Escuela Secundaria Angeli Inferni.

Esta historia es de la genial Loony-1995 y fue traducida por una petición especial, gracias al excelente trabajo como beta de LatexoHPo

Capítulo I. Castigo.

— ¡VOY A MATARTE!

Una mancha color rojiza lanzó una maldición a un sangrante rubio; el rubio respondió ferozmente.

La multitud dejó escapar una exclamación; estaban de pie, con los ojos bien abiertos ante la escena desarrollándose frente a ellos. Esta era la tercera pelea del día y se estaba poniendo peor; ellos se ponían peor. Al principió habían sido desagradables palabras y sobrenombres, luego lenguaje corporal amenazador, después lentamente había crecido a golpes; ahora eran sobrenombres, lenguaje corporal, golpes y hechizos, oscuros y viciosos hechizos.

Algunos de los más jóvenes —y estúpidos— chicos habían sido desafortunadamente alcanzados por alguna persona volando o un hechizo descarriado, y se habían ido cojeando hasta su Casa; ir a la enfermería sólo traería preguntas y no querían ser etiquetados como delatores.

El coro de gente se había hecho cada vez más grande y bullicioso, parecía que toda la escuela estaba mirando. Algunos se paraban en las cornisas, y algunos más sobre los hombros de sus amigos. No importaba cómo ver, sino el no perderse ningún detalle. Animaban, abucheaban y gritaban cuando la persona que querían que ganara o perdiera recibía un golpe y cuando algún desagradable hechizo era lanzado y veían los resultados. Si se veía el lado positivo de esta batalla, les daba a los estudiantes que estaban mirando experiencia de primera mano en hechizos, su alcance y el efecto que tenían. Además, aprendían lo cerca que podían estar antes de que un hechizo desviado los alcanzara.

Normalmente cuando una buena pelea —como ésta— sucedía, había algún pequeño, normalmente uno de primer año, parado en las esquinas de los corredores cercanos viendo si venía algún profesor, y cuando la alerta era activada, corrían por el pasillo y le decían a todos que huyeran. Esto siempre funcionaba y era un plan a prueba de tontos; las únicas personas que se metían en problemas eran los que estaban peleando, la gente que miraba no lo hacía, ni siquiera los gemelos o Lee Jordan, quienes siempre preparaban las apuestas sobre quién ganaría o perdería. Incluso a veces hasta las personas que se peleaban lograban escapar.

Pero esta pelea era diferente, esta pelea era anticipada, esta pelea era violenta y desagradable. Esta pelea era genial. Todos los de primero ya habían sido golpeados por algún hechizo y estaban en camino a sus Casas, o estaban entre las piernas de los más grandes o en el hombro de alguien más; nadie vigilaba.

— ¡TODOS USTEDES AL GRAN COMEDOR, AHORA!

La parte de atrás de la multitud se dio la vuelta para ver a todos los Jefes de Casa y a Dumbledore. Los demás al darse cuenta de la presencia de los profesores intentaron huir, pero no tuvieron suerte. Filch, Hagrid y los Premios Anuales ya estaba allí. No había escapatoria.

Parecía que el centro de la multitud no había escuchado la llegada de los profesores, tan absortos en abuchear o gritar… hasta que el corro se despejó cuando los demás comenzaron a irse al Gran Comedor guiados por la profesora McGonagall.

Pronto, incluso los gemelos y Lee habían sido alejados, bastante complacidos con el arribo de los profesores; como no terminó la pelea, podían quedarse con todo el dinero y objetos que habían recolectado con las apuestas.

Pero los dos protagonistas aún seguían, determinados a terminar el uno con el otro. Hagrid agarró al pelirrojo y los Premios Anuales sostuvieron al sangrante rubio, Snape les quitó al instante las varitas, casi recibiendo un golpe del rubio; cuando trató de liberarse y atacar al otro chico, sabía ya que la pelea había terminado y ambos estaban en graves problemas.

