¡Hola a todos y todas! Mi nombre es Sofia. Este es el primer fanfic que publico. Hacia mucho tiempo que pensaba hacer esta historia con los personajes de hora de aventura. Esta de mas por decir que tendrá algunas escenas parecidas a la película pero el resto es todo mio. Bueno, solo era eso, espero que disfruten tanto como yo esta historia con nada menos que con nuestro vampiro favorito como el protagonista.
Los fantasmas de mis ex
Capítulo 1
Ya habían pasado algunos minutos, minutos que para él se le hacían eternos con tal de que la nueva modelo llegara. En su expediente formulaba que era una mujer hermosa y sobre todo de muy buen cuerpo, sus instintos le advertían que no planeara nada por el momento ya que esperaba que la mujer cumpliera sus expectativas, como buen crítico debía evaluar cada uno de sus rasgos y aprobarla.
Revisaba con sumo detalle cada una de las fotos que se hallaban esparcidas en el escritorio de su gran y lujosa oficina intentando de elegir cuales serían las elegidas para exhibirlas en la portada de su nueva revista. Debía desechar las que le parecían un tanto problemáticas y poner las que lucieran más apasionadas, las más sexys y bellas.
Su nombre era Marshall Lee, jefe de la empresa de revistas más destacadas y una de las más progresivas, y claro que aquel merito se lo había ganado por las distinguidas bellezas que a diario escogía para sus fotos y a las cuales les sacaba provecho, porque cada mujer que lo conocía caía directamente a sus pies. Cualquiera que lo conociera lo describiría como alguien seductor, estricto a lo referido a sus gustos y sobre todo mujeriego. Siempre estaba al asecho de cualquier hermosura que se le cruzara en el camino, nunca desaprovechaba la oportunidad de pescar una y siempre lo conseguía.
Sus reglas eran bastante simples. Verificar que la chica fuera de su agrado era lo primordial, invitarle un trago y comenzar su juego de seducción. Su lista se dividía en dos clasificaciones, "las fáciles" y "las difíciles" Los lugares esenciales a los que iba para lograr su cometido eran, los bares, las fiestas y sobretodo los sitios para jugar. Cada tanto atrapaba alguna presa y si no pasaba con él la misma noche juntos la calificaba como "difícil" y aquello le daba más trabajo pero era algo que le encantaba. Cada vez que conocía a una era un nuevo reto para él y siempre intentaba de superarse a sí mismo, lograr que con cada cortejo que se le ocurriera ella se rindiera ante él, era una de las tareas que más le divertía hacer. Después de todo, su vida era tal y como siempre había querido "perfecta".
Sus ojos se detuvieron en algo que no le gustó, frunció el ceño y acercó la fotografía a su rostro para verificar que lo que había visto no había sido producto de su imaginación.
-¡Marceline!-
A los dos minutos llego por la puerta una chica de su misma edad, tenía el cabello suelto, negro como la noche, pálida como un vampiro con unos jeans azules y una blusa negra. Entró con una expresión de fastidio en el rostro, expresión que habría matado a su jefe del susto si no se hubiese encontrado concentrado en su molestia. La chica no tardó en alcanzarle un té en cuanto escucho su llamado ya que lo conocía perfectamente.
-¿Qué sucede?- respondió ella de mala forma llamando la atención de Marshall.
-¿Qué significa esto?- preguntó mientras señalaba con ímpetu la fotografía.
-¿Qué significa que?- volvió a responder ella de la misma manera solo que ahora con curiosidad.
-Miralo por ti misma- la de cabellos negros se acercó al escritorio y observó la foto que su jefe le había señalado- ¿Qué puedes ver ahí?-
Lo único que Marceline vio fue la imagen de una chica, bastante atractiva debía admitir, en una pose seductora llevando solamente ropa interior azul oscura y tacos del mismo color mientras sostenía con delicadeza un pequeño sombrero en su cabeza.
-¿Una de tus antiguas victimas implorando que alguien la observe?- dijo irónicamente mientras revolvía la taza con una cuchara manteniendo un rostro calmado.
Marshall volvió a observar la foto, no se había acordado de que la modelo alguna vez fue una de las suyas, descubrirlo hasta lo había sorprendido.
