Mi historia inicia, como muchas otras, en el planeta Krypton. Pero este no es el mismo Krypton al que estás acostumbrado, no es un Krypton lleno de académicos débiles y cobardes que fueron condenados por el temor que sentían a su propia extinción. No. Este Krypton era uno fuerte, uno que peleaba por su supervivencia, por la supervivencia del más fuerte... y la muerte del más débil.

_ ¡Alura!_ gritó Zor-El_ ¡Tráela rápido!

La mujer se acercó a grandes zancadas con una bebé un brazos y una expresión de asco en el rostro.

_ Quítemela, Zor_ pidió arrojando a la criatura a los brazos de su esposo_ Me da asco verla.

_ Deja de quejarte_ replicó él igualmente asqueado.

Tomó a su hija y la arrojó en una cápsula frente a él.

_ Que débil y patética_ murmuró Zor_ No soporto verla.

_ Entonces hazlo rápido y envíala lejos_ exclamó Alura.

_ En Terra será fuerte_ explicó su esposo_ Allí usará el Sol amarillo para ser una Diosa entre los nativos.

_ ¿Dependerá del Sol? Que patético...

_ Es mejor que nada, aquí no sobrevivirá_ afirmó_ Si no la mato yo antes para evitarme el asco, la guerra acabará con ella.

El hombre oprimió un botón en una consola y la pequeña capsula que contenía a la niña, comenzó a gemir y estremecerse. Lentamente se elevó del suelo y, tras un estallido de sus propulsores, salió disparada por el conducto de salida.

_ Eres patético, Zor_ dijo Alura minutos después.

_ Tu eres la que me dio una hija tan débil_ respondió él mientras caminaba fuera de la habitación.

_ ¿Que vas a hacer?

_ Nuestro mundo se acaba porque estuvimos muy ocupados peleando entre nosotros como para ver venir a nuestro enemigo... Eso es culpa de mi hermano Jor, así que voy a encontrarlo y matarlo, y a su familia también.

_ Voy contigo_ afirmó Alura_ No quiero que lo arruines.

_ Te odio Alura.

_ Y yo a ti.

Arriba, a millones de kilómetros, la cápsula de la hija de los El viajaba a toda velocidad rumbo a la Tierra. Mientras la niña dormía en animación suspendida, en mensaje comenzó a reproducirse, y la voz de Zor-El invadió los sueños de su hija.

_ Kara, soy yo, Zor-El, tu padre, y me produce asco llamarte hija. Eres pequeña y débil. Lloras pidiendo ayuda en vez de ordenar por ella. Temes a lo que no ves en lugar de obligarlo a temerte. A lo largo de su historia, Krypton a demostrado un significativo número de especímenes como tú (me da vergüenza que mi hija sea uno) y todos han muerto a manos de sus semejantes ¿Por qué? Porque eran más grandes y fuertes, porque podían. Si mis palabras te entristecen, entonces estás perdida y formalmente te abandono a tu suerte. Pero si te ofenden o te causan rabia, entonces aún hay oportunidad. Hay una forma de que te redimas. Irás a un planeta de seres débiles como tú. Ellos orbitan una estrella amarilla, esta te dará poder, poder para que los gobiernes, para que aprendas a ser fuerte. El emblema que llevas en tu traje es el de tu familia y representa el poder, haz honor a ese símbolo o entiérralo (no soportaría que lo uses siendo tan patética). Así que ve, Kara Zor-El, ve y gobiernalos, se una diosa, o no seas nada.

