Ni Robotech ni sus personajes me pertenecen.

Esta historia es un one-shot.

Espero que la disfruten y que me dejen sus comentarios.

AL CALOR DE LAS COPAS

Te digo, amiga. Es un pobre tonto. – Se quejaba la hermosa mujer ojiverde mientras daba un trago más a esa exótica bebida que su amiga le pidiera.

Tengo años diciéndote eso mismo, pero no haces caso. – Le contestaba la morena mientras jugaba con su copa entre los dedos.

Hacía más de una hora que las amigas llegaran a ese lugar. Al principio sólo habían estado platicando, pero después una copa fue seguida de otra.

Claudia había decidido invitar a Lisa a salir al notar que estaba teniendo un mal día a causa del piloto modelo de la RDF.

Ninguna de las dos estaba segura de poder mantenerse en pie si se levantaban de esa mesa. El mesero se acercó a ellas con la nueva ronda que habían pedido.

Por ellos, aunque mal paguen. – Brindó la ojiverde con su nueva copa.

Bien dicho, amiga . . . Aunque por otro lado, tú ni siquiera le has hablado de tus sentimientos.

Los jóvenes presentes las observaban de vez en cuando sin que las chicas lo notaran. Llamaban la atención por su belleza y porque a pesar de estar despojadas de sus chaquetas militares, que descansaban sobre los respaldos de sus sillas, el aire militar no las abandonaba. Mientras los demás las observaban, ellas seguían con su charla.

Yo no soy ni ofrecida, ni rogona. Si él sintiera algo por mí, ya me lo hubiera dicho.

¡Por Dios, Lisa! A Rick se le tiene que explicar todo con manzanas y naranjas.

Pero sabría si sintiera algo por mí.

Lo más seguro es que crea que lo que siente al verte son agruras, te digo, es un tonto. No sé cómo pudiste fijarte en él.

Es que es un tonto lindo. – Dijo la joven con ojos soñadores y descansando su barbilla en las manos.

Te perdimos . . . ¿Entonces lo vas a buscar? - Cuestionó la morena a su ahora ebria amiga.

¡Claro que no! Cómo si no me conocieras.

Pues creí que el vino te iba a dar el valor. – Murmuró llevándose la enésima copa a los labios.

¿Qué dijiste?

Nada, ¿Pedimos un taxi? – Cambió el tema la morena.

Quince minutos después, las dos amigas salían del lugar, chaqueta militar en mano, y procurando caminar lo más derecho posible. Un taxi ya las esperaba afuera. Era una cálida noche de verano, pero sus cuerpos entumecidos por el alcohol no lo registraba.

Lisa cayó rendida en cuanto subió al automóvil. Claudia la observaba y se preguntaba cuándo sería el día en que su amiga sería feliz.

Veinte minutos después, el taxi se detenía frente a la pequeña casa de Claudia.

Lisa, despierta, ya estamos en mi casa. ¿Quieres pasar?

No Claudia, estoy muy cansada y quiero descansar.

Creo que es mejor que te quedes aquí.

De verdad prefiero ir a casa. Gracias de todas maneras.

Está bien. Nos vemos en la base.

Buenas noches, Claudia.

Buenas noches, Lisa.

Sólo había un par de calles entre las casas de Claudia y Lisa, pero de igual manera decidió seguir en taxi.

Lisa perdió su vista en la inmensidad del cielo estrellado y repentinamente sintió una fuerza que no creyó sentir jamás.

En la esquina dé vuelta a la izquierda. – Le dijo al chofer mientras sonriendo, regresaba a ver las estrellas.

El taxi se paró frente a una casa un poco más pequeña que la de Claudia.

No me espere, gracias. – Le dijo Lisa mientras le pagaba el viaje. Al bajarse del auto se sintió un poco mareada por los efectos del alcohol y dio unos pasos antes de recuperar el balance.

Con chaqueta bajo el brazo y acomodando su falda y cabello, se acercó a la puerta y tocó el timbre, pero nadie contestó. Entonces volvió a tocar y obtuvo la misma respuesta. Contrario a su lógica, tocó el timbre una vez más, pero esta vez dejó su dedo ahí. Podía escuchar la chicharra del timbre dentro de la casa, y utilizó su mano libre para cubrir una pequeña sonrisilla traviesa.

