"STRANGELOVE"
Disclaimer: Ninguno de los personajes que aquí se mencionan de Yu Yu Hakusho me pertenecen :(
Warning: [M] [HieixOC]
Nota de autora: De nuevo sigue esta retorcida lluvia de ideas teniendo a Hiei y sus 1.65 cm de estatura, junto con la revoltosa hermana de Kurama, esta vez intentando entender en qué momento se desearon. (Si aún no sabes de qué hablo, visita mi fic Trapped. ¿Publicidad? ¿Dónde?).
Agradecimientos a Depeche Mode y sus sexys temas Corrupted y Strangelove.
1.
"Will you take the pain
I will give to you?
Again and again
And will you return it?"- Strangelove
—Deja de seguirme
—No te sigo
—Entonces ¿Qué diablos estás haciendo?
—Caminar
—¡Deja de caminar detrás de mí!
—No me das órdenes, humana
—¡¿Por qué siempre estás a la defensiva?! ¡No te di ninguna puta orden, Hiei!
Kurama suspiró por enésima vez aquella tarde. Observando cómo su hermana se abalanzaba sobre Hiei, decidió que no invertiría tiempo ni energías adicionales para separarlos, de nuevo. Habían asistido a la casa de Genkai para celebrar el compromiso entre Yusuke y Keiko, y aunque se había conmovido -e incluso, alegrado- al notar que Hiei decidía -por voluntad propia- unirse a la reunión casi-familiar y dejar atrás su sociopatía y ausentismo que siempre lo envolvían; ahora dudaba que no fuese por otra siniestra razón aparte de quebrarle los nervios a su hermana.
Sentado siempre al margen del grupo de amigos, sin hablar con nadie, y sin mezclar sus emociones en algo que no fuese la batalla, sólo bastaba la mera mención del nombre de la pelirroja para que Hiei prácticamente perdiera toda compostura y actuara como un chiquillo.
Y la delirante provocación no seguía una sola corriente: Desde que Hiei volvió del Torneo Makai, la pelirroja parecía haber acumulado toda la impulsividad y animadversión que sentía, para cuando se volvieran a encontrar… tres años después.
—¡Te mataré, maldito demonio! —
La muchacha gritó al tiempo que cerraba sus brazos alrededor del cuello de Hiei en lo que parecía una llave o un abrazo mal elaborado. El pelinegro respondió a su actuar tomándola de los antebrazos y curvándolos de tal forma que pudiera elevarla sobre su cabeza y lanzarla por las escaleras del templo. Sin embargo, la pelirroja fue lo bastante ágil para sostenerse de la ropa de Hiei, logrando que por el movimiento ambos cayeran rodando escaleras abajo, e iniciaran una nueva lucha cuerpo a cuerpo.
Después de pasados varios minutos de retar la fuerza del otro -y por obvias razones de diferencia abismal de poderes- se separaron. La pelirroja se sentó a horcadas en el suelo respirando agitadamente, mientras Hiei arreglaba el vendaje desatado de su brazo. Oteó hacia arriba, pensando en qué momento se habían alejado de los demás.
Como si le importara en demasía.
Permanecieron varios segundos reparándose con curiosidad. Lo absurdo de la situación era que llevaban años sin saber del otro, y el reencuentro distaba mucho de ser un intercambio ameno de palabras de afecto. Bastó reencontrarse con ella para que todo el ímpetu que lo cobijó en otrora, cediera a la primera insinuación de la pelirroja, como si llevara solo unos días sin verla. Ajeno a tiempos pasados, esta vez fue Hiei el que rompió el silencio.
—¿No te cansas de quedar en ridículo?
—Eres un estúpido y…
—Y un hijo de puta— respondió el pelinegro, cruzándose de brazos —Te estás quedando sin argumentos—
—¡Pues esa es la única descripción que calza perfectamente en ti!
Hiei tuvo que reunir toda la compostura que carecía para no perturbarse nuevamente por la chillona voz femenina. Una y otra vez, en aquella tarde y desde la primera vez que se conocieron, la pelirroja no había aprendido a contenerse.
Por el contrario, él había aprendido a disfrutar de ello.
—¿Realmente crees que me interesa, en lo más mínimo, lo que pienses sobre mí? —
La muchacha imitó su postura y subió la barbilla con aire impetuoso –Yo sé que te importa—
Había aprendido tanto a disfrutar de sus provocaciones, que fue casi imposible controlar la risa que le provocó escuchar aquella frase. —Hn. Ingenua—
Ella carcajeó, relajando sus facciones. Se observaron nuevamente a los ojos. La pelirroja no pudo evitar recordar la última vez que lo vio antes de que partiera al Makai junto con su hermano, exactamente 3 años, 4 meses y 11 días.
Porque ella lo recordaba todo.