— ¡SUELTÉNME! ¡MATARÉ AL MALDITO TRAIDOR!

El pelirrojo sólo sonrió; sabía que estaban en problemas y maldecir enfrente de los profesores no ayudaría en la situación.

Ambos estaban sentados en la enfermería mientras Dumbledore contactaba a sus padres.

—Gracias, Madame— sonrió el pelirrojo cuando Madame Pomfrey le limpió el hinchado y sangrante labio.

Ella asintió.

—Bebe esto, Ron, te ayudará con la hinchazón— le dijo tranquilamente. Había visto muchas peleas en su tiempo y algunas de ellas habían sido mucho peores. Le pasó a Ron un frasco lleno de un líquido asqueroso.

Ron tomó el frasco y se tragó el contenido rápidamente, esperando que pasara fácilmente, pero los grumos no dejaron que pasara por su garganta tan pronto como quería. Al instante que sintió el líquido en sus labios le dieron ganas de vomitar, así que lo bebió con rapidez. Con la lengua intentó limpiarse los labios, esperando llevarse el desagradable sabor. No tuvo suerte y la enfermera ni siquiera le había dejado un vaso de agua.

Suspiró y se recostó en las blancas sábanas de la cama en la que se encontraba. Estaba en grandes problemas. Probablemente sería expulsado. Esta había sido su tercera pelea del día y la décima en cuatro días. Era un milagro que no le hubiera ido mal en clases, bueno, tener a Harry y a Hermione Granger como amigos ayudaba. No había perdido clases, pero Malfoy tampoco.

Sonrió al pensar en Malfoy, el rubio había acabado peor que él.

— ¡Ay! ¿No puede ser menos brusca?— ladró Draco cuando Madame Pomfrey intentó atenderlo. Estaba en peor condición que Ron; tenía un ojo negro, la nariz le sangraba, los labios cortados e hinchados además de un horrible moretón en la mejilla. Madame Profrey estaba acostumbrada a este tipo de trato, especialmente de parte de un Slytherin, así que se limitó a rodar los ojos y calmar sus impulsos de darle al chico un tirón de orejas.

Draco gruñó cuando ella se alejó. Había sido humillado y sus "amigos" ni siquiera habían tratado de ayudarlo, sólo miraron y de vez en cuando gritaron su nombre. Pero ninguno de ellos había venido a ver si estaba bien.

Habían estado en la enfermería por diez minutos y Weasley ya había recibido visitas: Granger, Potter, la pequeña Weasley, Brown, esas gemelas Patil, Thomas, Longbottom y un chico irlandés. Todos ellos estaban muy preocupados por la Comadreja y le preguntaban cómo se sentía y se veían complacidos de verlo aunque sólo fuera un momento. Pero nadie había venido a verlo a él.

Las puertas de la enfermería se abrieron; Draco esperaba que fuera alguien más que venía a ver a Weasley. Pero no, se puso de pie y cojeó había las figuras que habían entrado.

— ¿Madre?

Eran sus padres, pero ignoró a su padre; habían discutido durante el verano y no tenía intenciones de ponerse de buenas con él ahora. Dumbledore estaba frente a ellos y detrás estaba la madre de Weasley, que parecía lista para matar.

—Hola, mamá.

Draco se giró para ver que Weasley también se había puesto de pie, con una gran sonrisa en el rostro.

— ¡ESCUCHÉ LO QUE HICISTE, CHIQUILLO TONTO!— gritó la mujer y Draco saltó del susto, la Comadreja se quedó allí parado y sólo rodó los ojos, como si aquello ocurriera normalmente— ¡TIENES SUERTE DE PODER CAMINAR Y RODAR ESOS OJOS!— continuó la mujer, marchando hacía su hijo que pareció crecer un par de pulgadas; la cara de la madre de Weasley estaba roja y hacía juego con su cabello— ¡TIENES SUERTE DE NO SER EXPULSADO!—. Incluso con su madre acercándose a él peligrosamente, la Comadreja sonrió— ¡PERO ESPERA A QUE ESTEMOS SOLOS Y LAMENTARÁS HABER NACIDO! ¡TE LO ADVIERTO: TIENES MUCHO QUÉ EXPLICAR Y QUIERO LA VERDAD, NO MALDITAS MENTIRAS! ¡LA VERDAD! ¡Y ESPERA A QUE HABLE CON TU PADRE SOBRE ESTO, NO ESTARÁ COMPLACIDO!

