Reto de Genee

Personajes:Padres de Mimi, Mimi x Michael-Wallace-Digielegido original.

Características:Cuando Mimi se muda a USA, todo cambia. No solo deja una vida atrás, sino que debe reinventarse y redescubrirse en una nueva cultura. Sumado a esto, su madre le hace todo mucho más difícil al querer disciplinarla cuando se da cuenta que está perdiendo su identidad japonesa a tal punto que deja de ser esa madre loca y consentidora a una estricta y extremista. Mimi se rebela: usa faldas cortas, se tiñe el cabello, sale de fiestas y hasta fuma y bebe. Su padre solo quiere mantener el honor de la familia y, pese a avergonzarse por las habladurías del vecindario, poco se mete en los problemas que ella y su mujer tienen. Mimi no se halla, siente que no es japonesa ni que es americana. Está dividida entre el chico "bueno y simpático" Michael y el chico "problemático" ( impresión que da porque viaja solo y no tiene tantos amigos, además que parece desobedecer a su madre preocupada) Wallace.

Agregado: conservar lo poco que se ve de Wallace y Michael en el ova y en la serie. Wallace/Michael/Niño elegido original, pueden intervenir como amigos o como lo que quieran para que la trama se dé. Lo que quiero es ver cómo Mimi afronta o no la doble identidad, la depresión que no muestra l mundo al sentir no encajar y la rebeldía contra sus padres.

Género: family-hurt/confort.

.

.

Made in Japan

Lore-chan


1: Choque Cultural


Mimi se vio en medio del casino de la secundaria, sola, con la bandeja de su almuerzo en las manos, mirando a todos lados. Varios rostros giraron a verla de reojo y reían por lo bajo y ella, en su vida, se sintió más incómoda.

Se sintió pequeña, menuda, fea.

Las cualidades que, en su país natal, producían que sus compañeras de clase tuvieran envidia, en ese nuevo país, producían curiosidad y hasta rechazo.

¿Lo peor? Ese primer día de clases, de principio a fin. Su inglés era básico, demasiado para su gusto personal, a pesar de haber practicado bastante en Japón. Apenas arribó a la secundaria, que era un edificio gigantesco, lleno de recovecos y pasillos y salones eternos, tal cual como se mostraban en las películas gringas de estudiantes, se sintió fuera de lugar.

Llegó donde el orientador y éste, con la mejor disposición del mundo, la ayudó con su horario, le indicó los salones y las actividades extracurriculares si es que estaba interesada en unirse a alguno. Mimi entendió la mitad y cada vez que creía que la conversación terminaba, daba una leve reverencia, como le habían enseñado, como eran sus costumbres.

Creyó para su, entonces, inocencia que cuando entrara al salón, el profesor de turno la presentaría a la clase, escribiría su nombre en el pizarrón y ella daría una breve introducción del porqué estaba allí. Pero no fue así, entró a un salón ruidoso, desordenado, con hormonas al mil por ciento… desvió la vista cuando observó una chica de cabellos muy crespos y piel oscura, sentada de piernas abiertas sobre su escritorio se besaba apasionadamente con un rubio. Pudo ver hasta sus lenguas y fue chocante, porque eso no se veía jamás en Odaiba, en ningún lado, ni en las novelas. Otros reían a carcajadas, chicas vestidas de porristas, chicos con chaquetas del equipo de baloncesto, de football americano, chicas vestidas de negro con accesorios estrafalarios, mucho piercing, mucho tatuaje, mucha piel.

Y Mimi iba vestida muy normal, unos jeans que le quedaban un poco sueltos, debido a que la ansiedad del viaje le cerró el estómago por días. Una blusa blanca sin adornos y un suéter anaranjado. No llevaba maquillaje y sentía que, alrededor de las otras chicas del salón, ella tenía doce años, en vez de dieciséis.

Unos pocos la miraron, un chico de piel tostada la saludó mirándola de pies a cabeza y algo gracioso le debió haber dicho a su compañero porque ambos comenzaron a reír. Eso le provocó más nerviosismo y fue a sentarse al último – y único – puesto vacío del lugar.

No se sacó la mochila de la espalda, ni tampoco soltó los libros que abrazaba. Tenía unas ganas inmensas de llorar y de volver con sus amigos. Con sus verdaderos amigos.

Estar en Nueva York iba a ser una tortura.

De la primera y segunda clase, no entendió ni un cincuenta por ciento. Anotó lo que creía que el profesor decía y entrecerraba los ojos a ver si con ello, las palabras en el pizarrón se traducían al japonés.