Estaba cambiado. Su rostro se afiló, dejando atrás sus ensoñadas facciones de niño. Había crecido en todas formas. Su estatura rozaba con la de ella. Los músculos de sus brazos, pecho y cuello eran más amplios, y pudo comprobar al lanzarle un puño mal elaborado hacia su abdomen, que era duro como acero.
"¡Papasito rico! ¡Qué bien te sienta el Makai!"
La pelirroja zarandeó la cabeza, totalmente avergonzada. A veces olvidaba que el muy condenado podría leerle la mente y usar aquello como excusa para futuras provocaciones y burlas. Antes de que sus pensamientos la delataran, se pronunció.
—¿Cuánto tiempo tendremos el honor de disfrutar tu presencia? — comentó con sorna
—¿Te importa?
—Oh, por supuesto que me importa— se acercó gateando hacia él, tocando su nariz con el dedo índice, y cambiando su voz a una completamente melosa —Estamos hablando de mi amargado demonio favorito—
El pelinegro arqueó las cejas. "Tonta bipolar"
—Basta— pronunció, apartándola de un manotazo. Observó hacia arriba nuevamente, notando la gigantesca luna que adornaba el cielo, ahora oscuro. En su mente, se preguntó si algo había mutado en todos estos años. Contra toda regla prevista, sintió agradable volver al Ningenkai, y peor aún, toparse con la revoltosa fémina. Después de unos minutos de silencio, prosiguió —Varios días—
La chica sonrió de oreja a oreja —¡Súper! — aplaudió con brío por unos segundos hasta que abruptamente cambió su expresión a una de completa confusión —Espera… ¿Por qué te quedarás varios días? Pensé que detestabas este mundo…—
Carraspeó, ganando tiempo para articular las palabras que quería insinuar y no se atrevía a hacerlo. Desde que supo que Hiei prefería quedarse en el Makai, algo dentro de ella se quebró internamente. Muchas veces sobre-analizó el contexto, sintiéndose egoísta por querer que Hiei perteneciera a un mundo totalmente ajeno a su especie, en el que muchas veces afirmó sentirse infeliz. Pero, por otro lado, siempre conservó la esperanza de alguna visita inesperada o la promesa de volver a casa al finalizar la locura del Torneo de los 3 reyes, tal como lo profirió su hermano Suichi, el cual convivía con su parte demoniaca y aun así, era enteramente feliz viviendo en Ningenkai.
¿Por qué Hiei no podía hacer lo mismo?
Oh claro, a diferencia de su hermano, Hiei no tenía ni el más mínimo rastro de ADN humano dentro de él.
"Fuck"
Hiei era un demonio, destinado a nacer, crecer, reproducirse y morir en el mundo demoniaco. Reproducirse con una puta demonio y tener unos malditos críos demonios. No humanos incluidos en ese plan.
Mordiendo sus labios, se aventuró a preguntar —¿Acaso peleaste con Mukuro? —
La mención de aquel nombre, logró que Hiei tensionara sus rasgos. Pensó en acabar con la conversación incluso desde antes de que comenzara, pero aún seguía presente aquella extraña sensación de agrado. Sin saber exactamente si debía decir aquello que ocupaba su mente o guardar las cosas para sí mismo como muchas veces lo había hecho, antes de que pudiese decidirse su cerebro le había dado órdenes a su lengua para que hablara a merced con aquella desquiciada, y no con su sensato hermano kitsune.
Se sorprendió cuando comenzó—Mukuro tiene una absurda idea estacada en la cabeza. Piensa que…— pausó unos segundos, rascando su nariz con el envés de su mano—Hn. Ni siquiera debe estar pensando. La idea es completamente absurda—
—Escúpelo ya— para este punto, la chica se encontraba postrada en cuatro, clavando sus fijos ojos esmeraldas —No te estoy dando órdenes, tonto. Es sólo que no quiero morir por culpa del suspenso—
Sin apartar la vista de la luna, continuó —Quiere que consiga esposa—
La mandíbula de la pelirroja se desarticuló en un segundo.
—¡Pero que bomba, Hiei! — sonrió con galantería —¡Boda por partida doble! ¿Quién es la pobre víctima? —
—Ninguna.—
—Oh vamos. Eres la segunda mano de Mukuro. Puedes tener a cualquier mujer que quieras—
—Esa es la cuestión. Sería una unión netamente forjada en el interés—
—¿Y cuál es el problema? Tú le das dinero y ellas te dan buenas horas de sexo. Es algo justo— se detuvo en seco y alzó su dedo índice —Oh, espera. ¿Quieres algo basado en el amor? ¿Quieres encontrar a tu alma gemela y a tu dulce princesa? — sacó la lengua, fingiendo nauseas —Ew. Cursi—
—Por supuesto que no, idiota — gruñó —Es arriesgado. Cualquiera podría hacer uso de mi posición y poder, y usarlo para beneficio de algún enemigo—
—Cómo diría la gran filósofa Avril Lavigniski: "¿Por qué tienes que hacer las cosas tan complicadas?" Tu eres el único que tiene el mando para elegir. —alzó el puño, en señal de lucha —Dime, ¿cómo te gustan las mujeres? —
—Hn. Mis gustos son irrelevantes—
—¡Ajam! Ya sé cuál es la raíz del problema—
Repentinamente la pelirroja se abalanzó hasta sentarse a horcadas encima de su pecho, apoyando su tronco con sus brazos a lado y lado del rostro atónico de Hiei. Sonrió con amplitud. ¡Hacía cuánto tiempo había deseado ver esa expresión trémula!
