¡Hola a todos!

Soy Odette y les traigo un fic con un inicio enoooooorme, enorme como mis ganas de dejar de vivir (?)

En todo caso, espero que les guste este fic y, si eso llega a suceder, no dejen de seguir este fic para que puedan seguir al tanto de la historia.

Gracias por haber entrado siquiera aquí.

Disclaimer: Ninguno de los personajes me pertenece. Todos fueron creados por la fantástica Mitsurou Kubo.

Advertencias: Partial nudity /u\ Y lenguaje soez y...Bueno, AÚN no pasa nada.

Espero que disfruten de leer este fanfic tanto como yo disfruté leerlo.


— También arrasó en la prueba de patinaje libre. Será la quinta victoria para la leyenda viviente de Japón: Yuuri Katsuki.

La mencionada leyenda dio un giro sobre el hielo, que hizo relucir su elegante traje azul...Junto con la medalla dorada que elevó sobre su cuello para sonreír tímidamente hacia el mar de flashes en la multitud frente suyo.

— Katsuki ya tiene 27. Dicen que podría retirarse esta temporada, pero su majestuosa actuación acalló todos los rumores — anunció Hisashi Morooka desde la cabina de comentaristas —. ¿Qué opinas de Viktor Nikiforov, clasificado en el Grand Prix por primera vez?

Mientras tanto, un joven de cabellos plateados se encontraba sentado en las sillas del pasillo en la pista de hielo de Sochi.

Sostenía su teléfono con su mano derecha, mientras que la izquierda jugueteaba con las puntas de su largo cabello atado en una cola de caballo alta.

— Bueno, hoy no estuvo al nivel de siempre — responde el otro comentarista con un dejo de pena en la voz.

El aludido se detuvo en la página rusa de noticias de patinaje, dejando el dedo pulgar sobre la pantalla mientras sus ojos se paseaban intranquilamente por las letras de la página.

— ¡Vitya! ¡Ya deja de mirar las noticias! Tenemos que irnos ya. ¡Hay mucho qué pulir! ¡¿Qué fue ese triple axel?! — Yakov, su entrenador, no dejó de escupir "observaciones" hacia el muchacho.

— Aquí dice: "Nikiforov quedó al último. ¿Se le acabó la temporada?"

— ¡Todo es porque no supiste concentrarte, Vitya!

El mencionado volteó lentamente hacia su entrenador, Yakov Feltsman...


Mi nombre es Viktor Nikiforov. Soy uno de los mejores patinadores clasificados por la FRP, y tengo 23 años.

Parece mucho, pero quedé último en el Grand Prix Final.

Aún así, me duele más lo que ha sucedido en mi hogar...

— Iré al baño un momento...— digo secamente, caminando hacia el baño con el teléfono aún en la mano.

— ¡Vitya!

Miro a mi entrenador por encima del hombro con una pequeña sonrisa.

— Vamos. ¡Sólo iré al baño! No tardaré, ¿bien~? — camino rápidamente hacia el baño, con la cabeza gacha.

Llevo años entrenando en una pista de patinaje en San Petersburgo y no pude llegar al podio.

La presión me pudo...Aunque no creo que alguien pueda culparme.
Una de mis personas más inspiradoras se ha ido...

Estoy física y mentalmente exhausto.

Hoy iba a ser mi gran día...

Aunque, bueno, este es mi comienzo. No tengo ninguna prisa...

Me adentro a la primera cabina vacía, marcando un número en mi teléfono.

— ¿Hola? — hablo enseguida escucho una fuerte respiración del otro lado —. Ah, ¿te desperté, Katya?

— No, querido, en lo absoluto. De hecho, estaba intentando ver el Grand Prix por televisión.

— Ah, ¿estabas viéndolo? — pregunto, jugando con uno de los mechones de mi cabello con nerviosismo.

Escucho la cristalina risa de Yekaterina del otro lado de la línea.

Mi tía Yekaterina...

— Sí...Sí lo vi...En el hospital...

Sentí que mi corazón dio un vuelco.

Carraspeó al final.

Oh, no...
No, eso significa noticias.

Mi sonrisa se tensa y siento que mis manos y piernas tiemblan, incluso si estoy sentado en el toilet.

—...Bien...F-Fui terrible, ¿verdad? ¿Qué con ese axel triple? — murmuro, riendo nerviosamente.

— Viktor...

— ¿O tú qué opinas? ¿Qué tal fue, Katya? — pregunto con un nudo en la garganta.

— Viktor...

— Katya...

—...Cielo...Rozaliya...Ella no...

No termina de hablar y ya estoy llorando.

Cubro mi boca con mi mano libre, la izquierda, y miro el suelo con la vista borrosa por las lágrimas en mis ojos.

— No puede ser...— hablo y, sorpresivamente, mi voz es muy regular.

Aunque siento que mi pecho se está partiendo a la mitad.

Escucho a Yekaterina sollozar ligeramente del otro lado de la línea.

— Perdón, Viktor...Rozaliya murió...Tu madre no lo logró...

