Operación Fortuna (1/13)
Parejas = Harry/Severus
Disclaimer =Los personajes de esta historia son propiedad de J. K. Rowling y la Warner Bros. Esto es puro entretenimiento y no me reporta beneficio económico alguno.
OPERACIÓN FORTUNA
Capítulo I. Haciendo planes
Los ojos verdes no perdían de vista al muchacho rubio que se paseaba como fiera enjaulada en una espaciosa y hermosa habitación, pero también totalmente vacía. Las altas paredes sostenían un techo pintado a mano muy bello, pero que en ese momento se encontraba lleno de telarañas y alguna que otra mancha de humedad ensombrecía las facciones de los querubines que los miraban desde arriba.
-Cálmate, Draco –le dijo Harry a su amigo por enésima ocasión y suspiró con pesar cuando el joven se volvió hacia él con puñales en los ojos.
-¿¡Qué me calme!? ¿¡Cómo diablos quiere que me calme si estoy en la ruina!? ¡En la total y completa bancarrota! –se meció los rubios cabellos con fuerza–. ¿Por qué demonios mis padres me hicieron esto? ¿Cómo fueron capaces?
-No puedes culparlos –frunció el ceño ante ese ataque–. Ellos te dieron todo y no es justo que…
-¡¡¡NO!!! ¡Lo que no es justo es que ahora me encuentre en la calle! –recomenzó su furioso paseo.
Harry Potter lo único que pudo hacer fue volver a suspirar. Estimaba demasiado al muchacho que ahora se encontraba en esa precaria situación, pero no podía hacer nada para ayudarlo.
Había conocido a Draco en un exclusivo colegio de Londres y casi enseguida se hicieron amigos a pesar de la gran diferencia de clases sociales. Harry era huérfano y jamás habría tenido el dinero suficiente como para estudiar en ese colegio, pero debido a que el director conoció a sus padres, fue lo suficientemente caritativo como para aceptarlo en ese colegio cuya colegiatura estaba por las nubes. Le otorgó una beca completa con la única condición de que tuviera buenas calificaciones y que no se metiera en problemas. Fue lo suficientemente inteligente para aprovechar la magnífica oportunidad que se le brindaba y jamás se vio involucrado en ninguna riña.
No podría decirse lo mismo de Draco Malfoy. El rubio tenía un carácter muy explosivo y fue sólo debido a que sus padres compensaban con creces los daños que el muchacho ocasionaba, que Albus Dumbledore consintió en mantenerlo en el colegio. Pero ahora las cosas habían cambiado drásticamente. A una semana de que el rubio terminara sus estudios, le llegó la noticia de que sus padres habían muerto en un accidente de coche en Canadá. Fue un total impacto para él enterarse de la muerte de sus progenitores, pero fue todavía más tremendo saber que lo único que heredó fueron deudas. De hecho la casa en la que ahora se encontraban se habría perdido sin remedio, pero fue posible salvarla al vender todo su contenido. Los antiguos muebles, los costosos cuadros, los innumerables adornos que los Malfoy habían coleccionado durante generaciones, se perdieron para pagar las deudas que habían contraído Lucius y Narcisa Malfoy.
-¿Y ahora qué voy a hacer, Harry? –preguntó Draco con voz quebrada–. Estoy solo en el mundo y… sin dinero.
Harry se apresuró a abrazar a su amigo para brindarle apoyo. Le dolía muchísimo verlo en ese estado y habría dado lo que fuera poder ahuyentar de sus ojos grises ese dolor, pero estaba con las manos vacías, al igual que él. El único dinero que poseía eran unas escasas 200 libras que había ahorrado durante el último semestre al trabajar como camarero los fines de semana en un pueblito cerca de la escuela, pero sabía que eso era una bicoca al compararlo con lo que el rubio acostumbraba a gastar. A su amigo le encantaba estrenar ropa a cada momento y ni que decir de los accesorios que utilizaba para realzar su imagen.
-Ya veremos lo que haremos –le dio un abrazo muy apretado–. Ahora sugiero que vayamos a buscar una habitación, la limpiemos lo mejor posible y descansemos. Verás que mañana surgirá algo –lo hizo mirarlo a los ojos–. Siempre hay que tener esperanza de que las cosas cambien a favor de uno.
-Eres un tonto soñador, Harry –Draco se separó de él un poco enfadado–. Las cosas no suceden milagrosamente. Uno es el que debe hacer que se realicen.
-Estoy de acuerdo, pero confiar en la suerte también es bueno –no se dejó amilanar por la incredulidad de su amigo.