—Si, pero mamá ¿desde cuándo papá tiene mal temperamento?

Los ojos de Draco se abrieron como platos; Weasley le había respondido a su madre cuando ella le estaba gritando brutalmente, y su tono era calmado y normal ¡Incluso sonreía! La madre de la Comadreja no estaba feliz de que la hubieran interrumpido.

— ¡CON UN DEMONIO! ¿CÓMO TE ATREVES, RONALD? TAL VEZ DEBA EXIGIR QUE TE ESPULSEN DE HOGWARTS ¡QUIZÁ ESO TE ENSEÑÉ UNA LECCIÓN!

Ante esas palabras, Weasley pareció darse cuenta de que su madre de verdad estaba molesta.

— ¡No! Mamá, por favor, por favor, mamaaaaá—. La Comadreja parecía a punto de caer de rodillas y suplicar. Su madre pareció complacida con esa reacción.

—Lo siento, Albus, pero tenía que tener unas palabritas con Ron. Esperaré hasta más tarde para decirle lo que verdaderamente pienso— dijo la mujer. Su voz sonaba completamente diferente, como si fuera otra persona. Estaba tranquila y relajada, a diferencia de los Malfoy; Dumbledore no parecía nervioso por ello y asintió.

—Comprendo, Molly. Una madre debe de enseñarle a sus hijos, no importa la edad, lo que está bien y lo que está mal. Debe de mostrarle a sus hijos las consecuencias de sus acciones— sonrió amablemente el viejo mago.

Molly miró a los Malfoy esperando el mismo tipo de discurso de su parte, pero ellos sólo estaban ahí de pie con expresiones de aburrimiento. Molly rodó los ojos y suspiró ¿De qué servía que el chico tuviera padres?

—Por favor, síganme todos a mi oficina, creo que será un lugar más apropiado para discutir lo que sucede con los chicos— les dijo Dumbledore sin esperar una respuesta, simplemente se dio media vuelta y se alejó.

Los Malfoy le siguieron rápidamente.

—Lo siento, mamá. De verdad lo siento.

Ron y su mamá iban un poco rezagados; Molly ya no era tan ágil como antes y no podía mantener el paso tan rápido como los demás. Y a Ron no le molestaba atrasarse.

—Oh, Ronnie— suspiró ella, su enojo había amainado y ahora tenía la cabeza más despejada—. Sé por qué lo hiciste, cariño. Sé cómo pueden ser ellos, pero, Ronnie, debes aprender a controlar tu temperamento o desviarlo en algo positivo. ¿Juegas al Quidditch no es así, cariño?—. Ron asintió mientras observaba sus pies—. Entonces lleva tu rabia al campo de juego y deja que vuele lejos, de esa manera nadie saldrá lastimado… bueno… a menos que juegues como bateador— rió Molly levemente y Ron se le unió.

Le dio a su mamá un abrazo ligero entrelazando sus brazos con los de ella, se preguntó qué haría sin ella. Era su roca, su confidente, su apoyo, su ayuda, su ángel guardián, su protectora; ella sabía todo, sus secretos, sus miedos, sus amores, sus odios, sus gustos, y sabía muy bien que ella se llevaría todo a la tumba antes de contar nada.

—Gracias, mamá— murmuró en voz baja, pero Molly tenía buen oído y escuchó, sólo sonrió pero no dijo nada.

— ¡Ronnie!