Pestañeo varias veces, boquiabierto.

Dejo caer la mano que sostiene mi teléfono y cuelgo.

Me mantengo en esa posición, simplemente dejando que enormes gotas como de agua salada resbalen por mis mejillas, las comisuras de mis labios, mi barbilla y, luego, se disipen en el suelo.

No me muevo.
No digo nada.

Sólo me quedo allí, en silencio...


Viktor! On Ice


Yakov tampoco dice nada.

Incluso está llevando mi maleta mientras cruzamos el enorme hall de la pista de Sochi.

Se lo agradezco.

Necesito silencio...

— ¡Viktor! — escucho una joven voz llamarme por detrás.

Con un bufido y una fingida sonrisa, volteo.

— ¡Anda! Pero si es Yuri...— digo.

El rubio me mira con coraje.

Es 8 años más joven que yo, pero ya tiene un rostro de lo más atractivo.
Es pequeño y bastante violento, pero...

— ¿Por qué fallaste ese salto? Vaya que nunca había visto tan asquerosa presentación de tu parte...— gruñe, elevando la barbilla para dedicarme una despectiva mirada —...¿Vas a retirarte ahora, anciano?

Me echo a reír animadamente, ladeando la cabeza con una enorme sonrisa.

— No te precipites. Aún no he decidido nada y tampoco está en mis planes rendirme. Sólo voy a discutir un poco todo esto con Yakov.

— ¿Qué hay que discutir? Simplemente fuiste un imbécil que permitió que la presión lo hundiera. No tienes derecho a sentirte mal...

— Lo sé...

Veo a las personas fuera de la pista de Sochi.

Una mujer que carga a un pequeño en brazos mientras ríe animadamente con él.

Madre...
Cómo lo siento...

Debí quedarme a tu lado y no irme nunca.

Todo esto es mi culpa...

— Lo sé, Yuri — murmuro.

— ¿E-Eh?

Una tercera voz habla y volteo enseguida.

Un chico de cabellos oscuros y lentes azules ha pegado un brinco justo cuando volteé a mirarlo.

Sonrío un poco.

¡El pentacampeón Yuuri Katsuki!

¡Justo frente a mí!

— Eh...¿Puedo tomarme una fotografía contigo? — pregunto.

Él se sonroja en demasía y mira el suelo de inmediato.

— S-Segu-

— ¡Yuuri! ¡Tenemos que irnos ya! — un hombre bronceado y de cabellos marrones grita en dirección al pentacampeón, que lo mira con los ojos abiertos de par en par.

Me mira fugazmente, rojo hasta las orejas, y se va...

Mantengo mi mirada fija en él mientras se aleja de nosotros.

— ¡Vitya! ¡Yuri! Vámonos — Yakov llama nuestra atención.

Y volvemos a emprender camino directo a la estación de taxis.

Yakov arregló todo para que pudiera regresar rápido a San Petersburgo.

Eres realmente amable, mi entrenador...


Camino al lado de Yekaterina, que enredó su brazo en el mío con delicadeza.

Yekaterina es por centímetros más baja de estatura que yo.

Su piel se ve lechosa y enfermiza, sus ojos verdes se ven más intensos por las oscuras ojeras y sus finos labios rosados se mantienen sellados y en una línea recta.

Mira el suelo como si fuera muy interesante.
Creo que tengo la costumbre de agachar la mirada por ella.

— ¿Has visto a mi padre? — pregunto.

Ella me mira con los ojos abiertos de par en par y sus delgadas cejas claras se curvan en un mohín repulsivo.

— No, no he visto a ese hombre...Me dijo que le pediste un traje para la gala de celebración. Y yo que pensaba comprarte un traje nuevo...— murmura mi tía, molesta.

A sus 48 años, se ve realmente bien, pero...Cansada.

Ella fue quien vio por mi madre todo este tiempo mientras yo entrené y me dediqué a perfeccionar mis técnicas.

Mi madre, Rozaliya Kutzetsnova, era bastante parecida a Yekaterina.

Pero mi madre tenía el cabello plateado y ojos de un verde esmeralda aún más brillantes que los de mi tía.
Su nariz respingada era encantadora y sus cejas eran lo más expresivo en su cuerpo.

Sus labios eran de un tono durazno y sus mejillas siempre estaban sonrosadas por un bello rubor.
Hasta que la leucemia atacó su sistema...

Entonces, su piel comenzó a palidecer, perdió peso de forma alarmante y su visión comenzaba a fallar...

Lo último que le dije fue que ganaría el GPF para ella.
Que volvería al hospital con una medalla de oro colgada al cuello.

Le fallé...

Pero esto no se acaba hasta que se acaba.

— Agh, ya basta — bufo, abrazándola por el cuello con mi brazo derecho mientras que mi mano izquierda tira de su cabeza.

La atraigo hacia mí y le propino un enorme y largo beso en la mejilla.

— ¡Viktor! ¡¿Qué estás-?! ¡Niño, basta! — exclama, empujándome sin usar demasiadas fuerzas.

