Inazuma Eleven no me pertenece, es propiedad de Level-5, Akihiro Hino. Algunos de los personajes en la historia, que no son de la serie original, me pertenecen y los mencionaré a su debido tiempo.

En Rochester, Nueva York, Estados Unidos, estaba oscureciendo y una joven en su habitación arreglaba con mucho cuidado su maleta. Pronto abandonaría su país para viajar a Japón a causa del trabajo de su padre. Ella no estaba muy feliz por tener que dejar su pequeña casa, y sobre todo a sus amigos, sin embargo debía estar feliz porque el sueño de su padre se había hecho realidad, él había sido asignado para trabajar en Japón luego de años de experiencia e investigaciones relizadas en el hospital donde trabajaba.

Constantemente se preguntaba si esta decisión sería la mejor para sus vidas, pero luego recordaba que era la felicidad de su padre la que estaba en juego, además del hecho de que jamás la dejaría vivir sola, y menos en otro país.

Ella estaba tan sumergida en sus pensamientos que se sobresaltó un poco al escuchar unos toques en la puerta.

-Adelante- dijo ella mientras continuaba su trabajo, ella sabía perfectamente quien era.

-¿Estás bien?- preguntó su padre.

-Si, estoy bien. ¿Por qué piensas que no es así?- preguntó la joven mientras tomaba otro conjunto de ropa del armario.

-Te conozco, sé que estas triste porque tenías tu vida planeada aquí, pero toma esto como una oportunidad de conocer nuevos lugares, nuevas culturas. Además olvidas el hecho de que soy tu padre.

-En realidad nos parecemos mucho- dijo la chica, lo cual era cierto, ellos no sólo se parecían en el carácter sino también en cuanto a lo físico. Ambos eran de piel morena y sus ojos eran de color negro al igual que su cabello. La joven sonrió ante la risa de su padre, ella lo quería mucho.

-Bueno, yo ya terminé de empacar todo, te voy a dejar para que termines mas rápido- dijo su padre mientras abandonaba la habitación.

-Gracias- susurró la pelinegra, en algunos momentos le gustaba estar sola, eso la ayudaba a pensar.

Continuó con su trabajo porque el vuelo saldría mañana en la tarde y a pesar de que aún tenía tiempo ella quería estar preparada completamente para mañana, además así evitaría pensar en sus amigos.

Así pasaron las horas, entre ella arreglando su ropa y su padre arreglando unos papeles. Cuando llegó la noche, ella se dejó caer sobre su cama y cerró los ojos al tiempo que unas lágrimas escapaban, pero ella no quería llorar, no quería que su padre se sintiera mal, además otros de seguro estarían alegres si estuviesen en su lugar.

Cuando amaneció los rayos del sol que se filtraban por la ventana lograron despertarla. Ella se levantó con cuidado y se dirigió al baño donde se ducho y lavó sus dientes, luego se vistió y peino su cabello color negro el cual le llegaba mas abajo de los hombros.

Decidió dirigirse a la cocina donde su padre ya tenía el desayuno listo.

-No pensé que te levantarías tan pronto-dijo él mientras le extendía un plato.

-Ni yo tampoco, sólo pasó.

-Hoy es el día.

-Si, lo sé.

-¿Si quieres nos quedamos?.

-No. Es una nueva oportunidad, creo que debemos ir- dijo la pelinegra.

-De acuerdo, me alegra que pienses así.

-Debo ir a al hospital.

-¿Te vas a despedir de él?.

-Es uno de mis mejores amigos, debo hacerlo.

-¿Él sabe que te vas?.

-Fue al primero que le conté.

-Sabía que ustedes dos serían grandes amigos.

-Si somos muy parecidos- dijo ella recordando las circunstancias en la cual lo había conocido.

Cuando terminó de desayunar, tomó su bolso y se dirigió rumbo al hospital.

Una vez que llegó, subió las escaleras y tocó suavemente la puerta de la habitación. Se escuchó un Adelante y ella decidió pasar, totalmente triste por tener que dejar a su amigo pero mostraba una sonrisa.

-Viniste- dijo el chico que estaba acostado sobre la cama del hospital.

-Sabías que lo haría- dijo ella mientras se acercaba a él. Él joven la miró y luego le dedicó una sonrisa, la cual estaba cargada de sentimientos, ellos eran como hermanos.

-Debo irme hoy- dijo ella mientras se senataba en una de las sillas al lado de la camilla.

-Si, mi papá me lo ha comentado. Te voy a extrañar- dijo el chico con una sonrisa triste en su rostro.

Ella acarició el dorso de la mano de su amigo, luego se levantó y sacó de su bolsillo una pequeña pulsera que ella misma había tejido y se la colocó con mucho cuidado.

-Acuerdate siempre de mi- dijo ella para luego darle un abrazo. Ella detalló muy bien el aspecto de su amigo, su cabello color marrón y sus ojos color negros.

-Adiós- dijo él mientras veía como ella salía de la habitación y cerraba la puerta. Unas lágrimas cayeron por su rostro pero rápidamente las limpió.

Comenzó su camino por el hospital hasta que llegó a la salida, allí se despidió de la enfermera que siempre la saludaba y le contó acerca de su viaje a Japón. La enfermera, Carla, le deseó un buen viaje y luego abandonó la sala a causa de una emergencia.

La joven pelinegra abandonó el hospital y comenzó a caminar por las calles de Rochester. Iba tan distraída que ni siquiera revisó el reloj, pero ella sabía que aún había tiempo.

Con mucho cuidado observó el rostro de cada persona que pasaba a su lado así como también las tiendas que recorrió.

Cuando decidió que era hora de irse, su padre ya la esperaba con todo cargado en el auto, ella subió a su habitación y tomó el bolso que había dejado sobre la cama, luego se acercó al armario y descolgó él guardapelo el cual le había regalo su madre. En él había una foto de su padre, su madre y dos de sus amigos.

Ella lo miró por unos minutos y luego lo colgó en su cuello. Una vez que cerró la puerta de su habitación corrió hasta la sala y luego abandonó la casa.

Se subió a auto y su padre comenzó el camino mientras ella detallaba su casa una vez más.

Al llegar al aeropuerto, uno de los compañeros de su padre se llevó el auto así como también lo ayudó a cargar una de las maletas.

Ella tomó con cuidado su equipaje y siguió a su padre entre la multitud. Al llegar, dos de sus amigos la esperaban para despedirse. Uno de ellos era alto, cuyo cabello era de color dorado peinado hacia los lados y sus ojos de color azul aguamarina, mientras que el otro tenía el cabello color lima y largo, una parte de él estaba recogido en una coleta además de que llevaba una par de gafas que ocultaban sus ojos.

-Vinieron- dijo la chica situando las mismas palabras que su amigo cuando lo visitó.

-Claro, teníamos que despedirnos.

-Además eres una gran amiga y fuiste de mucha ayuda.

-Gracias chicos, les prometo que les escribiré y nunca me olvidaré de ustedes.

-Y nosotros tampoco, ya que fuiste nuestra primer amiga- dijo el chico de cabello dorado.

-Buen viaje- dijo el de cabello color lima para luego entregarle una foto en la cual aparecían ellos dos más el chico del hospital.

- Vamos, es hora de irnos- dijo su padre mientras cargaba el equipaje. Ella abrazó a sus dos amigos y luego tomó sus maletas y lo siguió.

Una vez que el avión despejó, ella observó con cuidado como se alejaba de su hogar pero estaría dispuesta a acoplarse lo mas rápido posible a su nuevo hogar.

-Aquí voy Japón- dijo ella antes de cerrar los ojos para descansar.