Capitulo 1:
"Vuelta al Pasado"
El viento mecía mi cabello –enmarañando los rizos que se formaban a la altura de mis hombros- produciéndome escozor en los ojos, con su gélido susurro crepuscular.
-una vuelta más- susurre en respuesta al móvil que comenzó a vibrar, dentro del bolso que llevaba sujeto a la cadera.
No era necesario contestar. Estaba completamente segura, que quien llamaba no era otra que mi madre, preocupada al no encontrarme en casa a su regreso del trabajo, sobre todo por el mal tiempo anunciado.
Aumente la velocidad, esbozando una sonrisa al sentir la adrenalina correr –con notable furia- por mis venas, siendo bombeada a borbotones con cada envestida que mis patines daban contra el suelo.
Un resplandor cruzo el cielo –alumbrando por sobre mi cabeza entre las negras nubes que componían el cielo- seguido por un estruendoso trueno, que remeció el silencio que reinaba en el parque. Alcé la vista, paseando –distraída- mis iris por el encapotado cielo –exhalando lentamente el aire entre por mis labios- perdiéndome en la hermosura que destilaba el cielo nocturno, sintiendo las primeras gotas de lluvia, escurrirse del cielo y rodar por mi sudoroso rostro. Haciéndome cerrar los ojos por una fracción escasa de segundo.
A lo lejos una hermosa voz grito: ¡cuidado! Pero ya era tarde, mis lentos reflejos no alcanzaron a reaccionar a tiempo y mi frente dio de lleno con la dura corteza del fornido árbol que se interponía en mi camino. El dolor se esparció –con deliberada rapidez- por mi cráneo, revolviendo mi mente y disparando un sinfín de pequeños puntos blancos frente a mis ojos, antes de sumirme en la oscuridad que comenzaba a abrazarme.
Sentía el suave vaivén de mi cuerpo al ser mecida lentamente por los hombros y el susurro de frases demasiado lejanas para comprenderlas. Parpadee –aguantando el dolor- siendo parcialmente consciente de lo que ocurría a mí alrededor. Las imágenes aún eran borrosas, pero sentía con claridad el líquido tibio y viscoso que se desparramaba por mi rostro, pegoteándome las mejillas y la comisura de mis labios
-¿estas bien?- susurro esa voz hermosa junto a mi muy sensible oído.
-eso creo…- me las arregle para contestar, aún aturdida.
Intente enfocar del todo mi visión, llevando una de mis manos hasta la frente, para detener la hemorragia –que en esta ocasión sólo era un pequeño hilo de sangre- haciendo ademán de levantarme, pero para mi sorpresa unas fuertes manos me lo impidieron.
-no te muevas- murmuro una vez más aquella maravillosa voz, aturdiéndome más que el golpe mismo, mientras sus manos de seda caían desde mis hombros hasta mi antebrazo.
-estoy bien-
Esta vez era cierto, estaba tan habituada a los golpes, que el tiempo de recuperación era cada vez menor. Volvía a ver con claridad, y la belleza del rostro perfecto que se alzaba a pocos centímetros del mío, me robo el aliento de golpe.
Dios ¿se había caído un ángel del cielo? ¿O es qué ya estaba muerta?
Mareada por su deslumbrante belleza más que por el golpe mismo, conseguí sentarme –con él aun sosteniendo mis brazos-. Parpadee un par de veces mirando el cielo, agradeciendo la insistencia con que las gotas de lluvia comenzaron a arremeter sobre nosotros –consiguiendo despejando mi rostro y de paso mi muy aturdida mente, con su gélido roce-. Me quite los patines –tras comprobar que ya casi no sangraba- poniéndome en pie ante la atenta mirada de un par –increíble- de iris color esmeralda.
-¿piensas ir descalza con esta lluvia?- había un todo de burla entremezclado exquisitamente con la incomprensión de sus palabras.