Comienza a reír entre mi abrazo, y yo río con ella.

Katyusha siempre fue quien corrió conmigo a todos lados.

Ella me llevaba al estudio de ballet.
Ella confeccionó muchos de los trajes que usé durante las competencias júnior.

Le debo demasiado...

Camino con ella aún en mis brazos, sin despegarme de su mejilla derecha.

Me detengo en una esquina de la calle, manteniendo a mi tía sin moverse por un buen rato.

— Katya, ¿sigues teniendo cosquillas en el oído? — pregunto con una voz profunda en su cuello.

— ¡Viktor, no empieces! ¡Que no! — echa una fuerte carcajada, retorciéndose ligeramente.

Río de buena gana.

Yekaterina siempre ha tenido un carácter fuerte y, cuando se enseria, puede dar mucho miedo.
Esa mujer es capaz de destrozar tu corazón en segundos, de forma condescendiente y hasta irónica y sarcástica.

Escucho a un auto detenerse a nuestro lado y giro la cabeza.

Un Dodge Super Bee color verde pistacho está a nuestro lado, y el conductor baja la ventanilla, a pesar de que ni Yekaterina ni yo necesitamos eso.

Sabemos muy bien quién maneja.

Yekaterina chasquea la lengua y gira entre mis brazos, abrazándome con fuerza contra ella.

Enseguida la ventanilla polarizada baja totalmente, mi tía hace un rostro de repulsión que me paralizaría de no ser porque ya he vivido con ella los suficientes años como para volverme inmune.

— Anda, esa lacra ya llegó por ti, Viktor — escupe con desdén.

Suspiro ligeramente y vuelvo a girar la cabeza.

Un hombre de ojos azul turquesa y cabello negro intenso me mira con simpleza.

— No cambias, Yekaterina...— bufa él, aferrando el volante del auto con fuerza.

— Puedo decirte lo mismo, Lukian — gruñe la castaña, apretando mi camisa a cuadros azules por la espalda.

Nunca le ha caído bien papá.

Mamá y él se divorciaron cuando yo cumplí 6 años.

Estaba en casa con mi madre y Yekaterina, luego iba a la escuela, después me dirigía a donde papá y, para la cena, volvía a casa.
Y a repetir al día siguiente.

— Tranquila, Katyusha. Te llamaré cuando llegue con Yakov, ¿bien? — la alejo de mí suavemente tomándola por los hombros.

Ella muerde su labio inferior, asintiendo desganadamente.

Le dedico una brillante sonrisa y me agacho un poco, dando un beso a su frente.

Mi tía me devuelve el beso en la mejilla y me deja ir, observando cada movimiento mío hasta que llego al auto y me siento en el asiento del copiloto.

— Buenas tardes, Viktor — una profunda y rasposa voz me llama.

Yo tomo el cinturón de seguridad a mi lado y lo afianzo rápidamente, echándome el cabello hacia atrás enseguida termino.

— Buenas, padre — respondo, apoyando el codo en la ventana abierta.

— Cuídalo más que tu mugrosa vida, ¿quieres? — mi tía se agacha en la ventana de mi padre, mirándolo con odio.

Él suspira, asintiendo.

— Siempre lo hago.

Yekaterina se aleja del auto, echando pestes contra mi padre y, nosotros, nos vamos del lugar.

Ahora, camino a casa.


— Te he guardado vatrushkas en el refrigerador, Viktor — mi padre me sonríe con una sonrisa tan pronunciada...

Una sonrisa que suelo ver en el periódico, en artículos de internet, en el espejo cada mañana...

— Gracias. Dime, ¿planchaste el traje o te quedaste a mitad del camino? — pregunto, mirándolo con ligera sospecha.

No sabe hacer gran cosa solo. Mamá siempre fue su soporte.

La casa sigue como la recuerdo: Polvorosa, enmohecida, fría, descuidada, sola.

Él ríe entre dientes.

— ¡Sé planchar, niño! Me subestimas — responde, dándose una pequeña palmada en el pecho.

Yo me encojo de hombros y esbozo una media sonrisa.

Camino por el pasillo hasta la habitación que antes me pertenecía.

Enseguida la abro...

Comienzo a reír.

Todo sigue como antes y se ve incluso mejor que el resto de la casa.

Aún están los cómics, los libros de la historia de la música, las biografías de mis cantantes favoritos.
Está mi escritorio, lleno de dibujos extraños de ropa y robots y personas y bestias.

Están mis cobijas de un azul marino intenso con dibujos de ovejas.

Están las estrellas verdes fosforescentes aún pegadas en el techo y parte de las paredes azul cielo.

Está mi estante de ropa donde algunos peldaños tienen...

Oh, por Dios...

Están mis figuras de acción de Voltron, de los Power Rangers, de Mazinger Z...
Recuerdo que sólo podía ver Mazinger Z en un canal que sólo pasaba series japonesas a la hora de la comida.