-Fallaste por poco, ¿Puedes ver lo que lleva en el rostro?-
Marceline acercó la cara para ver y entender la molestia de su jefe hasta achinar los ojos, lo único que vio fue un tumulto oscuro en la mejilla izquierda de la mujer. La de cabellos negros volvió a mirarlo confundida.
-¿Qué tiene de malo ahora?-
-Aquella verruga en su rostro, ¿en qué pensabas cuando la seleccionaste y me la enviaste? ¿Sabes que con un problema así hubiera ensuciado la imagen de la empresa?-
-Para empezar, tú fuiste el que la selecciono y tampoco le veo nada de malo hazle fotoshop y listo- la chica se sentó en una de las sillas del escritorio mientras que Marshall hacia lo mismo del otro lado.
-Hay Marceline, mi querida Marceline. Un error como este y provocare que cualquier tipo de mujer quiera venir a pedir trabajo y tú sabes bien que aquí aquello no se puede-
La chica se cruzó de piernas poniendo los ojos en blanco.
-Ya lo sé cielo, me quedó claro desde que empecé a trabajar contigo y ahora tomate un té, te hará bien para tus problemas de histeria-
Marshall aceptó sin queja lo que había preparado su más grande ayudante sabiendo que ella era la única que sabía hacerlo como a él le gustaba luego agarró la fotografía y se la tiró de manera brusca.
-Quiero otra, intercámbiala esta misma tarde-
Marceline lo observó agotada sabiendo que la rutina siempre se repetía cada vez que pasaba una situación así.
-Me dijiste lo mismo la semana pasada y descalificaste como a seis ¿estás seguro?-
-Muy seguro, me da pena por parte de Ester o Estrella o ¿Cómo se llamaba?-
Marceline levantó una ceja intentando de asimilar lo absurdas que se oían las palabras de su jefe.
-Estela, y si quieres mi opinión yo te diría que pensaras en darle tu típica explicación ya que hace meses que me está molestando preguntándome cuando la vas a llamar al igual que Tifani, Meg, Zoe…-
Comenzó a enumerar con los dedos simplemente para molestarlo mientras miraba hacia arriba.
-Bueno está bien, que pesadas- se llevó el té a la boca mientras descansaba sus piernas arriba de su escritorio en forma satisfecha- A todo esto ¿Ya llego la nueva modelo?-
-Llego hace varios minutos ahora mismo está siendo atendida por los estilistas-
De repente el de cabello oscuro se puso de pie torpemente al recibir la noticia.
-¿Por qué no me lo dijiste antes?- dijo terminando a las apuradas el té y poniéndose su saco oscuro.
-Tu tampoco me preguntaste- contesto ella calmadamente mientras tomaba su piza papeles al igual que la taza ahora vacía.
Salió disparado como una bala hacia el tercer piso seguido por su ayudante, las ansias de por fin conocer a la mujer lo estaba volviendo loco. Al llegar al salón de los estilistas casi todos los allí presentes, sobre todo las chicas, lo saludaron dulcemente mientras sentían como se les iba el aire al ver pasar a su amor platónico tan cerca de ellas. Su traje de cuero, la manera en cómo se lucia, su cabello oscuro y aquellos ojos cafés con un toque rojizo sin mencionar que era increíblemente atractivo y que cada vez que sonreía derretía a más de una. Pero la atención de su jefe estaba puesta en la nueva que hacía unos segundos había salido de la habitación para que le hicieran las medidas adecuadas despertando la envidia de las demás.
Ante los ojos de Marshall aquella chica era toda una obra de arte, casi todo su vestuario tenía un toque de roza, su cabello era de un salmón claro, llevaba un vestido del mismo tono, incluso la piel. Se acercó con la típica confianza y le tomo de las manos, gesto que ruborizó a la chica.
-Es un gusto conocerte, dime ¿Cómo te llamas?-
Ella lo observó melosamente.