Draco ya no refutó más. No le quedaban fuerzas más que para seguir maldiciendo su destino. Obviamente le dolía muchísimo haber perdido a sus padres, pero si era sincero consigo mismo, lo que ahora sentía no era tanto rencor hacia ellos por haber despilfarrado su fortuna, sino más bien un gran temor de ser incapaz de salir adelante. No había sido un estudiante destacado y sus notas finales eran mucho más mediocres que la de la mayoría de sus compañeros. Y no es que fuera tonto, sino más bien porque jamás se esforzó en estudiar porque lo consideraba un desperdicio de tiempo.
Dejó que Harry lo tomara de la mano y lo condujera al segundo piso. La Mansión Malfoy había sido hermosa, pero ahora se encontraba en deplorables condiciones debido a la falta de mantenimiento. El peso de los chicos provocaba que la madera crujiera escandalosamente a cada paso que daban haciéndolos pensar que se quebraría en cualquier momento. Deambularon por todo ese piso esperando encontrar una habitación que no tuviera tantas corrientes de aire. Las cortinas, como todo lo demás, fueron vendidas y sólo algunas cosas se quedaron debido a que estaban muy maltratadas. Finalmente encontraron un cuarto en la que había una silla mohosa, un tocador con el espejo roto y una cama matrimonial sin patas. El colchón había desaparecido, pero eso no importaba porque al menos no tendrían que dormir en el piso.
La noche caía rápidamente y debido a que no había luz eléctrica, los dos se apresuraron a llevar sus cosas a esa habitación antes de que la oscuridad les impidiera ver lo que estaban haciendo. Se acostaron apenas a tiempo porque ningún tipo de luz se filtraba por la ventana. Draco se movió para abrazar a Harry que enseguida le correspondió el gesto al darle un beso en la frente.
-Gracias por estar aquí conmigo, Harry –le dijo el rubio con sinceridad–. No sé lo que habría hecho si estuviera solo.
-Yo soy el que tiene que darte las gracias, Draco –volvió a besarlo–. Sabes que no tenía a donde ir después de terminar la escuela. Tú me ofreciste tu hogar y te estoy tremendamente agradecido.
-Valiente hogar –soltó una gran carcajada de desdicha–. Sin agua, sin luz y seguramente con ratas corriendo por todos lados.
-Es tu casa y es mucho mejor que la calle, te lo aseguro –se acomodó lo mejor que pudo sobre la dura superficie–. Ahora duérmete para que mañana pensemos en lo que vamos a hacer.
-No podemos hacer nada… nada –declaró con voz quebrada.
-Ya verás que sí. Buenas noches.
-Sí… como sea –le contestó cerrando los ojos.
Harry rió antes de volver a besarlo y tratar de dormir. No se desanimaba por la actitud de su amigo porque sabía perfectamente que Draco era un luchador innato. Tal vez en ese momento se sentía derrotado, pero pensaría en algo para salir adelante. Estaba totalmente seguro de ello.
* * * * * * * * * *
Harry se estremeció de frío y buscó a tientas la manta que le servía de cobija, pero no la encontró. Abrió los ojos y descubrió que Draco, que ya estaba levantado, la sostenía entre sus manos.
-¿Qué acaso quieres que me congele? Dame mi cobija –le ordenó algo molesto porque la habitación realmente estaba helada.
-Hmmm, Harry. ¿Sabías que no estás nada mal? –comentó el rubio mirando a su amigo de arriba abajo.
-¿¡Qué!? –preguntó incrédulo mientras sentía como sus mejillas se encendían y es que la mirada que le estaba regalando en ese momento el rubio no era para menos–. ¡No digas eso! –se incorporó y le arrebató la manta para luego cubrirse con ella hasta la barbilla.
-Y yo tampoco lo estoy.
Para total asombro del moreno, Draco se desprendió de su pijama en un segundo dejando al descubierto su blanco cuerpo.
-¿Qué tal? ¿No luzco fantástico? –comenzó a pasearse frente a Harry que sólo acertó a mirarlo con los ojos muy abiertos–. ¡Vamos, Harry! ¡Di algo!
-Vístete –le ordenó con apenas un hilo de voz.
-No hasta que me digas cómo me veo –puso las manos en su cadera.
-Te verás como un muerto si pescas una pulmonía.
-No era precisamente ese comentario el que buscaba, tarado –se agachó y le aventó un zapato que el moreno apenas pudo esquivar–. ¿Tengo o no un buen cuerpo? –recomenzó su paseo por la helada habitación.
-Si digo eso, ¿te vestirás?
-Quiero una opinión sincera –le contestó con enfado.
-Te pareces a un Adonis, ¿contento?
-Más o menos –sonrió con alegría antes de volver a vestirse–. ¿Sabes que se me ocurrió que podríamos hacer?
-No estoy disponible –se apresuró a asegurar.
-Pues vas a tener que estarlo si quieres salir de este agujero, muñeco.
-¿Muñeco? –repitió atontado.
-Ni tú ni yo estamos de mal ver, ¿verdad? –el enfado volvió cuando su amigo no le dijo nada–. ¿Verdad que no? –como siguió con contestación, se acercó a Harry y le propinó un tremendo coscorrón–. ¡Ya reacciona, por todos los cielos!