-si llevo los patines es posible que vuelva a chocar con algo- dije sintiendo el rubor abrazar mis mejillas –además mi casa no esta lejos-
-entonces te acompaño- murmuro, a escasos de mi rostro, que el calor sabroso de su aliento se inmiscuyo entre mis labios entreabiertos, llevándome al cielo en menos de un segundo.
-no… no es necesario- susurre débilmente intentando recordar como se respiraba.
-te golpeaste fuerte, es posible que te desmayes…-
-¿no eres muy joven paran haber sido admitido en la facultad de medicina?- ironice esbozando una sonrisa.
-no, aunque espero serlo algún día- respondió curvando las comisuras de sus perfectos labios en una deslumbrante sonrisa torcida.
Mi corazón emprendió una loca carrera contra mis costillas –que por un momento llegue a temer consiguiese perforarlas y continuar latiendo fuera de mi pecho- al tiempo que la adrenalina volvía a fluir por mis venas, aunque con mayor intensidad esta vez. El rubor no se dejo esperar, y avergonzándome –como jamás lo había estado en mi vida-. Mis pómulos se tiñeron de vivo color escarlata, prolongando la sonrisa en aquel rostro tan malditamente perfecto.
-eres aún más adorable con ese color-
Mi corazón se revolcó en mi pecho –mientras mis pulmones y mi sistema nervioso colapsaban- ante el roce suave de sus largos dedos por toda la extensión de mis pómulos, consiguiendo que me ruborizase aún más.
Con un suave gesto, los dedos de su otra mano rozaron los míos, quedándose con mis patines, tras una suave caricia –que hizo arder hasta la última de mis células-. Mientras su insistente mirada ponía en riesgo mi salud cardiovascular.
-¿segura que puedes caminar?-
Asentí con la cabeza, pues no estaba segura de cómo sonaría mi voz y lo que menor pretendía era hacer más el ridículo frente al maravilloso ángel que se preocupaba de mi bienestar.
-suelo caer con frecuencia… no tengo muy buenos reflejos- susurre luego de un par de pasos, apartando la mirada de su rostro.
Lo oí bufar, y sin poder contenerme alce mis ojos hasta su perfecto rostro.
Grave error.
Su belleza volvió a aturdirme, dificultándome la posibilidad de recordar porque lo estaba mirando desde un principio.
-¿qué?- fue todo cuando fue capaz de producir mi pobre mente, indicándole con un gesto que tomase la calle de la derecha.
-no te ofendas. Pero si no tienes buenos reflejos ¿por qué practicas algo tan peligroso para ti, como es el patinaje?-
Me encogí levemente de hombros.
-por increíble que parezca, me gusta. Y mi madre es de esas personas que piensan que la práctica hace al maestro- conteste con una mueca.
Sus ojos de hermoso color esmeralda, escrutaron los míos por un tiempo incalculable. Al cabo de los cuales sus bellos y bien contorneados labios, me regalaron una deslumbrante y amplia sonrisa torcida, que hizo flaquear mis piernas y doblarse a la altura de las rodillas –cual goma elástica, incapaces de sostener mi peso- me aferre a su brazo, buscando apoyo. Pero el aroma que despedía cada poro de su maravilloso cuerpo deslumbro mis sentidos, volviendo mi piel de gallina y distorsionando las ideas en mi mente.
-¿estás bien?- el maravilloso tono melodioso de su voz, sonó demasiado cerca de mi oído, para mi propio bien.
Asentí Inspirando, llenándome de su aroma –que desquiciaba mi sistema nervioso- intentando descifrar las fragancias que lo componían. Aquel deslumbrante ángel olía a sol, entremezclado con algo cítrico, menta y otra esencia que no supe identificar, pero que encendía mi piel con el magnetismo masculino que lo componía.
El suave tintineo de su risa, fue música para mis oídos y por supuesto para mi corazón, que coreo su ritmo de manera frenética contra mis costillas.