-Soy Candy-
-¿Candy? Un nombre bastante dulce, ¡Marceline!- no tardó en llegar la secretaria hasta colocarse a su lado- lleva a Candy al set para sacarle las fotos-
La chica de pelo oscuro condujo a la nueva modelo hacia el sitio indicado, al rato Marshall apareció dando un aplauso haciéndoles entender a los que estaban presentes que ya era hora de trabajar. A Candy la colocaron delante de un panel blanco mientras comenzaban a maquillarla y para sorpresa de ella a quitarle la ropa.
-Esto es un sueño hecho realidad Marshall- dijo ella intentando de parecer segura aunque la estaban desprendiendo de toda prenda.
-Sí, lo sé, todas quisieran tener la suerte que tú tienes- respondió este sin perder su toque seductor mientras preparaba junto a otro empleado la cámara.
-Pero, ¿esto es necesario?-
-Claro que sí, te ves esplendida-
Al terminar la frase Candy había quedado en ropa interior conservando solo sus tacos, en ese momento Marceline llegó con una manzana y se la entregó a Marshall y este se acercó a la modelo colocando la manzana arriba de su cabeza.
-Espera ¿Qué haces?- preguntó ella sin entender porque había agregado una fruta.
-Muy bien, así me gusta, escucha, lo único que tienes que hacer es mantener la manzana intacta en tu cabeza, miras a la cámara y sonríes-
-Pero ¿De qué sirve esto?-
-Tu solo confía en mi- en eso le beso ambas manos provocando que ella se pusiera nerviosa- solo levanta la cabeza, te vez preciosa-
Aunque las palabras del galán la calmaron un poco, no paraba de preguntarse porque debía sacarse una foto de esa manera. Marshall regreso y se estableció al lado del camarógrafo.
-Muy bien, ahora Candy, ¿viste esa mujer que está allí?-
En cuanto Candy giro la cabeza se encontró con una mujer bastante corpulenta, llevaba un gorro que tapaba casi todo su cabello salvo un mechón rubio que le sobresalía y andaba vestida con lo que parecía ser un trapo con las mangas arrancadas, pero lo que le llamo la atención fue el arco y flecha que portaba con ella.
-Su nombre es Susan Strong- Marshall lee prosiguió- y es una de las mejores arqueras de la historia, ella le disparara una flecha a tu manzana en el momento justo en que saque la foto ¿entendiste? Tú solo concéntrate en sonreír y estar relajada-
La mirada de Candy se transformó en una llena de temor pero ya era tarde, Marshall ya estaba contando.
-Está bromeando ¿verdad?-
Marceline negó con la cabeza en una actitud bastante seria haciéndole entender que lo que pasaba era la pura realidad.
-Aquí vamos, uno…-
-¡Espera, espera…!-
-Dos- Susan ya estaba preparando el arco.
-¡Aun no estoy lista!-
-¡Tres!-
Lo único que se escuchó en el set fue el grito de Candy al momento que la manzana en su cabeza fue perforada por la flecha de Susan.
Claro que después de tal persecución Marshall aprovechó para invitarle un trago a la chica de cabello rozado en su propia oficina y luego, como era de esperarse, la atracción que uno sentía por el otro llego al límite de besarse sin pudor y caer en uno de los sillones del pelinegro.
-Tienes que saber que no soy una chica fácil- dijo Candy mientras besaba el cuello de Marshall.
-Si lo sé, eres especial- le respondió el de manera divertida viendo lo irónica de la situación y sin prestar atención a las palabras de la chica.
-Hablo en serio, quiero que me respetes- comenzó a desabotonar su camisa de una manera lujuriosa mientras que el pelinegro nuevamente la dejaba en corpiño.
-Sí, lo que tú digas preciosa-
Hubieran continuado, de no ser por la repentina aparición de Marceline irrumpiendo en la oficina para abrir las ventanas.
-¿Qué quieres ahora Marcie?- le pregunto el mientras se tapaba la cara por los rayos de sol que se colaron por los vidrios desde el exterior, a todo esto Candy volvió a colocarse su prenda apenada por que la secretaria los había visto.
-Hazte cargo de una vez por todas de tus antiguas amantes o yo misma me encargare de que tu reputación se arruine Marshi- contesto ella imitando su vos al final.
-Ha si ¿Quiénes?-
La chica de cabello negro se cruzó de brazos, a todo esto su jefe se rio sabiendo lo que su secretaria era capaz de hacer si no cumplía con lo que le pedía.
