Estaba en el parque de siempre, en la banca de siempre con la mirada de siempre, viendo pasar a la gente de siempre y uno que otro transeúnte nuevo, una que otra pareja de novios que se revolcaban en el pasto olvidando que ella llevaba falda y que habían niños jugando alrededor, "El amor libre" pensaba siempre que veía esas escenas.
Miró el cielo azul de siempre y creyó, con más fuerzas, que la vida era solo una comedia para seres superiores que la miraban a través de la pantalla gigante que era ese cielo azul con nubes blancas, que la lluvia y el cielo gris no era más que el corte de transmisiones, cuando la tele se pone gris porque se perdió la señal, que la noche era solo una tele apagada que ya no mostraba nada a nadie, porque la vida era cruel, era un drama y una comedia sádica.
Sacó un cigarro de su abrigo, esperando que la nicotina bajara sus niveles de ansiedad, había prometido, hace ya un año, que esperaría siempre en esa banca, a la misma hora que el llegara, se lo había prometido, y él le había prometido volver. "Tonta, tonta, que no va a volver".
Una hora, de cinco a seis, terminó el cigarro y sintió los labios secos, ese día tampoco sería. Suspiró, tembló y se paró, siguió el camino de siempre hacía su casa, sintiéndose más vieja y derrotada, "Todavía no puede, pero va a volver", llegó a su departamento con las piernas cansadas y los sueños rotos, tiró el abrigo y el bolso al sillón pero terminó todo en el suelo, no lo recogió, prendió la tele y la recibieron un montón de noticias sobre terrorismo, robos y muerte "Un poco de lo de siempre" su rutina, desde hace ya un año se mantenía igual.
Continuó como siempre, se preparó un café y se sentó en el sillón, tomó el control y fue pasando por los canales sin parar en ninguno, sin estar viendo nada en específico, hasta que una imagen lo detuvo todo, era él, se le aceleró el corazón, dejo de pestañear y por un momento se detuvo todo a su alrededor mientras contemplaba la imagen de su hombre, tan guapo y serio como siempre, con las mismas marcas bajo sus negros ojos, con el pelo largo y la coleta baja, Uchiha Itachi seguía igual que siempre, si es que no más guapo. Cuando se recompuso para poner atención a la noticia que tenía en pantalla se arrepintió de haber despertado esa mañana.
-Así es, ya es oficial, Uchiha Itachi se comprometió con la heredera del imperio Hyūga – decía la guapa reportera mientras seguían mostrando imágenes de ambos por separado – La noticia impacto a todos y lo hicieron oficial hace ya un par de horas.
Comenzaron a mostrar imágenes de ambos dando a conocer su compromiso, ambos jóvenes y hermosos se veían tan armónicos que le daba asco, se veían tan bien juntos que no podía apartar la vista de las imágenes, ella era tímida pero toda una dama, él alto e imponente, la mezcla perfecta. Salió de su letargo y de la hipnosis que le provocaba verlos juntos y apago la televisión, la mezcla de sentimientos era tan difícil de procesar que terminó botando todo en forma de vómito por el baño, de ahí en más fue solo llanto hasta que el dolor de cabeza provocado por las lagrimas le impedía pensar, ponerse de pie o atinar a cualquier cosa, se rindió, fue a su habitación pero la desazón le impidió dormir, ya no lloró, pero se sentía tan vacía, tan sola, tan perdida.
Al otro día la alarma del despertador la saco de la quietud en la que estaba, un montón de sueños sin ningún sentido entre ellos, un montón de sueños que la había hecho olvidar por qué le dolía tanto la cabeza y tenía los ojos hinchados, esos hermosos primeros momentos del despertar donde no recordaba por qué se sentía tan moribunda, hasta que pasan y los recuerdos atacan más filosos, más mortíferos que antes. Todo su día se sintió gris, a pesar que el sol brillaba como nunca y el día era cálido, uno de los días más lindos del año y eso que era invierno, estaban en pleno invierno y el día estaba maravilloso "Malditos sean los dioses", porque ella sentía llover todo en su interior, y un día así no era más que una cruel burla a su sentir.
Pasó la tarde, pasaron las clases de la mañana y su trabajo de medio turno, y ya iban a ser las cinco, la hora de siempre en el parque de siempre en la banca de siempre, y ella ya no se sentía la de siempre, se sentó en la banca pero no era igual, ya no esperaba nada pero era la costumbre, se paró enseguida, no tenía caso seguir ahí, fumo el cigarrillo en el camino a su departamento, se quito el abrigo y la mochila y los dejó en su habitación, prendió la radio en una estación de moda y se preparó un té. Lloró cuando tocaban canciones románticas y finalmente se dejo caer. Recostada en el sillón, sintiendo que la vida ya no era vida decidió que no lloraría más, que no esperaría más, que lo superaría, que Uchiha Itachi era un hijo de puta que no la merecía, ni ahora ni nunca, con ese pensamiento final se recostó mejor en el sillón, prendió la tele y se quedo viendo "Los Simpsons" para pasar lo que quedaba de la tarde.
Ahí estaba él, en la banca donde ella prometió que esperaría de cinco a seis, estaba ahí esperando verla, que a pesar del tiempo ella lo siguiera queriendo pero no había nadie, ¿Hace cuánto había dejado de ir? ¿Habría esperado algún día su llegada? Se sentó en la banca prometida, llegó a las cinco y media pero ella no estaba, tantas cosas que quería decirle, tantas cosas que explicar, su compromiso y que nunca había podido olvidarla, que añoraba tenerla en sus brazos nuevamente pero las obligaciones familiares no le habían permitido volver, y que ahora esas mismas obligaciones lo obligaban a casarse sin amor, un cuarto para las seis y nada, al parecer ya no iba a llegar. Se levantó del asiento y pensando que ya lo había olvidado se fue a su auto, volvería a su realidad vacía y sin sentido teniendo tan solo una foto para recordarla, una foto y miles de sensaciones que no viviría con nadie más, un montón de recuerdos y un corazón que ya no le pertenecía a él, pues se lo había regalado hace mucho tiempo a la única mujer que lo hizo reír y llorar a la vez.
