Primer capítulo de la segunda parte de Después de Frozen, ¡que emoción! xD gracias a los que dieron fav y follows, y a los que dejaron reviews en la historia anterior, espero que aquí hagan lo mismo y también aquellos nuevos lectores.

Si no han leído la primera parte se los recomiendo, porque no entenderán nada de lo que viene a continuación.

A parte de eso, ¡disfruten de la lectura! n_n

¡QUE SUENE!


Capítulo 1: Mientras el Tiempo Pasa…

Era la primera mañana agitada que el castillo experimentaba sin tener a la legítima Reina de Arendelle haciendo su trabajo. Los sirvientes iban y venían esquivando a la princesa Anna y a Kristoff, los guardias cambiaban de turnos y algunos otros regresaban a los cuarteles. Había sido complicado mantener en secreto al reino entero que Elsa había desaparecido hace solo un par de semanas, nadie dormía tranquilo y nadie pegaba un solo ojo desde la travesía por la caverna de hielo y la extraña desaparición de la reina. Desde la repentina desaparición, las cosas en el castillo estaban relativamente tranquilas pero todo el mundo tenía los pelos de punta al enterarse de lo que ocurrió. Esa mañana fue ajetreada porque Arendelle tendría visitantes, solo dos, pero ambos eran gente importante.

Anna y Kristoff se mantuvieron al margen de las actividades de los sirvientes esperando en la biblioteca del castillo, Olaf los acompañó mientras decidía qué leer frente a la basta colección de los estantes. Kristoff se propuso a ayudarlo mientras que Anna se tumbaba en el sofá, continuando con la lectura que dejó inconclusa ayer. Desde que se hermana se fue, se propuso a hacer su propia investigación, aún no conseguía nada relevante de la colección privada de su padre pero sabía que solo era cuestión de tiempo. Esa mañana evitó continuar con la investigación, pronto tendrían invitados y lo que deseaba era relajarse.

"Tanto estrés no será bueno para el bebé." Se dijo internamente, echada en el sofá y con el libro pegado a su cara.

Olaf eligió una colección de cuentos y, a pesar de que iniciaba con varios y no terminaba ninguno, dijo que todos le habían gustado, salvo por uno, cuyo principio le había parecido triste desde el comienzo. Kristoff abrazaba a su esposa, acariciándole el cabello castaño naranja mientras ella leía para distraerse, los dos sabían que no estaba funcionando, pues Anna ya había leído lo de todo los estantes desde que aprendió a leer cuando su hermana estaba teniendo sus problemas. Minutos más tarde, cuando Olaf se dispuso a buscar otras cosas para entretenerse, un guardia tocó la puerta y entró al escuchar la voz de aceptación del príncipe.

-Ya están aquí, sus altezas.-anunció el guardia luego de recobrar el aliento, se notaba que había corrido una gran distancia para llegar a la biblioteca.

-Iremos enseguida.-dijeron los dos al unísono levantándose del sofá, Olaf apareció de entre los estantes y fue con ellos hasta llegar a la sala de estar del castillo.

Al entrar vieron a los tres invitados, y Anna no pudo evitar sentir más alivio en toda su vida, fue corriendo hacia la princesa Rapunzel y la abrazó evitando por todos medios posibles llorar, pero no pudo. La princesa de cabellos cortos la abrazó por igual, consolándola y tallándole la espalda para que dejara de temblar. Jack se les unió, recibiendo de Anna un abrazo por igual.

-Lo siento tanto.-le dijo Rapunzel. Anna sorbió por la nariz y asintió, no tenía fuerzas para hablar.-Vinimos tan pronto nos enteramos por tu carta. ¿Qué fue lo que le pasó a Elsa?

Pero Anna seguía sin querer hablar, Kristoff entonces la abrazó y ella se dejó caer. El solo pensamiento de que su hermana se había ido de nuevo, y esta vez, sin dejar rastro, le había roto el corazón por completo.

-Vengan.-pidió Kristoff ayudando a su esposa a caminar sin tropezarse. Rapunzel, Eugene y Jack los siguieron escaleras arriba sin protestar.

Recorrieron pasillo y otro poco de escaleras, doblando un varias esquinas alfombradas hasta llegar a un par de puertas de caoba altas, Kristoff sacó un par de llaves y las abrió mirando hacia los lados, temiendo que alguien más los viese entrar a la oficina real. Los cinco entraron y el rubio colocó el seguro otra vez. Al entrar, Rapunzel y Eugene entendieron entonces por qué la habitación tenía seguro. Jack ahogó un jadeo de angustia.