La siguiente vez que le hablaron, en el tercer salón, ya que se tenía que cambiar constantemente debido a que cada clase era impartida en lugares diferentes, fue un chico rubio de ojos verdes. Le preguntó si tenía un lápiz que le sobraba, que él olvidó el suyo en el casillero.

Mimi, al entender la mímica que le hizo, le entregó uno; el cual no fue devuelto.

Más y más incomodidad.

Ahora sus manos temblaban, miraba los grupos que se formaban en las mesas del casino. Las populares con los populares, los nerds, los filósofos, los hippies, los afroamericanos, los latinos… ¿Dónde estaba el grupo de los asiáticos?

Terminó sentándose sola, a la sombra de un árbol que poco y nada de sombra daba. Miró su almuerzo y extrañó el arroz, el curry, el oyakodon, el udón, el okonomiyaki… ¡Todo! Su bandeja le mostraba un jugo en caja, una manzana, galletas y un sándwich de quizás qué contenido tenía.

Bajó la cabeza, con el cabello cubriéndole el rostro y cuando las lágrimas estaban a segundos de materializarse, una voz amable la obligó a detenerse.

—Hola – saludó con una sonrisa el mismo chico, al cual, la clase pasada le había prestado lapicera. Y era, precisamente, aquello lo que le extendía en esos momentos – olvidé devolvértela. Muchas gracias.

Mimi hizo un movimiento con su cabeza, tímida como nunca había sido en su vida, y aceptó de vuelta el lápiz.

—¿Eres nueva? – el rubio se sentó frente a ella y dejó la bandeja rozando la de la castaña – no te había visto antes… bueno no es que conozca a todo el colegio, pero sí me llama la atención de que una chica con tus rasgos, se me haya pasado desapercibida.

Muchas palabras, no entendió demasiado.

—sí, soy nueva – era lo único que logró responder.

Nerviosa, abrió su sándwich y le dio un mordisco. Su cara de desfiguró al instante. ¡Qué cosa tan mala tenía puesta ese pan de miga! Abrió el jugo y se lo bebió casi completo, el chico frente a ella rio y ella, al notarlo, se sonrojó.

—Mantequilla de maní. ¿No te gusta?

Ella negó exhalando complicada.

—Me llamo Michael y al parecer estamos juntos en historia y en filosofía.

—Mimi – respondió escueta. Sabía que si le daba su apellido iba a ser un caos que lo pronunciara bien. Ya le había sucedido con el orientador que le llamó de cualquier forma, menos Tachikawa.

—¿Corena?

—Japonesa.

—Ya veo… - Michael le dio un mordisco a su manzana – El primer día siempre es el más complicado, por ejemplo, yo no soy neoyorquino. Nací y crecí en Colorado y por el trabajo de mi papá nos cambiamos hace ya dos años. ¿Estoy hablando muy rápido? – miró a Mimi que tenía las cejas juntas, en señal de angustia.

—Un poco.

—Lo lamento, a veces quiero decir muchas cosas al mismo tiempo. ¿Te pasa?

Y por respuesta, Mimi sonrió.

Desde aquel día, ambos iban a todas partes juntos, el rubio le ayudó a mejorar su inglés tanto hablado y escrito, como también, el aprender a escuchar y entender la inmensa cantidad de slangs que se ocupaban a diario. El inglés con el que ella se rodeaba, era muy distinto al que los profesores enseñan.

Ella por su parte, le enseñó japonés. Básico claro. Michael lo encontraba el idioma más complicado del mundo. Sólo en pronunciar correctamente el apellido de su amiga demoró toda una tarde. Después de ello, la llamaba Tachikawa solo para demostrarle lo bien que lo hacía. Mimi, comenzó a nombrarlo Mike.

—Ohayo, Mimi-san – la castaña reía cuando la saludaba así, porque su acento hacía que todo lo que él dijese en japonés, resultase tierno – iremos después de clases al centro comercial. ¿Quieres ir?

—Sí, no creo que haya problema. Pero deja avisarles a mis padres primero.

El grupo de amigos que había creado en apenas cuatro meses, era reducido… lo conformaban: Michael, una chica afroamericana de nombre Marie – la misma que el primer día de clases de besaba con pasión con un chico que resultó ser el novio – el novio de Marie, Jack, y ella.

.

A Mimi le encantaban los centros comerciales, sería la mentirosa más grande del mundo si alguna vez lo negara. Pero se sentía, como la gran mayoría de las veces, como la pieza equivocada, puesta a presión, en un lugar del puzzle.