De la nada la bomba rubia, Lavender Brown, apareció.

—Oh, hola Lav— le sonrió Ron a la rubia, ella le devolvió la sonrisa dulcemente—. Ah, esta es mi mamá, Molly. Molly, Lavender, Lavender, Molly.

Las dos mujeres intercambiaron sonrisas y saludos.

— ¿Estás bien, Ronnie? ¿A dónde vas? ¿Qué les pasará a ti y al idiota de Malfoy?— preguntó Lavender, su naturaleza curiosa y chismosa la dominó.

—Estoy bien, Lav. Debiste ver a Malfoy— contestó el chico y ella rió con ligereza—. Debemos ir a hablar con Dumbledore y ver cuál será nuestro castigo.

—Oh, Ronnie, espero que no sea nada malo. Mejor me voy, te veo después— se despidió ella lanzándole un beso.

Molly miró a su hijo; creía que Hermione era su única amiga y esta chica no era para nada como Hermione Granger. No pudo decidir si eso era algo bueno o no; no sabría decir si esa Lavender le agradaba o no.

—Después te cuento— le dijo Ron meneando la cabeza y sonriendo.

Molly siguió caminando confiada en que su hijo le contaría después, siempre lo hacía.

—Ah, Molly, ahí estás. Me preguntaba dónde estaban ustedes dos. ¡Creí que se habían perdido!— sonrió Dumbledore cuando los pelirrojos llegaron después de los demás.

—Oh, tú me conoces, Albus. Tener siete hijos la agota a una— respondió ella ligeramente; no tenía buen estado físico y no le importaba. En su opinión, aquello le facilitaba abrazar y la mantenía calientita en invierno.

Albus movió su varita y dos asientos aparecieron para ellos.

A un lado del escritorio del director estaban las familias de los chicos y en el otro Dumbledore, Snape, cuyo rostro era una máscara sin emoción y frialdad, y McGonagall, quien le dedicó una cálida sonrisa a Molly.

El rostro de Dumbledore cambió; ahora estaba grave y serio. No sería interrumpido.

—Los profesores y yo tuvimos una larga conversación sobre un castigo apropiado para ustedes dos. Lo que hicieron hoy es el resultado de muchas otras peleas que han ocurrido en los últimos días. Creo que han sucedido seis peleas en los últimos tres, pero claro, es probable que hayan sido más; éstas son de las que nos enteramos. Creo que él número final es más alto— se interrumpió un momento para agregar—. No sólo se han lastimado uno al otro, sino que alumnos más jóvenes han sido heridos y los pasillos y salas de Hogwarts ahora llevan las horribles marcas de sus peleas. Si, entiendo que sus familias tienen opiniones encontradas y sus peleas son bien conocidas, pero no entiendo por qué esas peleas se han vuelto tan viciosas y constantes en las últimas semanas, y dudo mucho que ustedes en verdad puedan darme una buena excusa.

"Podría, una vez más, quitar puntos de sus Casas, darles detenciones por lo que queda del año escolar, prohibirles jugar Quidditch en sus equipos, quitarles sus estatus de prefectos, darles un toque de queda, prohibirles que se vean y cancelar sus salidas a Hogsmeade—. Draco y Ron estaban con la boca abierta y los ojos como platos mientras Dumbledore enumeraba todo lo que podía hacerles—. Sin embargo, sé que tienen amigos, quienes felices lanzarían hechizos y golpes contra cualquiera de ustedes, y la pérdida de sus insignias de prefecto y puntos no los afectarían realmente. Los profesores y yo, en cambio, hemos encontrado el castigo perfecto. Hará que tengan que pasar tiempo juntos y que estén obligados a comunicarse, los alejará de sus amigos y familia y los pondrá en un ambiente extraño para ambos.

Dumbledore se detuvo; todos estaban en el borde de los asientos, esperando oír el castigo.

—Ustedes dos, juntos, pasaran seis meses en una escuela secundaria muggle.