La nave recorre millones de kilómetros en segundos. La computadora, un viejo trasto antiguo y casi obsoleto que apenas puede navegar, calcula en cinco años la llegada a destino usando el tiempo relativo y viajando a la velocidad de la luz. La computadora está diseñada para calcular la trayectoria de cualquier cuerpo que pudiese interferir en su camino y corregir el rumbo si su gravedad le afecta o destruirlo si se le interpone. Por desgracia, la nave está en tal estado que sus sensores fallan y no calculan a tiempo la corrección necesaria para evitar un gigantesco bólido que desvía la vaina de su rumbo. Los estabilizadores fallan impidiendo la corrección del rumbo y la computadora calcula que la nueva trayectoria los lleva al interior de una estrella amarilla de mediano tamaño. La computadora comienza a lanzar pitidos de advertencia mientras desactiva el sueño criogénico para que su piloto pueda maniobrar. Para su mala suerte, el piloto en esta ocasión es una recién nacida que llora ante el incesante ruido dentro de la cabina. La nave parece condenada cuando, en un giro del destino, la capsula gira sobre si misma permitiendo que la luz amarilla se filtre a través de los cristales irradiando a la jovencita con su radiación. Ella, encolerizada por los ruidos de los sistemas de navegación que no le permiten dormir y la ausencia de una madre que la tranquilice y acalle los sonidos, libera toda su rabia produciendo un pulso calorífico que impulsa levemente la nariz de la vaina algunos metros. La capsula pasa rasante dentro del campo exterior de la estrella y comienza a alejarse cuando la gravedad de la misma tira de la vaina atrayéndola nuevamente a su alrededor. La pequeña navecilla es ahora un satélite más alrededor de esta estrella.

En su interior, la pequeña Kara duerme pacíficamente. Los ruidos se han detenido, la computadora esta frita y el sistema de sueño criogénico (independiente de la computadora principal) vuelve a conectar a su pasajero. Pero ha ocurrido un fallo y el sueño se carga a medias. Kara comienza a envejecer lentamente, 1 año cada 10, mientras su piel absorbe la luz irradiada desde la estrella.

Unos pocos años después una segunda cápsula aterriza, esta vez sin percances, en el tercer planeta orbitando esa estrella. Mientras Kara se fortalecía en animación semi-suspendida, Ultraman arribaba a la Tierra.

Han pasado varios años desde este suceso. Kara, ya una pequeña, continuaba durmiendo en su capsula mientras orbitaba el Sol en espera de algún milagro que la lleve hasta la Tierra. Mientras dormía, la luz solar que se filtra en la cabina la recargaba con las habilidades que la harán poderosa. Estas incluso comenzaron a manifestarse, pues con cada resoplido que la chica emitía, la nave entera crujía. Con cada mal sueño que se cruzaba en su subconsciente su cuerpo se recalentaba hasta temperaturas inimaginables y sus pequeñas manos estrujaban todo aquello que conseguían alcanzar.

Es en uno de esos particulares sueños cuando, en un movimiento brusco, alcanzó con su pie el tablero de control, destrozándolo completamente y activando el sistema de emergencia de la nave. Este activó los cohetes propulsores y la pequeña vaina fue disparada hacia la ultima ubicación que la obsoleta computadora de navegación recordaba.

En la Tierra, la familia Danvers disfrutaba de un día de playa. Fred y Silvia Danvers se recostaron debajo de la sombrilla mientras que la pequeña Linda, de 7 años, jugaba con la arena húmeda cerca de las olas. A excepción de ellos, la playa estaba vacía, algo lógico siendo finales de septiembre, pero el día estaba tan soleado que para Fred era una locura desperdiciarlo, sobretodo siendo su último día de vacaciones. Pero todo iba a cambiar.

Hacia media tarde una bola de fuego apareció en el cielo brillando más que el mismo sol y se estrelló a toda velocidad a pocos kilómetros de la familia en una explosión de fuego y arena. Ante la insistencia de su hija Fred y su esposa abandonaron la protección de la sombrilla y se encaminaron hacia el lugar del accidente. Cuando llegaron, el hombre ordenó a su familia que esperaran y se acercó al cráter para inspeccionar el bólido que allí se encontraba.

_ ¿Que es, papi?_ preguntó curiosa su hija.

_ No se_ respondió Fred_ parece que hay algo moviéndose allí abajo.

Efectivamente una figura se elevó de entre el fuego y humo frente al hombre quien observaba perplejo.

_ ¿Quien eres?_ preguntó.

Rápidamente la figura disparó un par de rayos calóricos que pasaron junto al Sr. Danvers e impactaron de lleno en la pequeña Linda. Esta se envolvió en llamas mientras gritaba y finalmente su cuerpo carbonizado cayó al suelo. Su madre se arrojó al suelo llorando mientras el hombre, incrédulo pero con gruesas lágrimas en los ojos volteó hacia la figura.

_ Soy su nueva hija_ respondió Kara con una sonrisa.

