Discaimer: Ninguno de los personajes aparecidos en este fanfic me pertenece.

Bueno, lo primero de todo es que esto es AkuRoku. Sí, yaoi. O sea, que si no te gusta... pa´ fuera c:

Este fanfic me gusta bastante. Es de fantasía, rollo ángeles y demonios, con personajes "invitados" de otras series y videojuegos. Ya lo subí a otra página hace tiempo, y voy a probar aquí. A ver si os gusta ^^


Yo llevaba mucho tiempo cuidando de Axel.

Axel era una persona especial, y por eso tenía un ángel guardián como yo.

Llevo a su lado desde que nació. Él nunca pudo verme... Hasta aquel día.

¿Por qué? Simple.

Perdí mi halo. Mi aureola. Ese círculo de luz que albergaba la mayor parte de mis poderes como ángel en pleno derecho, perteneciente al cielo y residente en él.

¿Qué hice para perderlo...?

Reflexionar.

Yo estaba siguiendo a Axel, como siempre, cuidando que no se le acercarse ningún espíritu indeseable.

Y, como a Axel no le gusta meterse en problemas (ya sea consciente de ello o no), tuve mucho tiempo para reflexionar.

A ver. Yo llevaba al lado de Axel desde que nació. Había sido su apoyo siempre, había estado a su lado de manera incondicional, en sus momentos de triunfo, como cuando ganó la copa regional de baloncesto...

Y en los malos, como cuando sus padres murieron, cuando él tenía únicamente trece años...

Acabó viviendo con su tío Reno, hermano pequeño de su padre, que tenía seis años más que Axel, y se convirtió en un hermano mayor para mi protegido.

Y, cuando sus amigos se habían ido, cuando Reno le había dejado solo, cuando se dejaba caer en la cama y lloraba sin que nadie lo supiera...

Allí estaba yo, acariciándole aunque él no sintiera el contacto, comprensivo, sentado a su lado en la cama.

Al principio, sólo lo había hecho por obligación, porque el Jefazo me lo había ordenado.

Pero qué se le iba a hacer... Me había encariñado con el chico...

Primero había sido un afecto simple.

Luego había aumentado...

Axel había crecido, convirtiéndose en un joven apuesto, de cabello rojo como el fuego que se peinaba en forma de púas hacia atrás, y dos carismáticas marcas con forma de lágrima invertida bajo sus ojos, preciosos como dos esmeraldas.

Claro que tampoco soy tan frívolo, Axel tenía una personalidad cautivadora, y yo...

Yo no me había dado cuenta de pronto, aquello llevaba un tiempo allí, pero fue cuando me atreví a aceptarlo, cuando al fin lo pensé, cuando lo reconocí...

«Me he enamorado de Axel».

Entonces fue cuando ocurrió.

Mi halo se esfumó.

Todo el mundo podía verme.

Pero, oh, tonto de mí, no me di cuenta y seguí vigilando a Axel.

Era un ángel, no podía dejar que un sentimiento se apoderase de mí y me impidiese seguir con mi tarea.

Entonces, Axel se giró y me dijo:

-¿Que estas mirando?

No entendía como mi protegido podía ser a veces tan maleducado.

Sabía que era apuesto, nunca sentí celos de que la gente se le quedara observando embelesada, así que no me alteré.

-Eo, rubiales. Te estoy hablando -dijo, mirándome fijamente.

Sabía que era una tontería, que no podía estar diciéndomelo a mí, pero aún así quise asegurarme.

-¿Me hablas a mí...?

-No, al rubio de ojos azules que está detrás, no te jode.

Pegué un respingo.

¿De dónde había sacado mi protegido aquellos modales?

Estuve a punto de reprenderle por ello, pero no habría sido muy coherente.

Claro que lo que le solté tampoco fue muy coherente...

-Pe-pero... ¿Puedes verme?

Axel me miró como si sopesase si estaba de broma.

-Pues claro.

-No... No puede ser, es imposible... -balbuceé. Y entonces me di cuenta-. Oh, claro... Los Pecados de los Ángeles...