El escritorio y la silla eran notables, sobre la silla, se cernía la capa fucsia de la reina, extendida de modo elegante como si la silla fuese un maniquí para que alguien al verlo se lo quisiese probar; todos se acercaron más y más hasta ver lo que había en el escritorio. El par de guantes grácilmente doblados con la cresta de Arendelle, y sobre éstos, la tiara. Anna entonces se acercó a la princesa Rapunzel y le tendió un pedazo de papel amarillento, rasgado pero finamente doblado, y otro más formal con el sello de la cresta real.

-Lo encontramos así al quinto día de la desaparición.-explicó Kristoff por su esposa.

Rapunzel desdobló el papel y leyó en voz alta la que tenía el sello.

-Yo, Elsa de Arendelle, por este medio declaro que mi hermana menor, La Princesa Anna de Arendelle, será coronada como la nueva Reina. Abdico el trono formalmente por medio de esta voluntad plasmada en carta para que nadie cuestione mi última orden como suprema autoridad del reino. Atentamente…Elsa de Arendelle.-finalizó, no creyendo lo que acaba de leer. La escritura era inconfundible, la firma y los sellos estaban ahí, la solicitud para abdicar el trono también estaba en orden. Rapunzel entonces leyó la siguiente carta, esta vez, Jack se colocó a su lado y él fue quien la leyó para todos.

-Nunca fui apta para el trono, no si debían ordenarme ser algo que no soy, y es por eso que te lo dejo todo a ti, Anna; tú eres ordinaria, maravillosamente ordinaria y estoy segura de que serás una excelente reina. No intentes nada para encontrarme, porque no servirá, yo te encontraré. Necesito tiempo, tiempo para conocerme, a mí y a este extraño poder de hielo que desde el inicio nos causó problemas. Aprenderé a controlarlos y cuando termine regresaré, solo espera por el momento y déjame ir. Te quiere… tu hermana, Elsa

-Me pidió que la dejara ir.-habló Anna entre sollozos, cubriendo su boca para evitar que se le escapara un grito de dolor.

Estaba claro que Elsa no pretendía regresar en un largo tiempo, no si había dejado a cargo a su hermana y a Kristoff como su real consorte, ella deseaba irse pero no sin antes dejar su amado reino en manos de las dos personas en quienes más confiaba.

Rapunzel miró seria a Eugene, suplicando algo en silencio pero él parecía no querer acceder a su petición. Jack negó con la cabeza mirándola.

-No.-dijo Eugene en voz alta.

-Debimos decirles cuando tuvimos la oportunidad.-atinó Rapunzel a los varones, refiriéndose a todas esas veces que ella pudo hablar con su hija, Anna, y contarle todo.

-¿Y luego qué? ¿Qué pasará después?-Eugene estaba paranoico, no tenían un plan de respaldo para lo que fuera que ocurriría si hablaban ahora, pero todo seguiría normal si callaban para siempre.

Rapunzel los pasó de largo y llevó a Anna a sentarse en uno de los sillones de la oficina, le tendió un pañuelo para que se enjugara las lágrimas y sintió un nudo en el estómago y la lengua un poco más floja de lo usual. Tanto silencio esperaba por ser roto.

Eugene fue hacia Kristoff, los dos quedando al lado de sus mujeres y uno de ellos esperando lo peor pero deseando lo mejor, Jack acompañó a Rapunzel, sentándose al lado de Anna y tomando su hombro para acercarla más, tal y como había hecho pocas veces antes de entregarlas.

Cuando Rapunzel regresó los ojos a Eugene, él no asintió ni denegó, llevó su vista al techo y cerró los ojos, más mortificado que cualquiera de los que estaban en el cuarto.

-Anna…-llamó la peli café.-…hay algo que debes saber…

Jack aguantó la respiración, se propuso no hacerlo hasta que ella terminara de hablar.


Las dos semanas de descanso ya casi se terminaban, éste era su último día para ella mientras se acostumbraba a la guarida en la que ahora vivía. El silencio era agradable, así como tener las compañía de Onyx y otro poco de corceles mientras Pitch estaba fuera. Recorría libremente los puentes y un par de niveles inferiores, entraba a las habitaciones y hacia un recuento de cuantas alcobas habían en la guarida. Habían ciertos lugares a los que Pitch le había prohibido entrar, y con toda instrucción obedeció sin réplica alguna.

