuevo, llegando hasta el piso, cruzando mis piernas al estilo indio, aguantando mi respiración, ralentizando mi corazón.

Es pacifico.

Pero el grito de mis pulmones rápidamente se vuelve demasiado fuerte como para ignorarlo, y tengo que nadar hacia la superficie, al mismo tiempo que Carmen reaparece junto con alguien más.

Alto y utilizando un jodido traje, como Rose había dicho. Excepto que yo no esperaba que ese traje oscuro se le viera tan bien, y tampoco esperaba que este hombre luciera tan joven y guapo.

El hombre que solo puede ser Mr. Cullen, está sonriendo, sus manos están metidas en sus bolsillos de manera casual y la chaqueta del traje remangada alrededor de sus muñecas. Su corbata está suelta, echada a un lado. Su cabello bronce es corto en la parte posterior, alrededor de sus orejas, pero un poco largo al frente, donde está levemente desordenado, como una vieja estrella de cine.

Le doy una mirada a sus hebras, y sé que él tiene que estar constantemente quitándose el cabello de los ojos. Sus ojos verdes como joyas.

Él es hermoso. Estoy enamorada de la forma en cómo se ve, la forma en cómo se para, la forma en cómo se mueve mientras sigue a Carmen hacia al patio; confiado y lento.

—Isabella —murmura Carmen, luciendo un poco incómoda al tener que presentarnos—. Conoce a Edward Cullen. Señor Cullen, conozca a la señorita Isabella Swan.

Luego, el teléfono adentro de la casa comienza a sonar, y Carmen está maldiciendo y lamentándose en español.

—Con su permiso, por favor —dice antes de girarse rápidamente de vuelta a la casa, antes de que cualquiera pudiese espabilar.

Edward Cullen me mira y me sonríe con amabilidad.

—Encantado de conocerte.

Lo miro por un momento, mi cara fríamente indiferente, antes de ofrecerle una pequeña sonrisa, que fue apenas una curva. Luego señalo hacia las toallas apiladas en la percha, y se las pido con mí más dulce voz.

—¿Te importaría?

El señor Cullen mira hacia donde le señalo, arqueando las cejas, y de inmediato va a conseguir una toalla por mí, tal y como sabía que haría, porque él ha sido criado como un caballero. Del tipo de chicos que abren la puerta para una dama.

—Aquí —dice, sosteniendo la blanca y esponjosa cosa para mí.

—Gracias —murmuro, y lentamente salgo de la piscina por las escaleras. Soy consciente de que estoy usando este traje de baño y no cualquier otro. Este muestra lo mejor de mis curvas, y cuando miro por el rabillo del ojo, veo al guapo y dulce señor Cullen apartar su mirada rápidamente hacia sus pies.

Sonrío un poco y coloco la toalla sobre la tumbona antes de sentarme sobre ella, en el borde, cruzando mis piernas con delicadeza.

—¿Así que tú eres el nuevo novio de mi madre?

El señor Cullen, para su suerte, no se ve nada incómodo. Él sigue sonriendo, aunque de una forma más petulante. Es lo que ellos llaman una sonrisa torcida.

—Lo soy.

Asiento con la cabeza, fingiendo debatirlo conmigo misma. Aprieto mis labios y todo.

—Ya veo. ¿Sueles salir con mujeres de la edad de mi madre? —le cuestiono, arqueando mis cejas ligeramente.

Su sonrisa es como del viejo Hollywood.

—No, no puedo decirte que suelo hacer eso. Pero tu madre es… ella es una mujer hermosa.

—¿Su dinero también es hermoso? —pregunto, reapareciendo mi casi-curva-sonrisa, y él niega con la cabeza.

—Soy un Cullen, señorita Swan. Si averiguas un poco, te darás cuenta que no necesito el dinero de tu madre. —Él entrecierra sus ojos verdes, siendo un poco juguetón, y a la vez no, y no tiene miedo de demostrármelo—. Espero que eso no haya sido una acusación.