Volteo directo a la pared que dediqué a hacer collages de figuras del patinaje famosas.

Evgeny Plushenko, Scott Hamilton, Sasha Cohen, Alexei Yagudin, y...

Ja...Hablando de cosas japonesas...

Al lado de Chris Giacometti, debajo de Seung-Gil Lee, a la derecha de Brian Joubert...

Ahí está Yuuri Katsuki.

Lo tuve tan cerca en Sochi...
Maldición...

Aunque, bueno, creo que fue lo mejor que no me quedara hablando más tiempo con él.

Tenía asuntos más importantes que atender antes de hablar con un tipo que quedó en último lugar de la competencia, ¿no?

Chasqueo la legua secamente, sin darle más relevancia al asunto.

Me siento al borde de la cama, a un lado del traje gris oscuro que mi padre ha lavado y planchado para mí.

Lo tomo desde el gancho que sostiene todo en su lugar y lo acerco a mi nariz.

Mamá...

Trago saliva fuertemente, reteniendo las lágrimas en mis ojos.

Me siento demasiado mal.

Hace años, perdí la unión de mi familia, perdí la fe de la mayoría de mis profesores en la escuela.
Ahora, perdí a mi madre, perdí el GPF.

De verdad, ¿iré a la fiesta de gala con esto en corazón?

Vuelvo la vista al traje, acariciando la pulcra tela.

Yo creo que sí, sí iré.

Me quito el pants, la sudadera y la camisa de cuadros azules de inmediato, reemplazando todo por una camisa de botones blanca, una corbata púrpura oscuro, el saco y el pantalón de vestir gris oscuro.

Saco los zapatos negros recién lustrados y brillantes debajo de la cama.

¿Por qué están ahí en primer lugar?
Seguro ahí hay más polvo que en una cripta...

Termino de vestirme y sonrío con autosuficiencia.

Estoy listo...
Creo...

Camino tarareando "House of the Rising Sun" mientras abandono mi habitación con desfachatez.

Agito los brazos a mi lado, moviendo la cabeza al ritmo de la canción que se reproduce sin cesar en mi cabeza, deteniéndome en el baño, que tiene la puerta abierta.

Miro mi reflejo en el espejo frente al lavabo.

Mi cabello está atado en una coleta excesivamente desordenada.
Mis labios están demasiado secos y mi nariz está rojísima.

Trago saliva.

No me había dado cuenta de lo delgado que soy hasta ahora...

Doy demasiado miedo...

— Papá...— murmuro.

Mi padre, que lleva todo este tiempo sentado en la sala comiendo vatrushkas me mira con los ojos azul turquesa bien abiertos.

— Dime, Vitya.

No despego la mirada del espejo por un sólo segundo.

— Corta mi cabello...Por favor.


— ¿Qué con ese cambio tan repentino? — Yuri me mira con curiosidad desdeñosa.

Tomo unos mechones de mi flequillo ahora corto, que cubre mi ojo izquierdo mientras esbozo una gran sonrisa.

— Bueno, vi adecuado el cambio. ¿No te gusta? — pregunto, ladeando la cabeza animadamente.

— Tsk, ¿por qué debería gustarme algo que tenga que ver contigo? — gruñe, metiendo sus manos en el bolsillo del pantalón de vestir azul marino.

¡Se ve tan tierno!

Es como un niño recién graduado de la primaria...
Que está a punto de bailar algún vals en la fiesta de graduación...
Y va a manchar su linda camisita con jugo de arándanos.

Tengo una imagen tan clara en mi cabeza que río entre dientes.

— ¿Qué están esperando? ¡Entren! — Yakov posiciona las manos en nuestras espaldas y nos empuja al frente.

Yuri Plisetsky y yo nos quejamos; él ruidosamente, yo bajito y cautelosamente.

El rubio y yo nos miramos de soslayo, antes de atravesar el pasillo de paredes crema y brocados dorados, en los cuales una lámpara vintage ilumina el lugar con una luz dorada.

Dorado...
Dorado everywhere.

Inflo las mejillas y aprieto los puños.

— ¡No se vale! ¡Yo quería mi medalla de oro! — espeto, agitando los puños frente a mi pecho.

— Deja de quejarte y trata de no hacer una porquería como en Sochi si quieres la maldita medalla de oro — comenta Yuri, con la mirada fija en la enorme puerta de madera lustrosa que nos espera a muy pocos metros.

Guío mi índice derecho a mis labios, mirando a un costado con desilusión.

— Es verdad que debo esforzarme, pero simplemente no puedo concentrarme ahora...— murmuro.

— ¿A qué te refieres, Vitya? — Yakov se acerca a mí por la izquierda, alejando a Yuri de mí.

Yo me mantengo con la mirada echada al costado.

— Meeee refiero a queeeeee...— muerdo mi labio inferior, sin dejar de caminar —...Puede que no esté muy inspirado para continuar otra temporada~

— ¡¿Qué?! — el hombre grita en mi oreja, haciendo que suelte un chillido de dolor.

