No puedo creer lo que hice. No puedo creer la estupidez que hice.

Aquí estoy, frente a tu puerta. Espero que aún tengas ganas de verme, aunque si no quieres no podría culparte: ayer te hice bastante daño, en menos de 10 minutos destruí lo que durante tanto tiempo fue nuestro amor, convertí en mentira lo que había sido una realidad para nosotros durante tantos meses… En fin, acabé con nosotros

Al, fuiste una idiota. Gracias, conciencia, ahora dime algo que no sepa. Debes arreglar todo, y ya. Lo sé, lo sé, pero no sé cómo. Puedes empezar abriendo la puerta del cuarto, antes de que su madre se dé cuenta de que estás aquí parada como una estúpida. Es verdad, si bien la madre de mi amor me dejó pasar sin mucho interrogatorio ni prestar suficiente atención a mi rostro como para notar el dolor que expresaba, si me encontraba parada viendo a una puerta, el bombardeo de preguntas comenzaría.

Al, por Dios! No seas cobarde! Abre la bendita puerta y haz lo que viniste a hacer! Tan fácil decirlo, tan difícil hacerlo.

Finalmente, tomé la perilla: fue como agarrar un témpano de hielo. Dolía. Intenté girarla, aún sabiendo que él siempre, desde pequeño, ponía seguro a su habitación y, si salía de ella, igual la cerraba y llevaba la llave consigo. La puerta abrió.

-A… abrió… -fue lo único que el pánico me permitió decir…

Abierta. La puerta no tenía seguro. Él nunca había hecho esto. Tal vez anoche llegó muy cansado y se le olvidó… No, él no es así. Cuando digo que lo hacía siempre, lo digo literalmente. Aunque soy humana y me puedo equivocar. Quizás no había razón para asustarme. Exacto, quizás anoche llegó y se echó a dormir. O quizás había… No! No pienses eso! Él ya no es así! Él no volvería a intentarlo otra vez! Lo prometió! Y él... Y él siempre cumple sus promesas, lo sé. Pero…

Un recuerdo llegó a mi mente. Hace meses, él me dijo que no podría vivir si yo no lo amara, recuerdo que me pareció muy romántico en ese momento… pero ahora me daba terror ese comentario…

Entré a la habitación. Estaba vacía.

Imposible. Dónde está?

-Creo… creo que lo sé… -me respondí a mi misma, mientras comenzaba a temblar del miedo.

No! Dios, por favor! Que esté equivocada! Qué haces parada!? Búscalo! Ya! Tenía razón, debía moverme, quizá aún no fuera tarde.

Corrí por su cuarto hasta la puerta de su baño. Por debajo de ésta salía algo rojo, líquido…

-No!

No dudé: abrí la puerta de sopetón y ahí estaba mi amor, mi único y verdadero amor. Se había cortado.

Me acerqué a él lo más rápido que pude… lo tomé en mis brazos y lo abrasé: sabía lo suficiente de anatomía como para saber que había perdido demasiada sangre como para sobrevivir más de 5 minutos, quizás menos…

-No! No mueras! No me dejes! Lo que dije ayer era mentira! Estaba dominada por la rabia! Perdón! Perdón! Jasper, por Dios! No me dejes! Te amo! Oíste? Te amo más que a nada y más que a nadie, así será siempre! Por favor, no me abandones!

Me tomó del brazo –era increíble que siguiera consiente y, más increíble aún, que tuviera las fuerzas necesarias para moverse- y me separó de él.

Nos veíamos a los ojos. En los míos sólo había lágrimas y terror, en los suyos…alegría?

-Yo también te amo. Siempre lo haré –dijo, antes de acercarme a besarlo.

Fue un beso dulce, delicado, no quería apresurar su ida de este mundo.

Sentí cuando exhaló su último aliento, aún continuaban juntos nuestros labios. Ese aliento, tan dulce, cálido y prefecto, jamás lo volvería a saborear.

Pero, al menos sabía, que su alma había quedado dentro de mí para siempre… Después de todo, él me dijo una vez que permanecería junto a mí hasta que exhalara su último aliento, y, que aún después, permanecería conmigo, siempre. Nunca llegué a pensar que podría cumplir su palabra tan literalmente.