-No sé a dónde quieres llegar con esto, Draco –le contestó mientras se masajeaba la parte masacrada por los nudillos del rubio.
-He pensado que debemos aprovechar nuestros increíbles atributos físicos –la sonrisa reapareció–. Tienes un excelente cuerpo y unos preciosos ojos verdes. Yo también tengo un buen cuerpo y unos hermosos ojos grises que complementan mis bellas facciones.
La afirmación se hizo con tal afectación que hizo que una pequeña carcajada surgiera de la garganta del moreno, pero ésta murió cuando una horrible idea llegó a su mente.
-¡¡¡No voy a prostituirme!!! –declaró a viva voz.
-No era eso lo que se me había ocurrido, pero será nuestro plan B si el A falla.
-¿De qué plan A hablas? –lo miró confundido.
-No sé tú, pero yo me niego a vivir en la pobreza. Sé que jamás podré acostumbrarme a vivir con sólo lo indispensable. No soportaré tener un empleo de 10 horas en las que sólo me pagarán para que pueda comer. ¡No puedo y no lo haré! –terminó diciendo con decisión.
-Pero es algo que debemos hacer, Draco –Harry se quitó la manta al ver que no debía temer que su amigo se le lanzara encima–. Enfrenta el hecho de que ya no tienes dinero y que debes trabajar para sobrevivir.
-¡No, no y no!
-¿Entonces qué piensas hacer?
-Lo que haremos es…
-¿Y por qué me involucras? –lo miró ceñudo–. A mí no me importa trabajar.
-Pues no te dejaré trabajar hasta que no hayamos hecho lo que he planeado.
-¡Ah, sí! Tu plan A. ¡Huy! Ya quiero oírlo –se burló.
-Escucha con atención –no tomó en cuenta la burla–. Ya viste que no estamos anda mal, entonces… ¿por qué no aprovecharlo?
-Ya te dije no me prostituiré.
-No te estoy diciendo que lo hagas –lo miró con dureza–. ¡Cállate y déjame terminar!
Harry se calló, pero se cruzó de brazos dando a entender que no aceptaría su sugerencia.
-Pronto comenzará la temporada social en Monte Carlo –comenzó a explicar Draco–. En esos días, la crema y nata de la sociedad europea se reúne en los casinos, asisten a fiestas, etc., etc. Lo que sugiero es que nos presentemos, utilicemos nuestros encantos para conseguir una pareja rica… muy rica –los ojos grises brillaron de emoción–. ¿Qué te parece?
-Que estás loco de remate –le contestó el moreno sin demora.
-¿Y por qué? –preguntó sonriendo porque ya esperaba esa respuesta.
-En primer lugar porque no tenemos dinero –hizo un gesto de desesperación–. ¿Cómo demonios piensas lograr impactar a alguien si no tenemos lo suficiente para vestirnos apropiadamente?
Harry captó el gesto de desagrado de su amigo y se sintió mal. Sabía que Draco se jactaba de tener un excelente gusto para vestir y que tenía ropa de excelente calidad, pero eso no se aplicaba a él. Su guardarropa sólo consistía en jeans y camisetas.
-De acuerdo. Ese comentario sólo va para mí –se disculpó de inmediato.
-Eso es algo que puede solventarse con facilidad –le quitó importancia–. Tengo todavía algunas joyas que, sí las vendo a precio justo, nos proporcionará el suficiente dinero para comprarte ropa y alquilar una habitación en el mejor hotel de la ciudad por toda la temporada.
-No sé, Draco –se tocó el mentón pensativo–. Creo que no funcionará.
-¡Claro que sí! –lo contradijo con alegría–. Sólo deberemos comportarnos correctamente, ir a los lugares donde la gente rica se pasee, ser increíblemente encantadores y muy pronto tú y yo tendremos un futuro sin complicaciones.
-¿Y si yo no consigo nada? –lo miró con desaliento.
-Lo harás, pero si no, no te preocupes –lo abrazó–. Te prometo que no te dejará desamparado.
-Gracias, pero aún sigo pensando que no funcionará.
-¡Pero qué terco eres! –se separó de él y lo miró con dureza–. No dejaré que tu negatividad empañe mi decisión. Lo único que debes hacer es obedecerme y todo saldrá bien –lo tomó de los hombros–. Confías en mí, ¿verdad?
-Sabes que sí, pero…
-Entonces ya no se diga más –se levantó de la cama–. Ahora vístete para que comencemos con nuestra misión.
-Misión imposible, creo yo.
Harry no pudo evitar ese último comentario y recibió como recompensa un nuevo coscorrón que lo dejó viendo estrellitas.
Pues aquí le dejo mi nueva crazyaventura, jajajaja… espero que les guste… byeeee.