Enseguida, empujo la puerta que será mi salvación de una golpiza de Yakov.

Y, de hecho, ¡es muy eficaz!

Todos voltean a vernos...

Muchas personas salen corriendo directo hacia mí y mi pequeño compañero a mi lado.

Tengan piedad...

— ¡Qué buen corte de cabello, Viktor!

— ¡Ah~! ¡Tan guapo~!

— ¿Qué te hizo querer cambiar tu apariencia ahora?

— ¡Viktor~! ¡Tómate una foto conmigo!

Escucho tantas cosas por tantos lados...

Sólo echo una terrible carcajada, haciendo que todos a mi alrededor se detengan, sin comprender demasiado qué me sucede.

Acaricio mi cabello por detrás, sonriendo de lado.

— Es sólo un pequeño cambio que quise hacer para comenzar bien con la siguiente temporada. Veo que no hice mal en elegir este estilo. Espero que todos estén dispuestos a apoyarme en las Nacionales, en el Cuatro Continentes, en el siguiente Grand Prix, en...

— Oye, exageras...— Yuri me golpea en el brazo con sutileza, advirtiéndome de la presencia de los demás competidores.

Obviamente...

— ¡Ja, ja, ja! ¡Disculpen mi ímpetu! Cuento con todos ustedes — y con ello, me despido de la pequeña masa de invitados que me rodeó como si fueran reporteros.

Dios santo...

Perdí el GPF, ¿por qué me conocen tantas personas?

Camino con mi compañero de pista directo a la mesa del buffet.

— ¡Wow! Just look at this! ¡Yuri! ¿No crees que todo esto se ve increíble? — pregunto, tomando un plato mientras sirvo un trozo de pierna de pavo en él.

— Todo parece...demasiado brillante.

— ¡Elemental, mi querido Watson! Estamos celebrando la brillante presentación de brillantes figuras del patinaje artístico. ¡Todo debe brillar como nosotros! — exclamo, dándole una gran mordida al trozo de carne que atrapé con mi tenedor.

— Suenas tan...Pero tan enfermizo...Además, ni siquiera llegaste al podio. No sé de qué brillo hablas.

Ignoro su comentario...tan doliente y cierto...

— Prueba el pavo, Yuri. ¡Está rico! — exclamo, estirando mi tenedor al más bajo.

Él estira los brazos hacia mí, buscando alejarme.

— ¿Qué pasa, Yuuri? Luces fatal — una voz masculina llama mi atención desde donde estoy.

Giro la cabeza directo hacia el lugar donde esa ligeramente conocida voz habló.

Me topo con ese hombre bronceado de la pista de Sochi...

Y a Yuuri Katsuki todo cabizbajo debajo del brazo de ese hombre que intenta animarlo.

— ¡Vitya! ¡¿Por qué siempre sales corriendo como si la vida te fuese en ello?! — Yakov llega sin aliento hasta nosotros.

Yo volteo con los ojos bien abiertos.

— Oh, Yakov. Lo siento mucho, pero tenía que hacerlo...

— Tenemos que hablar sobre eso que dijiste en el pasillo. ¿Crees que voy a dejar eso pasar desapercibido? Vitya, sé que tu situación familiar es difícil, pero...

Suspiro, medio escuchándolo regañándome y pidiéndome que reaccione y suplicando porque deje de ser un imbécil y...

El Yuuri japonés comienza a beber champán en una mesa aledaña a la nuestra.

Fue el campeón del Grand Prix Final, y aún así...

Se ve tan sencillo y solitario...

¿Por qué nadie habla con él?

Es...realmente lindo...

...¡...!

Casi me golpeo con un tubo de acero de los cuatro pegados cerca de cada esquina de la sala.

Están decorados por algunos estantes con bebidas y otros tantos dulces...
Que por poco y destruyo por no fijarme por donde camino.

En fin, que la noche continúa.

Hago medias conversaciones con todos.
Rechazo algunas citas.
Invento historias divertidas para los demás.

Al menos nadie me ha preguntado por Christophe Giacometti y nuestros "resbalones".

Ese tema de los ex-novios no es lo mío...

Pero él continúa lanzándome intensas miradas desde donde está, hablando con su entrenador y el dueño del hotel en el que se está celebrando esta ceremonia.

Yo respondo a sus miradas guiando mi vaso de champán a mis labios mientras guiño el ojo, agitando una mano hacia él a modo de saludo.

El suizo sonríe de vuelta y regresa a la conversación.

Le doy un pequeño sorbo al champán, aburrido hasta la médula.

Se está mejor con Yekaterina y Makkachin.
Comiendo vatrushkas y papas fritas mientras vemos...¿Yo qué sé? Pulp Fiction...Quiero ser Travolta, maldición...

Escucho una sonora carcajada que me saca de mis pensamientos.

Y luego una risa que conozco bien.
Es la risa de Chris.

Él no suele reír tanto...

Algo bueno se está liando.

Me encamino hacia el alboroto, apartando a algunas cuantas personas de mi camino para poder pasar.