-Bueno está bien, te prometo que lo hare- empezó nuevamente a juguetear con Candy besando el cuello de la chica mientras ella sonreía- pero para después ¿sí?-
-No, ahora- su vos fue cortante provocando que ambos fuesen interrumpidos. Marshall la volvió a mirar levantando una ceja.
-¿Ahora?-
-Marshall, he pasado la mitad del año cubriéndote y engañando a esas chicas hasta el punto de no poder dormir por sus estúpidos mensajes de media noche, al menos rompe con ellas de una manera decente, me conoces bien, creo en el karma- aquello lo había dicho de una manera tan calmada y dulce que hasta daba miedo.
El pelinegro puso los ojos en blanco, beso los labios de Candy y se puso de pie de mala manera.
-Está bien, está bien, pero solo un minuto-
Marceline solo pudo responder con una sonrisa sarcástica.
-Tu eres experto más que nadie en esto Marshi-luego observó a Candy y repentinamente cambio su cara a una más amable- ¿Te apetece café?-
Aunque la modelo se sorprendió por el cambio de actitud de la pelinegra, su ofrecimiento no le venía mal.
-Cortado, si puede ser-
-En seguida te lo traigo, y tu- nuevamente se dirigió a Marshall en forma asesina- ya sabes lo que tienes que hacer-
La secretaria camino hacia la salida pero antes se asomó por la puerta para repetir un "ahora" y desapareció de la oficina.
-¿Siempre es así contigo?- le pregunto Candy mientras se acomodaba en el sillón.
Marshall a todo esto se sentó frente a su computadora y tecleo algunos botones para comunicarse con sus ex.
-Sí, puede que de miedo pero es una buena persona-
El pelinegro consiguió llamar a las tres chicas por igual solo faltaba que ellas les respondieran.
-¿En verdad vas a romper con ellas por video?- le pregunto Candy imaginándose la situación mientras sacaba de su bolso su maquillaje para luego aplicarlo a su rostro.
Marshall no respondió, simplemente espero a que su mensaje fuera contestado. Las tres chicas respondieron por igual y de repente aparecieron tres ventanas en su computadora, en la primera mostraba a una chica rubia y de ojos verdes saludándolo felizmente, en la del medio otra de cabello marrón y piel pálida observándolo con dulzura, y en la tercera la imagen de una chica asiática con el rostro melancólico.
-Hola Marshall-
-Hola mi tigre salvaje-
- Konnichiwa Marshall-chan-
Marshall se revolvió en cabello de manera seductora mientras pensaba las palabras para terminar con todo de una buena vez.
-Hola Tifany, hola Meg y hola Natzuki o Nitzuki o como se diga tu nombre-
Las tres chicas se sorprendieron al mismo tiempo sin enteder porque Marshall les hablo a cada una de una manera tan fría.
-¿Hay alguien más en línea?- pregunto Tifani levantando una ceja mientras se acercaba mas a la cámara.
-¿Por qué no me llamaste? Estuve días intentando comunicarme contigo- dijo Meg con el rostro confuso e ilusionado al ver a su amante atreves de su computadora.
Marshall se aclaró la garganta, Candy lo observó y contuvo la risa, se estaba divirtiendo de lo lindo al ver aquel espectáculo.
-Miren, la hare corta, chicas, es duro para mi decirlo pero lo nuestro no puede funcionar-
Y como era de esperarse para el pelinegro no le pareció ninguna novedad que sus tres amantes quedaran perplejas por sus palabras y que todas comenzaran a hablar al mismo tiempo pidiéndole una explicación.
-¿Estas rompiendo conmigo por video llamada?-
-¡Creí que era la mujer de tu vida!-
-¡Anata wa watashi o fuwatari shite imasu! Naze anata wa kore o okonau nodesu ka?-
El pelinegro se tocó la cara cansado de recibir las mismas palabras ¿No había ninguna que se le ocurriera algo más original? Por eso, aquello era lo único que odiaba hacer cada vez que pescaba una nueva.