Los ángeles tenemos unos Mandamientos distintos a los de los humanos.

No odies, porque es un sentimiento demasiado impuro para los ángeles.

No muestres el mundo divino a los humanos, porque son demasiado necios y con una mentalidad con muy poco alcance como para comprenderlo.

No trates con los seres de Debajo, porque somos demasiado opuestos como para soportar nuestra mera presencia.

Y, sobre todo, no te enamores de un humano.

Sin porqués. Sin razones.

Simplemente, no lo hagas.

Se podría decir que el Mandamiento más importante de todos.

Y yo lo había incumplido.

El golpe fue un poco duro al principio.

Era un ángel caído, un fallen. No es que estuviese en el infierno (diferenciemos "demonio" de "ángel caído", por favor), pero ya no podía volver al cielo.

Había perdido mis derechos angélicos.

Había perdido mi halo.

Pero aparté en seguida aquellos pensamientos de mi mente. Había caído, sí, pero aún así tenía que seguir cuidando de Axel. Me podían haber retirado la aureola, pero no la responsabilidad de velar por él.

No iba a abandonarle ahora.

Ya tendría tiempo después de reflexionar sobre lo que me quedaba de poderes.

Y, ¿quién sabía...? Quizá, sí hacía bien mi trabajo, me perdonarían.

Así que me apresuré en detenerle.

-¡No...! ¡Es-espera...!

Axel se giró para mirarme.

-¿Qué quieres...?

Muy bien. Podía ser un ángel. Podía proceder del cielo. Podía necesitar el perdón de Kami-sama. Pero a mí sí se me estaba permitido mentir.

Y lo hice a toda velocidad.

-Yo... Etto... No, es que me suenas de algo... ¿No nos conocemos?

Axel frunció el ceño, pensativo.

Llevaba toda la vida a su lado, por la fuerza su subconsciente le tiene que decir que sí.

-Es posible. Pero eres muy pequeño para ir a la universidad, y tampoco suelo frecuentar a gente cuatro años menor que yo...

Pobrecito. Creía que era cuatro años más pequeño que él...

Caso error.

Soy cuatrocientos años mayor que él.

Y soy un ángel muy joven, o sea que imaginaos. Hay otros que están revoloteando por aquí desde antes de que la humanidad llegase al mundo...

-Bueno, de cualquier manera... Soy Roxas -dije, con una sonrisa.

-Yo soy Axel -contestó él.

Como si necesitase que me lo dijera.


Sí, cierto, había estado muchas veces antes en lugares como aquel en mi eterna vigilancia de Axel...

Pero nunca como cliente, así que es normal que la primera vez fuera un poco... Raro.

Lo primero de todo es que, cuando Axel se sentó, yo, en lugar de... No sé, sentarme en frente suya, me quedé de pie cerca de él, que se me quedó mirando, extrañado.

-¿No te sientas...?

-¿Eh? Oh, sí, claro.

Tomé asiento enfrente de él, repitiéndome a mí mismo que tenía que actuar con "humanidad".

-Y... Dices que me conoces de algo, ¿no?

-Esto... Sí.

-Pero, ¿de qué?

-Pues... Pues no lo sé -mentí.

Creí que era un poco temprano para decirle que era un ángel. Sobre todo, que era un ángel guardián. Y de ahí vendrían las preguntas de por qué nunca me había visto hasta ahora, y me vería obligado a contarle lo que sentía por él...

-Bueno, pero... Podemos ser amigos, ¿no? -continué.

Entonces llegó la camarera.

Aquello sí que fue mi perdición.

Axel se pidió una cerveza.

Y yo...

Las posibilidades de que tuviesen ambrosía y néctar eran más bien nulas, así que intenté recordar lo que pedía él a los dieciséis años.

Esto... Era algo como...

Oh, espera, que esa era otra...

¡No tenía dinero!

-Vamos, pide algo -me instó Axel, como leyéndome el pensamiento-. Pago yo.

Suspiré aliviado. Y entonces lo recordé.