Miraba las vitrinas, sin mirarlas, extrañaba la moda japonesa… por su lado pasaban chicas casi desnudas, con faldas cortísimas y camisetas que parecían la parte de arriba de un bañador y a nadie parecía molestarle.

Marie en una ocasión le enseñó, sin pudor alguno, los piercings que decoraban sus pezones y lo único que atinó a hacer Mimi que se duchaba en la regadera subsiguiente y totalmente cohibida por mostrarse desnuda ante tanta gente – casi lloró al notar que la regadera no tenía cortina – fue taparse la boca para no gritar.

Eran culturas demasiado distintas y la castaña no sabía cómo comportarse, ella se inclinaba cada vez que daba las gracias o alguien era amable. Usaba ropa, que quizás en su país era atrevida, pero que en NY era de mojigata.

Los hombres entraban a las tiendas de ropa interior como si nada, y tocaban las pantaletas preguntándose cómo se verían en la chica que les gustaba. Mimi prefería quedarse afuera, apoyada en la baranda con la cabeza colgando hacia los pisos inferiores.

Extrañaba Japón.

Se sentía como pez fuera del agua.

Hasta que él llegó y su mundo dio un giro de un extremo al otro.

Disfrutaban de su almuerzo en el patio de comidas del centro comercial. Todos con su respectiva comida chatarra, excepto Mimi que no conseguía comer más de una vez al mes aquello. ¿Cómo no iba a haber tanta obesidad si comían tantas calorías? La dieta japonesa era muy distinta a la norteamericana.

—Mimi, el sábado haré una fiesta en mi casa… mis padres están fuera de la ciudad – comentó Jack mientras engullía su doble cuarto de libra de queso - ¿Te apuntas?

—¡No puedes fallar! – apuntó la morena – Ya me hiciste un desprecio cuando te invité a ser porrista.

Claro que tuvo que decir que no. Sus padres se hubiera escandalizado con el uniforme que tenía que ocupar.

—No lo sé… - dijo mirando su ensalada.

—Ella irá – interrumpió Michael abrazándola por la cintura y acercándola a él. Ese era otro de los puntos que la incomodaban, el casi nulo respeto por el espacio personal del otro. El contacto físico era constante. Abrazos, besos en la mejilla. Caricias que para Mimi eran guardadas solo para la pareja, se veían en amigos o personas que se conocían poco y nada – ya es hora de que conozca una verdadera fiesta estadounidense.

.

Fue la primera vez que Michael pisó la casa de Mimi. En todo el tiempo que llevaban de amigos, él la había invitado un par de veces a la suya… incluso vieron películas en su dormitorio, ella sentada en el escritorio, él en el piso. Si bien podrían haber compartido la amplia cama, el rubio respetaba ciertas reticencias atribuibles a la cultura de su amiga y ya el estar completamente solos en la casa de él, viendo una película – que para algunos es lo más normal e inocente – para la castaña fue una discusión interna de horas.

La casa era amplia y acogedora y cuando Satoe lo recibió con una reverencia, Michael hizo lo mismo, de muy mala forma, pero es que no estaba acostumbrado a ello. Mimi sonrió enternecida de que tuviera ese detalle.

Y esa también fue la primera vez que Mimi mintió. Le dijo que harían un trabajo en casa de Michael y que habrían más compañeros, era un informe muy tedioso y estarían hasta muy tarde puesto que el lunes a primera hora debía ser entregado.

—Prometo traerla de vuelta a las cuatro, sin falta. Sé manejar muy bien.

Satoe torció una mueca, todos los jóvenes en ese país nacían con un teléfono, una hamburguesa y un par de llaves en la mano.

.

En cuanto llegaron a la casa del novio de Marie, ella la arrastró escaleras arriba y la encerró en un dormitorio femenino que olía a rosas. La muchacha abrió sin pudor alguno el armario del lugar y comenzó a sacar prendas que terminaban acostadas en la cama.

Mimi se abrazó a si misma mirando el cuarto. Posters de grupos populares, de lo que más sonaban en la radio, un hermoso escritorio con la pantalla de un MAC gigantesco, un tocador, un espejo de cuerpo entero y a su alrededor un montón de fotografías de una chica rubia de ojos claros.

—Es la hermana de Jack, está estudiando en otro estado – comentó Marie pasándole unas prendas – era muy popular en la escuela. Era la capitana de porristas, ahora es novia de un importante empresario. De seguro aparece en el periódico cuando le pongan fecha al matrimonio. A veces siento envidia de ella.

—¿Por qué…? – Mimi miró la ropa en sus manos y luego a su amiga.