No recuerdo mucho a los Danvers. Fueron la primera familia que me acogió cuando aterricé y eran tan frágiles que me desesperaba cuando los rompía accidentalmente. Me adoptaron cuando tenía cinco años y viví con ellos hasta los diez cuando terminaron por aburrirme y los quemé junto con la casita en la que vivíamos. Recuerdo que también tenían una hija pero no me acuerdo mucho de ella en si. Creo que la mate cuando llegué y también recuerdo que ellos no paraban de llorarla, así que tuve que arrancarles los ojos. No todos, claro, uno a cada uno, como advertencia.

Luego de ellos hubo otras familias. Algunas duraron más, otras menos, pero todas terminaron igual: Muertas. Reconozco que fui muy inventiva a la hora de hacerlo. Los Starr eran una pareja bastante joven y tenían otro hijo. En esa época quería un hermanito pero me cansó a las pocas semanas así que le reventé el cráneo con mi mano, y después a ellos. Los Vandervoort tenían dinero pero eran muy arrogantes. Primero mate a sus hijos (tres niñas y dos niños, ninguno de más de diez años) y luego les dí sus cabezas para cenar. No se las comieron, por supuesto, pero fue divertido ver su reacción. Los sometí durante algunos años hasta que intentaron escapar. A él lo partí a la mitad y a ella la empalé en una antena. Todavía me río de eso. Luego cumplí dieciséis y deje de buscar familia. Por desgracia, fue la familia la que me encontró.

Las estrellas centellaban fugazmente sobre la cálida noche de verano que envolvía National City. En las iglesias las campanas señalaban la media noche, pero la ciudad se negaba a dormir, siendo sus calles el escenario de multitudes de adolescentes que caminaban de un lado a otro buscando un poco de diversión. Los clubes nocturnos estaban a su máxima capacidad e interminables filas de personas ansiosas de entrar rodeaban las manzanas y cortaban las calles. La policía no estaba por ningún lado aunque tampoco hacían falta, pues todos saben que no hay que causar problemas. Y si lo hacen...

A varias calles del centro, en el distrito financiero, una alarma sonó en el Banco de National City. Dos figuras enmascaradas aparecieron en la azotea y se descolgaron por la ladera del edificio. Una vez que alcanzaron el callejón, corrieron apresuradamente hasta la otra calle, del otro lado de la cuadra. Al llegar, el más joven miró en todas direcciones confundido.

_ ¿¡Donde rayos está Hillary?_ balbuceó con una mezcla de ira y desesperación.

_ Se suponía que estaría aquí con el auto_ respondió el otro cubriendo su retirada.

_ ¿Ahora qué?

_ No podemos quedarnos aquí_ el más viejo reaccionó a una sombra que le pareció notar por el rabillo del ojo_ Ella ya debe estar aquí_ añadió.

_ Oh cielos_ se lamento el más joven mientras apuntaba su arma al cielo nerviosamente_ ¿Que haremos Floyd?

_ No te preocupes_ respondió este_ tengo experiencia con estas cosas, yo..._ pero no pudo terminar la frase.

De la nada, un viejo taxi que alguna vez fue amarillo cayó del cielo justo frente al dúo, causando un estruendo que levantaría hasta los muertos. El más joven se asustó por el impacto y retrocedió instintivamente, pero Floyd, más viejo y sabio, mantuvo el control y se acercó al vehículo. En el asiento del conductor se hallaba un hombre pelirrojo y bastante obeso, vestido con un suéter rosado y gafas de borde grueso. A su cuerpo lo atravesaban cerca de una docena de varillas de metal. No parecían tener un orden corriente, pero a simple vista Floyd pudo notar que la mayoría formaban en el pecho del cadáver una U. Una simple U.

Un ventarrón a sus espaldas atrajo la atención del más viejo y al voltear descubrió que su compañero ya no estaba.

_ ¿Jax?_ preguntó mientras avanzaba por el callejón con el arma lista para disparar.

_ Parece que perdiste a alguien_ dijo una voz detrás de él.

Floyd giró la cabeza para encontrarse con una chica de esbelta figura, vestida únicamente con unos jeans y una playera azul con una U roja. Su cabello rubio caía rebelde sobre sus hombros y sus labios rojos se torcían en una sonrisa burlona y siniestra. Sus penetrantes ojos azules lo observaban desde lo alto del taxi.