Onyx nunca la dejaba, a no ser que ella lo pidiese, pero debía ser por un determinado tiempo, ya que Pitch le había ordenado no perderla de vista y cuidarla no importase qué. Y el equino hizo cuanto le pidieron, le dio su privacidad a Elsa los primeros tres días de su estancia en la guarida, luego del tercer día de estar en silencio, llorando en voz baja y hablando consigo misma, Onyx se sorprendió de la primera frase que ella había dicho cuando salió de su nuevo cuarto.

-Quisiera comer algo.-habló tan bajito y con una mirada tan somnolienta que a Onyx el había dado la misma pereza.

Habían tres corceles más detrás de Onyx, uno de ellos se dio el lujo de decir entre rezongos:

-Que linda es…

Onyx lo calló y le ordenó que se guardara sus comentarios, dando gracias al saber que Elsa solo lo podía escuchar a él. Esos corceles eran, técnicamente, bebés, a pesar de tener aspecto de adultos; Pitch los había creado con el propósito de ayudar a Onyx a velar por la seguridad de Elsa, dentro y fuera de la guarida cuando la ocasión se presentase, y como nunca antes habían visto a un humano, podían admitir que Elsa era en verdad hermosa.

Pitch fue avisado que Elsa, a pesar de ahora estar viviendo con él, aún requería de las necesidades básicas de un humano, comida era lo primero en la lista, ya había cubierto el horario para dejarla dormir en la cama más cómoda de toda la guarida, su cama, ya que él no dormía. La ropa ya estaba tachada, ella se la fabricaría.

Al quinto día, antes de irse a hacer sus rondas con las pesadillas, Elsa se le acercó con la mirada baja, más tímida y penosa que otras veces, le pidió ayuda con algo que necesitaba hacer para declara su traslado como algo oficial.

-Abdicaré mi trono para dárselo a Anna.-había dicho ella.-Necesito que me ayudes a meterme al castillo sin que me vean para dejar las cosas preparadas.

Él lo entendió, pero dudaba de si era lo más conveniente a estas alturas. Aceptó en ayudarla, todo para que se quedara, al fin y al cabo, pronto le enseñaría a controlar ese maravilloso don que le traería muchas victorias, pero tenía sus inquietudes. Probablemente habrían guardias en los pasillos las veinticuatro horas del días en el castillo y en el reino, atentos a cualquier movimiento. Pero él era sombras y silencio, una presencia ajena a todo y a todos, si mantenía a Elsa cerca de él y calculaban bien el tiempo saldrían de ahí antes de que el viento nocturno les golpease.

Los guardias cambiaban de turno, recorriendo pasillos y revisando por entero aquellas habitaciones que no estaban ocupadas, cuidando que el silencio absoluto se presentara en aquellas que si tenían gente adentro. Pitch los llevó a la oficina donde ella firmaba papeles y leía tratados, aparecieron de entre los libreros saliendo de las sombras entre dos cuyo espacio era nulo. Elsa no perdió el tiempo y buscó papel, un lápiz y cuidando que el sello real estuviese a la mano, le pidió a Pitch traer un par de cosas más, él lo hizo con desdén al saber lo que eran.

La vio acomodar los objetos con cuidado, como si fuesen algo precioso, o tal vez con la preocupación de romperlos en ese momento. Mientras la observa ir de aquí para allá y sentarse para escribir en una segunda hoja de papel, pasó sus ojos a los tediosos objetos. Los guantes azul cielo con el emblema de la familia real, el par de pedazos de tela mágica que bloqueaban los poderes de Elsa; la capa fucsia, color con el símbolo eterno de poseer sangre real, la autoridad que alguna vez ella ejerció sobre otros; y finalmente, la tiara con el zafiro, su título como Reina. Pitch era el único que sabía que, al abdicar el trono, Elsa se deshacía de los tres objetos que la limitaban como un ser con un poder más allá de su comprensión, se preguntaba si alguna vez ella pensó lo mismo en el pasado.

Cuando todo terminó, volvieron a la guarida con cautela por la entrada del bosque, ésta se cerró al instante. La actitud deprimente de Elsa regresó, pero duró mucho menos tiempo. Al día siguiente ya se encontraba recorriendo la guarida y curioseando. No sonreía, por lo que Onyx le comentaba, se limitaba a juntar las cejas en señal de confusión, a tocar las paredes con delicadeza dejando un leve rastro de hielo con estampados de copos grandes y pequeños que desaparecían al anochecer, a veces caminaba descalza, sintiendo agradable el frío del empedrado por toda la guarida.