-Yo quiero una Coca-Cola, por favor.

La camarera apuntó y se fue.

Axel rió.

-Yo siempre pedía eso de pequeño...

«Ya lo sé», quise decirle, pero me contuve.

Seguimos hablando un largo rato, y tuve tiempo de reflexionar.

Vale. Había caído. Adiós, halo. Adiós, invisibilidad. Adiós, cielo.

Pero así quizá tendría una oportunidad de tener una relación real con Axel...

Me obligue a mí mismo a dejar de pensar en eso, porque:

1.- Axel creía que yo era cuatro años menor que él.

2.- Axel probablemente ya tendría algún interés romántico, y no iba a enamorarse de un muchacho que se le quedó mirando en medio de la calle.

Bueno, vale, admito que nunca estuve muy pendiente de su vida romántica... De todas formas, yo era demasiado inocente, y nunca quise pensar que mi protegido fuese un pecador, así que procuraba mantenerme algo apartado en ese sentido.

Pero volviendo a las reflexiones...

¿Qué poderes me quedaban...? Veamos...

Mis alas. Dos grandes alas, de plumas hechas enteramente de luz, aunque en lugar de ser blancas e inmaculadas tenían un color entre anaranjado y amarillento, como el cielo al atardecer, pero aún así seguían brillando con luz propia.

Eran realmente hermosas. Qué pena que Axel no pudiese verlas...

Sigamos. La Visión: la capacidad de ver ángeles, espíritus, demonios, y demás criaturas, así como las auras de las personas y las alas de los ángeles caídos y de los demonios que no estaban recurriendo a la invisibilidad.

Esto... Eh... Tendría que comprobar si seguía teniendo el don de la curación...

Mi espada. Sí, mi querida espada angélica, que se materializaba en un haz de luz en mi mano cuando la llamaba.

Y mi falta de la mayoría de necesidades físicas.

Podía comer, beber y dormir, claro, pero tampoco tenía que hacerlo para subsistir.

Estaba bastante bien... Os preguntareis, pues, qué había perdido...

Fácil.

Lo primero, el poder de la luz: viajar con ella, materializarla de la nada, controlarla a mi gusto...

La capacidad de volver al cielo. Esto era importante: no tenía lugar dónde pasar la noche.

El poder sobre la Naturaleza. De influir en las plantas y animales.

Mis poderes empáticos: adiós a saber que siente la gente.

Ah... Qué bien se vivía de ángel completo...

A ver qué iba a hacer yo ahora toda la noche vagando por la ciudad. Villa Crepúsculo, cuando anochece, está llena de indeseables.

¡A saber qué le harían a un joven con cara de inocente e indefenso como yo!

Pero bueno.

Habiendo hecho ya el recuento, decidí centrar mi atención en Axel otra vez...

Creo que le caí bien, y no me extrañó para nada. Era su ángel guardián, por fuerza tenía que desear, sin saberlo, que le cuidase y estuviera cerca suya.

Así que decidí que mi compañía no le iría tan mal para espantar a demonios que tratasen de alejarle de la luz.

Cuando dimos la charla por terminada, Axel pagó y salimos fuera.

-Ey... Un placer "conocerte otra vez" -dijo.

-Igualmente, Axel. Me pregunto si nos veremos otro día...

-Ya nos veremos cuando nos veamos. Somos amigos, después de todo, ¿lo captas?

Asentí, riendo, y me alejé de él.

Con lo bien que le conocía, sabía perfectamente a qué sitios solía ir. Nos encontraríamos.

Pero... ¿qué debería hacer ahora? ¿Buscar una de esas comunidades de ángeles caídos, fallens que se agrupan para sobrevivir en un mundo en el que Kami-sama nos había abandonado?

O podría tratar de contactar con el ángel de Demyx, un amigo de Axel.

Se llamaba Zexión, y era muy... Imperturbable.

Pero también conocía a Axel desde hace mucho tiempo, así que...


Craso error.

No debería haber tratado de hablar con Zexión.

¿Por qué, os preguntareis?