Cuando llego al lugar...

Me encuentro con el Yuuri japonés y Chris Giacometti.

Chris sostiene su saco con una mano echada encima de su hombro mientras que su mano libre se esconde tras el bolsillo de su traje marrón claro.

Sonríe con ironía hacia Yuuri Katsuki, que parece frotar sus manos rápidamente una contra otro con una larga sonrisa.

Yuuri Katsuki tiene la camisa blanca semiabierta, la corbata azul atada a la cabeza y el saco negro hecho jirones sobre sus hombros.

Sus mejillas están tan rojas, sus labios humedecidos y sus ojos marrones brillan tanto.
No lo había notado en el aeropuerto debido a los lentes que siempre lleva puestos...

Me gustan sus ojos.

Está taaaaaaaan borracho.

— No creo poder...— dice él, echando sus brazos detrás de su cabeza.

Su voz baja dos octavas por encima de lo normal para luego subir otras cuatro octavas. Y así, y así, y así.
Está verdaderamente borracho.

— Venga, ya me retaste. No hay marcha atrás ahora — habla Chris con suavidad, dejando su saco en la mesa blanca lejos de la comida del buffet.

Yuuri se encoge de hombros, esbozando una sonrisa traviesa.

¡Qué linda sonrisa! Ese hombre es realmente carismático...

— Pues bien...Supongo que no puedo echarme atrás, ¿o sí? Después de todo, ¿qué caballero sería si no? — balbucea al hablar mientras pelea...

Con el cierre de su pantalón.

Aprieto mi copa de champán, alarmado...E intrigado, ¿por qué no admitirlo?

¡¿Pero qué está sucediendo?!

¡...!

Antes de darme cuenta, Chris también se ha quitado el pantalón y la camisa, junto con los zapatos.

Yuuri lo imita torpemente, lanzando su pantalón por encima de la multitud.
Algunos ya sabían lo que está sucediendo, otros fueron alarmados por la prenda que salió al vuelo sobre sus cabezas.

— ¡¿Pero qué de-?! ¡Vitya, ¿qué está sucediendo?! — Yakov se posiciona a mi lado, mirando el espectáculo frente nuestro atónito.

No puedo apartar la mirada.
De veras, no puedo...

— ¡Esto se puso ardienteeeee~! — exclama el japonés, echando la cabeza hacia atrás con una enorme sonrisa.

— Y que lo digas — responde Chris, girando su camisa blanca con aire casual, antes de lanzarla detrás suyo.

Yuuri Katsuki relame sus labios, mirando a Chris retadoramente.

No puedo evitar contener el aliento ante tal gesto.

Mi corazón palpita a mil...

¡Y no puedo apartar la vista!

El moreno echa a correr a la mesa de dulces que cubre uno de los tubos en la sala y la aparta rápidamente.

Chris se cruza de brazos, echándole una mirada divertida.

— ¿Qué? ¿No me creías capaz? — pregunta Yuuri, tomando el tubo.

Rápidamente, todos sacan sus celulares.

Yo trago saliva en seco.

Elevo mi temblorosa mano derecha hacia Yakov a mi izquierda.

— Y-Yakov, dame mi teléfono.

— ¿Qué? ¿Para qué? ¡Hay que largarnos! — exclama.

— ¡Dame mi teléfono! ¡Lo necesito! ¡Esto es de vida o muerte! — chillo, dando fuertes pisadas al suelo, haciendo una rabieta.

Él aprieta la mandíbula y me extiende mi teléfono.

Lo arranco de sus manos y echo a correr a la velocidad de la luz hacia el japonés que acaba de afianzar el tubo con su pierna derecha por detrás de la rodilla.

— De hecho. No pensé que fueras capaz — dice el suizo, cruzándose de brazos.

El de ojos color chocolate echa la cabeza hacia atrás, lamiendo sus labios de nueva cuenta.

— ¿Ah, sí? Pues mira esto — y con estas palabras, toma el tubo con ambas manos, girando varias veces sobre esto.

Eleva las piernas en el metal y aprieta las rodillas en la estructura, soltándose.

Se deja caer de espaldas y gira varias veces.

— ¡Woaaaaah! ¡Increíble! — exclamo, intentando controlar mi pulso para poder tomar un video decente.

¡Eso fue maravilloso! ¡Fue un excelente movimiento!

Sigue impresionando—y atemorizando—a las personas en la sala.

Algunas tan entretenidas en el espectáculo como yo.
Otros tachándolo de pervertido, impúdico y enfermo.

¡Mentiras!

¡Este hombre es un-!

— ¡Maldito asco! — exclama Yuri Plisetsky justo cuando Chris se lanzó al mismo tubo que Yuuri para acompañarlo en su extraña y...bastante sensual danza.

Yo lo ignoro de nueva cuenta, tomando fotos y videos lo mejor que puedo.