Transcurridas las dos semanas de luto, como le había llamado Elsa, comenzó el verdadero trabajo. Y vaya que trabajo. Pitch era exigente, cuidando del menor detalle y notando que no daba todo por completo. Era un buen maestro, ella era una pésima alumna. Él quería una prueba de qué tan potente era su hielo, la magnitud del alcance al máximo y el impacto físico en la tierra en el combate; pero Elsa se había negado. Pitch la convenció entonces de probar con algo más simple, su capacidad de aguante anterior a un "colapso miedoso" como él le decía.

-¿Cuántas veces más debo decirlo? Deja de pensar y siéntelo. Suéltate.-le dijo caminando a su alrededor, observando a distancia la capacidad de la joven para mantenerse en un nivel mínimo de manifestación de su poder, estaba creando un rayo azul de hielo contenido entre sus manos, ayudándose con los brazos para hacerlo crecer sin que saliera disparado.-Hiciste lo mismo cuando eras una niña, debes poder hacerlo también ahora.

-Lo intento.-le respondió forzada y con los dientes juntos, apretados a la par de su esfuerzo por mantener el control. Sus dedos y manos estaban tiesos, quizá ya se habían deformado, entrecerraba los ojos y respiraba de ratos para evitar que esa cosa se liberara. Las chispas y el aire frío se perdían en el ambiente, el rayo empezó a temblara y Elsa supo que ya era demasiado.

-Aguanta un poco más.-le ordenó su maestro.

-No puedo.-la fuerza amenazaba con hacer al rayo de hielo salir de su contención. Sus manos empezaron temblar por igual.-Pitch…-al cabo de un segundo el rayo se disparó y Pitch tuvo que agacharse para no terminar estampado junto con el montón de hielo que terminó en el pared.

Él se puso de pie atento a la reacción de Elsa, indicándole que se calmara, ella lo hizo y respiró hondo bajando los hombros tensos y las manos tiesas, estaba un poco asustada y eso era bueno, ya no estaba tan asustada como las primeras veces que habían practicado esto.

Por mucho que Pitch le exigiera y la orillara a mostrar toda magnitud de su poder, Elsa terminaba por resistirse, contenerse demasiado y él lo sabía, lo cual terminaba por explotarles en la cara, literalmente.

-Esto no está funcionando.-dijo ella sobándose las sienes.

-¿Y de quien es la culpa?-le espetó haciéndola sentir peor. La frustración era insoportable, no podía orillarla a perder el control, sería catastrófico y no obtendría la información que necesitaba, se talló la cara con ambas manos y suspiró con resignación.-Otra vez.

-Estoy cansada.

-También yo. Hazlo otra vez.

Los dos se desafiaron con la mirada, pero a Elsa le duró muy poco el gusto. Se enderezó y no tardó en aparecer una creciente luz azulada entre sus manos, que poco a poco fue creciendo. El resultado fue el mismo poco rato después. Ninguno lo soportó más luego de tres horas, el único consuelo que le quedó a Pitch, a expensas de Elsa, fue que su miedo ante el resultado disminuía considerablemente cada tanto. Eso era parte de lo importante, al ver que el desastre estaba al alcance de su mano debía aprender que también podía evitarlo si quería de la manera más fácil y sana, dejándose llevar por un vago sentido del control sobre sí misma. Lo dejaron para otro día.

Se le había hecho costumbre a Elsa tumbarse en la cama luego de las prácticas, ya era la tercera semana de estancia y la primera de entrenamiento intenso. Las manos le dolían, sus dedos y uñas también estaban adoloridos y su espalda le dolía en la parte baja al mantener una postura tan rígida, se dijo que no debía ser sano acabar el día así. Pitch le dijo que se marchaba y que le enviaría la cena más al rato con Onyx, ella bufó un sí y sintió su cuerpo hecho un nudo de nervios tensos, no se estaba relajando por mucho que la cama estuviese cómoda. Estaba en la cama de Pitch.