Ya voy, ya voy, ¡Cuánto escándalo! – Se escuchó dentro de la casa al igual que pisadas que se acercaban a la puerta.

La puerta se abrió para dar paso a un empijamado Rick. Estaba descalzo y no traía bata.

¿Pero qué . . .? – Se sorprendió el chico al ver a su jefa en su puerta y a esa hora.

Hola Rick, ¿Puedo pasar? – Inquirió la mujer como si fuera lo más normal, y antes de que pudiera contestar, ya estaba dentro.

Pasa. – Contestó como zombie mientras cerraba la puerta. – ¿Ocurre algo? ¿Me necesitan en la base?

Claro que no, que ¿acaso una amiga no puede visitar a su amigo? – Comentó mientras se sentaba en el sillón y cruzaba su pierna. Rick se quedó sin habla por un momento. Eso era demasiado extraño. Su capitana no parecía ser ella, se veía demasiado relajada.

Estas muy extraña, Capitana.

No me digas "Capitana" que no estamos en la base. – Rick seguía sin moverse de su lugar, ni entender lo que estaba pasando.

Que mal anfitrión eres, Hunter. ¿No tienes nada para beber?

¿Café?

¿Algo más fuerte?

Creo que el café te caerá mejor. Me parece que ya ha bebido demasiado. – Antes de recibir los reclamos de la mujer, se dirigió a su cocina a preparar un café bien cargado para Lisa, y un vaso de leche para él.

Desde la cocina podía ver a Lisa sentada en su sofá, con una extraña sonrisa, viendo hacia todos lados y jugando con un cojín del sillón entre sus manos. Por un momento Rick creyó estar soñando.

Lisa se sentía demasiado relajada. Habían sido pocas las veces que estuviera en ese lugar y la mayoría del tiempo, él no estaba en casa.

Rick estaba terminando de preparar el café de Lisa cuando una voz lo interrumpió.

¿Sigues teniendo el poster de Minmey en tu habitación? – Le cuestionó Lisa a sus espaldas, lo que hizo que casi tirara el frasco de azúcar en el piso.

"Uhm, sí, aún lo tengo.

Ya veo.

Rick llevó su leche y el café a la mesita que estaba a espaldas de Lisa y sacó la silla para que la mujer se sentara.

Siéntate por favor.

Lisa se dio la vuelta demasiado rápido y perdió el equilibrio a causa del alcohol. Rick se dio cuenta y la ayudó haciendo que ambos quedaran prácticamente abrazados y sin hablar, sus corazones latiendo a mil.

¿Sabes que tienes los ojos más azules que jamás haya visto? – Le cuestionó Lisa finalmente al muchacho.

Gr-gracias . . . tú . . . tú también tienes unos ojos muy lindos. – Tartamudeó el chico.

Desinhibida por el alcohol, Lisa hizo lo que jamás creyó tener el valor de hacer; besó a Rick. Este se quedó petrificado de la impresión, pero después de un momento, vino y pasta dental se unieron finalmente.

Rick atrajo a Lisa hacia su cuerpo y Lisa buscó con sus manos la nuca del muchacho.

Cuando al fin se separaron, Lisa acomodó nerviosamente un mechón de cabello tras su oreja.

Bueno Rick, ya es tarde y me tengo que ir. – Finalmente habló dirigiéndose a la salida.

Pero, ¿y tu café? – Trató de impedir su huída.

Discúlpame, mejor otro día. Adiós Rick.

Y así como había llegado, la mujer se fue de aquel lugar.

¿Pero qué pasó? – Se cuestionó el chico volteando a ver la taza y el vaso aun sin tocar.

Desde la puerta vio a la mujer caminando por media calle, moviéndose y dando vueltas como si fuera una bailarina en medio del escenario.

Rick cerró la puerta y su vista se dirigió al sofá donde ella estuviera minutos antes, y ahí vio su saco. Caminó hacia allá con piernas temblorosas y tomó el saco. Prueba de que nada de lo anterior había sido un sueño.

Con saco en mano se dirigió a su habitación.

Que mujer tan extraña. – Pensaba, mientras sonriendo se llevaba los dedos a los labios y saboreaba el vino en su boca.

Esa noche, Rick no pudo dormir, mientras que Lisa dormía plácidamente en su cama con una amplia sonrisa en los labios. Si ese beso no despertaba a Rick, nada más lo haría.

FIN