-Chicas ¡Chicas!- dio un aplauso y todas se callaron para poder oírlo- En serio, la pase bien, gracias a todas por hacerme pasar momentos placenteros pero ya es hora que cada una tome su camino, adiós-
Las tres nuevamente comenzaron a hablar al mismo tiempo implorando cada una por su parte pero Marshall ya se había desconectado y no tardo en apagar la computadora.
Se voltio con su típica sonrisa tentadora para ver con ojos lujuriosos a Candy.
-¿Quién dijo que no podía hacerlo en un minuto?- dijo como si aquello fuese algo digno de admirar.
-Eres malo- le contesto la modelo sonriente mirándolo de arriba abajo comprendiendo perfectamente porque aquellas chicas se habían ilusionado tanto con él.
Marshall se acercó a ella y acaricio su mejilla derecha.
-Ese es mi apodo lindura, tu no lo sabes, pero cuando me propongo algo siempre termino consiguiéndolo.
Candy se dejó seducir por él dejando que este besara su cuello de una forma apasionada.
-Ya pude darme cuenta-
El pelinegro se separó de ella para volver a ver su rostro con liviandad.
-¿En que estábamos?-
Para su respuesta, Candy le sonrió de la misma forma dando a entender lo que querían ambos. Sin duda, su nueva víctima había caído.
Lo primero que hiso al bajar de su auto fue llamar a Marceline para pedirle los últimos formularios de las nuevas modelos que comenzarían a trabajar, esta vez él se encargaría de escoger una nueva foto para la revista.
Estaba a punto de abrir la puerta de su apartamento cuando alguien lo llamó, el pelinegro volteo el rostro hacia la izquierda para encontrarse con una figura muy conocida de un chico bajo y cabezón que corría dirección a él mientras levantaba una de sus manos para saludarlo.
-No otra vez- se dijo Marshall en un susurro.
No se pudo hacer el tonto y simular que no lo había escuchado porque ya había cometido el error de verlo, tal vez el chico no lo tomaría tan mal si lograba meterse a su departamento antes que lo alcanzara. Pero ya era tarde, el chico ya estaba al lado de él.
-Hola Marshall ¿Cómo andas?- le pregunto de manera amigable.
El pelinegro se rasco la nuca simulando una sonrisa.
-Un poco cansado, ya sabes, el trabajo y todo eso ¿Y tú?-
El muchacho agrando más su sonrisa ya que nuevamente estaba hablando con su ídolo.
-¡Muy bien! Mis estudios progresan bastante, mi mama dice que soy todo un prodigio-
-Me alegra oírlo-
Hubo un momento de silencio por parte de ambos, silencio que para Marshall se le hacía una eternidad.
-Bueno he…me gusto verte- el pelinegro estaba a punto de entrar pero el muchacho lo detuvo.
-Espera Marshall ¿Ya pensaste en donde presentar mi historia? Es que tengo unas ansias inmensas de saber que la pueden aceptar-
Marshall sabiendo que le iba a pregunta aquello, miro al chico agotado de tener que escucharlo.
-No Cuber, aún no he encontrado el lugar indicado, pero si quieres que te de un consejo primero que la lea alguien más antes de presentarla para que estés seguro de querer publicarla-
Marshall pensó que con eso bastaría pero aquello había dejado con más dudas a Cuber provocando que el muchacho comenzara con una serie de preguntas, las cuales el de pelo negro ni oyó porque ingresó por la puerta para evitarlo. Aun así Cuber también entro con la intención de seguirlo.
-Entonces ¿Quieres decir que si es aprobada por alguien la podre publicar y se hará un libro famoso?-
El chico parecía ilusionado, actitud que molesto demasiado a Marshall ya que siempre lo consideraba un pesado por tratar siempre del mismo tema.
-Es probable- fue lo único que respondió comenzando a caminar más rápido para perderlo en el camino mientras se dirigía al ascensor.
-¡Genial! Entonces ¿puedes leerlo tú?-
Al pelinegro casi le agarró un paro por aquella petición.
-¿Qué?- miro al chico con el rostro contraído- Cuber, me caes bien, pero no creo ser la persona indicada para aprobar tu historia y tampoco me gusta leer mucho-
-No es necesario que la leas, te la puedo contar ahora mismo-
-En serio no creo que haga…-
-Mi historia se centra en el futuro, la Tierra cambio debido a una guerra de champiñones-
Marshall se tapó la boca para no reírse.