Se preguntó en más de una ocasión si alguna vez la había usado, él le aclaró que nunca tuvo necesidad de un lugar para dormir, su trabajo lo mantenía ocupado todo el tiempo. Ninguno volvió a mencionar lo que pasó cuando ella lo besó y él la rechazó; estaba claro que Pitch no quería nada con ella, no de esa forma. Si la ayudaba, era por sus razones, no le apetecía peguntar por no querer provocar otra discusión y otro juego mental. Pero ella admitía estar enamorada, o al menos cree que lo estuvo hasta que él dijo que todo había sido una broma en la que Lilith estuvo involucrada. Quería hablar del tema con Pitch sin sacar a relucir su carácter tan…especial, y quería hablar con la tal Lilith de nuevo, peguntarle si ella de verdad tuvo algo que ver con esto. Su corazón aún no estaba roto, solo desanimado y falto de optimismo, su mente divagaba tanto que se preguntaba si Pitch alguna vez amó a alguien, o si al menos alguien le importó.

-La cena está aquí.-le llamó Onyx del otro lado de la puerta.

-Adelante.-indicó sentándose y flexionando un poco los brazos para despejar la nube de su mente.

Fue hasta la puerta y encontró a Malvavisco tendiéndole la bandeja de comida cubierta por una tapa de metal. El gigante de nieve se había acostumbrado un poco más que ella, pero su tamaño seguía siendo un problema por lo que él se mantenía en los niveles inferiores, donde no causaría tanto alboroto. Elsa tomó la bandeja y le sonrió para que se angustiara menos por ella, él no podía pasar, el techo era tan bajo que quizá si se agachaba y gateaba entraría pero no estaría completamente de pie. Onyx entró con un guardia hecho de arena negra y con cientos de ojos espolvoreados por toda la cara, sin boca, esperó a que la muchacha cerrara la puerta.

Elsa llevó la bandeja en una mesa parecida a un escritorio, pero más grande, y el guardia depositó una jarra de agua fría a su costado, se sentó y el guardia le indicó que ella le mostraría su comida. Onyx se aclaró la garganta.

-Esta noche será…fenalàr*.-anunció el equino al momento en que el guardia retiró la tapa. A Elsa le llegó el olor de la carne de venado curado, las coles y las papas también se veían deliciosas.-Buen provecho.

-Gracias Onyx.

-Es un placer. Pitch avisa que mañana temprano continuarán con el mismo ejercicio. Una sugerencia, relájese ahora, disfrute la cena y vaya directo a dormir.

-Lo tomaré en cuenta.-dijo ella. Elsa no sonreía, no auténticamente, le demostraba a Onyx una simple muestra lo que podía ser, una ligera curvatura hacia arriba de sus labios que bajaba a penas le quitaba los ojos de encima.

Ella le hizo caso al equino y disfrutó de la cena tanto como pudo. Se despidió de Onyx y se tumbó de nuevo en la cama, fabricando una bata de azul cielo casi blanca y tapándose con las sábanas hasta el mentón, no tenía frío. Solo una cosa había cambiado, dormía mejor ahí que en el castillo.


Rebecca

Al escapar de Lloyd me vi en la penosa necesidad de pedir asilo, o buscar un lugar seguro donde ni él ni los otros tres fénix me encontraran. Con los humanos no iba a servir de nada. Los guardianes me consideraban una rara, Hada sería mi última opción de escondite y el resto de las criaturas que Mim convirtió no dudarían ni un segundo en entregarme si se enteran de la razón de mi extravío. Me oculté en Italia por una semana, bajo el nombre de Lili, no pasó mucho para que los fénix me encontraran y me hirieran para llevarme de regreso. Lloyd nunca me haría daño y por eso permitió que las aves hicieran el trabajo sucio con tal de volver a encerrarme, y uno de ellos me lastimó un ala. Conseguí escapar volando por un buen rato pero al hacerlo me fracturé el ala derecha.

Huí a los bosques en Dinamarca, donde encontré una cueva helada y rastros de arena negra pero ningún hueco en la tierra que me guiara a la guarida de Pitch. Entre los pinos y montañas me topé con Serafina, tuve que hacer acopio de mucho descaro y a la vez poner mi mejor cara de respeto para pedirle asilo. Si me quedaba con ella por unos días nadie me molestaría ni sospecharían que estuve con ella, pues no habían muchas criaturas a las que les agradara. Finalmente, Serafina dijo que sí, podría estar con ella una semana como mucho.