—No te gustan las mujeres— acercó su rostro unos cuantos centímetros, logrando que algunos mechones de su cabello cayeran sobre sus mejillas—¿O será acaso que no sabes qué hacer con ellas? —
Hiei sintió sus mejillas arder. Arrugó el ceño por el comentario lanzado como dardo venenoso, con el propósito de herirlo justo en su ego. Parecía que esa era su forma de reclamarle de vuelta por todos los anteriores insultos. Esa tonta estaba jugando con fuego.
Y él no podía quemarse.
Bitch, please. Él era un demonio de fuego.
—Hn. Debo aclarar que si estuviese con una mujer, esta posición se invertiría, así.— en un inesperado movimiento, Hiei tomó las caderas de la mujer para rodarla sobre él y alternar la posición. Se instaló entre sus piernas con todo el peso de su pelvis, y la apoyó con fuerza por los brazos. Sonrió a medio lado —Y me encargaría de ella, perfectamente—
La pelirroja sintió que se iba a derretir de febril excitación. ¿Acaso pensaba que Hiei no le iba a responder con su propia medicina? Si anteriormente el leve contacto de cualquier parte de sus cuerpos le producía descargas eléctricas, ahora que lo tenía encima, sentía que todos los desastres naturales se acoplaban en la base de su columna vertebral.
Maldijo su gran y pervertida imaginación.
—Eso veo— observando directamente sus colmillos asomados en esa semi-sonrisa, soltó un suspiro que ni siquiera supo desde cuándo lo tenía sostenido. Realmente había crecido en estos años. Era un hombre. Un hombre demonio y poderoso, que podía someterla. ¿Se estaba volviendo loca por desear, solo por unos segundos, sentir aquel roce árido en su cuello?
—No has visto nada— susurró con voz ronca.
La mirada que le ofrecía era parecida a la de un depredador a punto de devorar a su presa. Aquella concepción sólo consiguió que las mejillas de la pelirroja se tiñeran de rojo, y que no pudiese ocultar su evidente deseo.
"¡Recuerda que el maldito puede leerte la mente!"
La pelirroja suspiró con pesadez. Sabía que no sólo las mejillas la delataban, sino también el olor en el ambiente, su energía creciendo sin control y su corazón que latía desbocado amenazando con romper todas sus costillas proclamando libertad.
—¡D-deja de jugar conmigo, tonto! — chilló en un último intento por salvaguardar su orgullo. —¡Si eres tan varoncito, pues quítate de encima y pelea! —comenzó a zarandearse como pez fuera del agua, en un vago intento por zafarse del agarre.
—¿Qué pasa, estúpida? ¿Ya no eres tan insinuante? — replicó con sorna, apartándose de ella y observando su rostro enrojecido.
—¡Cállate! ¡No me intimidas! — chilló, levantándose para propinarle un golpe. En un parpadeo, Hiei detuvo su puño en el aire y tomando sus antebrazos los sostuvo con fuerza detrás de su espalda, atrapándola entre su pecho.
—Eso podría cambiarse— contestó el pelinegro, echando la cabeza hacia atrás para evitar ser mordido por la iracunda mujer —Si continúas así, colmarás mi paciencia. Y no te conviene hacerlo—
La pelirroja se removió entre su abrazo —¡Suéltame! — lanzó un grito apagado al sentir que Hiei la apretaba con más fuerza, sintiendo una punzada de dolor en sus pechos y antebrazos. Su cuerpo comenzó a temblar, mientras una nube de aire fogoso se posaba en su diafragma, evitando que pudiera respirar normalmente.
Le dolía cada vez que inhalaba.
—Quieta— encarcelando sus muñecas con la mano izquierda, acercó su mano libre hacia su barbilla, y con el dedo índice y pulgar la sostuvo por las mejillas con fuerza, para evitar que continuara lanzando mordiscos. Presa entre sus brazos, la sintió tiritar—Quieta— susurró lentamente, detallando la forma que habían adoptado sus carnosos labios por la presión de sus dedos.