-¿Champiñones?-
-Así es, y el ultimo humano que quedo es el protagonista, él junto a su perro se enfrentan a diferentes aventuras ¿qué te parece?-
-Interesante Cuber, interesante- Marshall logro llegar al ascensor y una vez que apretó los botones entro en el- pero, ya sabes que no tengo tiempo-
Las puertas estaban a punto de cerrarse pero las manos de Cuber las detuvieron por un momento.
-Espera espera, te la mandaré por e-mail y luego me dices tu opinión ¿sí?-
Era verdad que el chico estaba bastante confiado y esperaba con ansias una respuesta positiva. Marshall puso los ojos en blanco y respiro profundo.
-Si si lo que tú digas, ahora ¿puedes…?-
Cuber al darse cuenta de lo que hacía soltó la puerta para que así el ascensor pudiese cerrarse.
-¡Te la mandare hoy mismo!- dijo esto último saludándolo.
Marshall también lo saludó con la sonrisa más falsa que le salió y una vez que estuvo solo se rasco la cabeza agotado.
-Idiota-
Se desplomó en su cama para quedarse unos cuantos segundos mirando el techo. Había sido un día bastante cansador y se merecía un buen descanso. El departamento en donde vivía era todo lo que una persona pudiese soñar, piso de caoba, lámparas enormes de aceite rojas adornaban las paredes, cuadros de sus más grandes músicos preferidos, una habitación respetable, yacusi y una vista excelente, sin mencionar el buen vino que reservaba para cuando invitaba a una chica. Se estiro y se sentó cómodamente, tomo su laptop y reviso algunas de sus páginas favoritas, en ese mismo momento el mensaje de Cuber apareció en su e-mail y tal como lo había dicho el chico, se trataba de su historia. Marshall se refregó los ojos, desde ayudo al chico involucrándose en una pelea y sobronando a sus compañeros de colegio para que lo dejaran en paz, lo había puesto en un pedestal. Cuber lo admiraba y nunca desaprovechaba la oportunidad para ayudarlo en todo lo que el necesitara y hasta cumplirle caprichos. Marshall lograba sacarle provecho, eso era verdad, pero habían ocasiones en las que Cuber se volvía demasiado pesado y ahora que estaba emocionado por crear una boba historia la cosa era peor, a cada rato le preguntaba si encontraba un sitio en donde pudiese presentarla, cosa que molestaba demasiado a Marshall. No podía decir que no le caía bien pero tampoco dejaba que el chico abusara de su llamada "amistad" con él.
Tecleó algunos botones y abrió el archivo de la historia de Cuber, a los dos minutos presiono en donde indicaba "borrar" y el archivo se eliminó.
-Un problema menos- se dijo y apagó la laptop.
Se puso de pie y agarro una botella de cerveza para luego tomar algunos tragos. La sensación era deliciosa pero aún no se sentía satisfecho. Se quedó unos cuantos segundos frente a la ventana admirando el paisaje de los edificios mientras la noche caía con la botella en la mano, observó hacia su costado encontrándose con una guitarra, mejor dicho, la que fue su guitarra.
Era casi toda roja, la forma del traste similar a la de un hacha mientras que en el final colocada una pequeña calavera. Sonrió recordando cómo se la pasaba llevándola a todas partes, había sido una parte esencial de él.
La tomo y la admiro por un buen rato, se la coloco calmadamente y empezó a tocar las cuerdas, el sonido que produjo fue tan horrible y desafinado que hasta se tuvo que rascar un oído.
-Porquería- expresó con un deje de repugnancia y la tiró devolviéndola a su lugar.
Volvió a tomar algunos tragos cuando en eso sonó su celular. Era Candy que lo invitaba a una fiesta que se haría esa misma noche. Por su puesto que el gran Marshall Lee aceptó, él era conocido como el rey de las fiestas.
Se puso la ropa adecuada, unos jeans oscuros con zapatillas rojas, una camisa gris oscura sobre todo su chaqueta de cuero. Se revolvió su melena negra haciéndola parecer más salvaje mientras se echaba desodorante y por último se colocó sus anteojos oscuros. Se miró al espejo guiñándose un ojo.