-Solo eso quiero, te deberé un gran favor y no volveré a pedirte nada jamás.-le había dicho cuando aceptó acogerme. Ella no hizo preguntas y por eso marcó un plazo. Es neutral como yo pero mucho más amable y atenta, le debo otro favor por haber salvado mi ramita de olivo también.

Ella no tiene un hogar fijo, su hogar es la tierra en sí, donde hayan campos verdes y animales en abundancia, por lo que se quedaba en cuevas o en casas abandonadas en los páramos, esta vez nos quedamos en una de esas.

-Entonces, me dijiste que estabas en medio de un trabajo, ¿puedo saber de qué se trata?-me preguntó mientras un ciervo reposaba en sus piernas. Estábamos frente a una fogata en la casa sin techo, el clima era cálido pero el viento soplaba helado de vez en vez, y muchos pajaritos nos hacían compañía gracias a su presencia, junto con otros animales silvestres, como conejos, ardillas, etc.

-No quisiera aburrirte.-dije, ya que no quiero que sepa que se trata de la última persona de la desea hablar, en especial conmigo, pero si no la complazco me arriesgo a que me deje por mi cuenta.

-Para nada. Todas tus historias de personas en desamor y de enamorados me resultan entretenidas, es agradable saber que todavía queda algo de inocencia en este mundo.-dice poéticamente, por un segundo me recuerda a Lloyd. Me lo pienso antes de hablar, no tengo porque decir nombres, con hablar de los detalles generales deberá de ser suficiente.

-Pues verás, es algo casi ridículo.-empiezo y ella me pone más atención, los animales se acercan más. Parece que quieren oír la historia también.

-Antes de que empieces. ¿Cómo se conocieron?-me pregunta con ojos amarillos iluminados, casi soñadores. Yo me quedo sin una buena mentira. Improvisa.

-Bien…se conocen desde hace mucho, y comenzó todo muy bien…o algo así.-retuerzo mi cara.

-¿Por qué lo dices?-el ciervo también me miraba.

-Bueno, él no estaba precisamente interesado en ella en un principio. Es más, quería hacerle daño, y para ello empezó a mentirle.-digo y me detengo para mantenerla al margen de lo general.

-Que horror…

-Si lo sé. Al principio a mí también me molestó. Pero algo pasó, porque entre tantas mentiras ella empezó a creerle y asentirse bien con él. Empezó a creer que él era su amigo.-explico y los ojos de Serafina se llenan de confusión.

-Pero eso no tiene sentido, ¿ella no se daba cuenta de que era engañada?-me pregunta y yo solo alzó los hombros con algo de pena.

-¿Qué te puedo decir? La muchacha era, no, es ingenua, y él es muy bueno mintiendo. Se podría decir que vive de eso, pero esta vez la jugada se la ha volteado.-digo juguetona y Serafina abre más los ojos, mandando un mechón de cabello negro hacia atrás gracias al viento.-Justo cuando él creía que podía engañarla, acabó por enamorarse de ella. Ni él mismo se dio cuenta de cuándo o cómo. Y creo que él lo sabe pero lo niega, creo que teme admitirlo.

-¿Y cómo es que se enteró?

-Porque ella lo besó.-digo los pajarillos empiezan a hacer ruiditos agudos y Serafina ahoga un jadeo de asombro. Me resisto a reír. Tal vez ella lo niega pero sé bien que le gustan mucho mis historias del trabajo porque adora oír historias de amor, me preguntó por qué será.-Ella admitió estar enamorada y lo demostró besándolo, pero él aún no lo aceptaba, ni lo sabía hasta que se sintió agradable besarla. Pero la rechazó por el mismo temor de admitir que la ama.

-Que bestia…-bufa, y yo me rió porque tiene razón. Pitch es una bestia.-¿Cómo los ayudaste?

-No ha sido fácil, estaba por hacer una jugada para ayudarlos pero…me volvía a pelear con mi hermano y escapé.

-Pero sus peleas son diarias, ¿por qué esta vez es diferente?

-Porque hice algo que no debía, y ahora estoy aquí afuera buscando el modo de ayudar a esa torpe pareja sin que mi hermano me encuentre.-Serafina piensa por un momento cerrando los ojos, es como si yo estuviese esperando un juicio.

-¿Y donde está esa torpe pareja?-pregunta con una sonrisa.

-Lejos, en…Noruega, Oslo.-respondo rápido para sonar convincente.