_ Dios, por favor_ murmuró el viejo Floyd.

_ ¿Qué ocurre?_ preguntó Kara con falsa inocencia_ ¿Estaban en medio de algo?

Tragando saliva y con la voz temblorosa el viejo preguntó:

_ ¿Q-que le hiciste a Jax?

_ ¿Quién?_ respondió Kara esbozando una sonrisa_ Ah, si, tu otro amigo, el jovencito.

Se llevó la mano a la barbilla y simuló hacer memoria.

_ Vaya, recuerdo haberlo llevado a dar un paseo hasta la estratosfera, pero creo que me lo olvide allí_ exclamó con una risa pícara.

_ No…_ exclamó Floyd al darse cuenta de lo que significaba aquello_ Era solo un muchacho…

_ Rayos, si que lo era_ asintió ella mientras saltaba a tierra_ pero rompió las reglas, igual que tu amigo del auto_ dijo encogiéndose de hombros mientras daba unas palmadas al techo del vehículo.

_ E igual que tú_ añadió tornando su sonrisa en una expresión seria.

El pánico invadió el cuerpo de Floyd mientras intentaba balbucear unas palabras.

_ ¡No! Espera, por favor, yo necesitaba el dinero, mi hija…_ se lamentó mientras caía de rodillas.

_ ¿Qué ocurrió, muchachote? ¿Esta muy, muy enferma?_ preguntó Kara inclinando la cabeza con ternura.

Floyd contestó con un gimoteo mientras comenzaba a llorar.

_Ohhh vamos, no llores_ dijo ella arrodillándose junto a él y sosteniéndole la mandíbula_ Si te hace sentir mejor ella ya no sufrirá más por eso.

_ ¿Qué?_ preguntó Floyd confuso.

Kara asintió sonriente.

_ Si, ya no sufrirá más por eso, ni por nada.

El hombre rompió en llanto mientras se aferraba a la chica.

_ ¡No, por favor, déjala en paz, te lo suplico!_ gritó.

Cansada de todo este "juego previo" Kara rodeó la cabeza del hombre con sus manos y, con un leve movimiento, le rompió el cuello. Acto seguido tomó la bolsa de dinero que el dúo había robado y despegó a toda velocidad, causando un estallido sónico que hizo estallar varias ventanas y parabrisas.

Era ya de mañana cuando Maxwell Lord, el multimillonario dueño de Lord Industries se levantó de la cama listo para iniciar el día. Después de una ducha se dirigió a la cocina para desayunar pero, al pasar por la sala notó un bulto tumbado en el sillón y, con suma cautela, se acercó para inspeccionarlo. Inmediatamente lo reconoció como una persona y cuando miró detenidamente su aspecto se dio cuenta de que se trataba de Kara, quien estaba profundamente dormida. Con una mueca de gracia, Max apoyó su mano sobre el hombro de la muchacha y la meció suavemente para despertarla.

_Kara…_ susurró.

La chica se revolcó en el sofá y lanzó un gruñido mientras seguía durmiendo.

_ Kara, levántate_ dijo Max.

_ Deja de gritar_ respondió ella.

_ No lo hago_ dijo él con una sonrisa mientras se dirigía a la cocina.

_ ¿Entonces por qué siento que estás gritando dentro de mis oídos?_ Preguntó la chica con una mueca de fastidio mientras se sentaba.

_ Porque tienes resaca y superoído_ dijo Lord lanzando una risa.

Mientras Kara se dirigía al baño, Maxwell entró en la cocina y se extrañó al no ver su desayuno preparado. Por lo general, tenía una mucama que se encargaba de eso, pero ahora no había señales de ella. Extrañado decidió preguntarle a Kara.

_ ¿Sabes donde está Helga?_ Preguntó desde la cocina.

_ ¿Quién?_ respondió ella desde el baño.

_ Helga, mi mucama, ¿recuerdas?

_ No…_ negó la rubia mientras salía del baño_ Espera… ¿era una "milf" de pelo negro y ojos enormes?

Max se rascó la cabeza antes de contestar.