-Si mi tío Simon me viera ahora, diría que soy todo su orgullo-
Tomo las llaves de su auto y se condujo a vivir una vez más una noche exitosa.
Eran como las cuatro de la madrugada cuando la alarma de su celular sonó. El pelinegro con pocas ganas consiguió apagarla pero ya se había despertado, miró a su lado, una chica hermosa de cabello pelirrojo se hallaba descansando al lado de él, ni siquiera noto el despertador. Marshall se rascó la cabeza empezando a recordar como había terminado en la casa de la chica ayer, una sonrisa libidinosa se le dibujo en el rostro, aquella noche la había pasado excelente. Se levantó haciendo el menor ruido posible y empezó a cambiarse rápidamente, en eso oyó un suave murmullo de la pelirroja que se acomodaba y estiraba su brazo en donde debería estar él. Marshall se acercó a la cama y besó su boca para dormirla nuevamente pero ella había conseguido enganchar su brazo sin dejarlo escapar. El pelinegro tuvo que ser sumamente cuidadoso para zafarse de su agarre con toda la lentitud del mundo.
Una vez libre, se dirigió a la puerta y salió al exterior. Hacia un frio para morirse, la nieve inundaba todo al su alrededor pero no nevaba por suerte. Marshall se subió a su auto sabiendo que dentro de poco tenía que ir al trabajo, una siesta en su casa no le vendría mal.
Ya temprano en su oficina, se encontraba ocupado en su computadora cuando Marceline irrumpió nuevamente. En cuanto Marshall desvió su atención en ella se llevó un sobresalto enorme que casi se cayó de la silla. La chica parecía un zombi, traía una cara de los mil demonios y si su mirada hubiese sido una flecha, ya lo hubiera matado.
-¡Marceline! ¿Qué te ocurrió? Pareces sacada de la película del exorcista-
La chica de cabello oscuro no dijo nada, simplemente sacó del bolsillo de su abrigo su celular, tecleó algunos botones y se lo mostró a su jefe subiendo el volumen. Del teléfono surgió una vos proveniente de un mensaje a vos. La reconoció al instante, era de la chica pelirroja.
-Hola Marshi, la noche anterior la pasé muy bien, espero que se vuelva a repetir, llámame-
Otro mensaje.
-Hola Marshi, quería saber cuándo me vas a llamar, sé que tal vez debes tener trabajo pero aun así te extraño, llámame ¡bye!-
Siguiente mensaje.
-¡Hola! Otra vez yo, quería saber cómo andabas y si me llamarás, estoy esperando hace horas. Hasta pronto ¡Te quiero!-
Nuevo mensaje.
-Marshall ¿Qué pasa que no me llamas? ¿Acaso te soy indiferente? ¿Acaso te hice algo? Si es así quiero saberlo. Estaré esperando tu llamada-
Ultimo mensaje.
-Marshall Lee ¡eres el peor hombre que conocí en mi vida! Me dejaste botada como una cualquiera, pero esto no se quedara así ¡Te juro que no se quedara así! Algún día descubriré en donde vives y cortaré a tu amiguito porque aquello es lo único que una persona tan despreciable como tu puede amar ¿Me escuchaste? ¡Te odio!-
Marceline cortó el mensaje para mirar a su jefe con una sonrisa sarcástica.
-¿Hace falta que te responda?-
Marshall quedó con los ojos bien abiertos, luego observó a su ayudante y aguantó las ganas de reírse.
-Escucha Marcie, no es mi culpa, ellas se lo buscan por meterse con tipos como yo, es un mundo injusto pero uno aprende de sus errores-
-Marshall, a mí no me interesa en lo más mínimo saber sobre tu vida íntima pero la próxima vez que te acuestes con una desconocida hazme el favor de darle tu teléfono en vez de utilizar el mío para escapar ¿quedó claro?-
-Afirmativo- pero lo único que recibió fue la fulminación de ella utilizando sus ojos para intimidarlo- por favor, cambia esa cara, a ver dime, ¿Verificaste que todo esté en orden?-
La chica de cabello oscuro respiró hondo tomando nuevamente su piza papeles comenzando a leer cada página.