-Estamos muy lejos, están del otro lado del mar y tu no puedes volar.-señala con sus palabras mi condición.-Por otra parte, quédate conmigo lo que necesites, olvida el plazo de una semana.-mis ojos casi se me salieron de la orbita cuando la oí.

-¿Es en serio?-preguntó en voz baja, sin creerlo todavía.

-Pues claro. No haces mucho ruido, me agrada tu compañía y me interesa saber el modo en que terminará esta historia. Me dan hasta ganas de conocer a esa "torpe pareja" tuya.-dice entusiamada. No es normal que ella anhele conocer gente, solo no y ya.

-¿Por qué?-preguntó claramente confundida.

-No lo sé. La muchacha se me hace inocente, pero quizá no lo sea tanto si ha visto el amor en un mentiroso que ha engatusado; y él parece ser uno de esos hombres que ha tenido que mentir para su propio bien…¿cómo decirlo? … es como un mecanismo de defensa; y quizá teme admitir estar enamorado porque en el fondo no desea su modo de vida para ella.

Sus palabras me trajeron claridad, nitidez y luz a mi perspectiva. Me quedé muda. Creo que ya tengo una idea de cómo ayudar a esos dos. Solo asentí antes de que Serafina se recostara en la madera de la casa para dormir.

-Buenas noches, Rebecca.

-Buenas noches…Serafina.-digo y ella se remueve. Sigo preguntándome por qué eligió usar ese nombre, el de Emily Jane le quedaba todavía mejor.


Era fácil dormir con tanto silencio, pero era casi imposible no sentirse sola en un lugar tan amplio. Para Elsa, levantarse poco antes del alba era normal, pero ahora se levantaba una hora antes de que saliera el sol, había tanta quietud en la guarida que a veces se asustaba de la nada, se levantaba solo para pasear en los puentes y escaleras para no verse presa del inagotable sentimiento de soledad. Onyx y Malvavisco estaban a su lado, los dos detrás de ella a cierta distancia y velando por su seguridad mientras ella caminaba. No emitían ningún ruido o murmullo. Elsa se perdía de vez en cuando pero para eso recorría los pasillos tantas veces, sabía que tarde o temprano Onyx dejaría de hacerla de su niñero, y para entonces ella tendría que saber qué dirección tomar en caso de terminar en un callejón sin salida.

Pitch regresaba poco antes de salir el sol, las pesadillas desaparecían para tomar un descanso y los dos empezaban de nuevo con la rutina que ya se habían marcado. Él le había dicho que no podía salir sin su permiso, pero aunque ella se lo pidiera, todavía no era el momento de dejarla salir. Cualquier criatura mítica podría verla y avisar a Jack o a los guardianes, es más, la gente de su reino podría estar buscándola y él no se arriesgaría a que la encontraran cuando a penas estaban iniciando. Le permitía a Elsa ir de aquí para allá dentro de la guarida para que no se sintiera tan enclaustrada, pero hasta él sabía que eso era imposible.

"Mientras más grande es el castillo más solo te sientes." Se dijo mientras Elsa permanecía de espaldas a él, viendo el estanque con detenimiento esperando a que se moviera, pero no pasó.

La llamó para que comenzaran de nuevo con el entrenamiento, aunque los resultados eran los mismos, las reacciones de Elsa habían cambiado lo suficiente, si continuaban no lograrían mucho con el control de sus poderes pero al menos la aceptación del resultado de una crisis ya se estaba plantando en el entendimiento de Elsa; el problema radicaba en que solo un aspecto avanzaba, la aceptación, aunque fuese a paso de tortuga, mientras que el control se quedaba estancado.

Otro problema era la actitud de Elsa, ella deseaba control, pero no se veía muy dispuesta a cambiar su criterio para que le enseñara. Sería mucho más rápido si Pitch le enseñase a usar su poder para defenderse, controlar su poder reaccionando al miedo del peligro en vez de paralizarse sin saber qué hacer, eso le quitaría el trauma enfrentándose a él. El detalle era que Elsa no estaba dispuesta a ser parte de la ocurrencia.

Pitch decidió hacer algo distinto para mejorar su actitud, quizá una especie de garantía para que accediera a su idea sin poner mala cara. Se le ocurrió una, y esta podría controlarla y a la vez ser beneficioso para su aprendiz.

-No te retires todavía. Vendrás conmigo a la superficie.-dijo, Elsa se quedó de piedra y unió sus cejas en confusión.

-¿Me vas a dejar salir?-la pregunta sonó tan esperanzada.