—¡Ah! Disculpa… es que con esa ropa que andas no vas a ligar con nadie, cámbiate y reparte un par de besos – le guiñó el ojo – he oído que hay unos cuantos que mueren por hacerlo contigo.

La Tachikawa se sonrojó, dejándose en evidencia. No solo su falta de experiencia con chicos, sus relaciones con hombres en Japón siempre fueron amistosas, pero relaciones amorosas, nada de nada. ¿Besos? ¡Qué hablar!

Quería irse a su casa. Mala idea en cuanto aceptó ir a esa fiesta.

—No me pondré esto… es – miró la minifalda que parecía cinturón y negó con la cabeza – no puedo.

—¿No ocupan esto en Japón?

—He visto cosplayers que lo ocupan… - susurró avergonzada.

—Anda Mimi, quita tus miedos orientales japoneses, que desde que pisaste tierra americana, eres americana – Marie se acercó a ella y le sacó el suéter que llevaba – vamos a hacerte un fashion emergency. Puede que pierdas hasta la virginidad hoy, de seguro lo eres – rio y la castaña no pudo rebatir porque era verdad – ah tengo condones por si necesitas.

Mimi miró el piso enrojecida al máximo. ¿Cómo hablaba de algo tan importante y trascendental como si lo hiciera del próximo concierto al que asistiría?

Quiero ir a casa

.

Todo quedó en nada, hicieron falta tres vasos de cerveza para que Mimi de desinhibiera un poco, reía con el grupo de baloncesto y los segundos después estaba llenando su vaso rojo una vez más para ir donde las porristas que insistían en que audicionara. Era menuda y delgada, perfecta para que los chicos la pudieran elevar sin problemas, las piruetas y demases eran solo práctica.

Michael, la vigilaba de lejos, conversaba con Jack y otros compañeros. Aunque vigilar no era la palabra correcta, él estaba embobado mirándola saltar de un lugar a otro. Marie la había maquillado, recogido su cabello y puesto un atuendo que lo dejaba sin palabras. Si no fuera por sus rasgos, pasaría por una estadounidense de tomo y lomo.

—¿Parece que alguien se nos enamoró?

El rubio giró al instante, esa voz la habría reconocido en cualquier parte del orbe. A su lado, un chico mucho más rubio que él de profundos ojos turquesa lo miraba divertido con vaso en mano.

—¿Wallace? ¿Qué haces acá?

Se abrazaron golpeándose las espaldas. Hasta un poco de cerveza mojó la mano del otro chico.

—Transferido directamente de Colorado, Mike. O ¿Creías que te ibas a deshacer de mí tan fácilmente?

—¿Irás a…?

—Desde el lunes, seremos compañeros.

No pudieron conversar más, el acoplamiento de un micrófono y Mimi subida en la mesa de centro de la casa mientras a su alrededor vitoreaban, provocaron que ambos dejaran de hablar y miraran en su dirección.

—Hey, Mimi va a cantar – Jack pasó de la mano con Marie y los dos rubios se quedaron de pie mirando a la castaña.

—Es mi amiga – murmuró Michael sonriendo al verla feliz. Desde que la conocía sonreía por cortesía, pero en el fondo sabía que no era feliz, que no estaba a gusto en ese país. Por más que él trataba de hacerla sentir en casa, eso era casi imposible. pero ahora la veía y lucía distinta.

—¿Coreana?

—Japonesa – aclaró bebiendo de su propio vaso.

—… Es linda.

Y el comentario de Wallace no fue de su agrado.

.

Ya había estado en esa habitación, los colores… la ropa desordenada bajo ella, el espejo y las fotos alrededor. Pero todo se revolvía en su cabeza, estaba mareada… horriblemente mareada, no controlaba sus sentidos, excepto dos al parecer: el gusto y el tacto.

Se arqueó cuando sintió unas manos meterse bajo la blusa, éstas se fueron directo a sus senos, éstos caían perfectos en la mano de él. La volvieron a besar, jamás había sido besada así, bueno, nunca había sido besada en verdad, pero el juego que dominaba la lengua de él dentro de su boca, la incitaba a querer más, a desear más. Gimió dejándose tocar. Miraba el techo de la habitación mientras él se frotaba sobre su cuerpo. Otro beso que la dejó sin aliento, una caricia que comenzaba en su vientre y se adentraba más y más… algo duro contra su muslo.

Cerró los ojos

Ya no quiero ir a casa… Se dijo a si misma antes de quedarse dormida.

.

.


Genee… primer capítulo. Lo tengo pensado en cuatro (1313) ya en serio, XD en tres o cuatro máximo.

Nos leemos!