La pelirroja sintió que toda su ira se evaporaba de cada poro de su cuerpo para darle paso a la llamarada de deseo que la invadió en cuanto lo escuchó hablar, y mucho más en que sintió su aliento tan cerca de su boca. Podía jurar que nunca antes había visto vislumbrar con tanto fulgor los ojos rojizos de Hiei. Aún mantenía su faceta predadora. Y aunque anteriormente habían unido sus cuerpos con el único propósito de la batalla, esta vez fue distinto.
La atracción que sentían el uno por el otro era tan evidente, ansiosa y poderosa, que resultaba vergonzoso descubrirse compartiendo aquella bajeza.
Sumiso en sus propias cavilaciones, Hiei apretó el agarre con más fuerza, llevando a plano real la frustración y cólera que sentía por la revelación. Y justo cuando la escuchó gemir, esta vez mucho más profundo, supo que no podía apagar aquel fuego.
La deseaba, maldita sea.
Quería golpearla y escucharla gemir nuevamente, morderle los labios hasta desgarrárselos, lastimarla sólo para oírla gritar su nombre. En aquel punto, cualquier movimiento en falso haría crecer la llama descontroladamente, desembocando en un asesinato. O un sexo tan violento que le quitaría la corona al rey electo del Makai.
Sus ojos verdosos se sacudían en medio de temblores de miedo y excitación. Parecía que le gritara: "¿Me vas a matar, Hiei? ¿O me vas a besar?"
¿Qué debía hacer?
—¡Geezz ya déjense en paz! ¡Paguen motel!—
La pelirroja sintió como si un balde de agua le cayera de sorpresa y la hiciera salir de su trance. Una corriente de aire helado la rodeó entera, notando que Hiei se había separado apresuradamente, llevando consigo todo el calor. Inspiró con fuerza, enfocando su atención en el intruso. Era Yusuke.
—¡N-no estábamos haciendo nada!—chilló, negando con su cabeza —¡Eres un pervertido, Yusuke!—
El detective sonrió ampliamente —Síp, lo soy— alzó el pulgar —No quería dañarles la velada, pero van a servir la cena y se enfriará si no van por ella—
Antes de que pudiese soltar algún comentario -aún más- imprudente, Hiei desapareció raudo.
Yusuke se acercó a la pelirroja y le palmeó la espalda —¡Lo tenían bien escondido! ¡Tortolitos! —
—¡Deja de molestarme con Hiei! — chilló y dio media vuelta para emprender la subida por las escaleras, intentando ocultar el temblor gelatinoso en sus piernas. Ni siquiera sentía su propio rostro, de lo nerviosa que estaba.
—¿Ah, si?—Yusuke la alcanzó, pasándole un brazo sobre los hombros —¿Y por qué escucho cómo revolotea tu corazón cada vez que dices su nombre? —
—¡P-pues seguro estás alucinando! — lo empujó, posicionando su mano cerca de su pecho. Tenía razón, latía como caballo al galope.
—Mi experticia demoniaca activa cada uno de mis sentidos y por eso puedo oírlo —alzó el dedo, señalando su nariz —Además…hueles a él— la chica se ruborizó —Te está cogiendo ¿eh?—
La pelirroja casi se ahoga con su propia saliva. Se detuvo abruptamente y gruñó al sentir a Yusuke ahogar una carcajada enérgica —¡Oh, cielos, deberías ver tu cara en estos momentos! ¡Jajajaja!— secó una lágrima —¡Estás pálida como las nalgas de Toguro mayor!—
—¡Idiota!
Caminando de regreso hacia la casa, respiró profundamente. Podía imaginar el insistente sonrojo sobre sus mejillas y la maldita diminuta sonrisa cómplice. Incluso, cuando llegó a la mesa junto a los demás, la escena de hacía unos minutos se proyectó una y otra vez sin descanso en su mente, logrando que sus manos volvieran a temblar de nerviosismo.
¿Qué hubiera pasado si Yusuke no hubiese aparecido?
Ni siquiera fue capaz de normalizar su respiración.
Y cuando vio que Hiei se acercaba a la mesa, sus pulmones colapsaron.
"De acuerdo, no debo preocuparme. Al fin y al cabo no pasó nada. NADA."
Torció la boca con pose escéptica. ¿Qué no debía preocuparse?¡Diablos! Si antes al estar consciente de la evidente atracción que sentía hacia él sólo lograba que discutiera y peleara a cada momento -porque no sabía qué otra excusa usar para acercarse a él-; ahora que conocía la evidente tensión entre ellos sólo lograría que se repelieran totalmente.
Como un vidente, recordó sus inquisidoras miradas, sus retraídos contactos, sus silencios cifrados, sus comentarios mordaces, y llegó a la conclusión de que -aunque los demás no lo notaran-, Hiei la miraba y la trataba diferente.
"¿Cómo fui tan ciega?"