-Como tres veces- la chica voltio otra página hasta que su mente se acordó de algo- Ha casi me olvido, ayer te llegó un mensaje de tu amigo Finn-
Al oír aquel nombre, el pelinegro la observó perplejo sin creer que estuviera hablando en serio.
-¿Finn? ¿Y para que llamó?-
Marceline frunció el ceño sin prestarle atención debido a que se hallaba concentrada leyendo los papeles.
-¿Yo que se?, revísalo en tu computadora, adiós-
Una vez que la chica se fue. Marshall comenzó a buscar en su computadora encontrándose con que literalmente el mismísimo Finn en verdad le había mandado un mensaje.
¿Cuánto había pasado desde la última vez que se habían visto? Creo que había sido después de terminar la secundaria. Tantas cosas habían pasado que ya no se acordaba mucho. De todos los amigos que alguna vez tuvo, el había sido el único que se mantuvo en contacto con él por un largo tiempo. Prácticamente se habían criado juntos y hasta se podían llamar hermanos si querían. Pero aun así le resultó extraño que su amigo de la infancia se hallara acordado de él hasta ahora, bueno, tampoco es que él puso mucho empeñó para seguir en contacto.
¡Hola Marshall! ¡Cuánto tiempo! Sé que hemos estado sin contacto en los últimos años pero aun así quiero saber cómo estas y que es de tu vida. La razón por la que te llamo es simple. Dentro de una semana será mi cumpleaños y a los dos días el aniversario de la propiedad de tu tío Simon, planee con los chicos juntarnos allí. Pasaremos toda la semana y en el último día festejaremos mi cumpleaños. ¿Qué dices? ¿Vienes? Confírmamelo una vez que leas esto. Por los viejos tiempos ¿sí? Espero tu respuesta.
Marshall se quedó un buen rato pensativo sin saber que responder ¿Pasar toda una semana en la antigua casa del tío Simon junto a personas que ya ni se acuerda de sus nombres? Le parecía un tanto extraño. No era su estilo convivir con gente, era algo que le desagradaba. Volvió a leer el mensaje y luego desvió su mirada al calendario que estaba colgado en su oficina, faltaba tiempo para estrenar la nueva revista y todavía faltaban algunas cosas que retocar. Tal vez no sería un problema después de todo. Lo meditó por un buen rato hasta que por fin se decidio.
Nos vemos allí.
Fue lo que le respondió.
-¡Marceline!-
Nuevamente la secretaria apareció con otra taza solo que esta vez era café.
-¡¿Qué quieres ahora?!- preguntó ella dejándole la taza en su escritorio.
-Cancela todas mis citas, tú te harás cargo de la empresa por una semana-
La cara de Marceline fácilmente se podía comparar con la de una actriz recibiendo un Oscar.
-¿Y a qué se debe esta repentina decisión?-
-Finn me invitó a pasar junto a sus amigos una semana en la casa que fue de mi tío Simon-
Se colocó su saco oscuro y tomo un sorbo del café. Marceline se quedó un buen rato asimilando las palabras hasta que una sonrisa se le dibujó en el rostro.
-¿Tu? ¿Conviviendo con gente en una mansión durante una semana?- la chica estalló a carcajadas ante la mirada aludida del chico mientras esperaba que ella termine.
-Ya sé que suena estúpido, pero es mi amigo y será su cumpleaños ¿tu entiendes no? Es como una responsabilidad-
Marceline se calmó por fin pero aún seguía tentada.
-No durarás ni un día-
-Lo sé- terminó el café y se apresuró hacia la puerta mientras tomaba sus cosas- Eso sí, quiero que me mantengas informado de lo que pasa ¿entiendes?-
-Lo que tú digas jefe-
Al momento que el muchacho desapareció, Marceline continuó con las risas mientras se instalaba en su nuevo sitio que ocuparía por unos cuantos días. En su mente aun rondaba la imagen del pelinegro en aquel lugar.
-Vas a sufrir Marshi-
Y acomodó ambas piernas arriba del escritorio planeando mil maneras de como llevaría todo ahora que ella sería la nueva jefa.