Esto es demasiado, soy débil, basta, no, Chris, Yuuri, van a matarme, es demasiada adrenalina, por Dios, son muy sexys los dos, no sé qué hacer, mi ex-novio y mi nuevo ídolo, ¿qué hago? Dios santo, ayúdame, sabes que soy débil, deténganme, no puedo.

— ¡¿Por qué estás tomando videos de esta aberración?! ¡Qué miedo! — el rubio toma mi hombro y tira de él, intentando hacerme reaccionar.

Chris le tiende una botella de champán a Yuuri, que este toma con un brazo dándole un sorbo antes de extenderla al aire, lanzando parte del contenido hacia nosotros, la audiencia.

— Porque-¡Oh, por Dios! ¡Madre, mira! — grito cuando Yuuri toma la cintura de Chris, permitiendo que este arquee la espalda lascivamente, sin dejar de girar en el tubo.

Me desembarazo del agarre del rubio y continúo con mi sesión fotográfica.

¡Cuánto pecado!

Bueno, no, ¡pero esto se puso demasiado excitante e interesante!

Pensé que moriría de aburrición.
¡Miren estos tesoros!

Están lanzando champán a todos lados, y ahora Chris es el único en el tubo, mientras que Yuuri pisa el suelo con firmeza mientras varias personas comienzan a murmurar y otras comienzan a aplaudir eufóricamente—yo incluido—.

— ¡¿Pero qué les pasa a todos ustedes?! ¡¿De verdad les gusta tanto un japonés imbécil y corriente?!

Todos volteamos por la exclamación del rubio.

¿Qué dijo...?
No...

Escucho un sonido agudo detrás de mí y volteo.

El Yuuri japonés mantiene una sombría mirada gacha.

Cuando alza la cabeza, una alargada sonrisa se hace presente

— ¡¿Estás retándome~?! — vocifera el de cabellos oscuros, abriendo los brazos violentamente mientras camina directo hacia Yuri.

Me echo hacia atrás al igual que todos, dejando a Yuri expuesto y confundido.

— ¡No, imbécil! ¡En lo absoluto! — responde el quinceañero sarcásticamente —. Estoy seguro de que patearé tu trasero en el siguiente Grand Prix Final.

Yuuri tiene una enorme sonrisa de autosuficiencia pegada al rostro.
Yuri hace una mueca tan alargada que parece que en algún momento va a arrancarle la yugular de un mordisco a cualquiera que esté cerca suyo.

Qué miedo, qué miedo...

Yuuri arranca la copa de champán de mi mano y la bebe de un sorbo.

Me quedo boquiabierto.

Es tan...Wow...

Vuelve a tendérmela sin siquiera voltear. Su mirada está fija en Yuri.

El japonés parece perdido por un segundo y un pequeño hipo se escapa de sus labios, haciendo que pegue un brinco que lo hace trastabillar ligeramente.

— ¿Vas a...bailar o qué? — pregunta entre sonidos incomprensibles y varios sonidos de hipo.

— ¿Qué? — pregunta Yuri, mirándolo con una ceja enarcada y una despectiva mirada.

— D-Dijo: "¿Vas a bailar o qué?" — explico, asintiendo un par de veces.

— Ah...¿Qué? ¿Me estás retando a un duelo de baile?

Zii...¿No mish tás... esuchiando? — pregunta, tropezando por todos lados mientras lucha por mantenerse en su lugar.

¡Maldita sea, habla bien! — el rubio echa los puños al frente, lleno de molestia y coraje.

— Dice que sí, que si no lo estás escuchando-¡Ouch! ¡Epa!, cuidado — río, tomando al Yuuri japonés en mis brazos justo cuando este tropezó durante su torpe bailoteo.

Él ríe enérgicamente, mirándome con una pequeña sonrisa y los ojos ligeramente entrecerrados.

Erezz tan luindo...— vuelve a saltar por el hipo y ríe —...Parece que traduces para él...Ah...Y tu cara es tan linda, por Dios...

Acaricia mi mejilla fugazmente.

No puedo evitar abrir los ojos de par en par por el repentino contacto.

— ¿Q-Qué...? — murmuro, mirándolo con atención.

Él me dedica una perdida sonrisa.

— Eres tan lindo, muchacho...Quisiera llevarte a casa-¿Qué diablos? ¡Eres el chico que quedó en sexto lugar! No puedo creerlo...Para mí, tú hubieras ganado el podio. ¡Sólo mira lo bello que eres! Podrías bailar lo que sea, habrías dejado infatuado a cualquiera. ¡Yo estoy infatuado! Y mira que no te he visto patinar. Pero quiero verte. ¡Déjame hacerte una coreografía! — habla tan rápido que sólo puedo concentrarme en el principio y el final.

— ¿Qué? ¿U-Una coreografía? — pregunto, bastante confundido y algo sorprendido.

— Dime tu nombre, ¿sí? — pregunta, dedicándome una amorosa mirada que hace que mi corazón dé un vuelco.

— V-Viktor Nikiforov.

— ¡Anda, ya sé bien quién eres! ¿Qué te parece lo de la coreografía?

