En alguna época, en algún lugar, existió una civilización capaz de contactar con su animal espiritual. Cualquier persona era capaz de aquello, algunos lográndolo incluso inconscientemente, pero solo había una condición. Se tenía que contactar con el animal espiritual antes de los 15 años. Si al cumplir esa edad no había señales de espiritualidad en alguien, era desterrado al bosque oscuro. Aquel tenebroso lugar estaba lleno de monstruos infernales, que devoraban todo ser vivo que apareciera cerca. Entonces ¿Por qué enviar a simples adolescentes a una muerte segura? La respuesta era simple; los adolescentes expulsados eran aquellos monstruos.

Si no era controlada, la energía espiritual podía volverse una infección y transformar a las personas en aquellas horribles bestias. Por fortuna, aquellos chicos que no tenían progresos de ningún tipo eran enviados a escuelas especiales. Estas escuelas eran la última esperanza de todos. Desde que estas instituciones se habían creado, el número de chicos desterrados había sido reducido significativamente. Aunque estas escuelas internado no servían únicamente para eso.

Aun si el método de los internados era tan eficaz, no era infalible. Aun existían chicos que perdían el control y mutaban en monstruos. Para eso se habían creado las escuelas también. Si tu energía espiritual era formidable, podías ser reclutado por estas instituciones para volverte un guardia espiritual y proteger a las personas de los monstruos que solían escapar de su prisión boscosa. Ser considerado para aquello era un gran honor, pocas personas rechazaban tales propuestas. Todos los estudiantes de nuevo ingreso eran separados en categorías: Mozos, escuderos, guerreros, caballeros y maestros. Los chicos reclutados podían ingresar a edades tempranas, siendo el mayor record un chico de 9 apenas, sorprendiendo a todos al subir rápidamente a guerrero.

Pero en un mundo lleno de historias y personas excepcionales, debe haber una que destaque del resto. Aquel que resaltara sobre el resto no es más que Hinata Shōyō, un chico de baja estatura y mata anaranjada que, a sus 14 años, no ha logrado el mas mínimo progreso en cuanto espiritualidad. Esta es su historia.

—No quiero que te conviertas en un monstruo.— Comentó de repente una niña pequeña de cabellos naranjas, en medio de una silenciosa cena familiar.

—¡No me convertiré en un monstruo! Ya verás que cuando menos te lo esperes mi animal espiritual aparecerá ¡así que no estés triste, Natsu!— Respondió su hermano mayor.

—¿Me lo prometes?

—Te lo prometo— Aquel dialogo había pasado frente a la madre de ambos jóvenes, que a pesar de las sonrisas de sus hijos, ella tenía una expresión de completa tristeza en su rostro. ¿Y cómo no estarlo? El quinceavo cumpleaños de su hijo mayor estaba a solo unos meses y no había forma de ayudarlo.

Después de la cena y que la familia se acostara, llego un nuevo día, pero con los mismos problemas de siempre. Mientras los niños estaban en la pequeña escuela de ese pueblo, los padres se encargaban de las tareas diarias, tanto del hogar como de sus diferentes trabajos. Y pasar algún consejo o chisme también era parte de la rutina.

—¿Y no has pensado en llevarlo tú? Una vez allá no podrán negarle el ingreso.

—Si que lo he pensado, pero no tengo con quien dejar a Natsu. Y llevarla es impensable, el camino es demasiado para una pequeña niña.

—Sabes que te ayudaría, pero con mi esposo enfermo no puedo hacer mucho.

—Lo sé, no tienes que preocuparte.— platicas de ese estilo se escuchaban a diario, siendo participe siempre la madre de los dos pelirrojos. Pero era algo que no le molestaba, si en alguna de esas platicas podía conseguir una forma de ayudar a su hijo, hablaría con todo el mundo de ser necesario. Aunque aquello no fue necesario. Cuando la preocupada mujer regreso a su casa, en la puerta principal había una nota pegada. Aquello extraño a la fémina, que tomo la nota e ingreso a su hogar. Una vez dentro le dio un vistazo mejor al papel, llenándose de felicidad al instante.

Y es que aquella nota no era más que la confirmación de la aceptación de Shōyō en una escuela especial que lo ayudaría con su problema de espiritualidad. Pero eso no era lo mejor, la escuela que había aceptado el pedido de ayuda era una de las mejores, por no decir la mejor. La rareza de aquel suceso le daba más esperanza a la familia, que en cuanto los jóvenes supieron la noticia no tardaron ni un segundo en preparar el equipaje del enérgico chico.

—¡Es increíble que vayas a esa escuela, Shōyō!

—Solo que no se te vaya a subir a la cabeza.

—¡eso no pasara! ¡Confía un poco más en mi, Koji!

—Ya lo hago, tonto.— Comento el castaño antes de darle un golpe en el brazo a Shōyō.

—Te vamos a extrañar.— Intervino Izumi

—Yo también los extrañare, ¡Pero volveré en unos meses!

—Te esperaremos Shōyō.

—Más te vale volver sabiendo algo.

—¡Bueno, pues yo espero que ustedes dos ya sean algo mas cuando vuelva!— Contraataco el pelirrojo antes de salir corriendo con su madre, dejando atrás a sus avergonzados amigos.

—¿No olvidas nada?— Hinata hizo memoria en su mente, afirmando que llevaba todo.— Quiero que escuches a tus profesores, no vayas a causar alboroto, se amable con tus compañeros ¡Tu cara tiene una mancha! Deja que te la quite.— Hablo de forma rápida la madre de Hinata mientras batallaba con su hijo para quitarle la mencionada mancha

—Mama, mama ¡mama! Estaré bien.

—Perdón pero estoy muy nerviosa. Como tu madre, no quiero que pase nada contigo.

—Te prometo que volveré bien y a salvo.— Sin más que decir la madre se despidió con un cariñoso beso en la frente de su hijo. Era hora de partir, Shōyō debía entrar a aquel carruaje que lo llevaría a su nueva escuela temporal. Antes de entrar, tomo en brazos a su pequeña hermana que en todo momento se quedo abrazada a la pierna del pelirrojo. –Me tengo que ir, Natsu.

—¡No! ¡No quiero que te vayas!

—¡No será mucho tiempo! Te enviare cartas muy seguido y te traeré un recuerdo de allá

—¿De verdad?

—¡Por supuesto! Será algo muy bonito.— Aquello convenció a la niña, que alegremente volvió a los brazos de su madre una vez fue bajada.

Un chico lleno de incertidumbre fue lo que se llevo aquel carruaje de ese pequeño pueblo, directo a su nueva vida. Pero solo el tiempo diría si regresaría con un joven lleno de experiencia, o una mala y devastadora noticia.