-No te apures a crear conclusiones. Ven.-la guió a un túnel junto con Onyx, el gigante de nieve los siguió y Pitch permitió que el grandulón fuera parte de ello.

Al salir del túnel, Pitch tuvo cuidado con las tenues luces naranjas y purpuras que rebozaban al atardecer, aún no era su hora de salir pero debía hacer esto por obligación más que por gusto de ayudar a su aprendiz. Había nieve por todos lados y pinos cubiertos por la misma manta blanca, el camino que estaban siguiendo era empinado y Elsa entendió que se dirigían a una montaña. Reconoció el tramo del camino que seguían y ella se contuvo para que no crecieran sus esperanzas, puesto que se había resignado a no volver a su hogar hasta que su educación hubiesen culminado. Pero lo que vio al final del recorrido la dejó muda.

Llegaron al palacio, su palacio de hielo en la Montaña del Norte. Viró sus ojos hacia su maestro y éste solo asintió, indicándole que entraran. Los hermanitos de Olaf se emocionaron al verla cuando abrieron la puerta, Pitch se sobresaltó cuando las criaturitas se arrimaban hacia Malvavisco y a Elsa, eran tantos que sintió la necesidad de darles espacio para que ninguno de ellos notara su presencia y se le arrimara.

-Todo está bien. Ellos creen que soy su mamá pero a ti no te prestaran atención.-le explico Elsa al verlo alejarse. Ella tuvo razón, solo lo miraron y sele pegaron más al gigante de nieve a Elsa, le tenían miedo y su presencia los perturbaba.

Por otra parte, Elsa no se había visto más feliz que en las pasadas dos semanas de confinamiento. Reía al punto de carcajearse abrazando y estrujando a los enanitos de nieve que le sonreían por igual. Sus hombros estaban relajados, sus manos no temblaban y sus ojos tenían un brillo especial que reflejaba felicidad, solo con verla de esa forma, a Pitch le pareció que resplandecía.

-¿Por qué nos trajiste aquí?-preguntó incluyendo al gigante de nieve.

-He decidido darte un poco más de libertad.-empezó Pitch volviendo en sí.-Podrás venir aquí siempre que necesites despejar tu mente luego del entrenamiento, pero deberás volver antes de que anochezca. Onyx te traerá pero el grandulón se queda.-dijo señalando a Malvavisco, él y Elsa lo miraron despectivos.-Él entretiene demasiado a mis pesadillas, lo que menos necesito es que las distraiga. El gigante de nieve se queda.-sentenció.

-Se llama Malvavisco.-le corrigió su aprendiz.-¿Estaría bien si paseo por el bosque también?

-Nada de eso. Solo podrás estar en el castillo, no harás nada que cause sospechas de que estas aquí. Tu hermana te hará arrepentirte en cuanto te encuentre. Esto es lo mejor que te puede ofrecer.-Pitch no le dio tiempo de que lanzara otra contestación, caminó pasándola de largo yendo a las escaleras del palacio evitando a toda costa ser tocado por las criaturitas de nieve.

Elsa lo siguió sin afán de seguir discutiendo, estaba gradecida por el gesto y se dio cuenta de lo mucho que Pitch debió haber batallado para permitirle salir de la guarida luego de ordenarle que no saliera sin permiso. Esto era como un regalo de bienvenida y ahora se sentía menos encerrada que antes.

Llegaron al piso más alto, una terraza todavía más arriba que la que Elsa construyó cuando hizo el castillo la primera vez. El techo de cúpula geométrica les quedaba más cerca de sus cabezas y la terraza tenía una baranda más llamativa que la anterior. Elsa salió al balcón pero Pitch prefirió quedarse adentro, viendo a lo lejos lo mismo que su aprendiz. Las luces de la ciudad de Arendelle estaban encendidas, haciéndola ver como un puñado inmóvil de luciérnagas a la distancia, demasiado pequeñas como para decir si se moverían o no. Pitch se alivió al confirmar que Arendelle no quedaba tan lejos, Elsa podría verlo desde aquí y no extrañar tanto su hogar, quizá de esa forma su actitud cambiaría. Ella estaba levemente feliz y por un momento deseó estar junto a ella a la luz del atardecer, maldijo su existencia por estar hecho de frágiles sombras.

En las últimas semanas había deseado no tener que dejar la guarida para disfrutar de su presencia.


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¡Nos vemos la próxima entrega! n_n