_ Yo no diría "milf" pero si, debe ser ella.

Kara entró en la cocina y se sentó a la mesa.

_ Rayos, lo siento Max_ exclamó refregándose la cara_ No sabía quien era y creí que se había metido así que…

_ ¿Así qué…?_ preguntó el hombre con un dejo de preocupación en su voz.

_ Esta en la heladera_ admitió ella con la cabeza gacha.

El rostro del hombre se transformó en un gesto de horror mientras dirigía la vista hacia el electrodoméstico. Cautelosamente y conteniendo la respiración abrió la puerta y lanzó un vistazo dentro. Lo que vio le dio una fuerte arcada, obligándolo a cerrar la heladera de un portazo.

_ ¡Por Dios, Kara!_ exclamó.

Ella, en cambio sonrió divertida.

_ Si…_dijo rascándose la nuca_ al principio no creí que iba a caber pero con un poco de fuerza fue relativamente fácil.

_ ¿Qué se supone que voy a hacer ahora?_ preguntó Max mientras se servía un vaso de agua.

_ Lo mismo que todos: llama a la policía.

_ ¡Ja! ¿Y decirles que?_ preguntó molesto_ ¿Cómo explico esto?

_ Diles que fui yo_ respondió Kara poniéndose de pie, evidentemente aburrida y dirigiéndose al patio_ Si no te creen avísame.

Y con esas palabras cruzó las puertas corredizas y se elevó a toda velocidad. Sin embargo, no fue hasta que estuvo en el aire que se volvió supersónica.

Una vez que estuvo solo, Max Lord permaneció sentado e inmóvil, considerando su siguiente acción mientras intentaba despejar de su cabeza la horrible imagen que había presenciado. Cuando por fin se decidió a llamar a la policía, se sorprendió al recibir un mensaje en su teléfono precisamente cuando lo tomó entre sus manos. Extrañado abrió el mensaje en el que solo ponía "CONECTATE" sin marcar el remitente. Sin embargo, para Max no era necesario. Guardando su teléfono en el bolsillo de su pantalón se puso de pie y caminó hasta su sala de estar. Allí se plantó delante de una pared y, tras accionar un botón oculto detrás de una repisa contigua, esta se deslizó hacia un lado rebelando unas escaleras. Con firmeza bajo peldaño por peldaño hasta detenerse en frente a una puerta de acero que daba a una habitación secreta ocupada nada más que por una silla y una mesa con una pantalla encima. Sin perder un segundo, Lord se dirigió a la mesa cerrando previamente la puerta de hierro detrás de si. Esta, al igual que las paredes, el suelo y el techo contenían placas de plomo y estaban fuertemente insonorizadas para evitar el husmeo de cualquier kryptoniano.

Una vez que estuvo sentado frente a la pantalla, el hombre hizo sonar sus huesos y relajó su cuerpo antes de encenderla. De inmediato apareció ante él una figura masculina que reconoció inmediatamente y le hablo en un tono suave y relajante, casi hipnótico.

_ Hablame, Maxwell_ dijo.

_ No sospecha nada_ respondió Lord_ Todo marcha según lo planeado.

_ Yo no diría eso_ dijo el otro_ Anoche perdí a un buen hombre por culpa de tu amiga.

_ Floyd Lawton se equivocó_ exclamó Max_ Le advertí que no se metiera con ella, al igual que te lo advertí a tí.

Se produjo un silencio que Max aprovechó para recuperar el aliento y acomodarse el cabello.

_ Confía en mi, puedo hacerlo, puedo controlarla_ continuó_ Ella no es como su primo, no le interesa el Sindicato ni la dominación global…

_ No, solo le interesa el caos, lo que la hace aún más peligrosa_ interrumpió su interlocutor.

_ No te causará problemas..._ prometió con la voz quebrada.

Su corazón dio un vuelco al pronunciar estas palabras. Sabía que era una apuesta arriesgada pero era la única forma de mantener al hombre de la pantalla y a sus socios apartados de Kara. A salvo de Kara.

_ Bien_ dijo por fin_ Nos mantendremos apartados, pero si ella se entromete en mis planes tú responderás por eso_ anunció.

_ Trato hecho_ aceptó Max mientras cortaba la comunicación.