Todos comienzan a inundarnos de flashes y pequeños grititos agudos y murmuros colectivos.

Yuri se queda boquiabierto, viéndonos con repulsión.

Mientras, el Yuuri japonés gira sobre sí, apoyando su pecho en el mío mientras ríe melodiosamente.

— ¿Necesitas un entrenador? ¡Yo quiero entrenarte, Viktor! ¿Qué tal esto? — me abraza por la cintura, atrayéndome hacia él.

Soy ligeramente más bajo que él, por lo que mi mejilla golpea su pecho y no puedo evitar soltar un pequeño gimoteo por el repentino movimiento.

OK. OFICIALMENTE, ESTÁ MUY BORRACHO.

Comienza a mover la cintura en círculos y simultáneamente, hunde la nariz en mi cabello.

Yo miro hacia otro lado, nervioso y bastante confundido...

Nunca había tenido a alguien tan cerca.

Nunca en mi vida había sentido a alguien tan cálido contra mí.
No de esta forma.

No en esta clase de situación.

¿Qué debo hacer?

— Viktor...— ha notado que estoy distraído y vuelve a acercarme a él, sin dejar de mover las caderas —...Cuando acabe la temporada, ayudaré en las aguas termales, ve a verme.

¿A-Aguas termales?

¿Qué es eso?

Suena...

Dios, ¿qué está diciendo?

No puedo hacer nada más que verlo fijamente a la vez que sus ojos marrón chocolate chocan con los míos.

Lo único que se escuchan son algunos murmullos exaltados, algunos chillidos sin sentido y los gruñidos de Yuri detrás de nosotros.

— Si gano este duelo de baile, te volverás mi aprendiz, ¿verdad? — sus ojos se iluminan tanto al decir lo último.

Brillan...

Brillan más que los relucientes candelabros en la sala.
Brillan más que mis medallas de oro de las competencias júnior.
Brillan más que el glaseado en los roles de canela que prepara Yekaterina.

Brillan más que cualquier cosa que haya visto antes...

— ¿Oh...? — suspiro casi inaudiblemente, sin despegar la mirada de la suya.

Be my apprentice, Viktor! — exclama cantarinamente, echando sus brazos alrededor de mi cuello en un extraño abrazo que me agita un poco, pero logro mantener el equilibrio y mis ojos puestos sobre los suyos.

Brilla tanto...

Me mira soñadoramente, pestañeando varias veces con aire inocente y encantador.

El corazón se me sube a la garganta.
Siento que mi pecho se calienta.
Mis manos se afianzan con firmeza a su espalda.

Contengo el aliento, sonrojándome de golpe.

Me encanta tu brillo, Yuuri Katsuki...


Ugh...Wah...Agh...— entro a casa casi muriendo.

Con pasos torpes y descontrolados, camino hasta mi habitación, ignorando a todo y a todos.

Hasta las insistentes preguntas de Yekaterina me entran por un oído y me salen por el otro.

Camino como zombie hasta mi cama y, entonces, me tiro de frente a ella, golpeando mi rostro con el acolchado edredón.

Aprieto con fuerza la tela morado oscuro y tiro de ella desesperadamente, dejando correr algunas lágrimas que no puedo retener.

Sigo gimiendo y lloriqueando mientras hago jirones mi cama y dejo escapar un grito amortiguado.

— ¡Viktor! ¡Cariño, ¿qué sucede?! ¡¿Te hicieron algo?! — Yekaterina entra a mi cuarto.

Siento su peso caer a mi lado y toma mis hombros con fuerza, en un intento por girarme para verme a la cara.

Hago fuerzas para no permitírselo y me quedo allí hundido.

— ¡Viktor! ¡Viktor! — exclama.

— Sí me hicieron algo — respondo con la voz temblorosa.

— ¿Qué sucede? ¡¿Quién fue?! ¡¿Qué pasó?!

— ¡No me dio su número, ni su dirección, ni su código postal! Me enamoró y me dejó ahí tirado sin más ni más — chillo, girándome para verla a la cara.

Ella me mira con un mohín abatido.

— Espera...¿Qué?

La miro con una sonrisa ilusionada y torpe.

Río entre suspiros y aprieto los puños contra mis piernas.

— Me enamoré, Yekaterina. Estoy enamorado de un japonés borracho y semi-nudista — digo entre risas.

Mi tía abre los ojos como platos.

— ¿Eh? ¿EH? ¡¿Eeeeeeeeeeeeeeeeh?!

Fue así como lo conocí.

Estaba borracho, semi-desnudo y su lengua se enredaba al hablar.

Olía a alcohol y su mirada se perdía entre cada movimiento de ojos.

Pero, ¿qué importa?

Desde ese día, comencé a mirar sus presentaciones anteriores, a buscar sus programas a diario, practicar sus rutinas casi religiosamente.

Me volví su fan.

Y debo admitir...

Nunca deja de sorprenderme.

Desde la primera vez que hablé con él, no han cesado las sorpresas...