Pues a ver... Fui a los alrededores de la casa de Demyx. Con un poco de suerte, Zexión me detectaría y acudiría a hablar conmigo... En eso sí acerté.

Estaba yo tranquilamente por ahí cuando vi la figura de Zexión, envuelta en una capa blanca, llegar hasta mí.

Ah, sí, quizá no os lo haya comentado... Los ángeles llevábamos, por defecto, una capa blanca con capucha, y debajo unos pantalones blancos y zapatos a juego.

Al convertirme en un fallen, la perdí, así que ahora llevo los pantalones blancos, los zapatos, y una camisa de adivinad qué color.

Pero bueno.

Zexión, con su flequillo azul grisáceo sobre un ojo, me saludó.

-Roxas -dijo, con tono monótono-. Iba a decir "saludos, hermano", pero creo que ya no puedo.

-Zexión, yo también me alegro de verte -respondí tranquilamente.

-¿Cuál de las cuatro normas incumpliste? ¿Te encontraste con un demonio? ¿Le mostraste a Axel algún misterio de los Tres Mundos? ¿O quizá... te enamorarse de él?

-No te incumbe, Zexión.

-Oh, bueno, solo era curiosidad... Eso no está prohibido, ¿sabes? Pero, por el rubor de tus mejillas, creo que conozco la respuesta.

Me sorprendí. No me había percatado de mi sonrojo.

-Y... ¿qué querías, Roxas? -continuó Zexión.

-No... No lo sé, sinceramente... Es solo que... No sé qué hacer, ni dónde ir... Supongo que quise hablar con alguien que me comprenda mínimamente.

-Yo no te comprendo, Roxas. Yo aún tengo mi halo, y puedo volver al cielo cuando quiera.

-Bueno... ¿sabes si hay alguna comunidad de ángeles caídos, o algo así?

-Roxas... -dijo en un suspiro, cerrando los ojos-. Yo no trato con los de tu clase. No puedo hacer nada por ti.

Me dolió que me hablase así. Hacía apenas un día era un ángel como él.

-¡¿Cómo puedes ser tan insensible?! -exclamé, perdiendo lo poco que me quedaba de calma y liberando al fin todos aquellos sentimientos de frustración que se habían acumulado en las últimas horas.

-Al contrario que tú, Roxas, Yo no he cometido el error de enamorarme de Demyx. Es mi protegido. He de cuidar de él. Punto.

-Pero... ¿no sientes aunque sea un leve aprecio por él? -Zexión se escogió de hombros-. Comprendo... Pues, ¿sabes una cosa, Zexión?-dije, tranquilizándome y recuperando algo de calma-. Casi prefiero haber caído, pero sabiendo lo que es el amor, a ser como tú: un ángel frío y sin sentimientos, mimado por todos los de allá, los de Arriba.

Me giré y, todo lo dignamente que pude, me alejé de allí.

-Pregunta a los demonios -aún me dijo-. No tienes nada que perder.


Yo realmente no pensaba preguntar a los demonios. Con un pecado encima ya tenía suficiente.

Así que estuve vagando por la ciudad toda la noche, evitando las zonas que mi instinto me marcaba como "poco recomendables".

¿Cómo encontrar una comunidad de fallens?

Suelen estar en sitios aparentemente abandonados, pero que irradian algo de poder angélico, un lugar al que uno de los nuestros se habría sentido atraído sin remedio.

Estuve mirando por la ciudad toda la noche, andando sin descanso en busca de alguna señal.

Sin embargo... Nada.

Horas y horas de andar en vano, aburrido, en soledad.

Si había una sensación que realmente detestaba era la soledad.

El estar solo y desamparado, sin nadie a mi lado. Sin el fuego que irradiaba el aura de mi protegido.

Así que, cuando vi los primeros rayos de sol, no sé por qué, me dirigí a lo alto de la torre del reloj de la estación, y me senté allí, a ver el amanecer.


Y eso ha sido. ¿Reviews? ¿Opiniones? Actualización la semana que viene, estad atentos ^^