-¿Qué es lo gracioso?- dije con una voz que no reconocí como mía.
-acompaño a una suicida en patines a su casa, de la cual aún no conozco su nombre- murmuro sonriendo de manera deslumbrante tanto con sus labios como con sus ojos.
-Bella, no soy suicida. Y gracias por acompañarme- tartamudee penosamente con las mejillas completamente azoradas.
-muy acertado- sonrió deteniendo mi corazón. –y ha sido todo un placer-
-¿Qué hay de ti?- dije deteniéndome frente al portón de mi casa, mucho antes de lo que hubiese deseado.
Temblé de pies a cabeza cuando la mano que sujetaba mi brazo se deslizo hasta mi cintura, volteándome hasta quedar frente a él. Mis ojos buscaron los suyos, al tiempo que mis dientes se cerraban en torno a mi labio inferior.
Toda idea huyo de mi mente, cuando sus delgados y largos dedos liberaron mi adolorido labio, dejándolos recorrer libres por mi rostro, sin que acabase de ser consciente de lo que ocurría. Sus iris –verde esmeralda- atraparon las mías –impidiéndome incluso parpadear- mientras su rostro cincelado en mármol se inclinaba sobre el mío, hasta que nuestros labios se encontraron bajo la insistente lluvia que nos envolvía.
Un torbellino de emociones y extrañas sensaciones se apodero de mi frágil cuerpo, inexperta y movida tan sólo por el deseo que me inundo –y lo que había visto en las películas- enrosqué mis brazos tras su cuello, apegando mi cuerpo al suyo, al tiempo que mis labios se abrían es respuesta a la caricia de su lengua contra ellos, perdiendo la conciencia cuando ella irrumpió en mi boca y se enlazo a la mía de la forma más increíble y placentera, llenando mi boca con el sabor a miel de la suya, que era incluso mejor que el sabor de su aliento.
Mi respiración era un jadeo penoso, cuando sus labios dejaron los míos –calando un hondo hueco en mi pecho con su lejanía-. Contra mis deseos, deslice mis manos de su cuello, dejándolos caer a cada lado del mío, con mis ojos fijos en mis pies descalzos.
-deberías entrar antes de que cojas un resfriado- su voz sonó rasposa, pero aún así maravillosamente hermosa.
Me entrego los patines, acariciando el dorso de mi mano en el proceso.
-ha sido un verdadero placer Bella. Espero volver a verte, sin patines claro- río de manera torcida.
Iba a protestar, pero sus labios acallaron los míos, con una dulce caricia. No tuvo el apremio ni la ansia de antes, pero me supo igual de sabroso y deslumbrante que el primero. Prueba de ello era el ritmo alocado que mi pulso mantenía en mis venas.
-yo no…-
-¡Bella!- el grito de mi muy oportuna madre rompió mi burbuja personal, provocando que el retrocediese y me soltase por completo.
-adiós- fue lo último que oí de su voz de seda.
Voltee –recordando que aún no sabía su nombre- pero el agarre de mi madre en torno a mi brazo me impidió seguirlo. Encarándola molesta por interrumpir de forma tan abrupta mi primer y muy maravilloso beso.
Alce la mano –buscando a tientas sobre la mesita de noche- bostezando al conseguir desactivar la alarma del despertador. Rodee entre las sábanas, sintiendo una sonrisa tonta extenderse por mi rostro al recordar mi sueño y al maravilloso ángel que se robo tan dulcemente mi primer beso diez años atrás.
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Fin!
Holap!
Bueno aquí les dejo mi nueva locura, que dedico a mi melliza perdida –que escribe junto a mí en su lap, mientras hacemos hora entre clases en la U -.
Creo que ya se hacen una idea de quién es el personaje que beso a Bella, pero él no hará su aparición hasta el próximo cap. xD!
Espero se animen y me hagan saber que les pareció –de la forma más constructiva- en un review.
Hasta el próximo capítulo!