Le sonrío e inclino mi cabeza hacia atrás y hacia adelante brevemente, pretendiendo estármelo pensándo.

—Para nada. No me atrevería a acusar a un abogado, sobre todas las cosas. Fue solo una simple y curiosa pregunta.

La sonrisa de Edward es agresiva y atractiva a la vez, mientras cruza los brazos sobre el pecho y se recuesta sobre una de las puertas francesas.

—Oh, ya veo.

Encuentro mi paquete de cigarrillos sobre la mesa y saco uno de ellos, colocando uno sobre mis labios para encenderlo.

—Yo ya hice mi investigación sobre ti, si te interesa saberlo. Supongo que cuando mi madre dijo que tenía un novio de veintisiete años, me hizo levantar algunas banderas rojas.

Edward asiente con la cabeza, y aun así sonríe.

—Estoy seguro de que lo hizo —responde, y en el mismo aliento, señala con su barbilla hacia mi cigarrillo y pregunta—: ¿Tu madre sabe que fumas?

Arqueo lentamente mis cejas.

—No ¿Vas a decírselo?

Él sonríe, y entrecierra sus ojos, sacándole arrugas en las esquinas, provocando que el color esmeralda de sus ojos se convierta en verano verde y brillante. Aparta su mirada cuando lo hace, y él es perfectamente de película, al estilo de la vieja escuela. Mi corazón podría, de hecho, estar teniendo una clase de revuelo ahora mismo.

—Una simple y curiosa pregunta, señorita Swan.

Me lo quedo viendo, y él me sonríe, y yo le sonrío de vuelta, y me siento desparramándome.

—Era la señora Swan —anuncia Carmen, reapareciendo y sacándome de una clase de hechizo en el que estaba sumergida.

—¿Qué era lo que quería mi querida madre, Carmen? —le pregunto, alejando mi mirada de Edward y de su peligrosa sonrisa y desordenado cabello.

—Se va a quedar en el museo. Ella quería disculparse contigo, Isabel, por no estar aquí para darte la bienvenida. Y quería disculparse con usted, señor Cullen, por no hacer la cena. Pero fui informada para proceder con ella como fue planeado.

—Oh, está bien Carmen —dice Edward, con su voz suave, profunda y melosa—. No quiero incomodarte. Yo regresaré a mi casa.

Casi me levanto para protestar, pero Carmen lo hace por mí, salvando mi dignidad.

—No, no, señor Cullen. La señora Swan quería que se quedara. Usted podría conocer a Isabella, justo como ella dijo. —Carmen sonríe cálidamente.

Los ojos de Edward nuevamente reposan en mí, casi a regañadientes, pero pretendo que no me doy cuenta, al tiempo que me recuesto hacia atrás en la tumbona, inclinando mi cabeza hacia el sol, cerrando los ojos.

Oigo al señor Cullen decir, poco a poco:

—Si eso es lo que quiere la señora Swan…


N/T: Hola! ¿que les pareció? Hollywood es una de mis historias favoritas porque junta las tres cosas que mas me gustan en la vida: Twilight, Lana del Rey & el drama, y cuando lo leí por primera vez decidí que tenia que traducirlo para ustedes para que fanguirlearan como yo, porque realmente, realmente van a amar esta historia. Tengo pensando actualizar cada fin de semana pero si esto despierta el interés que espero quizá actualice en un par de días.

La historia es completamente de allihavetodoisdream que muy amablemente me permitio traducirla, THANK YOU LILA. CUALQUIER INTENTO DE PLAGIO ESTA PROHIBIDO. Quiero agradecer a Ariana quien beteo este capitulo y a Allison Ale Carrillo. Y por supuesto a ustedes por llegar hasta aca abajo.

Por favor déjenme sus comentarios en un review. Cualquier duda sobre la historia pueden checar mis perfiles de Twitter, ask y Facebook (links en mi perfil), el link de la autora original también en mi perfil para que chequen sus demás historias.

Pronto regresare con las mías, solo tengan mas paciencia. Las amo!

Ahora, ¿reviews?